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domingo, 24 de julio de 2011

La carrera perfecta

Quizás hoy hayamos visto una carrera de Fórmula 1 perfecta; perfecta para el espectador, claro. En el Gran Premio de Alemania se han dado casi todos los elementos que contribuyen a que la Fórmula 1 sea un deporte apasionante y no, como piensan muchos, "un mero ver a unos coches detrás de otros".
El primer requisito para que la Fórmula 1 sea divertida es que los coches se encuentren igualados. Evidentemente, si hay mucha diferencia entre un coche y el resto el espectáculo se resiente; para que pueda haber diversión tenemos que contar al menos con dos escuderías igualadas. En Alemania no han sido dos, sino tres. Ahora mismo Red Bull, McLaren y Ferrari tienen coches bastante próximos en prestaciones, por lo que se dan las condiciones para ver batallas interesantes.
Con los coches igualados el talento de los pilotos puede ser apreciado; y en este fin de semana hemos podido disfrutar de una pelea en la que el carácter y habilidades de cada piloto se han puesto de relieve. Si hay igualdad y los pilotos que están sobre la pista son buenos, son agresivos sin llegar a la locura, conocen el coche y saben gestionar una carrera el espectáculo está asegurado, tal como vimos hoy. En estas circunstancias uno tiene la sensación de que quien ha ganado es realmente el mejor piloto, el que ha sabido sacar más de su vehículo fajándose con otros pilotos que también son buenos y que también han intentado sacar lo mejor de los coches de los que disponen.
Finalmente, en la Fórmula 1 la estrategia es fundamental; si los vehículos están igualados y los pilotos pelean con uñas y dientes por cada posición la estrategia es un elemento que contribuye a convertir un combate de boxeo en una partida de ajedrez. Si no hay igualdad en los coches, si los pilotos no son buenos o simplemente no pelean la estrategia convierte la Fórmula 1 en una simple burocracia; si, en cambio, se dan los elementos anteriores (igualdad y lucha entre los pilotos) la estrategia y el box hacen la carrera aún más interesante.
Hoy, como decía, se dieron todos los elementos. La igualdad entre las tres primeras escuderías del Campeonato ya ha sido señalada; en cuanto a los pilotos, hemos visto una pelea excelente entre Hamilton, Alonso y Webber, por una parte; y entre Massa y Vettel, por otra; ya sin contar los muchos enfrentamientos singulares que se vivieron en el medio del pelotón y en las posiciones más retrasadas. Examinando estos enfrentamientos y el conjunto del fin de semana no me cabe duda de que quien se llevó la victoria fue el mejor piloto del fin de semana. Hamilton estuvo sublime en la calificación, llevando el coche más allá de donde parecía que podía estar (le sacó ¡un segundo! a su compañero Button); y luego en carrera mantuvo en todo momento la perfecta conjunción entre agresividad y cabeza fría. La pelea con Webber en la salida es miel en los labios para los amantes de la lucha cuerpo a cuerpo; mientras que la tensión entre él y Alonso durante la mayor parte de la carrera, pelea casi siempre en la distancia de unos cuantos segundos; es un goce para el estudioso de los tiempos vuelta a vuelta, de la forma de aprovechar la ventaja en los parciales que son ventajosos; de la increíble eficiencia de quien es capaz de repetir los mismo parciales vuelta tras vuelta, compensando el desgaste de los neumáticos con el menor peso del coche por el consumo de gasolina.
Alonso estuvo también fenomenal, sacando partido a un muy buen coche que, sin embargo, sufre cuando la temperatura es baja. Se le vio atacar en la distancia corta (adelantó en pista a Vettel y, si no me falla ahora la memoria, también a Hamilton, aunque luego éste le devolvió el adelantamiento) y mantener un ritmo constante para evitar los riesgos que podían venir desde atrás. Lo intentó con Hamilton, pero al final no pudo, quizás con problemas en el consumo de combustible. Webber, por su parte, superó a su compañero, que no es poco y a punto estuvo de asustar a Alonso en su arreón final en el entorno del último cambio de neumáticos. Quien desentonó en esta lucha fue Vettel. Se salió y luego pareció perder el ritmo durante buena parte de la carrera ¿estará nervioso? No debería, desde luego, con estar en el podio o en sus cercanías en el resto de carreras tiene prácticamente asegurado el título mundial. Toca jugar con la calculadora, como le venía a recordar su ingeniero durante la carrera.
Y, finalmente, la estrategia. Hoy hemos visto una hermosa batalla también en los muros. Seguramente la estrategia inicial sería la de dos paradas; sin embargo cuando Webber paró en la vuelta 14 Hamilton y Alonso variaron su estrategia; de nuevo le copiaron en su segunda parada (Webber en la 30, Hamilton en la 31, Alonso en la 32), mientras que Vettel y Massa jugaban con otra estrategia retrasando mucho más esa segunda parada. Dos estrategias diferentes sobre la pista, equipos que se copian unos a otros y, para rematar esa maravillosa vuelta final; el mensaje del ingeniero de Vettel a Vettel: "Haz lo contrario que Massa"; y la ¿equivocación? de Vettel que copia a Massa. Ambos habían estado peleando casi toda la carrera con Massa delante y sin que Vettel encontrase un hueco para adelantarle. Ambos tenían que cambiar neumáticos antes de que acabara la carrera para utilizar los compuestos más duros, que no habían montado hasta entonces. En la penúltima vuelta el ingeniero de Vettel (que va por detrás) le da la instrucción que acabo de recoger. Massa no entra en boxes y debía ser Vettel quien lo hiciera para así, al hacer algo distinto a Massa, tener una oportunidad para adelantarlo. Vettel, sin embargo, no entra, sino que sigue en pista. Ahora ya no queda otra que parar en la última vuelta; sabemos que tanto Massa como Vettel entrarán en boxes en esa última vuelta, y que entrarán con Massa por delante. Así sucede, sin embargo, los mecánicos de Vettel son más rápidos y consiguen que el alemán salga por delante del brasileño. Jarro tremendo de agua fría para Massa, que había peleado toda la carrera con Vettel para que, al final, sea la parada en boxes la que le haga perder la cuarta posición.
En definitiva, una carrera perfecta para el espectador: adelantamientos, iguldad, agresividad en los pilotos y varias estrategias sobre la pista ¿quién dice que la Fórmula 1 es aburrida?

miércoles, 13 de julio de 2011

Vivienda y trabajo

Leo una noticia que me deja un tanto preocupado. Parece ser que una promotora en Jaén ofrece un contrato de trabajo por tres años a quien adquiera un piso. En principio parece una buena idea, y seguramente lo es. La gente no se anima a comprar, entre otras cosas por la inseguridad en el trabajo, y aquí el propio vendedor resuelve el problema facilitando trabajo al comprador. De esta forma se estimula el mercado de la vivienda y se da cierta seguridad al trabajador que en los tiempos que corren falta hace. Hasta aquí, ningún problema. Todo suena bastante bien.
El problema -para mi- es que este tipo de ofertas va marcando una tendencia que me parece peligrosa; y para explicar el peligro que yo veo tenemos que remontarnos casi mil años; pero será una excursión corta, lo prometo.
Hace mil años la mayoría de la población en Europa Occidental era libre. Había siervos y esclavos, pero la mayoría de los campesinos eran libres para moverse de un lugar a otro, buscar nuevas tierras si les apetecía o dejar las que estaban cultivando. En el siglo XI, en un período relativamente corto, el lapso de una generación, todo cambió. Los poderosos del momento consiguieron que todas esas personas libres quedaran inexorablemente fijadas a la tierra que cultivaban, el poder público y el poder privado se confundieron y dio comienzo el feudalismo; una época en la que unos pocos abusaron de casi todos fundamentalmente a través de la imposibilidad de que las personas se desplazaran de las tierras que tenían atribuidas y de la imposición de monopolios (no se podía moler más que en el molino del señor feudal, no se podía utilizar más herrería que la del castillo, etc.).
¿Qué tiene esto que ver con la noticia con la que comenzaba? Pues que cierta relación hay entre los antecedentes del feudalismo y la situación en la que si uno quiere una vivienda ha de trabajar para la empresa que le facilita dicha vivienda. Es cierto que la libertad sigue existiendo: yo puedo dejar la vivienda, puedo dejar el trabajo y cambiarme a otro, etc. Pero estas libertades pueden convertirse en meramente teóricas: si la vivienda lleva aparejada una hipoteca de cuarenta años de la que no podré librarme ni siquiera entregando el piso y que me perseguirá allá donde vaya; si las condiciones del mercado laboral son tales que no tengo una posibilidad real de buscar un trabajo mejor ¿dónde se queda esa libertad formal de la que creo gozar? La situación no es tan diferente de la que se vivió en el siglo XI, en la que el golpe definitivo a la libertad vino precedido de múltiples pactos "voluntarios" por los que las personas quedaban inexorablemente ligadas a los que en poco tiempo se convirtieron en señores feudales.
¿Exagero? Ojalá. Como digo me preocupa que estemos asumiendo cambios que suponen una transformación profunda de la sociedad y un retroceso significativo de lo público (y, al fin y al cabo el feudalismo no es más que la sustitución del poder público por el poder privado, la confusión de ambos). Cuando ya no haya sanidad pública ¿qué no estaremos dispuestos a hacer por quien nos ofrezca medicinas para nuestros hijos? Cuando ya no haya educación pública ¿qué hará la sociedad con los inevitables analfabetos que resultarán de los hijos de quienes no dispongan de medios para pagar una escuela? Y si cuando se habla de reducir el estado de bienestar no se está hablando de menos médicos y de menos escuelas ¿de qué se está hablando?
De momento algunos ya están dispuestos a vincularse a una empresa que les encadenará con una hipoteca y con un trabajo en el que el empleador asumirá la doble posición de jefe y amo; porque que nadie se engañe, cuando se compra una casa con hipoteca el dueño de la casa es, en realidad, el banco. Siempre se había dicho en tono de broma, los desahucios recientes nos muestran que de broma, nada.

domingo, 10 de julio de 2011

El mayor placer de la vida

Leo a través del twitter de Jordi Sevilla una frase que procede de ifilosofia (otro twitter). La frase es la siguiente: "El mayor placer de la vida es hacer lo que la gente te dijo que jamás podrías hacer".
Yo no creo que este sea el mayor placer de la vida; pero lo que cuenta es que me vino a la cabeza lo que Genghis Khan decía sobre el mayor placer de la vida, el conquistador mongol pensaba que el mayor placer de la vida era "matar a tus enemigos, acostarte con sus mujeres y montar sus caballos". Desde luego, nada que ver con lo que plantea ifilosofia; y es que la contestación a esta pregunta, "¿cuál es el mayor placer de la vida?" no nos dice nada sobre su respuesta, sino sobre la persona que responde, un auténtico retrato de cada uno de nosotros a partir de la respuesta a una pregunta bien sencilla.