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sábado, 20 de febrero de 2016

Eco y la Edad Media


Ha muerto Umberto Eco. Como pasa en ocasiones con los escritores que te han dicho algo, en el caso de Eco su fallecimiento no es solamente una noticia, sino que de alguna forma afecta personalmente.



Para mí Eco son fundamentalmente tres recuerdos: "El nombre de la rosa", los artículos de su autoría que regularmente publicaba el periódico que yo leía en los años 80 y 90, La Nueva España, de Asturias y el texto que fue objeto de comentario en la prueba de selectividad del año 1985, un ensayo de Eco que explicaba algunos aspectos de la vida universitaria en la Edad Media. Es cierto que Umberto Eco ha hecho muchas otras cosas, algunas muy conocidas; pero si soy sincero ni su tan citada "Cómo se hace una tesis" me ayudó mucho durante mis estudios de doctorado ni las novelas que siguieron a "El nombre de la rosa" llegaron a engancharme. Tan solo acabé una de ellas (y las he empezado casi todas) y esta que llegué a terminar tampoco me impactó especialmente.
Así pues mi relación con Eco se teje sobre los tres elementos que enunciaba hace un momento. Los artículos que leía cada semana en aquel periódico de Asturias destilaban inteligencia y erudición. Una delicia en aquellos tiempos previos a Internet en los que las únicas columnas de opinión que podías leer eran las del periódico que comprabas o el que podías hojear en la cafetería. Durante el tiempo en el que "La Nueva España" publicó a Eco pude disfrutar de su pensamiento brillante y lúcido, de su estilo claro y de un cierto sentido del humor que resultaba muy agradable. La cercanía a la inteligencia es vivificante y durante aquellos años, que para mí eran los del tránsito de la adolescencia a la juventud, la de Eco fue compañera y maestra.
Los otros dos recuerdos están unidos y giran sobre una idea común: la de una Edad Media brillante y no oscura como nos han pretendido explicar con demasiada frecuencia. Evidentemente, el relativo al comentario de texto en la selectividad se amplifica por la transcendencia que tiene ese examen, la forma en que lo vives y recuerdas incluso décadas después de haberlo pasado; pero si permanece es también porque para mi fue un descubrimiento esa perspectiva diferente sobre los tiempos que precedieron al Renacimiento, y esa idea está muy presente en "El nombre de la rosa", que es mucho más que una novela.



Fue leyendo "El nombre de la rosa" cuando percibí por primera vez la Edad Media de una forma diferente, y luego esta interpretación fue confirmándose con datos e intuiciones. Todavía hace pocos días volvía sobre esta idea en conversaciones y debates. Eco explica con viveza y erudición cómo la Baja Edad Media (el primer error es no darse cuenta de la enorme cesura que supone la instauración del feudalismo, hasta el punto de que quizás fuera conveniente considerar como etapas completamente diferenciadas la Alta Edad Media, con más conexiones con el mundo antiguo de las que con frecuencia se reconocen; y la Baja Edad Media en la que todavía, de alguna forma, seguimos viviendo) fue una época de desarrollo. Fue en la Baja Edad Media cuando se inventaron las gafas y se crearon las Universidades, cuando se ideó el molino de viento y diversas mejoras en la agricultura. El debate intelectual era vivo y la sociedad bullía con movimientos que cuestionaban las ideas y el poder (en "El nombre de la rosa" se menciona a los dulcinistas, que habían protagonizado una rebelión campesina y religiosa en los primeros años del siglo XIV). Una sociedad colorida y cambiante que poco tiene que ver con los tópicos que nos han dejado los renacentistas y su superficial cuestionamiento de la herencia recibida.



Es muy probable que sin Eco nunca hubiera visto la historia de esta forma y por eso le estoy agradecido y, curiosamente, lo siento cercano. Sin haber hablado nunca con él, sin haberlo conocido me ha hablado. Es el privilegio de los escritores, y por eso también son más los que lamentan su muerte que aquellos que lo han tratado. Hoy muchos sentirán su fallecimiento. Descanse en paz.

domingo, 7 de febrero de 2016

Desafíos

Repasemos algunos hechos por todos conocidos:
El 9 de noviembre de 2015 el Parlamento de Cataluña aprobó una resolución por la que declaraba el inicio del proceso que habría de conducir a la creación de un Estado independiente de España en el territorio de Cataluña. Esta resolución detallaba los pasos para dicha independencia, que incluía la elaboración de leyes que dotaran a la administración catalana de los instrumentos de los que goza un Estado (hacienda pública y seguridad social), a la vez que preveía como se produciría la transición entre la vigencia del ordenamiento jurídico español y la del ordenamiento propio del nuevo Estado.
A instancias del gobierno el Tribunal Constitucional suspendió la vigencia de dicha resolución y finalmente, el 2 de diciembre de diciembre de 2015 la anuló. Es evidente que no es constitucionalmente admisible que una administración española se constituya en un poder público independiente y pretenda someter a dicho poder una parte del territorio y de la población española. La declaración del Tribunal Constitucional no por evidente dejaba, sin embargo, de ser necesaria dada la apariencia meramente formal de eficacia de la que gozaba al resolución del Parlamento de Cataluña. El Tribunal Constitucional, además, estableció, ya en el momento de suspender la eficacia de la resolución, que las autoridades tenían la obligación de impedir o paralizar "cualquier iniciativa que suponga ignorar o eludir la suspensión acordada".
Pese a la anulación de la resolución, el nuevo presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, hizo patente, ya en su discurso de investidura, que su programa de gobierno sería la implementación del contenido de la resolución anulada. Pocos días después de tomar posesión el nuevo gobierno de la Generalitat, los partidos políticos que pretenden la secesión de Cataluña presentan en el Parlamento de Cataluña la solicitud de inicio de la elaboración de las leyes previstas en la resolución de 9 de noviembre. El hecho de que los títulos propuestos se aparten mínimamente de los que figuraban en la mencionada resolución no altera que el contenido pretendido es el que ya había sido declarado como constitucionalmente inadmisible por el Tribunal Constitucional. Las declaraciones de diputados de los partidos promotores de la iniciativa no dan tampoco lugar a dudas, pues expresamente mantienen que su propósito es sentar las bases para que Cataluña sea un Estado independiente de España en el plazo de unos meses.
Solamente mediante un ejercicio de cinismo o hipocresía podrá negarse que la presentación de tales propuestas de inicio del proceso legislativo supone una vulneración de la decisión del Tribunal Constitucional que anulaba la resolución de 9 de noviembre. Ejercicio de cinismo en el que, por cierto, no han incurrido hasta ahora los separatistas, quienes mantienen expresamente que el propósito de tales leyes es construir las bases de un Estado catalán independiente, tal como hemos visto.
Hace unos meses se realizaba una reforma exprés de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional destinada a garantizar el efectivo cumplimiento de sus resoluciones. El propósito de tal reforma era dotar al Estado de Derecho de los mecanismos que impidieran la burla de las decisiones del Tribunal Constitucional, tal como sucedió en relación a la consulta soberanista del 9 de noviembre de 2014.
Entretanto esperamos a ver en qué se traduce el propósito anterior los catalanes seguimos padeciendo una administración que hace expreso que la Constitución y las decisiones del Tribunal Constitucional no son ningún límite para ella. Una situación que en sí misma es intolerable en democracia pues supone una permanente amenaza para los ciudadanos y un chantaje a las instituciones. Y esto con independencia de que finalmente las amenazas se concreten o no.
No estoy seguro de que se sea plenamente consciente de la gravedad de la situación que se está dando.