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miércoles, 28 de septiembre de 2022

Lección inaugural. No en mi nombre

Es tradicional que cada curso se inicie formalmente en la universidad con una lección solemne, la lección inaugural. Usualmente se considera como un gran honor ser designado para impartir esa lección, en la que, idealmente, toda la institución se para por un momento para escuchar a aquel que es elegido para impartir una clase que, también idealmente, debería servir de modelo para las que todo el resto de profesores deberemos dictar (si se me permite el anacronismo) durante el año que comienza.
No cabe duda, por tanto, que la elección de la persona y del tema de la lección inaugural no debería ser cosa que se dejara al azar. La lección inaugural, de alguna forma, representa a la Universidad y no debe ser descuidada. No es un tema menor.
Para abordarlo existen diferentes opciones. En algunas instituciones, el encargo se atribuye al catedrático más antiguo; quien, se supone, deberá impartir una lección sobre algún tema de su especialidad. De esta forma, el azar del escalafón nos puede deparar un año una clase sobre agujeros negros y al curso siguiente otra sobre la batalla de Cannas o las oraciones subordinadas en la lingüística comparada. Este criterio también se puede enriquecer haciendo que sea el catedrático más antiguo de cada facultad o escuela, correspondiendo cada curso a uno de los centros el honor de aportar el docente de la lección inaugural.
Quizás esta solución sea la más aburrida pero, a la vez, la que mejor reflejaría la realidad auténtica (si se me permite la redundancia) de la Universidad. Otra en cambio, preferiría invitar a académicos reconocidos que impartirían una conferencia sobre su especialidad, normalmente, más bien en tono divulgador, porque quienes mucho saben, incluso aunque hablen de la cosa más común, algo nuevo nos enseñarán. Finalmente, se puede hacer el encargo a una persona conocida, aunque no sea estrictamente un académico reconocido para que hable de algún tema de interés general.
Esta última es, probablemente, la opción preferida actualmente; lo que, a su vez, plantea algunas dificultades; porque cuando el tema no es estrictamente académico se corre el riesgo de utilizar un acto institucional para desarrollar discursos que comprometan a la universidad más allá de lo que sería razonable en una institución académica, y más si se trata de una institución académica financiada con dinero público e integrada en la administración pública.
Es un riesgo, pero, ¡qué diantre! la universidad ha de asumir también algún riesgo. Si al final el conferenciante te sale rana y acaba diciendo alguna extravagancia, los responsables académicos siempre podrán encogerse de hombros y decir que en la universidad ha de primar la libertad de expresión.
Este curso la UAB, mi universidad, ha optado por elegir a Màrius Serra para que hablara de "Català, a l'atac en l'era del lingüicinisme". La universidad ya había indicado que la conferencia inaugural se enmarcaba en la campaña "No em toquis la llengua", de la que me ocupé en otro lugar.


El que la lección con la que se da inicio solemne a curso se enmarque en una campaña con un nombre tan desafortunado y que se mete hasta la cintura en un debate que divide a la sociedad -tal como hemos podido  tenido ocasión de comprobar con el conflicto sobre la vehiculariedad del castellano en la escuela; un conflicto que ha supuesto debates en el Parlamento, acciones judiciales, manifestaciones y artículos en prensa- auguraba una lección en la misma línea.
Y así ha sido.
Ciertamente, nada que objetar a la estructura formal del discurso. Bien construido, articulado y expresado, no cabe duda que Màrius Serra es un buen conferenciante. Ahora bien, como el mismo dijo en su intervención, hay que ver qué es lo que dice, no solamente la lengua en la que se dice.
Y lo que dijo no puede dejarnos indiferentes (a partir del minuto 14).


Para quien caiga en esta entrada sin tener ningún contexto, hay que plantear algunos antecedentes, aunque sea muy sumariamente.
Cataluña es una Comunidad Autónoma en la que son oficiales el castellano y el catalán. La mayoría de la población tiene como lengua materna el castellano; pero tanto la administración autonómica como los medios públicos de comunicación que dependen de ella, la escuela y, en buena medida, las universidades, utilizan casi exclusivamente el catalán. Puede comprobarse, por ejemplo, cómo en esta inauguración del curso de la UAB prácticamente la única lengua utilizada es el catalán, limitándose el español a alguna cita del conferenciante.
Este monopolio oficial del catalán responde a un planteamiento nacionalista que mantiene que lo natural en Cataluña es la utilización del catalán y que a eso ha de tenderse, dejando el español, pese a ser lengua oficial y mayoritaria, en una posición residual.
Frente al planteamiento anterior, hay quien sostiene que tanto catalán como castellano han de ser lenguas consideradas como propias por los catalanes; que el castellano ha de ser también lengua de la escuela (y por eso se pide una escuela bilingüe) y que las administraciones han de utilizar con normalidad ambas lenguas oficiales.
Por supuesto, este es un resumen brevísimo, y hay muchos más debates abiertos en relación a este cuestión nuclear para cualquier sociedad, la lengua, y especialmente importante en aquellas, como la catalana, en la que varios idiomas tienen una presencia muy significativa. Para desarrollos más detallados sobre las múltiples dimensiones de esta cuestión me remito a este documento de Impulso Ciudadano que trata con cierta profundidad la problemática de la convivencia de las lenguas en Cataluña.
Estos son los términos del debate, y la lección inaugural del curso 2022-2023 ha sido utilizada para realizar una encendida defensa de la primera de las posiciones, la que pretende que la única lengua legítima de Cataluña es el catalán; acompañado de insultos dirigidos a quienes defendemos posiciones diferentes.
En este sentido el señor Serra ha sido muy claro; especialmente cuando en el minuto 35, donde dice que bilingüismo debería ser con "v" de vil, y califica de "viles" a los bilingüistas que "denuncian escuelas".
El insulto gratuito, duro y reiterado dirigido a un colectivo claramente identificado, que no se oculta y que plantea sus reivindicaciones con los medios de los que dispone dentro del marco legal; cuando se hace, además, desde la cátedra universitaria y en uno de los momentos más solemnes del curso a quien envilece es a quien utiliza esa posición para intentar denigrar (intentar tan solo, porque denigra quien puede, no quien quiere) a quien no puede defenderse. Y, lamentablemente -y siento decir esto- creo que mancha también a la propia institución, al menos cuando esas palabras son aplaudidas, puesto que tras haberlas pronunciado ya no cabe el encogimiento de hombros y el "no sabía que iba a decir eso".
El insulto, además, iba acompañado de la mentira; pues dijo que quienes defendemos el bilingüismo en realidad lo que queremos es no aprender catalán. Cosa que es radicalmente falsa y una acusación tan ridícula que no merece la pena ni contestarla. Que una falsedad de ese calibre se lance impunemente desde una posición de privilegio como es la que tenía el día 27 de septiembre el señor Màrius Serra descalifica -y siento decirlo- el acto en el que se realiza y a quienes lo han diseñado. Y siento también decir esto último.
El insulto y la mentira eran el núcleo de una presentación en la que el conferenciante confrontaba sus propios planteamientos con los que muchos venimos expresando desde hace tiempo y que hace poco más de una semana nos convocaron en una manifestación bajo el lema "Español, lengua vehicular".


En la manifestación también se reivindicaba (por cierto, como reivindicaba el catalanismo en los años 70 del siglo XX) la enseñanza en lengua materna.
En su conferencia, el señor Serra tuvo tiempo para meterse con ambas reivindicaciones de la manifestación (sin nombrarla), tanto la enseñanza en lengua materna como el cuestionamiento de la exclusión del castellano como lengua vehicular en la escuela. En ese punto aprovechó para decir que los únicos ciudadanos monolingües en Cataluña son castellanohablantes, no catalanohablantes; una afirmación que bien merecería la cita de alguna fuente o de la metodología utilizada para llegar a dicha conclusión, pues de otra forma se podría entender que desprende un cierto tufillo supremacista (los de mi grupo, catalanohablantes, hablamos más idiomas que los de tu grupo, castellanohablantes).
Si a lo anterior añadimos que, como se ha adelantado, tildó de viles a los que "denunciaban escuelas"; entiendo que refiriéndose a las reclamaciones judiciales de familias y asociaciones para que al menos una cuarta parte de la enseñanza se imparta en castellano, no creo que pueda ser calificado como paranoia que en buena medida el objetivo de la conferencia era criticar a quienes ponemos en duda la hegemonía del catalán en las escuelas catalanas.
Meterse en un debate así y utilizar la cátedra que se le prestaba para hacer una intervención claramente partidista no es, como digo, seguramente lo que un observador imparcial esperaría de una lección inaugural de un curso universitario; pero también ha de aclararse que hubo en la conferencia una parte de construcción (entre los minutos 37 y 49 del vídeo); una parte en la que Màrius Serra explicaba algo tan transcendente como qué quiere decir ser catalán.
No cabe duda que es también un tema de enjundia. Personalmente siempre me he quedado en lo que establece el art. 7 del Estatuto de Autonomía de Cataluña: es ciudadano de Cataluña el nacional español con vecindad administrativa en algún municipio de la Comunidad Autónoma; pero, obviamente, el señor Serra ni consideró esta posibilidad para buscar un concepto mucho más esencialista de la condición de catalán.
Según Màrius Serra para ser catalán hay que hablar catalán (minuto 38), pero teniendo en cuenta que hay territorios en que se habla catalán y que, sin embargo, están fuera de la Comunidad Autónoma (minuto 42). Aparte de hablar catalán, sin embargo, es preciso algo más; y ese algo más es que no se subordine la condición de catalán a la de español o francés (minuto 45) y que no se muestre indiferente por el futuro de la lengua catalana (minuto 46).
Vamos, una sesión de repartir carnets de catalán sin ningún disimulo ni timidez.
Es una opción, claro. Una opción que se aparta de la definición estatutaria y que se conecta con visiones esencialistas y nacionalistas a partir de un marcador muy claro: la lengua. Una visión nacionalista y excluyente (el que no comparta estos valores no formará parte del grupo, de la catalanidad) que conocemos muy bien, y que es legítima como planteamiento particular o colectivo; pero ¿es el planteamiento oficial de mi universidad?
Diría que sí, porque el Rector y resto de la mesa aplaudió el discurso; esto es, los insultos, descalificaciones, mentiras y la reedición de la construcción romántica de la nación sobre la lengua. Además, el Rector, tuvo en su intervención tiempo para reafirmar el compromiso de la universidad con el catalán, una lengua en regresión, según explicó (quién diría que está en regresión viendo un acto como éste en el que la única lengua empleada fue el catalán) y agradecer la lección de Màrius Serra. Además, como digo, la lección inaugural ya se enmarcaba en una campaña que claramente apuesta por identificar una lengua como "correcta" y otra como "incorrecta" en el campus universitario. Curiosamente, la incorrecta es, casi con toda seguridad, la materna de la mayoría de los alumnos, quizás también de los profesores y PAS, y tan oficial como el catalán.
De esta forma, y desde mi punto de vista, lamentablemente, la lección inaugural sí que dice mucho de la UAB "oficial", de unos responsables universitarios que, como he comprobado ya en varias ocasiones, se pliegan al nacionalismo y pretenden convertirlo -hoy se ha visto- en ideología oficial de la universidad.
Pues bien, ante eso, somos unos cuántos los miembros de la comunidad universitaria que desde la modestia de nuestros puestos seguiremos reivindicando una universidad que respete todas las posiciones, que se centre en la docencia, la investigación, la transferencia y permita un debate en su seno lo más vivo posible, sin asumir como propios más que los principios democráticos básicos y los valores fundamentales que identifican a todas las democracias de nuestro entorno.
Principios y valores que no son los que defendió ayer el encargado de la lección inaugural.
Y creo que es mi responsabilidad como universitario y, en concreto, como parte de la comunidad universitaria de la UAB escribir esto y decir, "no en mi nombre".

3 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo Sr. Arenas.

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  2. Benvolgut Rafa: com a mínim, has d'admetre el miracle de que l'autonomia universitària ha aconseguit el que no van obtenir dos segles de jerarquia interorgànica administrativa. En concret, la perfecta adequació i congruència entre el programa i campanyes del partit governant i l'equip rectoral. És un fenomen que serà molt estudiant en teoria de l'organització i en l'anàlisi de la destrucció de les tècniques d'imparcialitat de l'Estat de Dret.

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