En la noche electoral del 27 de
septiembre, Pablo Iglesias declaró que quiere ser un presidente de España que
“sepa escuchar a Cataluña”. ¿Qué entenderá Pablo Iglesias por escuchar a
Cataluña? Porque el 27 de septiembre Cataluña habló, y lo que dijo fue que la
mayoría de su población no era independentista. Los votos recibidos por “Junts
pel Sí” y CUP suman un 47,78% de los emitidos; esto es, menos del 50%. El resto
de candidaturas alcanzaron un 52,22% de los votos, entre ellos un 8,92% de la
apadrinada por “Podemos”. El resultado es claro: Cataluña no es
mayoritariamente independentista.
Mucho me temo, sin embargo, que cuando
Pablo Iglesias habla de “escuchar a Cataluña” no se refiere precisamente a esa
Cataluña real que rechaza el independentismo, sino a la otra, la ampliamente
minoritaria, pero minoritaria al fin y al cabo, que desea la quiebra de la
legalidad, la vulneración del Estado de Derecho y el inicio de la aventura
separatista.
Cuesta entender este empecinamiento en
pretender que unos catalanes han de ser más escuchados que otros, incluso
aunque los desatendidos sean mayoría y superen en número a los privilegiados
que disfrutan del oído atento de “Madrid”.
El día en el que fuera de Cataluña se
comience a ver a esta Comunidad como lo que es y no como lo que pretenden los
nacionalistas que sea habremos avanzado mucho no solo en la comprensión de
Cataluña, sino también en el entendimiento de España; porque el problema de
Cataluña no es más que un reflejo de la distorsión con la que muchos españoles
perciben a su propio país.
Quienes quieran aportar algo al debate
abierto, por favor, comiencen por fijarse en cuántos catalanes optaron por la
independencia el 27 de septiembre y háganse a la idea de que los demás también
existimos.
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