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miércoles, 22 de febrero de 2017

Mas hace de Duran

Durante años hubo en Madrid un catalán de poco pelo y habitación permanentemente reservada en "un bonito hotel del centro de Madrid", según explicaba "El País".



Este nacionalista catalán era tenido en la capital por hombre serio y razonable, no dado a extremismos y dialogante. Como prueba de ese talante, en una ocasión amenazó en el propio Congreso de los Diputados con una declaración unilateral de independencia por parte del Parlamento de Cataluña. En fin, cosas menores para quienes hasta más allá del final siguieron pensando que sería una suerte si todos los catalanes (en realidad querían decir "todos los nacionalistas catalanes", pero es que en Madrid hablan así) fueran como Duran.
Entre los años 2012 y 2016, cuando el independentismo se armó y avanzó en su propósito claro, decidido, firme, de separar de España siete millones y medio de ciudadanos y más de 30.000 kilómetros cuadrados de territorio, Duran hizo en Madrid de eficaz cortafuegos. Contra todas las advertencias que venían de quienes comemos, cenamos, dormimos y desayunamos en Cataluña se hizo caso al hombre del "bonito hotel en el centro de Madrid". Frente a los que de forma clara dicen y actúan en favor de la unidad e igualdad de todos los españoles y la continuidad del proyecto común español, quienes nos deberían representar a todos (partidos políticos y Gobierno de España) prefirieron hacer caso al nacionalista que compartía proyecto político con quienes utilizaban los recursos de la Comunidad Autónoma para buscar aliados en el extranjero para su plan golpista.


Esta carta de Artur Mas, que dirige como Presidente de la Generalitat, hubiera debido implicar la inmediata aplicación de los mecanismos de los que dispone nuestro Derecho para evitar que el poder público sea utilizado para destruir el orden constitucional; pero nada pasó. Seguramente como consecuencia de los buenos oficios del señor de la foto de arriba, el de la habitación de "un bonito hotel del centro de Madrid".
Al final Duran se fue. O mejor dicho, los votantes lo echaron y Madrid pareció quedarse huérfano. No hace mucho uno de estos señores de la capital que visitan Cataluña como quien se adentra en la parte boscosa de la heredad me preguntaba con cara de preocupación: "Pero, aquí, ahora ¿quién manda?". Algunos parece que no pueden vivir sin tener identificado quien será el catalán (nacionalista, por supuesto) con el que negociar esto o aquello.
Quizás por esto parece que algunos quieren dar un nuevo aliento al firmante de la carta anterior; quizás quieran convertirlo en el nuevo Duran; en alguien a quien pretenden tener cerca sin darse cuenta que los nacionalistas -que no los catalanes- siempre tendrán la daga de la traición presta y, entretanto, la adormidera a mano para hacer que España entera se aletargue mientras ellos van haciendo.



Creo que ya es hora de acabar con este juego. En Cataluña no ha de mandar nadie. Los ciudadanos deben poder ejercer sus derechos y gozar de sus libertades como en cualquier otra parte de España. Ni menos que ninguno ni más que nadie. Y para conseguirlo hay que devolver el Estado de Derecho a Cataluña, recuperar las instituciones, que han dejado de actuar como las de una Comunidad Autónoma para ser tan solo la herramienta de un nuevo Estado en formación, y acabar con las coacciones del régimen nacionalista.
¿Que quién manda en Cataluña? Los ciudadanos, como en el resto de España ¿o no?

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