Hay un momento en "El Padrino" en el que se reúnen los jefes mafiosos para poner fin a la guerra que mantienen desde hace un tiempo. En el encuentro, Vito Corleone dice que quiere la paz, que ya ha perdido un hijo en esa guerra y no quiere perder más. Todos están de acuerdo en poner fin a los ataques; pero Corleone añade que la condición para mantener esa paz es que nada le pase a Michael, su hijo. Dice algo así como que es una persona supersticiosa, y que si Michael tiene un accidente o hasta le parte un rayo, culpará a los que están allí reunidos y su venganza será terrible.
Todos asienten.
(Puede verse aquí a partir de 04:53)
Puede parecer absurdo que alguien asuma que es responsable de la muerte de una persona porque le caiga un rayo encima; pero este tipo de responsabilidades objetivas favorecen que se extremen las precauciones.
Si alguien se coloca en una posición que haga levantar sospechas sobre su conducta, pudiera ser que respondiera de lo que sucede, tenga o no tenga la culpa. Es lo que vemos en la escena de "El Padrino" que acabo de compartir.
Un paso por debajo de la responsabilidad objetiva, está la inversión de la carga de la prueba. No es que se responda de una manera objetiva; pero sí que se obliga a una persona a demostrar que no es culpable o, al menos, que ha actuado con toda la diligencia que debía. En "El Padrino" -se trata de la mafia al fin y al cabo- no se da esta oportunidad. Si algo pasa y tú eras el responsable, eres culpable. Punto final, zapatos de cemento y al río.
A la llegada y fuga en Barcelona de Puigdemont se le podría aplicar lo anterior.
Primero los hechos:
- Puigdemont informa de que va a venir a Barcelona.
- Se pide un permiso al ayuntamiento de Barcelona para montar un escenario en el Arco del Triunfo que, todos asumían, sería para algún tipo de acto vinculado con la llegada de Puigdemont a Barcelona.
- Puigdemont aparece en el escenario preparado.
- Acompañan a Puigdemont políticos conocidos, entre ellos, la segunda autoridad de Cataluña, el presidente del Parlamento autonómico.
- Se le permite dar su discurso.
- Tras el discurso, pese a que en el lugar había bastante policía, Puigdemont escapa (y Puigdemont no es Jason Bourne; es una persona normal que no parece tener especiales capacidades atléticas o propias de un agente secreto).
- La operación montada para detenerlo posteriormente causa bastantes molestias a muchos ciudadanos, pero no evita la huída de Puigdemont, que regresa a Bélgica.
Estos hechos, por sí solos ya obligarían a dar explicaciones, muchas explicaciones; pero es que, además, se dan en un contexto muy significativo
- Puigdemont es aliado del presidente del Gobierno español. Sin los votos del grupo de Puigdemont, Pedro Sánchez no estaría en La Moncloa.
- Los contactos entre Puigdemont y el entorno de Puigdemont son frecuentes y reconocidos por todos.
- Se ha publicado, incluso, representantes de Pedro Sánchez habrían desaconsejado que Puigdemont viajar a España porque, según le transmitieron, ellos (el Gobierno) no controlan el Tribunal Supremo (me imagino que a diferencia de otros Tribunales, que sí controlan).
- Illa acaba de ser investido presidente de la Generalitat con los votos de ERC; partido cuyas discrepancias con Junts son notorias; pero que mantiene que las órdenes judiciales contra los implicados en los hechos de 2017 (el intento de derogación de la Constitución en Cataluña para conseguir la secesión del territorio) carecen de fundamento y son una mera persecución judicial. De hecho, Illa, en su discurso de investidura defendió que "nadie debe ser detenido".
Ante todo lo anterior, no hace falta de que existan indicios de culpabilidad para que tanto el PSC como el Gobierno de Cataluña (todavía en manos de ERC el pasado jueves) como el Gobierno de España den explicaciones. Esto, sin embargo, no ha sucedido. Han colocado bajo los focos a unos Mossos d'Esquadra para que nos hablan de "fases semafóricas" y podamos constatar así lo ridículo de su actuación; los que tenían que hablar, los que tenían que explicarse, los que tenían que asumir su responsabilidad, no lo han hecho.
Y no lo han hecho porque la opinión pública tampoco se lo exige. Les basta mantener ese 30% de incondicionales que les votarán hagan lo que hagan para seguir aferrándose al poder; mientras la mitad de la población se siente engañada e indignada.
Porque la convivencia exige que se den ciertas garantías. Si pensamos -y razones hay para pensarlo- que la policía decide arbitrariamente a quién deja de detener, lo que seguirá, como apuntaba agudamente Pastrana en X el otro día, es que decida arbitrariamente a quién detiene (ya ha pasado, precisamente con los Mossos de protagonistas, cuando hostigaron a los grupos que retiraban lazos amarillos del espacio público).
Los Mossos, con su prestigio como cuerpo muy tocado desde hace tiempo, han perdido toda credibilidad (toda) después de la huída de Puigdemont y la rueda de prensa de las "fases semafóricas". Mala cosa es que la seguridad dependa de un cuerpo policial al que cabe hacerle tantos reproches.
Pero, lo peor, es que las sospechas de que el gobierno y el partido socialista algo han tenido que ver con lo que ha pasado son letales para la confianza en las instituciones.
¿Cómo podremos reparar todo el mal que se está haciendo?
No será fácil, y mientras el PSOE siga ya no gobernando, sino siendo relevante para la gobernabilidad, imposible.
Sería bueno también que la oposición asumiera la gravedad de lo que está sucediendo y pusiera en marcha iniciativas que fueran más allá de canutazos. La circunstancia requiere el compromiso de toda la sociedad ante la profundísima degradación institucional en la que hemos caído.