Leo con estupor el acto de contricción de Mónica Andrade, Vanesa Jiménez y Miguel Mora, director y directoras adjuntas del semanario digital CTXT, con motivo de la publicación de un artículo de opinión sobre la discriminación del castellano en la Universidad catalanas ("¿Cómo se dice xenofobia en catalán?", de Bruno Bimbi).
Me constaba que se había montado cierto revuelo a cuenta del mencionado artículo; pero reconozco que no lo había leído y tan solo me había percatado de algunos titulares que comentaban el acoso en redes al autor. Sabía, sí, que el tema era la denuncia de que en un curso de una Universidad catalana ninguno de los muchos grupos que se ofrecían incluía docencia en castellano, pese a que se había publicitado que sí habría docencia en ese idioma. No conocía, sin embargo, nada más y ni siquiera sabía de qué cursos hablaban o a qué Universidad se refería el artículo. Sin embargo, cuando llegó a mis manos el enlace a una tribuna que comenzaba afirmando "Por qué CTXT no debió publicar la tribuna "Cómo se dice xenofobia en catalán" ya no pude resistir la tentación de entrar en el tema.
La tribuna comienza repasando los insultos sufridos por el autor del artículo, un periodista latinoamericano y activista gay al que, según explican el director y directoras adjuntas de CTXT, fue calificado de "puto", "lacra" y "sudaca", no solo desde cuentas anónimas, sino también personas reales. Una auténtica muestra de intolerancia mezclada con homofobia y xenofobia debería, a mi juicio llevar a una condena rotunda y a una cierta reflexión sobre cómo es posible una reacción como esa en una sociedad abierta, moderna y tolerante. Sobre todo -y me coloco ahora en la posición en la que podrían colocarse los responsables de CTXT- en el marco de un medio claramente progresista e identificado con los valores que asume la denominada izquierda (el presidente de honor del consjeo editorial de CTXT es Noam Chomsky). La tribuna de Mónica Andrade, Vanesa Jiménez y Miguel Mora, sin embargo, despacha todo esto en una frase de nueve palabras: "Para todos los que hacemos CTXT, esto es inadmisible". "Esto" es el "torrente de ataques" sufridos por Bruno Bimbi como consecuencia del artículo publicado. Como puede apreciarse, los responsables del medio han optado quizás por la condena más liviana posible a tales ataques; pero no contentos con ello la hacen seguír de una locución preposicional que -diría- cumple la función de una conjunción adversativa ("... es inadmisible, más allá de las críticas legítimas que puedan hacerse al artículo"). A continuación se indica que fue un error publicar la contribución de Bruno Bimbi.
O sea, que el artículo puede ser objeto de críticas legítimas, tantas que el director y directoras adjuntas admiten que no debería haberse publicado; aunque eso no quita que sea inadmisible calificar al autor de "puto", "lacra" y "sudaca".
No hemos pasado del primer párrafo de este escrito de penitencia y ya la náusea invade al lector mejor predispuesto ante el ejercicio de hetero y autohumillación que se está desplegando ante él.
Acto seguido, el director y directoras adjuntas de CTXT comparten con nosotros que son una redacción pequeña y que cuentan con colaboradores habituales que escriben según su criterio -vamos, que nadie se lee lo que envían, parece indicar- entre los que se encuentra Bruno Bimbi, quien normalmente escribe sobre América Latina, pero que el 24 de noviembre -que la fecha concreta quede fijada siempre es importante en las actas de los tribunales- remitió un escrito sobre ciertos conflictos lingüísticos en las Universidades catalanas (aquí no reproduzco literalmente la columna de Andrade, Jiménez y Mora).
Me llama la atención que en la tribuna de flagelación propia, y también de escarnio del señor Bimbi, se indique que el artículo de este era una columna de opinión que relataba una vivencia personal y hacía consideraciones subjetivas. Esto es importante, porque en los siguientes párrafos se critica esta aproximación y el equipo directivo de CTXT incide en la necesidad de que los periodistas no se centren en sus vivencias personales, cuestiona el valor informativo de la pieza y plantea que Bimbi debería haber concretado cuándo pasó lo que denuncia, en qué Facultad, en qué curso, etc.
Supongo que el señor Bimbi no debería tener grandes dificultades en detallar esos datos; pero mi extrañeza va más allá, puesto que lo que se estaba valorando no era una noticia, sino un artículo de opinión. Que se cuestione que en los artículos de opinión se viertan apreciaciones subjetivas me parece bastante llamativo. No soy periodista, pero la distinción entre información y opinión creo que forma parte de la cultura general. Cualquier lector de periódicos sabe que en las columnas de opinión se vierten apreciaciones subjetivas y que no es infrecuente que tales columnas comiencen con una anécdota personal. Soy lector de columnas de opinión desde que era niño y recuerdo algunas de Umberto Eco en las que incluía recurdos de su servicio militar; me viene a la cabeza otra de Vargas Llosa donde relata un viaje a no sé que isla exótica y para qué hablar de las de Javier Marías en El País cada domingo, donde tantas anécdotas personales son punto de partida para reflexiones que nos cautivan.
Vamos, que lo de que una columna de opinión queda desacreditada porque se vierten opiniones subjetivas y porque se parte de anécdotas personales es, me parece, un absurdo. Además, que quien encuentre razones para defender la columna sea alguien completamente ajeno a la publicación como soy yo, y que quien se invente las razones para criticar con dureza dicha publicación sean el director y las directoras adjuntas, debería sorprender a cualquier observador.
Demos un paso más: resulta que de lo visto hasta ahora resulta que la columna de opinión queda desacreditada porque parte de una experiencia personal, sin que la revista que lo ha publicado encuentre razones para defenderlo. Es más, los responsables de la revista se adhieren a la réplica publicada "horas después" (sic) por José Luis Martí. Estas son las palabras de la tribuna que comento: "Hasta ahora hemos hablado más de las formas que del fondo. Para hablar del fondo del artículo nos remitimos a la réplica que publicamos horas después, firmada por José Luis Martí, profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Pompeu Fabra. Martí aporta su amplia experiencia y muchos datos".
¡Maravilloso! Esta pieza de Martí sí que debe ser un buen artículo objetivo y no basado en experiencias personales y, por tanto, anecdóticas. Ahora bien, si lo leemos nos encontramos con que el propio Martí dice cosas como éstas: "escribo y firmo este artículo como profesor de una universidad catalana y como ciudadano, no lo hago desde mi posición de vicerrector de dicha universidad, y no hablo en nombre de nadie más que de mí mismo". "He tenido el privilegio de impartir docencia (de diverso tipo) en cinco universidades catalanas distintas, tanto públicas como privadas. Nunca, NUNCA, ninguna de estas universidades me ha pedido u obligado a utilizar el catalán como idioma de docencia". "Yo imparto algunas de mis clases en catalán, otras en castellano y otras en inglés". "Tras 20 años de impartir docencia en universidades catalanas, no me he encontrado nunca con problemas serios de convivencia lingüística". Me parece que es claro que el señor Martí nos está trasladando su propia experiencia -así lo hace explícito- trufada de afirmaciones que no veo sustentadas en ningún dato objetivo. Así por ejemplo:
"El caso más habitual es precisamente el contrario, que asignaturas que están anunciadas en catalán acaben impartiéndose en castellano". Me imagino que no habrá estadísticas de esto que afirma el Sr. Martí o, al menos, no las aporta. Supongo que es una impresión personal suya que quizás hasta pueda compartir, pero que no pasaría ningún filtro que controlara las fuentes utilizadas para apoyar las afirmaciones que se hacen en el texto.
"Los profesores solemos ser flexibles permitiéndoes que de facto asistan a las clases del grupo que mejor se acomode a sus necesidades o preferencias". Bueno, discrepo. En mi experiencia no es así; pero, como digo, lo importante no es que sea más o menos cierto lo que dice el señor Martí, sino que se trata de impresiones personales que, sin embargo, en este caso son dadas por buenas mientras que la dirección de CTXT las rechaza de manera sangrante cuando se trata del artículo del señor Bimbi.
Creo que será difícil encontrar un ejemplo más acabado de argumentación sesgada y tramposa que la tribuna que firman Mónica Andrade, Vanesa Jiménez y Miguel Mora. Como hemos visto, hacen pasar a una columna de opinión por los filtros por los que debería pasar una noticia y, además, la contraponen a otra columna de opinión que presenta las mismas características que la criticada. Si una se basa en una experiencia personal la otra no pretende ser otra cosa que también el relato de experiencias personales. En ambas se encuentran datos objetivos que dan cobertura a algunas de los argumentos y otros que descansan simplemente en apreciaciones subjetivas. ¿Por qué una es duramente criticada y la otra alabada?
Bueno, es claro, porque una cuestiona algunos de los elementos de la política nacionalista en Cataluña y la otra, en cambio, se adscribe al argumentario nacionalista que pretende que no existe conflicto lingüísitico en Cataluña y que quienes hablan de tal conflicto son unos provocadores que no merecen más destino que el silencio impuesto.
Algo de esto se deduce de la columna que comento. En ella hay un punto especialmente tenebroso. Transcribiré unas líneas de la columna: "Los colaboradores de la revista trabajan con total libertad. Salvo en contadas ocasiones no avisan del asunto sobre el que van a escribir. No tenemos costumbre de censurar a nadie, nunca lo hemos hecho. No es una excusa, pero en este caso resulta evidente que fue un error no rechazar el artículo".
¿Se han fijado? No censuramos, en esta ocasión no lo hemos hecho, no pretendemos que este rechazo a la censura sea una excusa, aunque en este caso deberíamos haberla practicado.
No creo que puedan interpretarse de otro modo las líneas que he reproducido.
Hay opiniones que no deben salir a la luz.
Pero no solamente opiniones, porque el artículo que la propia revista que lo ha publicado cuestiona, fundamentalmente lo que relata es una experiencia personal que no tenemos razones para pensar que sea inventada. ¿Por qué algo que es cierto ha de ser callado? Será más o menos relevante y los lectores juzgarán pero ¿rechazarlo de plano? ¿por qué? ¿porque no encaja con determinado relato?
Es cierto que aparte de la anécdota personal el señor Bimbi aprovecha para extraer una conclusión (o adelantar una hipótesis), la de la pretendida voluntad de excluir el castellano de las universidades. Bien, es una opinión que podrá ser cuestionada o no, pero ¿ha de silenciarse? ¿por qué? ¿es una herejía, un anatema, atenta contra derechos fundamentales?
Más allá de eso ¿es falsa?
El caso es que si se conoce un poco la realidad de la Universidad en Cataluña nos daremos cuenta de que hay una política expresa de promoción del catalán que implica cosas como, por ejemplo, que en determinadas titulaciones los trabajos de fin de grado deban realizarse obligatoriamente en catalán o que los correos institucionales sean siempre en catalán.
Y toda política de promoción del uso de una lengua supone una minoración de las otras lenguas con las que compite la que se potencia.
El artículo del profesor Martí aporta en este sentido un dato significativo: en los estudios de grado de las Universidades catalanas el catalán tiene una presencia del 75.6% y el castellano de un 14%. El número de catalanes que tienen el castellano como lengua materna es de un 53%, mientras que solo el 32% de los catalanes tienen el catalán como lengua materna. ¿Cómo es posible que, habiendo plena libertad para elegir la lengua que se utiiza en la enseñanza, la proporción de materias en catalán y en castellano se aleje tanto de la presencia de ambos idiomas en la sociedad?
Pues por cosas como las que ejemplifica la tribuna que escriben el director y las directoras adjuntas de CTXT: si cuestionas las políticas de promoción del catalán los insultos que recibas no merecerán más reproche que el que se consideren "inadmisibles", aunque a renglón seguido se recordará que al fin y al cabo tu escrito podía ser objeto de críticas legítimas y, en realidad no debería haberse publicado. Tus experiencias personales serán calificadas de anécdotas irrelevantes y serán contrapuestas a las que presenten quienes te critican. Estas últimas experiencias, las de tus críticos, ya no serán anécdotas sino categorías sabias y sensatas.
Como colofón, sin ningún reparo, se reconocerá que contigo debería haberse ejercido la censura.
Esto es en lo que nos hemos convertido.
Leyendo tanto la tribuna del equipo directivo de CTXT como los artículos a los que se refiere ésta me he encontrado con múltiples invitaciones a suscribireme al medio.
No será una sorpresa para quien haya llegado hasta aquí que le comparta que nada más lejos de mi intención que ayudar con una suscripción a una publicación que es capaz de incurrir en una rectificación tan humillante y perversa, tan contraria a lo que deberían ser las exigencias y comportamientos de un periodista.
Nadie como tú da clases de derecho tan amenas en 15 minutos!!! Que pena la cutrísima defensa del catalán que hace el nacionalismo. Lo hacen odioso para mucha gente (no para mi).
ResponderEliminarA ver, majos: aquí la cuestión de fondo es que en las universidades de Cataluña haya clases en castellano (demasiado pocas, según alguno, pero haberlas haylas) y que en el resto de España no haya ninguna en catalán.
ResponderEliminarEs decir, ha habido un intento secular de imponer el castellano en Cataluña, del mismo modo que no ha existido tal intento a la inversa. Y esto no es una opinión.
Y por supuesto, ahora "en Cataluña hay dos lenguas propias que hay que respetar, etc.".
Pues mirad: a algunos no les da la gana, y han decidido que quieren imponer el catalán en Cataluña (qué cosa más rara, ¿verdad?), igual que el castellano se impone en España. Porque esto de la inmersión, también se hacen en Valladolid con el castellano (aunque os suene raro).
La diferencia es que los catalanes se ven obligados a dar esplicaciones sobre tal imposición en su propia región, mientras que los castellanos en el resto de España viven "sin conflicto lingüístico". Y así se perpetúa la sensación de que el conflicto lingüístico es problema de los catalanes (por querer seguir utilizando su lengua, por supuesto). Problema que no padecen los habitantes de Toledo.
La ideología subyacente de gente como esta se resume así: está bien imponer el castellano por medio mundo, pero está mal imponer el catalán en Cataluña.