Acabo de leer el excelente artículo de Francesc de Carreras "
Fin de época". Pensaba introducir un comentario; pero me he dado cuenta de que sería demasiado largo; así que opto por reconducirlo a una entrada en el blog.
El tema es apasionante: diagnosticar las grandes líneas de la evolución mundial ahora que parece definitivamente enterrado el optimismo que siguió a la caída del Muro de Berlín. Y coincido (como coincidirá todo el mundo) en que son más las sombras que las luces: los conflictos se extienden, sin que la extinción del bloque soviético haya tenido como efecto -tal como pretendían algunos- que el mundo sea más seguro y pacífico (al revés). Ahora bien, creo que en el análisis de Francesc de Carreras no tiene el suficiente peso la circunstancia clave para explicar el mundo actual (y, probablemente, el futuro): la globalización. La globalización está detrás de casi todos los fenómenos relevantes que agitan el Mundo desde hace unos años; fundamentalmente porque el paso a una economía mundial hace que los Estados tengan una capacidad de influencia menor que la que tenían. Se ha producido un desajuste entre el poder público y la sociedad y economía global: desde un punto de vista sociológico, político y económico la vida humana se desarrolla en ámbitos que superan a los Estados; en cambio no existe un poder público equivalente al ámbito de actuación de la economía.
Esta falta de equivalencia entre la economía y el poder público es transcendente. Cuando algo va mal no podemos, simplemente, echar la culpa al gobierno. Existen fuerzas que superan a los Estados y que solamente pueden ser controladas por la actuación conjunta de los Estados. La reacción a la crisis económica actual es muestra de ello. La falta de una adecuada coordinación entre los Estados dificulta la salida de la crisis, y lo mismo se puede decir de la crisis medioambiental y de tantos otros problemas actuales.
La crisis del Estado explica también ciertos fenómenos de desintegración estatal que han tenido consecuencias dramáticas (el Cáucaso, Yugoslavia) y todavía puede ser causa de otros conflictos de similares características. A esto hay que añadir la confrontación entre el mundo islámico y occidente. Este enfrentamiento puede tener muchas causas latentes; pero el detonante es el conflicto arabe-israelí; mientras ese conflicto no se solucione las tensiones (mayores o menores según el momento serán permanentes).
Junto con esto en Europa nos enfrentamos a la pérdida de relevancia de nuestro continente. Es algo que se venía previendo desde hace décadas, al menos desde el final de la II Guerra Mundial, y se trata de un proceso que se está acelerando ahora precisamente por la pérdida de relevancia del instrumento que en mayor medida contribuyó a la hegemonía europea durante los siglos XVIII y XIX: el estado-nación. Dado que no existe voluntad de sustituir esta forma de organización social por una fuerte estructura europea el declive de nuestro continente es inevitable.
A partir de aquí prever lo que sucederá en el futuro es difícil. Una cierta "medievalización" es inevitable. Las relaciones entre grupos heterogéneos sustituirán (ya están sustituyendo) a las relaciones entre individuos dentro de estructuras políticas fuertes. Una cierta privatización será también inevitable. En definitiva, un mundo más caótico, más inseguro y, probablemente, más infeliz ¡qué se le va a hacer!