Se afirma que los independentistas
ofrecen ilusión y que frente a esto lo único que podemos hacer quienes no la
compartimos es negarla. No estoy de acuerdo. También los no independentistas
tenemos un sueño, o al menos yo lo tengo.
Mi sueño es una Cataluña libre de
nacionalismo, una Cataluña en la que las instituciones y los ciudadanos
utilizan con normalidad nuestras lenguas oficiales, una Cataluña en la que se
participa sin reservas en el proyecto español y europeo. Una Cataluña en la que,
junto a la Señera, en los edificios públicos ondea la bandera española, símbolo
de un país en el que todos nos sentimos partícipes.
Mi sueño es una Cataluña en la que las
instituciones asumen las competencias que les vienen atribuidas por la ley y se
esfuerzan en que tales competencias sean ejercidas en beneficio de los
ciudadanos; una Cataluña en la que no debatamos sobre el adoctrinamiento en la
escuela, sino acerca de cómo puede convertirse en un lugar en el que nuestros
hijos se desarrollen como personas y ciudadanos, aprendan y se cualifiquen para
el competitivo futuro que les aguarda. Mi sueño es que las noticias en relación
a la sanidad no sean escándalos sino ampliación de servicios y mejora de la
calidad. Sueño con instituciones que no amenacen impunemente con destruir el
orden constitucional.
Mi sueño es que disfrutemos del Barça y
del Español, de la selección catalana de fútbol y de la española sin cargar
cada noticia o partido de enfrentamiento y odio, sin que cada derbi tenga una
lectura política.
Mi sueño es una España que entienda que
el catalán es una lengua tan española como el castellano y que España es un
país maravilloso precisamente por su diversidad, no a pesar de ella.
Entre todos conseguiremos que este sueño
sea realidad.
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