Quienes me conocen saben que una de mis mayores obsesiones, sino la mayor, es la educación. Desde hace años vengo diciendo a todo el que me quiere escuchar (y alguna vez también a quien no me quiere oír) que la enseñanza en vez de mejorar empeora, y que los discursos formales y huecos de quienes se dedican a la pedagogía no hacen más que enmascarar un auténtico declive en la formación general de la sociedad.
Mi planteamiento es que las cosas son mucho más sencillas de lo que nos quieren hacer creer. En una entrada anterior criticaba la falacia del "aprender a aprender", y junto a ésta nos podemos encontrar con toda una batería de planteamientos que, a mi juicio, ocultan la realidad. Así, se nos dice que nunca como hasta ahora la enseñanza había llegado a tanta gente, que puede ser que en algún punto el nivel de conocimientos haya descendido, pero que este descenso se ve compensado por la extensión casi universal de la educación y por la adquisición de los estudiantes de competencias que antes no eran apreciadas.Ya no se saben tantas cosas de memoria, pero la capacidad de comprensión, análisis y crítica de los alumnos ha aumentado...
Como digo, para mí las cosas son más sencillas. En cuanto a lo primero (extensión de la educación a cambio de intensidad), mantengo que se debe extender la educación a todas las personas, pero no a costa de disminuir su calidad, porque de otra forma lo que extendemos es engaño y miseria, no formación. En lo que se refiere al resto de argumentos... me parecen falaces. La educación ha de conducir a que los estudiantes aprendan cosas. Estas cosas que aprenden son variadas, y así siempre ha sido. Por una parte tienen que asumir conocimientos puros (los países de Europa, la tabla de multiplicar, una cierta ordenación de la historia, la clasificación de animales, plantas y minerales, la tabla periódica de los elementos...) y también deben "saber hacer cosas" (sumar, restar, multiplicar y dividir, integrar una ecuación, calcular probabilidades, determinar la fórmula de un compuesto químico, analizar gramaticalmente un texto, traducir de un idioma extranjero, entender una película en inglés, poder expresar una idea en ese mismo idioma...). Lo primero, la memoria, es impresindible para lo segundo, las concretas "cosas" que hay que saber hacer, por lo que el desprecio hacia la memoria me parece suicida.
Ahora podemos ponernos de acuerdo en qué cosas han de saberse y qué cosas han de saber hacerse; y ahí se puede discutir; pero lo que me preocupa es que este debate no se encuentra presente en los habituales debates sobre la enseñanza. La formalización del discurso hace que no se aborde el núcleo del problema, los contenidos. Buena prueba de ello es el reciente informe de la fundación Jaume Bofill sobre la educación en Cataluña. Un informe que ha sido motivo de debate y discusión durante unas semanas. Tuve ocasión de hojearlo. No sé si lo que ví era el informe entero o un amplio resumen de más de veinte hojas, pero, en cualquier caso, en aquellas decenas de páginas dedicadas a explicar la situación de la educación en Cataluña no ví ni una sóla referencia a lo que sabían los estudiantes catalanes. Los datos aportados se referían a tasas de escolarización, abandono escolar, repetición, etc.
Este abandono del debate sobre los contenidos es preocupante porque ahí se encuentra la clave de la falacia. Cuando tú planteas a un pedagogo que ahora los alumnos saben menos que antes te responden que saben cosas diferentes, que ahora no tienen tantos conocimientos memorísticos, pero que son capaces de abordar un problema complejo, encontrar vías alternativas para resolver dificultades, que tienen un mayor espíritu crítico... Para mí son tonterías. Es algo así como si le dices a un profesor de idiomas que sus alumnos no tienen ni idea de inglés. Él te responde que estás equivocado, que sí que saben inglés. Tú replicas que les has dicho "How are you?" y te han respondido "Five o'clock" y el profesor te contesta "No tienes ni idea de pedagogía, el conocimiento memorístico del significado de las palabras carece de relevancia, lo importante es que los alumnos dispongan de herramientas para continuar un diálogo a partir de cualquier frase inicial". Y entonces tú te marchas desolado, porque pensabas que sabías inglés y, en realidad, no tienes ni idea de pedagogía.
Mi planteamiento es que las cosas son mucho más sencillas de lo que nos quieren hacer creer. En una entrada anterior criticaba la falacia del "aprender a aprender", y junto a ésta nos podemos encontrar con toda una batería de planteamientos que, a mi juicio, ocultan la realidad. Así, se nos dice que nunca como hasta ahora la enseñanza había llegado a tanta gente, que puede ser que en algún punto el nivel de conocimientos haya descendido, pero que este descenso se ve compensado por la extensión casi universal de la educación y por la adquisición de los estudiantes de competencias que antes no eran apreciadas.Ya no se saben tantas cosas de memoria, pero la capacidad de comprensión, análisis y crítica de los alumnos ha aumentado...
Como digo, para mí las cosas son más sencillas. En cuanto a lo primero (extensión de la educación a cambio de intensidad), mantengo que se debe extender la educación a todas las personas, pero no a costa de disminuir su calidad, porque de otra forma lo que extendemos es engaño y miseria, no formación. En lo que se refiere al resto de argumentos... me parecen falaces. La educación ha de conducir a que los estudiantes aprendan cosas. Estas cosas que aprenden son variadas, y así siempre ha sido. Por una parte tienen que asumir conocimientos puros (los países de Europa, la tabla de multiplicar, una cierta ordenación de la historia, la clasificación de animales, plantas y minerales, la tabla periódica de los elementos...) y también deben "saber hacer cosas" (sumar, restar, multiplicar y dividir, integrar una ecuación, calcular probabilidades, determinar la fórmula de un compuesto químico, analizar gramaticalmente un texto, traducir de un idioma extranjero, entender una película en inglés, poder expresar una idea en ese mismo idioma...). Lo primero, la memoria, es impresindible para lo segundo, las concretas "cosas" que hay que saber hacer, por lo que el desprecio hacia la memoria me parece suicida.
Ahora podemos ponernos de acuerdo en qué cosas han de saberse y qué cosas han de saber hacerse; y ahí se puede discutir; pero lo que me preocupa es que este debate no se encuentra presente en los habituales debates sobre la enseñanza. La formalización del discurso hace que no se aborde el núcleo del problema, los contenidos. Buena prueba de ello es el reciente informe de la fundación Jaume Bofill sobre la educación en Cataluña. Un informe que ha sido motivo de debate y discusión durante unas semanas. Tuve ocasión de hojearlo. No sé si lo que ví era el informe entero o un amplio resumen de más de veinte hojas, pero, en cualquier caso, en aquellas decenas de páginas dedicadas a explicar la situación de la educación en Cataluña no ví ni una sóla referencia a lo que sabían los estudiantes catalanes. Los datos aportados se referían a tasas de escolarización, abandono escolar, repetición, etc.
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ResponderEliminarTu post me parece muy acertado, estamos disolviendo en el ácido pseudo-pedagógico los contenidos nucleares de la educación, y el resultado es catastrófico.
ResponderEliminarHay una gran confusión entre valorar la repetición exacta e infalible de datos, propia de un discurso dogmático que castiga y la heterodoxia, o la necesidad inerudible de retener y memorizar datos básicos para poder ser imaginativo, elaborar, buscar conexiones.
Pero sin una buena base de datos nunca podrá venir lo segundo, pues el vacio sólo produce vacio.
Por tanto, quedarse en la primera fase, la memoria como ortodoxia, no tiene sentido, pero la memorización con imaginación, es la base del conocimiento.
Un saludo, soy Josep Cañabate, me he cambiado el nick, pues quiero utilizar siempre el mismo.