Una de mis obsesiones es la disminución de los salarios. Desde hace años se viene observando que el peso de las rentas salariales es cada vez menor en el PIB de la mayoría de los países desarrollados (sino en todos) y en España los datos son escalofriantes, porque ya antes de los últimos zarpazos derivados de la reforma laboral y los recortes en las retribuciones de los empleados públicos resultaba que más del 60% de los trabajadores españoles cobraban 1000 euros o menos al mes.
Hace tiempo que preveía que esta disminución de los salarios supondría graves dificultades para la financiación de la administración (muy dependiente de la tributación sobre las rentas del trabajo) y para el mantenimiento de las pensiones. No es posible que con unos salarios decrecientes se mantengan pensiones que en ocasiones superan con bastante lo que cobra actualmente un empleado que realiza un trabajo equivalente al que desempeñaba el ahora jubilado cuando se encontraba en activo.
Así, hemos asistido en los últimos años a una depauperación muy significativa de lo púbico. Se disminuyen las prestaciones sociales, se aumenta la ratio en las escuelas, se introduce el copago en los medicamentos. Además no se han renovado contratos en la administración e incluso se ha comenzado a despedir a empleados públicos; y también se ha producido una rebaja sensible de los salarios de estos empleados, rebaja que en los últimos dos años se acerca al 20% si se suma a la rebaja del nominal la pérdida de poder adquisitivo derivada de la inflación. El último reducto que quedaba por tocar eran las pensiones; pero parece que éstas finalmente también se verán afectadas por los recortes.
Es lógico, tal como planteaba hace año y medio. Si no se producen reformas profundas no son sostenibles pensiones tan desviadas de los salarios como las que tenemos actualmente. Como pese a la gravedad de la crisis no se han introducido reformas estructurales significativas (recortar no es lo mismo que reformar) estamos abocados a una espiral descendente de la que no se intuye todavía el final.
La alternativa es, por una parte, introducir medidas que, pese al enorme paro, intenten mantener un nivel salarial digno de los empleados. Por otra parte, es preciso realizar reformas en el sistema fiscal que eviten la dependencia que actualmente se tiene del IRPF, un impuesto que se ha vuelto profundamente injusto pues solamente grava realmente a los asalariados.
Existe una medida que aúna ambos objetivos: reformular el Impuesto de Sociedades para que tributen más aquellas empresas que peor pagan a sus empleados. Además, se podía hacer disminuir el peso del IRPF aunque fuera a costa de aumentar los impuestos indirectos, el IVA en concreto. El problema que tenemos con el IRPF y con el Impuesto de Sociedades es que existen formas de eludir el pago de tales impuestos a través de ingeniería fiscal internacional (véase, por ejemplo, el caso de los impuestos que paga Apple en España, en materia de Impuesto de Sociedades o el tema de las SICAV en IRPF). Los impuestos indirectos no son tan fáciles de eludir, por lo que suponen una fuente de financiación más fiable para la Administración. Es cierto que no son progresivos (eso nos explicaban a todos en Hacienda Pública y en Derecho Financiero y Tributario), pero también es verdad que el IRPF hoy tampoco es un impuesto excesivamente progresivo como consecuencia de los mecanismos que habilitan para su elusión y el fraude en la declaración en el que incurren bastantes de quienes no cobran por nómina. Creo que hay que encontrar medidas que garanticen que todo el mundo paga en función de lo que realmente gana; pero en tanto no se consiga sería más justo y eficaz disminuir el IRPF en los pocos que aún lo seguimos pagando e incrementar los impuestos indirectos; eso sin olvidar el primero de los objetivos que tendría que tener la política económica de este país: aumentar el nivel de los salarios.
Por otra parte, dado que es tan difícil encontrar trabajo, sería bueno facilitar extraordinariamente el desarrollo de actividades económicas. En España sigue siendo engorroso montar cualquier actividad o negocio. Si se facilitara la creación de empresas y se eliminaran trabas burocráticas todos saldríamos ganando. Quizás muchos de los que ahora están buscando trabajo dejarían de pedir permiso para ganarse la vida. Ojalá.
te ddejo un cariñoso abrazo...
ResponderEliminarsaludos