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martes, 25 de septiembre de 2012

Un poco de Historia

Mientras desayunaba escuchaba a la Sra. de Cospedal dándonos una clase de Historia.



Algo dijo (no he encontrado el audio para colocarlo aquí) de que ellos (el PP) seguirían defendiendo la unidad de una nación (la española) que existe desde hace quinientos años. Bueno, ya tenemos a los Reyes Católicos en danza, la vieja historia de que España fue el primer Estado de Europa y otros cuentos semejantes con los que nos mal enseñaron la Historia de España a los niños nacidos en los años 60, como soy yo y como es la propia María Dolores de Cospedal.
Si uno se queda en los libros de ciencias sociales de 7ª y 8ª de la EGB quizás comulgue con ese dibujo de la Historia de España que, sin embargo, es irreal. Si se lee un poco más (y un responsable político debería conocer Historia; es importante siempre y en España más) se daría cuenta de que no es cierto que España exista como Nación desde hace quinientos años. Jurídicamente España no nace hasta 1812. Antes de esa fecha es poco más que una indicación geográfica o un anhelo y solamente podría existir, en su caso, como nación cultural (el mismo sentido de "nación" que el Tribunal Constitucional reconoce a Catalunya en la sentencia sobre el Estatut). El hecho de que desde 1516 de forma ininterrumpida un mismo monarca reinara en los diferentes territorios que integran España no convierte a ésta en una Nación. Carlos I y Felipe II además de reyes de Castilla y Aragón fueron también soberanos de los Países Bajos, y el primero, además, archiduque de Austria; y a nadie se le ocurre decir que todos esos territorios formaran una nación. Es más, si se lee algo más que libros escolares se descubre enseguida que esos monarcas eran muy conscientes de que regían naciones diferentes y que en cada una de ellas jugaban papeles distintos y se requerían diferentes aptitudes para reinar en territorios tan diversos (parce ser que Carlos I recriminaba a su hijo, el que luego sería Felipe II, que no hubiera aprendido francés y le preguntaba que cómo podía pensar gobernar en Bruselas, capital de los Países Bajos, sin dominar ese idioma).
En algún momento comenzó a construirse el mito de la España que nace con los Reyes Católicos, se bautiza con la conquista de Granada y se confirma con el descubrimiento de América; llega a la hegemonía con la incorporación de los territorios que vienen de la casa de Habsburgo y agotada en una tarea titánica entra en una decadencia que llega hasta nuestros días. Esto es un cuento y un cuento que no es inocuo hoy en día, porque no nos permite ver cuál es la auténtica naturaleza de este país.



Haríamos mejor en colocar en su justa perspectiva los Reyes Católicos y los siglos XVI y XVII para centrarnos en la época inmediatamente anterior y la posterior a la Constitución de Cádiz. Me lamentaba de que se estaba dejando pasar un bicentenario que tendría que ser recordado con mucho más entusiasmo, el auténtico bicentenario de España que debería haberse celebrado con toda solemnidad el 19 de marzo de 2012. Hubiera sido una oportunidad para profundizar en una España menos imperial y más real, una España que surge como reunión "de los españoles de ambos hemisferios" que decía la Constitución de Cádiz y que creo que todavía tiene una esperanza. Pero para que esa esperanza fructifique es preciso que desde la derecha (permítaseme ese término tan poco técnico) retiren la condena a la Constitución de Cádiz (la derecha española en algún punto todavía es heredera del Antiguo Régimen y, por tanto, la Constitución de 1812 no deja de ser de alguna forma "un error" en nuestra Historia) y asuman sin complejos un texto que, en tanto que auténtico fundador de nuestro país, debería ser objeto de respeto y consideración.



María Dolores de Cospedal evidentemente no está en esta línea y es probable que ni se de cuenta del mal que hace a España con ello.

domingo, 23 de septiembre de 2012

¡Qué desastre!

Hace más de tres años me quejaba de que los seis años que entonces se llevaban en Cataluña de gobiernos encabezados por el PSC no habían dado los frutos que esperaba. Mi cálculo antes de que el PSC llegara a la Generalitat era el de que ese partido se ocuparía menos de la construcción nacional y más de mejorar las políticas básicas: educación y sanidad. En vez de eso comprobé cómo la educación y la sanidad empeoraban (siempre desde mi subjetiva perspectiva) mientras el Govern dedicaba sus esfuerzos a deslegitimar al Tribunal Constitucional a cuento del asunto del Estatut. Para acabar esa etapa Montilla se puso al frente de la primera gran manifestación independentista en Cataluña desde la vuelta de la democracia y la situación económica comenzó a hacer crack.
En 2010 no voté a CiU; pero esperaba que hiciera las cosas de otra manera. Era consciente de que la política tradicional de la coalición me desagradaría en muchos aspectos; pero a la vez esperaba que lo que era más importante en aquel momento: la gestión de la economía, se llevara con cierta sensatez. Ya en las primeras semanas de gobierno convergente pude comprobar que no me había equivocado en lo que se refería a las cosas que me desagradaban, y así lo expliqué también en este blog ("Políticas coherentes", entrada colgada en enero de 2011); pero, por desgracia, sí que me había equivocado en lo que se refiere a la gestión de la economía: CiU ha conducido a Cataluña a un pozo muy profundo. Durante meses echaron la culpa a la herencia recibida; pero pasados ya casi dos años desde su llegada al poder esa historia de la herencia ya no es disculpa aceptable; porque lo cierto es que ahora estamos no peor, sino mucho peor de lo que estábamos hace dos años, y cuando eso pasa inevitablemente la culpa la tiene el partido que gobierna. No hay vuelta de hoja.
Podemos preguntarnos por qué ha pasado eso, por qué a unas personas a las que se suponía serias y competentes, que nos habían prometido "un gobierno de los mejores" se les han ido las cosas de las manos de esta manera. Evidentemente hay factores externos: la deuda recibida era alta, muy alta; la economía estaba en una fase de contracción y eso evidentemente provoca una reducción de la recaudación; pero esto no puede ocultar la responsabilidad del Gobierno quien también ha cometido muchos errores.
El primero de ellos es haber pensado que con recortes se podían evitar reformas. Desde el año 2010 venimos padeciendo restricciones en casi todas las partidas, podando por aquí y por allí; pero sin que se advierta el propósito de auténticas reformas. En lo que más conozco, en la Universidad, hemos visto cómo todas las Universidades sufríamos una disminución del dinero presupuestado, y también el no ingreso de parte de las partidas presupuestadas; pero no ha habido ningún plan para alterar el mapa universitario catalán, para ver en qué forma podrían fusionarse Universidades o reducir el número de Facultades. Una auténtica reforma del mapa universitario, que no supondría un ahorro inmediato, pero sí en el plazo de cuatro o cinco años, brilla por su ausencia. Supongo que no es únicamente aquí donde se ha producido esta sustitución de las reformas por recortes; y ésta es una época que exige coraje, planificación y decisión para cambiar cosas. Y en estos años no hemos visto nada de eso.
Esta falta de planteamientos profundos de renovación es especialmente grave en lo que se refiere a la planificación económica. Se ha optado por lo de siempre: dar ayudas públicas a empresas con el fin de mantener artificialmente puestos de trabajo. ¿Alguien se acuerda ahora, por ejemplo, del dinero tirado en Spanair? ¿No echamos ahora en falta lo que se fue a ese proyecto faraónico e innecesario? Seguimos mimando a empresas de fabricación de automóviles que en cualquier momento se irán porque resulta imposible competir con otros países en los costes de montaje y no hay forma de poner en marcha plan alguno que facilite que la economía catalana de un salto cualitativo y se convierta en auténticamente innovadora. Y el elemento de base ahí está. Las Universidades catalanas tienen una muy buena posición en los rankings internacionales teniendo en cuenta la financiación que reciben; pero falla la conexión entre el mundo económico y la investigación. Es preciso sentar las bases para una economía auténticamente desarrollada (actualmente la economía basada en una fuerte industria es la propia de los países en vías de desarrollo) y en estos dos años a mi conocimiento no se ha hecho prácticamente nada en ese sentido.
Así pues en vez de reformas se han hecho recortes y eso, claro, no ha servido para reactivar la actividad económica, seguimos anclados en una economía que no sabe salir de la cultura del pelotazo y el ladrillo; y si nos faltaba alguna prueba para ello la vergonzosa pelea con Madrid para conseguir Eurovegas y la estrambótica propuesta de Barcelona World que ha sustituido al night club de Adelson acabaría de confirmar esta idea.
Mientras la economía languidece la política de recortes salariales, tanto en el sector privado como en el público, está debilitando la clase media y desestructurando la sociedad. Además el ahorro en políticas sociales y de protección está llevando a la exclusión a un número cada vez mayor de personas. Este no es un problema solamente catalán; pero que también se da en Cataluña.
No es de extrañar que en estas circunstancias la protesta haya pasado a la calle; y ante esto la reacción del Gobierno ha sido contundencia hasta el límite legal e, incluso, quizás un poco más allá. Las noticias sobre cargas injustificadas de la policía y detenciones que van más allá de lo que sería razonable son tema común de conversación, inundan las redes sociales y tienen eco en el extranjero y en organismos internacionales.
Por si esto fuera poco, el partido en el gobierno de Cataluña está en el centro de varias investigaciones judiciales por corrupción. Ahí está el caso Palau y el de las ITV, en el que se cita como implicado a Oriol Pujol, el número dos de CDC.
A todo esto se unen torpezas que desmienten la imagen de rigor que se quería transmitir. El esperpento de la paga de los funcionarios en diciembre del año pasado, con retención de sueldos no pagados incluida merece pasar a la antología del disparate. Sobre todo porque era completamente innecesario ese papelón y alarma social, pues todos los funcionarios cobraron lo que les correspondía antes de que acabara el mes.
Para acabar ahora nos encontramos en una situación de dificultad tal que es preciso pedir un rescate al gobierno de España. Ya sé que el trato fiscal de Cataluña es injusto, etc, etc. Pero el Govern ya sabía cuáles eran las reglas del juego antes de ocupar sus cargos. Es lógico que intenten conseguir una financiación mejor; pero eso no les exime de gestionar los recursos de los que disponen de tal manera que no se haga necesaria la ayuda externa. Recordemos que este mismo Gobierno se negó rotundamente a recurrir al Impuesto de Sucesiones para conseguir mayor financiación; y que existen otras vías impositivas para obtener más recursos. Además, siempre es posible por la vía de la negociación más o menos hábil conseguir más recursos. Este tipo de ejercicios de responsabilidad y practicismo son también exigibles a los gobernantes.



La opción está siendo otra, sin embargo. En vez de abordar con realismo y prudencia los problemas de todos nosotros se ha optado por avanzar hacia lo desconocido, por dar un salto cualitativo en la reivindicación de un mayor autogobierno para Cataluña reclamando directamente la independencia.
Mucho se podría debatir sobre la conveniencia o no de la independencia de Cataluña, de sus ventajas y de sus costes; pero parece que este debate ya está superado, porque lo urgente; una vez que el Sr. Mas ha tomado la decisión de que debemos separarnos de España; es examinar cuál es el procedimiento para conseguir ese "nuevo Estado en Europa".
En primer lugar se recurre a la "sociedad civil", a esa ANC que con el respaldo del gobierno y de los medios públicos consigue montar una marcha multitudinaria en Barcelona. Los organizadores (ANC, Generalitat, Guardia Urbana, TV3...) asumen de inmediato que entre millón y medio y dos millones de catalanes habían ocupado el centro de Barcelona en la tarde del 11 de septiembre. Unos días después en La Vanguardia (Diario Oficioso del Régimen) se rebaja esa cifra a niveles más razonables y se cifran los asistentes en 600.000. No está nada mal; pero es bueno recordar que esa cifra no llega siquiera al 10% de la población de Cataluña. Es decir, que de la manifestación no puede inferirse una llamada masiva de la población catalana a la independencia. No digo que esa mayoría no exista; pero desde luego de la manifestación del 11-S no se desprende eso.
Ahora bien, esto que acabo de decir es lo de menos. El guión parecía claramente fijado: manifestación masiva el día 11 para preparar el viaje a Madrid del presidente Mas, que es escenografiado como una visita transcendente, como un ultimatum similar al que lanzaron los japoneses pocos días antes de Pearl Harbour o como la conferencia de Múnich de 1938; el rechazo frontal de Rajoy parecía ya descontado, así como el recibimiento entre esteladas en la Plaza de Sant Jaume. La imagen que se transmite es que Mas actúa respaldado por un pueblo sin fisuras que harto de desplantes y desprecios ha decidido adoptar una decisión histórica. Las "reuniones de motivación" que el propio Mas y miembros de su gobierno desarrollaron antes del verano con distintos sectores van en esta línea.
Ahora el siguiente paso parece ser una declaración del Parlament de Cataluña la semana que viene. Ya se ha avanzado que ni referendum haría falta para declarar la independencia; quizás porque los números no saldrían en una consulta directa a la ciudadanía, no sé. El caso es que nos estamos metiendo en un follón que no sabemos qué consecuencias puede tener y en el que parece que al Sr. Mas le ha entrado una prisa que es difícilmente justificable. Hace no muchos años los independentistas, de acuerdo con los sondeos, no llegaban al 30% de la población (hablo de memoria, probablemente mucho menos); ahora están por el 50%; pero aún así es una proporción insuficiente para poner en marcha el procedimiento de independencia con garantías y, en cualquier caso, si se inicia este camino los pasos lógicos son, en primer lugar, elecciones en las que los partidos lleven en sus programas la cuestión de la independencia de forma clara; en segundo término, amplia mayoría parlamentaria que apoye la independencia, referendum consultivo en el que también se consiga una amplia mayoría a favor de la independencia y, a partir de ahí, negociaciones con el fin de conseguir un acuerdo con España y Europa que permita una transición a la soberanía sin traumas.
No parece ser éste el camino que tiene planeado Artur Mas. Los pasos que ha dado hasta ahora parten de un supuesto que no se da (una ampia mayoría de los catalanes apoyan sin fisuras la independencia) y se encaminan hacia el peor de los escenarios posibles: una declaración unilateral de independencia que no contará ni con el respaldo suficiente de los ciudadanos ni con el acuerdo necesario de España y Europa.
En fin, una huída hacia adelante en toda regla.

viernes, 21 de septiembre de 2012

La carrera más difícil

Este fin de semana se corre el Gran Premio más duro del Mundial. Singapur es una carrera tremenda para el piloto. Hoy leía que Pedro Martínez de la Rosa explicaba que hay pilotos que piden que el Gran Premio sea más corto, que se corran menos vueltas. No me extraña. Si ya hacer cuatro o cinco vueltas en el juego de la XBox o de la Play Station te da dolor de cabeza no quiero ni imaginar lo que debe ser estar pilotando 61 vueltas seguidas en esa ratonera de curvas estrechas. Cierto, cierto... una cosa es la Play y otra el circuito, una un piloto de Fórmula 1 y otra un tipo de más de cuarenta años sentado delante de una maquinita; pero creo que la maquinita te permite hacerte una idea de la diferencia que hay entre este circuito y el resto.
Para empezar es un circuito urbano como Mónaco, en el que los muros están muy cerca. Un pequeño error y no te sales, te estampas. El circuito tampoco parece muy ancho, no se tiene la sensación de que haya margen para corregir o cambiar si uno se pasa de frenada, por ejemplo. Ciertamente en muchas de las curvas peliagudas hay escapatorias; pero en las que el piloto se queda encerrado y se echa un montón de tiempo en girar y poder reincorporarse a la carrera. Es un circuito además con muchas curvas, y muchas curvas lentas. No hay esas curvas bonitas que se hacen a gran velocidad como en Silverstone o en Spa. Son curvas ratoneras, de frenar, acelerar y enseguida volver a frenar. Curvas muy cerradas algunas, en las que hay que frenar mucho antes de la propia curva; en ocasiones iniciando la frenada en una curva anterior a la propia curva para la que se frena (así sucede en la curva 13, a la que se llega desde una falsa recta). Rectas propiamente dichas prácticamente no hay. En el primer sector hay lo que podría llamarse recta -aunque hay una curva en el medio- porque se hace a fondo. Está entre las curvas 5 y 7 y supongo que ahí pondrá la zona de DRS durante la carrera. Luego, en el segundo sector hay una recta cortita antes de una chicane, y justo al final de ese segundo sector hay otra recta cortita. La recta de salida es también corta.
En definitiva, un circuito duro y difícil; pero también un circuito donde las manos hacen la diferencia. Es un circuito en el que no es extraño encontrar grandes diferencias entre los pilotos de un mismo equipo. Esto hace que las carreras sean emocionantes y, además, un buen lugar para comparar de verdad a los pilotos, demasiadas veces condicionados por las diferentes prestaciones de sus coches.
Creo que este año Singapur será clave para el campeonato. Supongo que Alonso, Hamilton, Button y Vettel estarán en los primeros puestos. Y si la carrera se disputa entre Hamilton y Alonso estoy tentado a pensar que el que se la lleve se llevará también el título. Veremos.


Acelero, freno fuerte, curva a la izquierda, curva a la derecha, acelero un poco, freno, curva a la izquierda, acelero, acelero, acelero, giro un poco, freno fuerte, curva a la derecha, levanto el pie, acelero mientras salgo de la curva, acelero, acelero, a fondo hasta séptima, manteniendo el coche recto (es una falsa recta que va curvándose a la derecha), acelero un poco más, un poco más... clavo frenos y giro a la izquierda. Acelero, acelero, freno y curva a la derecha, acelero y enseguida curva a la izquierda, entrar centrado y acelerar lo antes posible. Acelerar, acelerar, acelerar y freno, giro a la izquierda, giro a la derecha, acelero... la chicane pasada saltando por los pianos, acelero y giro a la izquierda y me centro, levanto el pie, giro a la derecha, acelero, giro a la izquierda, cuidado con el muro, acelero y me centro, acelero, la pista va girando a la derecha pero sigo acelerando; clavo frenos mientras mantengo el volante a la derecha y sin dejar de frenar giro a la izquierda, enhebro la curva y comienzo a acelerar calculando no ir contra el muro. Me centro, acelero, acelero, acelero, freno, freno, giro a la derecha, acelero sin salir de la curva, acelero, acelero, curva a la izquierda acelerando y antes de acabarla freno y curva a la derecha, acelero y curva a la izquierda, acelero, cuidado con el muro, acelero, acelero, acelero un poco más y freno, curva a la izquierda, es el puente, acelero un poco, suelto acelerador y curva a la derecha, acelero, acelero, freno y curva a la izquierda, acelero, curva a la derecha, acelero, acelero, acelero y ahora a preparar la entrada en la recta de meta. Levanto el pie, bajo una marcha, giro y acelero cruzando toda la pista, el coche en el borde, acelerado a tope y recto, acelero, acelero, freno fuerte, curva a la izquierda... y así 61 veces. ¡Demasiado! Buena suerte a todos el domingo.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Sobre cómo veo la cosa


Gabriel Matos, me pregunta en facebook cómo veo la cosa tras la manifestación del 11 de septiembre. Intenté meter como comentario en el propio facebook este texto; pero me temo que es demasiado largo; así que lo convierto en entrada del blog para colgar en facebook tan solo el enlace:
Hola Gabriel, lo que preguntas da para mucho. Te contaré tal como lo veo yo; pero antes tengo que aclarar una cosa, porque en este tema el contexto puede ser tan importante como el texto. Yo no nací en Cataluña. Nací en Asturias, de padres asturianos y en Asturias viví hasta los 29 años. En 1996 me vine a Cataluña y aquí sigo. Estoy casado con una catalana y tengo tres hijos que, como ellos dicen, son "del Barça y de España". Cada catalán (entendido catalán, de acuerdo con la definición legal, como todo español que tiene vecindad administrativa en Cataluña) tiene su propia historia y ésta puede condicionar cómo ve el tema que planteas. Mi contexto es el que acabo de explicar.
Dicho esto, la situación que vivimos solamente se entiende si se tienen en cuenta dos perspectivas. La primera es la construcción nacional de Catalunya; la segunda la cuestión fiscal. Están relacionadas, pero conviene tenerlas en cuenta por separado.
Por una parte hay que tener en cuenta que desde hace cuarenta años se vienen utilizando los instrumentos de los que dispone la Comunidad Autónoma para profundizar y extender la identidad catalana. Toda identidad nacional es fruto de una construcción. Lo es en el caso de Francia, de Alemania, de España, de Italia... y también de Catalunya. Se parte de un substrato (en el caso catalán una historia propia, una lengua propia y elementos culturales propios) y se va perfeccionando y embelleciendo a la vez que se depura de los elementos que se consideran extraños. La Historia se explica como un proceso dirigido a un fin: la Nación, los personajes y episodios se embellecen y lo que no encaja (por ejemplo, la tradicional afición a los toros en Cataluña, que es un rasgo común con el resto de España, de la que es preciso diferenciarse en ese proceso de construcción nacional) se eliminan. Esto no es una cuestión que se dé solamente en Cataluña. Casi todos los países europeos pasaron por este proceso. La diferencia es que en la mayoría se vivió entre el siglo XIX y el XX y en el caso de Cataluña lo estamos viviendo en el tránsito del XX al XXI. El idioma es, por supuesto, un elemento clave en esta construcción (y de ahí el rechazo que produce cualquier mínimo aumento de la presencia del castellano en la escuela), la televisión y la prensa también son importantes, así como un importante número de asociaciones y grupos que forman la "sociedad civil catalana". Este proceso de construcción sirve para que muchos catalanes que solamente se han sentido partícipes de una cultura en catalán se reafirmen en sus planteamientos y, a la vez, para atraer a este ideario nacionalista a muchas personas que por tradición, situación personal o lo que fuera se encontraban más alejados de la cultura específicamente catalana (digo específicamente catalana porque yo creo que la cultura catalana no se limita a la cultura en catalán. Serrat es catalán tanto cuando canta en catalán como cuando lo hace en castellano, por ejemplo). En cualquier caso, esta construcción nacional es importante para entender cómo una gran parte de la población, una parte cada vez mayor, se identifica con el ideario nacionalista catalán. De todas formas diría que el porcentaje de catalanes que se sienten "únicamente catalanes" o no llega o apenas supera el 50% de la población. Evidentemente el objetivo de esta laboriosa construcción nacional es que el mayor número posible de catalanes se identifique como únicamente catalanes, y perciban la condición de español como una imposición jurídica sin ninguna consecuencia emocional (de ahí el nulo eco que el catalanismo oficial da a la selección española de fútbol, por ejemplo); pero diría que estamos lejos de esa situación.
Por otro lado está la cuestión fiscal. La situación de los servicios públicos en Catalunya, especialmente en algunos lugares del área metropolitana, no es para echar cohetes. Cuando llegué en el año 96 pude comprobar cómo el hospital comarcal que me tocaba era una auténtica birria comparado con el que había sido mi hospital de referencia en Asturias, que los colegios tenían peores infraestructuras que en Asturias, que casi todas las autopistas eran de peaje, etc. Ciertamente en parte el déficit de estas infraestructuras y servicios públicos se explica por el coste nada desdeñable que tiene el esfuerzo de construcción nacional (300 millones de euros al año TV3, no se cuántos cientos de millones de subvenciones a periódicos o dedicados a la enseñanza o difusión del catalán, etc.). Fuera de Cataluña se insiste mucho en eso; pero, con ser cierto, es insuficiente para dar cuenta del déficit de financiación que tiene Cataluña. Cuando se empezaron a hacer números (y los hizo el Gobierno de España, no el Gobierno catalán) resultó que, efectivamente, era mucho más lo que se recaudaba en Cataluña que lo que luego revertía en Cataluña. De hecho la diferencia era de más de 11.000 millones de euros al año (datos del 2005); para hacerse una idea, más del doble del dinero que ahora se solicita al fondo de rescate autonómico. En contra de lo que en ocasiones se ha dicho, que yo sepa nadie en Cataluña (ni siquiera ERC) ha dicho que está en contra de que Cataluña, como región más rica que es, debe contribuir a un "fondo de solidaridad" que beneficie a las Comunidades con menos recursos por las razones que sean. Todos (repito, incluso los independentistas) han defendido que mientras se forme parte del Estado es preciso contribuir a los gastos comunes y ser solidarios con el resto de España. Ahora bien, se entiende que esta solidaridad debería tener algún límite. Así, por ejemplo, se ha dicho que es poco razonable que al ser solidaria una Comunidad resulte que al final se encuentre en peor situación que otra Comunidad que es receptora de la solidaridad. Por ejemplo, y siempre de acuerdo con los datos del 2005 que pueden consultarse aquí, resulta que cada catalán tiene una carga fiscal de algo más de 6000 euros por habitante. Cada asturiano tiene una carga fiscal de 5200 euros por habitante (pongo el ejemplo de Asturias por ser mi comunidad de origen). Cada catalán recibe una inversión pública de algo menos de 4500 euros anuales, mientras que cada asturiano recibe una inversión pública de más de 7000 euros por habitante. No es lógico que, pese a que la recaudación per cápita es mayor en Cataluña que en Asturias la inversión per cápita en Asturias sea 2500 euros mayor que en Cataluña. No puede ser que el dador de solidaridad esté en peor situación que el receptor de solidaridad. En fin, ya sé que sobre la metodología, los cálculos y la forma y consecuencias de las balanzas fiscales podría discutirse mucho; pero es necesario saber que en Cataluña se tiene la sensación de que año tras año se retrae una cantidad enorme de dinero que no revierte de ninguna forma en Cataluña y que supera lo que sería un porcentaje racional de solidaridad de Cataluña con el resto de Comunidades Autónomas. Mientras que las cosas fueron más o menos bien la protesta no fue a mayores; pero ahora que lo estamos pasando realmente mal pensamos (me incluyo) que el reparto de las cargas fiscales no hace justicia a Catalunya; creemos que debe establecerse un sistema de financiación autonómica que sea claro y justo; en el que haya evidentemente una partida solidaria; pero que esta partida no implique un sacrificio excesivo para ninguna Comunidad Autónoma. A mi me parece que el modelo vasco no es malo: cada Comunidad Autónoma recauda sus impuestos y se cede una parte al Estado para sufragar las competencias de éste (cada vez menos) y para dotar ese fondo de solidaridad. Alternativamente podría establecerse que cada Comunidad Autónoma fijara con libertad sus propios impuestos para sufragar los gastos derivados de sus competencias (sanidad, educación, universidades, infraestructuras autonómicas, servicios sociales...) y el Estado estableciera impuestos estatales para sus propias competencias (Defensa, Asuntos Exteriores, infraestructuras que superan el territorio de una Comunidad Autónoma, etc.).
En fin, que en este momento se han juntado la reivindicación identitaria con el malestar por el tema de los dineros. Si se resolviera este último no creo que fuera a más la situación, aunque desde luego lo ideal sería conseguir un acuerdo que diera satisfacción a todos. Yo estoy radicalmente en contra de la independencia de Cataluña. me parece una aventura peligrosa y que puede conducir a una fractura de la sociedad catalana. Como dice una amiga y compañera: "Puede ser que consigamos (los catalanes) un Estado; pero ya nunca más seremos una nación". Cataluña no es homogénea y una Cataluña independiente podría dar alas a los sectores más nacionalistas y de ahí derivarse problemas, ya que no se puede olvidar que más de la mitad de la población de Catalunya tiene como lengua materna el castellano.
No sé si he respondido a tu pregunta, Gabriel Matos; pero en cualquier caso creo que es un tema sobre el que merece la pena debatir e intercambiar puntos de vista.

martes, 11 de septiembre de 2012

Decir mucho con pocas palabras

"Una enorme bolsa interna catalana, formada en su mayoría por castellanohablantes (entre los que abundan los parados y los que han abandonado los estudios), parece tener su propio código de señales: entusiasmo por la roja, cultura Telecinco, fricciones con la nueva inmigración. ¿Cómo se comportará este segmento de la sociedad catalana que no participa de los valores y emociones catalanistas? ¿Quién lo articulará políticamente", Antoni Puigverd, "Catalunya, en la encrucijada", La Vanguardia, 10 de septiembre de 2012.
Difícilmente se puede decir más con menos palabras: los castellanohablantes en Cataluña somos personas con dificultades para encontrar trabajo y con pocos estudios; nos quedamos embobados viendo el fútbol, nuestra cultura no da para más que seguir Telecinco y tenemos tendencias xenófobas. Pese a todo eso seguimos siendo catalanes y hay que contar con nosotros, por lo que alguien tendrá que asumir la difícil tarea de "articularnos" (¿encuadrarnos?) a fin de que o bien pasemos a asumir los valores y emociones catalanistas -valores y emociones a los que ahora somos ajenos- o, al menos, no molestemos excesivamente en el proceso de construcción nacional que de forma tan decidida están iniciando los auténticos catalanes; esos que se expresan en catalán, no tienen dificultades para encontrar trabajo, no abandonan los estudios, desprecian a la roja, han desconectado Telecinco de su televisor y son personas tolerantes y acogedoras con los "nouvinguts", los nuevos inmigrantes que tan mal son tratados por ese segmento de la población castellanohablante que no comparte los planteamientos rupturistas.
Todo proceso de construcción nacional supone un algo de mito, un algo de ficción, un algo de leyenda y un algo de irracionalidad; pero es siempre conveniente ser cuidadoso con las personas. Mentir sobre lo que supuso la Guerra de Sucesión o inventarse una fecha para datar los mil años de Catalunya está en el mismo apartado que la sublimación de la conquista de Granada, del descubrimiento de América, de la batalla de Covadonga o del Cid Campeador (y del sitio de "El Álamo", de Napoleón Bonaparte o del canciller Bismarck). Intentar dividir a los catalanes entre los buenos (los catalanistas de siempre, ahora independentistas, caracterizados por su laboriosidad, cultura y generosidad) y los malos (los que hablan castellano y se alegran cuando gana la selección española, fácilmente identificables por ser poco trabajadores -"abundan los parados"-, con escasa formación y cultura y una limitada capacidad de acogida) es otra categoría de juego, un juego muy peligroso. Ya digo que demasiado bien entiendo que no se puede ser excesivamente riguroso cuando de lo que se trata es de construir una nación; pero lo que es intolerable es que se etiquete a las personas con semejante frivolidad.
Mucho se podría hablar sobre el castellano y Cataluña, los castellanohablantes y lo que significa este país; el independentismo, los independentistas y quienes no lo son (somos); pero creo que no sería apropiado comentar estas cosas en una entrada que comienza con unas frases tan desafortunadas como las que aquí recojo. Opiniones como esas no merecen más que la crítica y el desprecio.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Las cuestiones nacionales

No está mal el artículo que hoy publica en La Vanguardia José Antonio Zarzalejos. Me parece, además, significativo porque muestra un importante cambio de tono hacia la cuestión de las nacionalidades. El título es muy contundente ("La independencia no es opción"); pero si se lee el contenido se ve que se van repartiendo culpas a diestro y siniestro con una conclusión clara: es preciso dar una respuesta suficiente a las demandas de autogobierno de Cataluña (y también del País Vasco y de Galicia). Son  necesarias nuevas reglas del juego que permitan salir adelante de una situación que está dañando profundamente al conjunto de la Nación (o de las Naciones o del Estado o de como se quiera llamar) y, sobre todo y eso es lo más importante, al conjunto de los ciudadanos.
Ahora bien, el problema que existe es que no creo que se den las circunstancias precisas para esa reformulación de las reglas del juego; o, lo que es lo mismo, para un nuevo proceso constituyente. El artículo de Zarzalejos parece también asumir esta falta de las condiciones adecuadas para superar un distanciamiento entre el centro y la periferia que cada vez se hace más profundo. El articulista no ahonda excesivamente en las causas de esta carencia; pero me parece bastante importante identificarlas y, a partir de ahí determinar qué se puede hacer y lo que puede pasar si, como parece probable, no se hace nada.
A mi me parece que el punto de partida ha de ser la distinción entre acuerdos y consensos, de la que ya me ocupé hace años (aquí y aquí). El día a día de la política se basa en los acuerdos; pero tales acuerdos precisan de un contexto que no esté sometido a los vaivenes de las negociaciones y las componendas; es preciso que haya algún punto en el que todos estén de acuerdo; es decir, que se cumpla no porque así se consiga otra cosa, sino porque se entiend que es la mejor opción. Durante la Transición en España se tejieron algunos de esos consensos, y eso implicó que se dejaron fuera del debate diario algunas cuestiones básicas. Una de ellas, quizá la más importante, fue la de la estructura del Estado, en la que casi todos estaban de acuerdo en que España como Estado no debía romperse siempre que las nacionalidades históricas gozaran de un volumen suficiente de competencias.
Desde hace años vemos cómo ese consenso básico (y otros; también, aunque es menos importante, la cuestión de la forma del Estado, monarquía parlamentaria o república) se ha roto, con la consecuencia indeseable de que se mezcla la negociación sobre cuestiones puntuales con debates sustanciales. A esto se une una propensión generalizada a la descentralización hasta llegar al punto en el que las tendencias secesionistas están a punto de conseguir la fragmentación del Estado.
En esta situación lo racional es sentarse y diseñar un mapa de relaciones que suponga una nueva asunción de consensos. Consensos no quiere decir acuerdos, como decía. Un acuerdo supone que yo cedo en algo para que tú cedas en otras cosa. Un consenso, en cambio, implica que todos los que negociamos encontramos un punto de encuentro; una forma de actuar o de ver la realidad en la que se produce una coincidencia. Como digo estos consensos son necesarios para que la vida política pueda seguir su curso y podamos centrarnos en las cosas que realmente importan: cómo conseguir que la vida de las personas sea mejor cada día, que la sociedad sea un marco adecuado para el desarrollo personal y colectivo.
En la actualidad la búsqueda de ese consenso en España tiene un elemento adicional que no existía hace cuarenta años y que contribuye a dificultar su consecución. Cualquier solución no puede hacerse de espaldas a Europa. Los españoles nos hemos integrado en la Unión Europea y estamos todos de acuerdo (éste sí que es un auténtico consenso) que Europa es el camino, que no hay salvación fuera de Europa. Así pues, cualquier nuevo pacto constituyente precisa que se resuelva el tema de la forma en que Europa se hará presente en él.
En cualquier caso la búsqueda de ese consenso precisa análisis rigurosos y claros de la realidad. Para mi esa es la principal dificultad para llegar a una solución. Por desgracia desde hace años observamos que el debate sobre la estructura del Estado se hace con una tremenda falta de rigor y una apelación constante a instintos primarios que hacen imposible cualquier planteamiento serio. Zarzalejos habla del "España nos roba" que tanto se repite en Cataluña; pero también encontramos exabruptos del otro lado. Esta mañana misma leía que el presidente de Extremadura decía que "Cataluña pide y Extremadura paga", obviando que Catalunya en su conjunto es un contribuyente neto a las arcas públicas españolas, situación que, me parece, no es la de Extremadura. O dicho con más precisión: el conjunto de impuestos pagados por los contribuyentes con residencia fiscal en Catalunya es superior a la cantidad de dinero que el Estado invierte en Catalunya o transfiere a administraciones públicas con sede en Cataluña (Comunidad Autónoma, Diputaciones y Ayuntamientos); mientras que el conjunto de impuestos pagados por los contribuyentes con residencia fiscal en Extremadura es inferior a la cantidad de dinero que el Estado invierte en Extremadura o transfiere a administraciones con sede en Extremadura (Comunidad Autónoma, Diputaciones, Ayuntamientos). Pueden consultarse algunos datos sobre esto, publicados por el Gobierno de España, aquí (véase la p. 6).
En fin, lo importante no es la anécdota, sino la constatación de que falta el más minimo rigor y cualquier voluntad de intentar construir un escenario adecuado para el conjunto de los ciudadanos. Los políticos parecen atrapados por los plazos entre elección y elección y preocupados como parece estar la mayoría tan solo por mantener sus cuotas de podre se me antoja inasumible intentar siquiera un planteamiento como el que aquí propongo.
De todas formas, si se decidieran a  realizar el ejercicio, las soluciones posibles son aparentemente sencillas; o al menos a mi así me lo parece. En primer lugar me parece que resulta completamente inasumible continuar con un debate eterno sobre la estructura del Estado. Afortunadamente los partidos nacionalistas ya hablan con naturalidad de lo que siempre ha sido su objetivo último, la independencia, con lo que por este punto es más fácil plantear con claridad los términos del debate que no son otros que una ruptura del Estado o, por el contrario, la renuncia a la independencia en el marco de un Estado que satisfaga las aspiraciones de autogobierno de sectores mayoritarios en algunas Comunidades Autónomas.
Planteadas así las cosas el orden del debate creo que resulta claro: es necesario agotar las posibilidades de reestructuración del Estado antes de pasar a su alternativa: la planificación de su voladura controlada.
En lo que se refiere a una posible reestructuración del país creo que tendrían que hacerse propuestas diáfanas; supongo que cada cual tiene la suya. La mía a estas alturas ya es clara: Cada Comunidad Autónoma ha de disponer de la capacidad de regular sus propios impuestos con el fin de obtener los recursos necesarios para gestionar las importantes competencias que tiene (Sanidad y Educación sobre todo). El Estado debería, a su vez, tener sus propios impuestos para obtener los recursos precisos para la gestión de sus propias competencias (Defensa, Justicia, Asuntos Exteriores y muy poco más). Serían necesarias, además, normas para articular las distintas políticas fiscales y evitar el fraude (instalación de sociedades en Comunidades Autónomas que hubieran establecido un impuesto significativamente bajo, por ejemplo). Evidentemente la Seguridad Social debería ser estatal pues la única forma en que podría sobrevivir, más en las circunstancias actuales. Las representaciones que actualmente tienen algunas comunidades autónomas en el extranjero deberían integrarse en las oficinas diplomáticas o consulares del Estado ya que la política exterior ha de ser competencia del Estado y a este fin es necesaria una estrecha coordinación de toda la acción exterior de las Comunidades Autónomas. El Estado, vía sus propios impuestos, podría realizar políticas de solidaridad con territorios que necesitaran un mayor apoyo, pero tales políticas habrían de ser claras y transparentes.
A mi este escenario (claramente federal) me parece bastante asumible. Existen ciertas cuestiones que deberían cuidarse también, por ejemplo, la utilización por la administración federal de las lenguas propias de las Comunidades Autónomas que las tengan, pero creo que en una situación de confianza y ausencia de recelos se trata de temas que se irían resolviendo solos.
Evidentemente si si no se consigue un consenso sobre el mantenimiento del Estado la alternativa es la demolición de éste. A mi me parecería una muy mala noticia, máxime en las circunstancias actuales, en las que vemos cómo en Europa los países pequeños (Irlanda, Grecia, Portugal) se ven asfixiados por Bruselas y Berlín mientras que los grandes (Italia, España) son capaces de desviar las políticas del BCE y así evitar males mayores para su población. Desde luego para Berlín y París sería, a la larga, una buena noticia la desintegración de España, pues se desharían de un partner que en ocasiones puede llegar a ser molesto, para ser sustituido por una pluralidad de Estados pequeños que no tendrían papel significativo alguno en el dibujo de Europa (véase sino cómo Holanda y Finlandia tuvieron al final que cesar en su oposición a la compra de deuda por parte del BCE una vez que Alemania la asumió). El conjunto de los que ahora somos españoles tendríamos mucho menos que decir sobre cómo se hacen las cosas en Europa. Pero, bueno, si no hay más remedio qué se le va a hacer. En cualquier caso, esa demolición del Estado debería ser previo acuerdo y consensuada con Europa, porque una declaración unilateral de independencia sería un suicidio.
En fin, que estamos entretenidos.

martes, 4 de septiembre de 2012

Ignominia y traición a Europa


"La Unión [Europea] se fundamenta en los valores de respeto de la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos de las personas pertenecientes a minorías. Estos valores son comunes a los Estados miembros en una sociedad caracterizada por el pluralismo, la no discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre hombres y mujeres" (art. 2 del Tratado de la Unión Europea).

"La Unión establecerá un mercado interior. Obrará en pro del desarrollo sostenible de Europa basado en un crecimiento económico equilibrado y en la estabilidad de los precios, en una economía social de mercado altamente competitiva, tendente al pleno empleo y al progreso social, y en un nivel elevado de protección y mejora de la calidad del medio ambiente. Asimismo, promoverá el progreso científico y técnico
La Unión combatirá la exclusión social y la discriminación y fomentará la justicia y la protección sociales, la igualdad entre mujeres y hombres, la solidaridad entre las generaciones y la protección de los derechos del niño.
La Unión fomentará la cohesión económica, social y territorial y la solidaridad entre los Estados miembros.
La Unión respetará la riqueza de su diversidad cultural y lingüística y velará por la conservación y el desarrollo del patrimonio cultural europeo" (art. 3.2 del Tratado de la Unión Europea).

"La Unión y los Estados miembros, teniendo presente derechos sociales fundamentales como los que se indican en la Carta Social Europea, firmada en Turín el 18 de octubre de 1961, y en la Carta comunitaria de los derechos sociales fundamentales de los trabajadores, de 1989, tendrán como objetivo el fomento del empleo, la mejora de las condiciones de vida y de trabajo, a fin de conseguir su equiparación por la vía del progreso, una protección social adecuada, el diálogo social, el desarrollo de los recursos humanos para conseguir un nivel de empleo elevado y duradero y la lucha contra las exclusiones (art. 151.1 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea).



La negrita en todos estos artículos ha sido añadida por mí. Me acordaba de ellos ayer, cuando leía que la troika europea había propuesto a Grecia que se aumentara la jornada laboral a seis días. La noticia era adelantada por Eduardo Rojo en facebook y luego la ví confirmada en El País. Si se tratara de una noticia aislada pensaría que es una broma de mal gusto; pero como no es así, como se trata de una propuesta que, por desgracia, es tremendamente coherente con lo que está pasando lo que provoca no es extrañeza, sino indignación, una indignación profunda y dolorosa.
Se trata de una traición a lo que es Europa, a aquello por lo que fueron creadas la Comunidades iniciales y a los objetivos esenciales del proyecto europeo. Los artículos que aquí reproduzco del Tratado de la Unión Europea y del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea no son simple retórica, sino que traducen lo que significa Europa para la mayoría de los europeos: un lugar en el que es posible vivir y desarrollarse como persona sin temor a la miseria y a las injusticias que asolan gran parte del Mundo. Un oasis que tendría que servir de ejemplo para otros ámbitos y donde nadie ha de sentirse abandonado por la sociedad, por sus semejantes. Un lugar en el que las estructuras económicas y políticas están al servicio de las personas.
¿Son conscientes quienes han propuesto esta barbaridad, el alargamiento de la jornada laboral, lo que significa Europa, para qué fue creada? ¿Saben que surgió tras una guerra espantosa en la que fueron pisoteados como en ninguna otra los derechos fundamentales de las personas? ¿Se dan cuenta de que Europa es creada por personas que habían sufrido en sus propias carnes las consecuencias que se derivan de una sociedad injusta y excluyente; personas plenamente conscientes de que si la sociedad no es próspera para todos, los peores demonios saldrán a la luz? Creo que estos funcionarios ni saben nada de esto ni son conscientes del papel que han de jugar como representantes de una de las construcciones políticas y económicas más importantes de la Historia.



El fracaso de Europa en la crisis que nos asola es descorazonador. ¿Cómo puede la Unión Europea no solo tolerar, sino ahondar en la destrucción de la economía griega? ¿Cómo es posible que no solamente se tolere sino que se promueva la exclusión social, la disminución de los salarios, la destrucción del Estado de bienestar? ¿Cómo es posible que el ejemplo griego no haya servido de advertencia y que ahora mismo también Portugal se encuentre en una situación que comienza a ser preocupante y que la tercera y la cuarta economías de la zona euro (Italia y España) estén también sufriendo un castigo en su población profundo e injusto? ¿Cómo es posible que se tolere la destrucción de derechos sociales, la disminuación de la protección social, la alteración de las reglas del juego que han permitido que Europa permaneciera próspera y en paz por más de cincuenta años?
Estamos ante una traición a Europa que no puede dejarnos indiferentes, ante la que hay que reaccionar. Quienes no estén de acuerdo con esta Europa miserable que lo digan, que griten, que actúen. Hay una tarea por delante porque el diagnóstico de lo que sucede es claro: Europa existe como sociedad y como economía, pero Europa no está gobernada por Europa, sino por los Estados. Son los intereses estales y las componendas las que guían el continente al desastre. Muchos lo han dicho, yo mismo lo denunciaba hace años y entonces planteaba que el no asumir un cambio institucional profundo podría tener nefastas consecuencias a medio plazo. Han transcurrido tres años, pero las nefastas consecuencias ya están aquí. En Europa unos ganan y otros mueren. La debacle está aquí mismo y ni siquiera quienes ahora se benefician se verán libres de padecer las consecuencias de una política errada. Una vez que el sur de Europa sea un campo arrasado le llegará el turno al norte, que nadie se equivoque.
Ante esto hay que construir una auténtica política europa. Solamente hay una vía, solamente una solución, solamente una esperanza: Europa, más Europa. Hace poco así lo indicaba un artículo con el que estoy plenamente de acuerdo escrito por tres alemanes. Tiene que haber más iniciativas en este sentido y aquí los partidos políticos tienen que actuar. Los partidos en España, pero seguramente no solo en España, tienen una deuda con la sociedad, que les ha permitido convertirse en los monopolizadores de lo público. Les hemos entregado todo el poder y han de utilizarlo para que las condiciones de vida de todos nosotros sean mejores. Para conseguir esto no hay más solución que una integración política europea y tal integració pasa por la coordinación primero y la fusión después de partidos políticos hasta conseguir auténticos partidos europeos que defiendan políticas europeas no solamente en el Parlamenteo Europeo, sino también en los Parlamentos Nacionales y en los Gobiernos. Los partidos que no opten por esta vía no merecen ninguna credibilidad.



Hemos de reaccionar, hemos de actuar. Tenía razón Eugenia Rico cuando escribía que "Al hombre se le puede quitar todo con tal de que se le quite poco a poco". Ella pone esta frase en boca de un personaje que explica cómo fue posible que los alemanes acabaran privando a los judíos de todo lo que tenían, incluida finalmente su vida. Ahora empiezo a tener la sensación de que nos enfrentamos a la misma estrategia. Reaccionemos antes de que sea tarde.