Mide el hueso y apunta.
Libreta y bata, blancas y ceras.
Luz clara de la tarde
en las estancias quedas.
Polvo bajo las uñas,
amarillo en el cielo;
se vacían las cuencas;
el tiempo corre en relojes de arena.
Hace su tarea el gusano,
deshaciendo la carne en la tierra.
Arriba pican terrones
y hablan de la guerra.
Mañana gris, aire de la sierra.
El alba ha visto
mujeres llorando
monte arriba, en el bosque,
cerca del santo.
Barro húmedo y negro
sobre corazones tibios.
Los últimos latidos
los dieron bajo tierra.
En la noche tiemblan,
buscan los ojos una esperanza,
baten los corazones,
aguantan las tibias
el peso de la carne
que aventuran ya muerta.
Repara en que en el hueso ha prendido
la punta de una estrella.
Sobrecogedora tristeza...
ResponderEliminarArriba pican terrones
y hablan de la guerra
Tiempos estos donde los làpices bien afilados solo pueden escribir sobre dolor y agonìa...
abrazos
Un tiempo breve, pero totalmente necesario, para pararte a pensar en las cosas sencillas y siempre necesarias, a las que no damos muchas veces el valor que se merecen.
ResponderEliminarUn abrazo.
Eduardo.
Hola Adelfa, gracias. Desde luego, sabes bien de lo que hablas, porque tu blog es parada inexcusable para todos aquellos a los que les preocupan las intolerables injusticias que vivimos.
ResponderEliminarHay que seguir en la lucha. Un gran abrazo.
Hola Eduardo, muchas gracias por tu comentario a un texto que se aleja un tanto de los que solemos debatir entre nosotros; aunque, quizás, finalmente descubramos que nos son más comunes de lo que podíamos pensar.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.