Cuando escribo esto faltan minutos para que usted sea designado presidente del gobierno de España. Ante todo, buena suerte.
Dentro, por tanto, de unas horas, usted será el responsable de la seguridad y de la libertad de los españoles, de su economía y del respeto a sus derechos. Y de esto último quería hablarle.
No sé si sabe (y aquí el "no sé" no es una forma vacía, se basa en que en sus muchas horas de atril ayer en Congreso de los Diputados no le escuché ninguna referencia -salvo error por mi parte- a lo que a continuación explicaré) que en una parte del país que ahora gobernará se vulneran sistemáticamente derechos de los ciudadanos, se discrimina por razón de ideología o de lengua y se carece de seguridad jurídica.
Me refiero a Cataluña, y lo que acabo de indicar, por desgracia, no son exageraciones. Está todo bastante detallado, por ejemplo, en los informes sobre déficits de calidad democrática en Cataluña presentados por Sociedad Civil Catalana (aquí está el primero, el segundo y el tercero).
En Cataluña las administraciones vulneran la libertad ideológica de los ciudadanos al adoptar como oficiales los planteamientos nacionalistas, y así lo han dicho los tribunales en varias sentencias (adscripción de colegios profesionales al pacto por el referéndum, incorporación de ayuntamientos a la Asociación de Municipios por la Independencia, presencia de banderas esteladas en espacios públicos).
En las Universidades se discrimina por razón ideológica y se limita la libertad de expresión de quienes se oponen al nacionalismo. Así se ha apreciado al menos indiciariamente por una decisión judicial en el marco de un proceso que está pendiente de sentencia. Ya sé que esto da menos réditos electorales que la falsificación de un título de máster o es menos morboso que la sustracción de unas cremas antiedad en un supermercado; pero creo que coincidiremos en que la vulneración de los derechos fundamentales de los estudiantes en una Universidad pública es objetivamente más grave que los casos que acabo de mencionar y deberían preocuparle como nos preocupan a muchos en Cataluña y fuera de Cataluña.
En las escuelas hay casos de adoctrinamiento que han sido denunciados y documentados; no se aplican las sentencias que establecen la obligación de que un 25% de la enseñanza se imparta en castellano y los padres que solicitan el cumplimiento de la ley son acosados; y en ocasiones en ese acoso participan miembros del partido de los socialistas catalanes (PSC). Estos casos de acoso han concluido con niños desplazados, boicots a comercios y una gran tensión social. Recientemente el propio Parlamento Europeo ha mostrado su preocupacion por el incumplimiento en Cataluña de las sentencias judiciales que establecen la obligación de una presencia mínima en la educación de la lengua materna de más de la mitad de los catalanes y oficial en Cataluña y en el conjunto de España ¿piensa hacer algo al respecto?
La falta de neutralidad de las administraciones es permanente y ni siquiera se consigue que se respeten las exigencias establecidas por las Juntas Electorales en período electoral. Las órdenes de la administración electoral para retirar de los espacios de titularidad pública símbolos partidistas es sistemáticamente desobedecida y finalmente las elecciones en muchos lugares se celebran en condiciones que no pueden merecer reconocimiento democrático.
La televisión pública de Cataluña invita a antiguos terroristas para que expliquen los delitos cometidos, y los entrevistadores intercambian sonrisas con ellos cuando se "bromea" sobre los asesinatos pepetrados. Esta misma televisión pública y también la radio pública no se caracterizan por cumplir aquello a lo que están obligados: la difusión de los valores constitucionales; al contrario, han sido utilizados como altavoz de los que pretenden por la vía de hecho derogar la Constitución en Cataluña.
Y este es el último punto que me gustaría comentarle. Como usted sabe, hace tan solo unos meses se produjeron en Cataluña unos hechos de una extraordinaria gravedad que obligaron a utilizar el mecanismo previsto en el art. 155 de la Constitución, una aplicación que usted mismo apoyó. El retraso en la utilización de las medidas previstas en ese precepto constitucional causó, sin embargo, un profundo daño a la imagen exterior de España, a su prestigio internacional y a su capacidad de interlocución con otros países. La concreción del desafío separatista, que llegó a colocar al servicio de la naciente república catalana la administración de la Generalitat ha tenido consecuencias internacionales que seguro que usted conoce mejor que yo.
Comprenderá entonces nuestra intranquilidad, ciudadanos catalanes comprometidos con los valores constitucionales, cuando percibimos la sintonía que muestra con quienes aún ahora no ocultan que su propósito sigue siendo convertir en realidad una república en Cataluña que nos privaría de nuestros derechos constitucionales y nos convertiría en extranjeros en nuestra propia tierra. Es cierto que usted ha reiterado su firme compromiso con la Constitución; pero ¿cómo es posible dicho compromiso con la renuncia a recriminar políticamente y a utilizar todos los medios de los que dispone el Estado para privar a quienes nos amenazan con la secesión de la utilización de los medios de los que dispone la administración de la Generalitat? Ya le he explicado cómo en los últimos años estos medios han sido utilizados para limitar la libertad y los derechos de quienes no compartimos los planteamientos nacionalistas y también para preparar lo necesario para la secesión. Tenemos derecho a confiar en que se adoptarán medidas para conseguir que este acoso, esta limitación de derechos y esta inseguridad cesen. No estamos hablando de lo que pueda suceder, sino de lo que ya está sucediendo, de lo que lleva años sucediendo.
Lo anterior no quiere decir que no defienda el diálogo, que ha de ser abordado de manera intensa, profunda y leal; pero me preocupa que usted -y ayer en sus intervenciones dio pie para pensarlo- asuma que el diálogo con Cataluña es el diálogo con los nacionalistas catalanes. Su rechazo y agresividad con el partido que ha ganado las últimas elecciones en Cataluña ha contrastado con su sintonía en relación a los que han protagonizado el ataque a la democracia más grave desde 1981 y, como digo, su discurso parecía identificarlos a ellos con Cataluña, obviando a los millones de catalanes que no somos nacionalistas y que exigimos el respeto a nuestros derechos constitucionales, también en Cataluña.
En las escuelas hay casos de adoctrinamiento que han sido denunciados y documentados; no se aplican las sentencias que establecen la obligación de que un 25% de la enseñanza se imparta en castellano y los padres que solicitan el cumplimiento de la ley son acosados; y en ocasiones en ese acoso participan miembros del partido de los socialistas catalanes (PSC). Estos casos de acoso han concluido con niños desplazados, boicots a comercios y una gran tensión social. Recientemente el propio Parlamento Europeo ha mostrado su preocupacion por el incumplimiento en Cataluña de las sentencias judiciales que establecen la obligación de una presencia mínima en la educación de la lengua materna de más de la mitad de los catalanes y oficial en Cataluña y en el conjunto de España ¿piensa hacer algo al respecto?
La falta de neutralidad de las administraciones es permanente y ni siquiera se consigue que se respeten las exigencias establecidas por las Juntas Electorales en período electoral. Las órdenes de la administración electoral para retirar de los espacios de titularidad pública símbolos partidistas es sistemáticamente desobedecida y finalmente las elecciones en muchos lugares se celebran en condiciones que no pueden merecer reconocimiento democrático.
La televisión pública de Cataluña invita a antiguos terroristas para que expliquen los delitos cometidos, y los entrevistadores intercambian sonrisas con ellos cuando se "bromea" sobre los asesinatos pepetrados. Esta misma televisión pública y también la radio pública no se caracterizan por cumplir aquello a lo que están obligados: la difusión de los valores constitucionales; al contrario, han sido utilizados como altavoz de los que pretenden por la vía de hecho derogar la Constitución en Cataluña.
Y este es el último punto que me gustaría comentarle. Como usted sabe, hace tan solo unos meses se produjeron en Cataluña unos hechos de una extraordinaria gravedad que obligaron a utilizar el mecanismo previsto en el art. 155 de la Constitución, una aplicación que usted mismo apoyó. El retraso en la utilización de las medidas previstas en ese precepto constitucional causó, sin embargo, un profundo daño a la imagen exterior de España, a su prestigio internacional y a su capacidad de interlocución con otros países. La concreción del desafío separatista, que llegó a colocar al servicio de la naciente república catalana la administración de la Generalitat ha tenido consecuencias internacionales que seguro que usted conoce mejor que yo.
Comprenderá entonces nuestra intranquilidad, ciudadanos catalanes comprometidos con los valores constitucionales, cuando percibimos la sintonía que muestra con quienes aún ahora no ocultan que su propósito sigue siendo convertir en realidad una república en Cataluña que nos privaría de nuestros derechos constitucionales y nos convertiría en extranjeros en nuestra propia tierra. Es cierto que usted ha reiterado su firme compromiso con la Constitución; pero ¿cómo es posible dicho compromiso con la renuncia a recriminar políticamente y a utilizar todos los medios de los que dispone el Estado para privar a quienes nos amenazan con la secesión de la utilización de los medios de los que dispone la administración de la Generalitat? Ya le he explicado cómo en los últimos años estos medios han sido utilizados para limitar la libertad y los derechos de quienes no compartimos los planteamientos nacionalistas y también para preparar lo necesario para la secesión. Tenemos derecho a confiar en que se adoptarán medidas para conseguir que este acoso, esta limitación de derechos y esta inseguridad cesen. No estamos hablando de lo que pueda suceder, sino de lo que ya está sucediendo, de lo que lleva años sucediendo.
Lo anterior no quiere decir que no defienda el diálogo, que ha de ser abordado de manera intensa, profunda y leal; pero me preocupa que usted -y ayer en sus intervenciones dio pie para pensarlo- asuma que el diálogo con Cataluña es el diálogo con los nacionalistas catalanes. Su rechazo y agresividad con el partido que ha ganado las últimas elecciones en Cataluña ha contrastado con su sintonía en relación a los que han protagonizado el ataque a la democracia más grave desde 1981 y, como digo, su discurso parecía identificarlos a ellos con Cataluña, obviando a los millones de catalanes que no somos nacionalistas y que exigimos el respeto a nuestros derechos constitucionales, también en Cataluña.
El diálogo debe ser con TODOS los partidos que representan a los catalanes. Y no con la mitad o menos de ellos.
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