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domingo, 26 de junio de 2011

Lo que muestran las palabras (a propósito de un fragmento de Jorge Semprún)

Sé muy poco de Jorge Semprún. Me llamó la atención su nombramiento como Ministro hace casi veinticinco años porque, aunque no había leído nada suyo, su nombre me sonaba como escritor, no como político. Me pareció brillante que un intelectual reconocido ocupara la cartera de Cultura y creo recordar que algunas de sus intervenciones llevaban un sello distintivo que lo alejaba del discurso habitual de los políticos. Mucho más tarde leí una novela suya, "Veinte años y un día"; que me dejó bastante frío y de la que ahora apenas me acuerdo. Su reciente fallecimiento hizo que su nombre se multiplicara en los medios, tanto en los clásicos como en ese inmenso y atractivo océano apenas explorado que es Internet. Pude leer algunas semblanzas de las que la mejor, para mi, es la escrita por Blanca Vilà; seguramente porque en ella el personaje es un instrumento para hablar no del pasado sino del futuro, del futuro de Europa, un concepto que Semprún no sé si personificaba, pero del que, al menos, era un reflejo destacado.
Desde hace un par se semanas, además, varias personas me han recomendado la lectura de un libro de Jorge Semprún, "Federico Sánchez se despide de ustedes"; que no sé si ha sido ahora vuelto a imprimir o relanzado con motivo, precisamente, del fallecimiento del escritor (la primera edición del libro es de 1993). La conversación que el jueves tuve con mi compañera Sandra Camacho me acabó de convencer de que tenía que leer el libro e inmediatamente me lo compré.
El libro me gustó mucho; está escrito con agilidad (y algún descuido también, ciertas repeticiones que ya no pueden pasar por recurso estilístico y alguna rima que quizás se deba a que el libro fue escrito originalmente en francés, tal como explica el mismo autor). En él se narra la experiencia de Semprún como Ministro de Cultura entre 1988 y 1991; aunque también se traen a colación historias o anécdotas de otras épocas. El libro es entretenido, vivaz y no exento de ideas atractivas, tanto sobre la política como sobre el arte (en particular, la pintura; me han llamado especialmente la atención los pasajes dedicados a "Las Meninas" y a "El Guernica", cuadros que me apasionan y a los que había dedicado una entrada hace años en este blog) y la historia. Como en toda buena obra se intuyen, además, desarrollos ocultos, variaciones no explícitas (quizás no percibidas por el mismo autor) que enriquecen la lectura. Así, por ejemplo (y hay muchos) la ingenua forma en que Semprún interpreta la negativa de Felipe González a leer con antelación el discurso que ha preparado para el acto de entrega del Premio Cervantes a Roa Bastos.
Creo que la obra da para mucho; pero aquí me quiero limitar a comentar un fragmento que me parece muy significativo. Es de esos párrafos que no solo permiten ofrecer una lectura alternativa del libro, sino también -ya que se trata de unas memorias- del propio autor/protagonista. En la edición que he leído (Fábula. Tusquets Editores, 2010) se encuentra en la página 150. Aquí Semprún se refiere a los artículos en que se le tildaba de "francés"; se negaba su españolidad y se mantenía que resultaba chocante que el Ministro de Cultura de España fuera un "francés" (las comillas son necesarias porque, evidentemente, la nacionalidad de Semprún no estaba en duda, sino su vinculación preferente con la cultura francesa y, más ampliamente, con Francia, en la que había desarrollado la mayor parte de su vida desde el comienzo del exilio). Cuando Semprún se refería a los autores de esos artículos escribe:

"Debo decir que me infundían más bien piedad. Veía sus firmas, todos aquellos Rodríguez y Gutiérrez acumulados, y me hacían reír. Yo podía remontar la filiación de mis apellidos hasta el alba de los tiempos históricos y ellos pretendían excluirme de España. Yo podía oír a don Quijote decirle a Sancho Panza el nombre de los Gurrea de Aragón entre aquellos de las nobles familias de la época, sabía que la sangre de los Gurrea corría por mis venas y los Gutiérrez y Rodríguez que me trataban de afrancesado podían irse a paseo.
Me daban lástima, sencillamente".

En fin, ¿qué añadir? Aquí vemos que Semprún considera relevante, aunque sea a efectos de determinar su españolidad, la pertenencia a una determinada familia, tan importante que podía rastrearla hasta el alba de los tiempos históricos. Lo que no debería pasar de ser una anécdota es convertido en un dato esencial para fijar su españolidad frente a "aquellos Rodríguez y Gutiérrez", que supongo que también son apellidos españoles desde "el alba de los tiempos históricos", por emplear la misma expresión que emplea Semprún. La diferencia entre el Rodríguez y el Gurrea es que este último pertenece a una familia noble, mientras que el Rodríguez no hace más que marcar que los antepasados del periodista fueron campesinos, carne de cañón, artesanos o comerciantes como mucho. Y esto es lo que hace reír al antiguo comunista, a Jorge Semprún, Federico Sánchez en la clandestinidad.
A la luz de este párrafo las ocasionales referencias que se hacen en el libro al abuelo de Semprún, Antonio Maura, y a su parentesco con la duquesa de Medina Sidonia adquieren nueva luz; aunque estas menciones están dichas de pasada (en passant) probablemente eran muy relevantes para Semprún. Su pertenencia a una determinada clase parece darle seguridad y, en ocasiones, una superioridad que casan mal con un pensador "de izquierdas". Ciertamente quizás no sea justo ir más allá e intentar determinar hasta qué punto este indudable condicionamiento psicológico alcanzó a su actuación como hombre público. Puede ser que ahora ni siquiera tenga interés objetivo hacer ese esfuerzo. O quizás sí; la biografía de Semprún es apasionante, su pensamiento, como digo, quizás no sea tan profundo como él creía pero, desde luego tiene interés y si bien como novelista puro no parece muy bueno (juzgo únicamente su novela "Veinte años y un día", la única que leí) estas memorias que he leído me han gustado lo bastante como para estar deseando leer su "Autobiografía de Federico Sánchez" y otros trabajos suyos. En cualquier caso creo que merece la pena escrutar en qué forma pudo llegar a ser Ministro de un gobierno socialista alguien que se muestra tan orgulloso de que por sus venas corra la sangre de una noble familia de Aragón citada en "El Quijote" y al que causan risa los Rodríguez y Gutiérrez por el hecho de no poder remontar su filiación "al alba de los tiempos históricos".


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