El otro día, mi amiga Armida Martín comentó algo que yo había escrito. Me quedé pensando en su comentario, y el martes me encontré con unos versos que me hicieron volver a él. Los versos son éstos:
"or evoking the dead
it brings life to the living"
Son los dos últimos versos del número 3 de la primera parte de Trilogía, de H.D. Me atrevo a tomarlos prestados y a cambiarlos para ajustarlos a lo que quiero decir. Lo que me gustaría haber escrito es:
"And evoking the death
I make life even brigther"
Mi duda es la de si puede amarse plenamente aquello de lo que siempre se ha gozado. Creo que la reflexión sobre la ausencia es una vía para apreciar el valor de aquello de lo que se goza. Nunca he creído en la bondad de ofrecer respuestas a quienes aún no han formulado las preguntas ni soluciones a los que todavía no son conscientes del problema. En el caso de la vida sucede, sin embargo, que su ausencia no puede ser experimentada, por lo que ha de ser el intelecto, la imaginación y el corazón los que suplan esta carencia. Los que nos permitan asomarnos al abismo y dar un paso atrás. Así se podrá valorar la fe y lo que aporta, la sensibilidad y lo que conlleva, la altura de miras y sus exigencias.
La reflexión sobre la vida y la muerte es, para mi, la más apasionante de las tareas que nos ocupan a los seres humanos. Nuestra imaginación e inteligencia nos permiten experimentar con aquello que en la realidad nos está vedado: el diálogo entre la existencia y la inexistencia.
Un racionalista seguramente diría que toda esta discusión carece de sentido, pues tanto la vida como la muerte se reducen a una serie de procesos químicos sobradamente conocidos por los científicos, al menos en sus líneas básicas, desde hace tiempo. Ahora bien, a mi el racionalismo no me convence o, al menos, no me convence totalmente. Quizá la cita que más me repito a mi mismo (y a quienes me padecen) sea ésta:
"There are more things in heaven and earth, Horatio,
than are dreamt of in your philosophy"
(W. Shakespeare, "Hamlet", Acto 1º, Escena 5ª).
"or evoking the dead
it brings life to the living"
Son los dos últimos versos del número 3 de la primera parte de Trilogía, de H.D. Me atrevo a tomarlos prestados y a cambiarlos para ajustarlos a lo que quiero decir. Lo que me gustaría haber escrito es:
"And evoking the death
I make life even brigther"
Mi duda es la de si puede amarse plenamente aquello de lo que siempre se ha gozado. Creo que la reflexión sobre la ausencia es una vía para apreciar el valor de aquello de lo que se goza. Nunca he creído en la bondad de ofrecer respuestas a quienes aún no han formulado las preguntas ni soluciones a los que todavía no son conscientes del problema. En el caso de la vida sucede, sin embargo, que su ausencia no puede ser experimentada, por lo que ha de ser el intelecto, la imaginación y el corazón los que suplan esta carencia. Los que nos permitan asomarnos al abismo y dar un paso atrás. Así se podrá valorar la fe y lo que aporta, la sensibilidad y lo que conlleva, la altura de miras y sus exigencias.
La reflexión sobre la vida y la muerte es, para mi, la más apasionante de las tareas que nos ocupan a los seres humanos. Nuestra imaginación e inteligencia nos permiten experimentar con aquello que en la realidad nos está vedado: el diálogo entre la existencia y la inexistencia.
Un racionalista seguramente diría que toda esta discusión carece de sentido, pues tanto la vida como la muerte se reducen a una serie de procesos químicos sobradamente conocidos por los científicos, al menos en sus líneas básicas, desde hace tiempo. Ahora bien, a mi el racionalismo no me convence o, al menos, no me convence totalmente. Quizá la cita que más me repito a mi mismo (y a quienes me padecen) sea ésta:
"There are more things in heaven and earth, Horatio,
than are dreamt of in your philosophy"
(W. Shakespeare, "Hamlet", Acto 1º, Escena 5ª).
Pues gracias mi querido Rafa...no recuerdo que comentario hice que pudo haber generado este escrito tan interesante..pero gracias de nuevo...un abrazo
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