Desde hace años vengo oyendo machaconamente la frase del título: "lo importante no es saber, sino aprender a aprender". La idea es que en la sociedad actual el volumen de datos y conocimientos es excesivamente amplio como para que nadie pueda aprehenderlo, ni siquiera en un ámbito limitado de conocimiento. Además este volumen de información cambia rápidamente. Lo que es válido hoy puede que ya no sirva el año que viene, y casi seguro que en cuatro o cinco años se habrá quedado obsoleto. La respuesta a esta situación es la de que no importan tanto los conocimientos como adquirir herramientas intelectuales que permitan una permanente y constante actualización.
Muy bonito, pero la clave está en cuáles son esas herramientas que facilitan la actualización. De momento, en nuestro sistema de enseñanza hemos asumido la primera parte de la idea (adquirir conocimientos no es tan importante hoy en día), pero sin dar una respuesta adecuada a la segunda. El resultado es que hay muchas personas que no saben nada. El otro día me sorprendió que alumnos de último año de carrera me dijeran que el año 1648 era la fecha de la "caída de Occidente". No quise indagar que entendían por la caída de Occidente, aunque me temo lo peor.
Si preocupante es que se sepan menos cosas, sin que los ignorantes actuales dispongan de mecanismos efectivos para esa "permanente actualización" que se presenta como objetivo final de su formación; más inquietante es aún que esta filosofía haya pasado del aprendizaje a la enseñanza. Me explico. Dado que la enseñanza no ha de basarse ya en la transmisión de conocimientos no es preciso que quienes enseñen sean conocedores de aquello que enseñan, sino que es más útil que se trate de expertos en la enseñanza en sí, entendida como este ideal mecanismo de adaptación de las cabezas para que se conviertan en máquinas de aprendizaje. Así, será posible que sean Pedagogos quienes enseñen Matemáticas, Inglés, Filosofía o Derecho. Los expertos en estas ramas del conocimiento serán menos adecuados para este cometido, toda vez que sus inútiles conocimientos no sirven de nada si carecen de las destrezas propias del auténtico enseñante. Por contra, quien se maneje bien en las técnicas del aprendizaje moderno podrá suplir su ausencia de conocimientos, ya que, como digo, la transmisión de estos no es el objetivo de la enseñanza, como no es su adquisición lo que se pretende con el aprendizaje.
Yo me muestro escéptico con este planteamiento, que se extiende y apropia de todas las fases de la educación, llegando ahora ya a la Universidad. No pocas veces he discutido sobre estos y otros argumentos parecidos, sin que -como es evidente- me llegaran a convencer quienes mantienen este necesario repliegue de los conocimientos, tanto en el aprendizaje como en la enseñanza. He de advertir, sin embargo, que se trata de una manera de ver y practicar la "enseñanza" que, para nuestra desgracia (en mi modesta opinión) no tiene vuelta atrás. Podría poner algunos ejemplos bien concretos de cómo se practica esta "enseñanza sin conocimientos", pero esta entrada está siendo ya demasiado larga, así que lo dejaremos para otra ocasión.
En cualquier caso, recomiendo la lectura del "Panfleto Antipedagógico" de Ricardo Moreno Castillo, que puede encontrarse en la siguiente dirección: http://www.lsi.upc.edu/~conrado/docencia/panfleto-antipedagogico.pdf.