Leo un análisis muy interesante sobre los votantes de "Podemos". En resumen, mantiene que tales votantes son personas que están cerca de los cuarenta años, bien preparados y que no han visto sus expectativas laborales y sociales cumplidas. Tiene toda la lógica.
Diría que
los grandes partidos no se han dado cuenta de que esto es una democracia, y que
si la gente no ve satisfechas sus expectativas acabará dando un portazo.
Mientras ese portazo se tradujo tan solo en abstencionismo ni el PP ni el PSOE
se preocuparon excesivamente. Ni siquiera cuando el abstencionismo se concretó
en una proporción escandalosamente alta de voto en blanco y voto nulo les
afectó. Las hipócritas declaraciones sobre lo preocupante que era para la
democracia esa desafección de la ciudadanía no se tradujeron en nada, absolutamente en nada. Ahora la
ciudadanía ha dado con una tecla que sí comienza a preocupar: votar a partidos
fuera del sistema tradicional, y aquí "Podemos" (pero no solamente
"Podemos") se ha llevado la parte del león, y lo que queda todavía
por llegar.
El que las propuestas de "Podemos" estén peor o mejor
fundadas carece de relevancia: quien está desahuciado, en el paro o en trabajos
esclavizantes que no le reportan más que cuatrocientos, quinientos o seiscientos
euros al mes no tiene que preocuparse porque España se convierta en una nueva
Venezuela. A él las cosas no le irán peor en ese escenario. No es tanto la
injusticia como la arraigada convicción de que la sociedad no retorna lo que
debiera a quien se ha esforzado, estudiado, trabajado o ahorrado. Decía Victor
Hugo que "la cólera puede ser loca y absurda, el hombre puede irritarse
injustamente, pero no se indigna más que cuando, en el fondo, tiene razón por
algún lado".
Así es, un número cada vez mayor de ciudadanos se sienten
indignados, y, como acabamos de ver, con razón (la razón es consustancial a la indignación). Si quienes gobiernan no
aciertan a responder a esa indignación los votantes dejarán de estar con ellos.
Pensar que la gente se quedaría
indiferente mientras se le quitaba todo a lo que pensaban que tenían derecho es
de una profunda ingenuidad. Quizás se calculó que esa indignación se
limitaría a mantenerse apartado de las elecciones, y eso, como digo, nunca
ha preocupado a los políticos que han detentado el poder.
Soy consciente de la gravedad de la
crisis y de que se carece de respuestas mágicas e inmediatas; pero lo que
debería haberse hecho -si las cosas estaban tan mal como parece que están- es realizar un gran esfuerzo para aportar confianza mediante un discurso que asumiera
claramente las dificultades existentes, explicara los esfuerzos que se hacían
para resolverlas y ayudara a sobrellevar la situación con medidas excepcionales
de solidaridad. Proponía esto hace unos meses. No se ha hecho y los votantes comienzan a despertar y actuar. Mi hipótesis es que ahora que han visto que se puede hacer daño en las urnas serán mucho más difíciles de reconducir hacia "la normalidad".
En la época de la Revolución Francesa los
cambios profundos no podían hacerse sin derramamiento de sangre. En una
democracia como la que vivimos la hemorragia puede ser tan solo de votos; pero
el cambio profundo se dará igualmente.
En definitiva, no caben muchas
alternativas:
1) O se da satisfacción a las
expectativas de quienes han sido privados del trabajo, del sueldo, de su lugar
en la sociedad, del Estado de bienestar.
2) O se sustituye un sistema democrático
por otro sistema (mucho me temo que alguno ya estará dándole vueltas a esta
posibilidad).
3) O se dará un vuelco político que
condenará a los partidos que hasta ahora han mandado al cuarto de los trastos
viejos.
Recordemos, esto es una democracia y no se puede enfadar a los votantes. Cada cuatro años ellos deciden quién se queda y quién se va.
Te aseguro que sí tienen que preocuparse de que España se convierta en una nueva Venezuela y que, llegado el caso, terminarán añorando estos años, en los que ganaban 400 euros. Cuba, Venezuela, Argentina... con todo lo malo y corruptos que eran los regímenes precedentes, no encontrarás uno en el que las clases populares no vivieran antes mejor.
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