Artur Mas ha viajado hasta Nueva York para
dar una conferencia en la universidad de Columbia. El voluntarioso Xavier Sala
i Martin, profesor en esta universidad, explicaba que había invitado a sus
alumnos a asistir y nos queda por saber si dicha asistencia contará o no para
la nota final.
No es, probablemente, la agenda que hace
un par de años calculaban que tendría a estas alturas el Presidente Mas en una
visita a Estados Unidos. Cuando se hablaba de la internacionalización del
conflicto quizás se contaba con que en el año 2015 quien le recibiera fuera el
Secretario de Estado o una persona relevante del gabinete del presidente Obama.
Es posible que los planes de los independentistas incluyeran una comparecencia
conjunta con representantes de la administración de Estados Unidos en la que
éstos, los norteamericanos, manifestaran su preocupación por la situación en
España y expresaran sus deseos que se entablaran negociaciones entre el gobierno
español y el catalán a fin de resolver el conflicto existente.
No era un escenario impensable, y si la
semana pasada Mas tuvo que conformarse con una charla en la Universidad y no
pudo disfrutar de una comparecencia en la que a su espalda se encontrara la
bandera catalana y la de Estados Unidos no es porque no se haya intentado.
He de alegrarme (hemos de alegrarnos) de
que no haya tenido éxito; pero reparemos en la contradicción de que tengamos
que congratularnos del fracaso de nuestro presidente, precisamente porque su
éxito supondría la destrucción del país. No es admisible que los conflictos
internos se resuelvan en la arena internacional porque en ésta el fracaso de
Mas (su ridículo) es el fracaso de España a la que Mas, como presidente que es
de una Comunidad Autónoma, también representa.
La tensión secesionista, incluso
fracasando, nos debilita.
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