A estas alturas ya casi nada me sorprende, aunque sigo teniendo la capacidad de decepcionarme.
Ayer sabía de las declaraciones de Feijóo en el Cercle d'Economia de Barcelona.
Como ya he comentado varias veces, entiendo la política desde los partidos como una empresa orientada a cambiar la sociedad. Así, lo primero es tener un proyecto político; y lo segundo, saber explicarlo para convencer a cuantas más personas mejor. Lo segundo, sin embargo, no puede preceder a lo primero. Es decir, no se trata de intentar decir a la gente lo que quiere oír; sino de trabajar para que las propuestas que uno tiene acaben convenciendo a la mayoría o, al menos, a una minoría significativa.
Existe otra forma de entender la política de partidos. Aquella en que estos son vistos como instrumentos para ganar elecciones y, por tanto, el objetivo prioritario es el triunfo electoral, debiendo supeditarse a este el mensaje que se lanza a la opinión pública.
En esta segunda clave -que podríamos llamar "táctica"- se entienden las declaraciones de Feijóo. De hecho, en su intervención (que puede verse entera aquí), expresó su voluntad, antes que nada, de conseguir que su partido fuera un partido de gobierno en Cataluña, para lo que quería conectar con la mayoría de la población de Cataluña. Más adelante, ya hacia el final del coloquio, vinculó la pérdida de elecciones con la comisión de errores. Esto es, si se pierde una elección es que se ha cometido un error. En definitiva, un tratado de política como arte de ganar elecciones.
Como digo, desde esta perspectiva, se entienden los guiños (o genuflexiones) de Feijóo hacia los nacionalistas catalanes. Los nacionalistas son un grupo lo suficientemente significativo en Cataluña como para que intentar ganárselo sea atractivo. Supongo que las cuentas que hace Feijóo es que los votos que puede ganar ninguneando la vulneración de derechos lingüísticos en Cataluña y alardeando de que mientras ejerció de presidente de la Xunta de Galicia no usaba en público el castellano serán más que los que pierda entre quienes defendemos esos derechos lingüísticos y la necesidad de que se refuercen los elementos que unen el proyecto común español.
Es un cálculo, por supuesto, que desde la perspectiva de la táctica política centrada en ganar elecciones puede tener sentido. Otra cosa es que se convierta o no en realidad (volveremos a eso enseguida); pero antes de entrar en ello habría que ver si, además de lo anterior, existe alguna conexión entre esta táctica y algún tipo de convicción política.
Porque, pese a que un partido se configure básicamente como una herramienta para obtener buenos resultados electorales, su táctica ha de basarse en algo, aunque sea etéreo. Y eso, a veces, es más importante de lo que aparenta. En el caso del PP, es relativamente fácil identificar una corriente subyacente que explica de manera extrañamente coherente sus políticas cuando gobierna y que acaba expulsando a quienes no se pliegan a ellas. Me ocupaba de ello al hilo del cese como portavoz en el Congreso de Cayetana Álvarez de Toledo hace unos años).
Esa línea política pasa por entender que existe una cierta dialéctica entre la España nuclear y las Comunidades Autónomas o, al menos, las Comunidades Autónomas "históricas". En esta dialéctica, los nacionalistas son asumidos como representantes legítimos de esas Comunidades y se ningunea a los ciudadanos de las mismas que discrepan del nacionalismo. De esta forma, la prioridad es llegar a acuerdos con los nacionalistas para el gobierno de España, mientras que se permite que dentro de las Comunidades Autónomas el nacionalismo señoree, aunque sea a costa de los derechos individuales de quienes se le oponen.
Creo que describo con bastante fidelidad lo que ha sido la política del PSOE; pero también en buena medida la del PP; un PP que ha buscado el apoyo del nacionalismo vasco y del catalán "moderado", y que tan solo reaccionó cuando la independencia estaba próxima; permitiendo antes de ese momento todas las actuaciones de los nacionalistas. Por decirlo de una manera más directa: se asume que el nacionalismo tiene parte (o mucha) razón y que, por tanto, se merece concesiones.
No sé si en el PP este planteamiento llegará a formalizarse; pero las tensiones entre esta manera de entender España y la que representa, por ejemplo, la ya mencionada Cayetana Álvarez de Toledo son bastante evidentes. De todas formas, la mayor parte del tiempo el discurso "intelectual" del PP iba más por la línea de la igualdad entre los españoles y era en la práctica política, en el detalle de las concretas decisiones, donde se encontraba esa línea subyacente de complicidad con el nacionalismo disgregador.
Pero ahora está Núñez Feijóo, y las cosas pueden cambiar. Para Núñez Feijóo ese entendimiento con el nacionalismo; aunque sea en sus versiones aparentemente "lights" (catalanismo, galleguismo) no es -o no aparenta ser- una mera argucia electoral; sino que parece estar asentada en una forma de entender España en el que las Comunidades Autónomas están en el centro. No en vano, llega a la política nacional desde la presidencia de una Comunidad Autónoma histórica y, como hemos visto, haciendo gala de que él, como presidente de la Xunta no empleaba en público más que el gallego. Vamos, justo en la línea contraria a la que desde Cataluña reclamamos: la de que deje de considerarse que el español es una lengua impropia en aquellas Comunidades Autónomas que tienen una lengua cooficial.
Y no es solamente el tema de la lengua. En sus intervenciones en el Senado, Feijóo ha reivindicado con mucha contundencia el Estado Autonómico y no le he visto, ni espero verle, ninguna reflexión sobre la forma en que el Estado de las Autonomías puede articularse con una comunidad política de ciudadanos iguales. De alguna forma, para Feijóo parece natural que los ciudadanos se relacionen con el Estado a través de sus Comunidades Autónomas. Justamente lo que defienden los nacionalistas en Cataluña.
De esta manera, nos encontraríamos con que por primera vez el tacticismo electoral se une a la convicción política. Feijóo va dando pasos en ese sentido y podría ser que esto acabara formulándose de manera rotunda. Desde luego, sería de agradecer para tener una idea cabal del proyecto que el PP ofrece al conjunto de los españoles.
Si así fuera, debería agradecerse la claridad. La propuesta de una España confederal es, por supuesto, legítima; y a ella nos va conduciendo la dinámica autonómica; pero, desde luego, no es la mía. Lo más importante, sin embargo, es la limpieza en los planteamientos para facilitar los debates; así que si esta es la propuesta del PP bienvenida sea.
La lástima es que sea una propuesta que no tiene ninguna otra enfrente. La renuncia de Cs a presentarse a las elecciones generales deja solo, de entre los grupos con representación parlamentaria que concurren en toda España, a Vox como alternativa a ese proceso de confederalización. Y Vox es un proyecto político con el que difícilmente coincidiremos muchos que defendemos una comunidad política libre de los privilegios que ansía el nacionalismo periférico, pero también libre de las llamadas a las esencias históricas de la patria, enraizada en la libertad individual y profundamente comprometida con la construcción europea.
La propuesta de Feijóo, por tanto, merecería un respeto si fuera por convicción política; porque -y aquí volvemos al tacticismo- si lo que pretende el presidente del PP es atraer el voto de los nacionalistas o de los catalanistas lo tiene mal. Su actuación en el Círculo de Economía, aunque en éste caso estuviera basada, como digo, en la convicción política, recuerda demasiado otros intentos desde el PP de congraciarse con el nacionalismo, como aquel desafortunado de Casado poco antes de las últimas elecciones catalanas y que tan caro le salió a Alejandro Fernández. ¿Recuerdan? Lo de cuestionar la actuación de la policía el 1-O.
Porque si dejamos el plano de la convicción y entramos en el de la táctica, alguien le tendría que decir a Feijóo que los nacionalistas/catalanistas no van a votar al PP. Esas siglas les repelen como el gas pimienta repele a los agresores y dudo mucho de que eso cambie a medio o, incluso, a largo plazo.
Feijóo quizás lo llegue a entender, porque a él le ocurrió algo parecido en Galicia, donde, en sus campañas, disimuló todo lo que pudo las siglas del PP.
(Cartel diseñado para la prueba de las gafas de cerca con efecto lupa: localice las siglas del PP en el cartel)
Para cosechar votos entre los nacionalistas en Cataluña, Feijóo debería presentarse con otro nombre, buscar una especie de alianza en la que el logo del PP quede disimulado; porque de otra forma tiene poco que hacer. La historia lo demuestra: cuando el PP se acerca al nacionalismo los constitucionalistas se alejan y los catalanistas no se acercan. Lo que pasó en las últimas elecciones autonómicas, en las que Casado destrozó la campaña de Alejandro Fernández dan buena cuenta de ello.
Contaré una anécdota reciente. Pocos días antes de las municipales charlaba con un compañero y me explicaba sus dudas sobre a quién votar. Se mostraba radicalmente contrario a la independencia; pero enseguida vi que propuestas basadas en la reivindicación del proyecto político común español por encima de particularismo no eran lo suyo; así que, honestamente (yo estaba en las listas de Cs para el ayuntamiento de Barcelona) le dije que Cs no era su partido. Él parecía que tendía a Trias; pero le hice notar que Trias, por mucho que lo escondiera era Puigdemont. Le comenté que con lo que me estaba contando, le veía próximo al PP o a Valents (tenía cerca un debate en materia de educación en el que las posiciones de uno y otro eran difícilmente distinguibles). Este compañero me dijo que se pensaría lo de Valents, pero que al PP no lo votaría nunca.
Y es una persona muy razonable que, estoy seguro, comparte buena parte de los planteamientos económicos y sociales del PP; pero que no tomará nunca una papeleta de ese partido porque los nacionalistas han conseguido que en Cataluña sea percibido por muchos como un partido "invotable". Si la convicción política de Feijóo y su España confederal no van vestidas con otras siglas su intento de acercamiento a los nacionalistas no le reportará votos.
Así que por ese lado, debería abandonar toda esperanza -ya ven que ahora estoy en clave tacticista, simplemente echando cuentas de votos que gano por un lado y pierdo por el otro- y fijarse en el rechazo que provoca en tantos catalanes, que podrían ser votantes suyos, esta genuflexión ante el nacionalismo.
Yo no sé si al señor Feijóo le podría servir un discurso que, en tema de lengua, se basará en el respeto a las decisiones de los ciudadanos, los comercios y las empresas sobre qué lengua -oficial o no oficial- desean utilizar; mientras que en lo que se refiere al empleo de los idiomas por el poder público y la escuela mantenga la necesidad de que se utilicen con normalidad todas las lenguas oficiales (algo radicalmente contrario a vanagloriarse de que como presidente de la Xunta solamente utilizara en público el gallego). Además, sería bueno que se comprometiera a garantizar el cumplimiento de la legalidad y de las sentencias judiciales, algo que no puede pasarse por alto en un Estado de Derecho. Finalmente, podría recordar de vez en cuando que los ciudadanos no lo somos solamente de una Comunidad Autónoma, sino que también somos integrantes de una comunidad política que es España y que no es la suma de las Comunidades Autónomas existentes. Quizás este discurso, pese a ser -me parece- bastante sensato, no gustará a los nacionalistas, pero sin él difícilmente atraerá a quienes no lo somos.
Es verdad que en las próximas elecciones no estará Cs y que ahí hay muchos votantes huérfanos que podríamos votar al PP.
Pero, señor Feijóo, no nos lo ponga tan difícil.
Interesante análisis. Dudo que el PP de Feijóo proponga a Cayetana como cabeza de lista de la candidatura por Barcelona, y que le dé la libertad para que haga la campaña que ella vea conveniente, por lo que no creo que acepte cualquier otra opción. Esperemos que al menos no expulse de la presidencia del PP catalán a Alejandro Fernández. Lástima que no atiendan aquello que cita tanto CAT: "Lo moral es lo eficaz".
ResponderEliminarUn saludo.