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miércoles, 18 de enero de 2017

Derecho a coaccionar

Hace tres años un grupo de energúmenos irrumpió en la Librería Banquerna, dentro de la Delegación de la Generalitat en Madrid e impidió violentamente que continuara un acto que se estaba desarrollando con motivo de la Diada. La imágenes dan perfecta cuenta de lo ocurrido.


Hace poco hemos conocido la Sentencia del Tribunal Supremo que condena a varios de los violentos con penas de hasta cuatro años de cárcel.
Creo que al igual que hace tres años nos indignaba que se hubiera impedido de esta forma la realización del acto que se desarrollaba en la Librería Blanquerna ahora debe satisfacernos que la Justicia haya condenado de forma contundente a los autores de aquel atropello. La violencia siempre es reprobable; pero más aún cuando va dirigida a limitar la libertad de expresión o cuando pretende incitar al odio contra algún grupo. Nuestro Código Penal recoge estos matices y sanciona de forma agravada aquellas coacciones que van dirigidas a limitar el ejercicio de los derechos fundamentales -como puede ser la libertad de expresión u opinión- o cuando van unidas a la incitación al odio.
Es coherente que sea así. En democracia resulta esencial que todos puedan expresar sus opiniones, manifestarse y participar en el debate público. Sin este intercambio de ideas la democracia pierde su sentido y fácilmente puede convertirse en un régimen autoritario. No hemos de olvidar que el autoritarismo no siempre se ha impuesto al margen de la voluntad popular, tal como nos muestra, por ejemplo, la forma en que los nazis llegaron al poder en Alemania.
Sería conveniente que todos fuéramos especialmente cuidadosos con los atentados a la libertad de expresión y con los discursos que pretenden excluir a ideas o grupos del debate público. La democracia es, en esencia, un procedimiento, un mecanismo para que el debate público pueda conducir a las mejores decisiones; y si ese procedimiento se adultera la democracia desaparece por muchas elecciones y votaciones que haya.
Es por esto que no puedo dejar de mostrar una cierta preocupación por la diferencia de tratamiento que se observa entre las actitudes violentas y excluyentes en función de las ideas que son atacadas o coartadas. Hace tres años, cuando sufrimos -empleo la primera persona del plural porque cuando se ataca la libertad de expresión todos debemos sentirnos atacados- el ataque en la librería Blanquerna se produjo una inmediata ola de solidaridad y condena que ha de ser valorada muy positivamente, pero que no se aprecia con la misma intensidad por parte de todos los actores cuando los atacados son otros.
En Cataluña lo sabemos bien. Hace unos meses unas voluntarias de "Barcelona con la Selección" fueron agredidas mientras repartían información en una calle de Barcelona


Y algunos que habían sido extraordinariamente contundentes en la condena del ataque en la librería Blanquerna parecía que no lo eran tanto en lo que se refería al ataque a las voluntarias de "Barcelona con la Selección". Las condenas, en algunos casos, no fueron ni tan inmediatas ni tan enfáticas como lo habían sido tres años antes.
En la UAB tenemos también experiencia con esta situación. El colectivo de jóvenes de SCC en la UAB ha colocado carpas informativas en el campus y organizado actos, y en todos los casos estas carpas o actos han sido objeto de agresiones o boicots. En abril de 2016, apenas montada una carpa informativa en el marco de la feria de entidades que organiza la propia UAB, un grupo de intolerantes se acercó con una navaja a la carpa, arrancó la bandera española que allí lucía y la destrozaron mientras rodeaban el puesto e insultaban a quienes allí estaban
Pocos días después se montó otra carpa informativa y un grupo de autodenominados "antifascistas" se dedicó a boicotear el acto, lo que obligó al despliegue de miembros de seguridad y alteró completamente la finalidad pretendida por la carpa. En el vídeo que sigue puede verse cómo con megáfonos se insultaba a quienes allí estábamos


Ninguno de estos ataques y boicots fue condenado por la UAB ni por otros que, sin embargo, no tienen reparo en escandalizarse cuando la violencia se dirige contra quienes no discrepan de las tesis nacionalistas. Esta diferencia en la valoración de las coacciones y las limitaciones a la libertad de expresión me preocupa por lo que tiene de síntoma de un deterioro profundo en la sensibilidad democrática.
Hace poco volvimos a tener ocasión de comprobarlo. De nuevo en la UAB una carpa de SCC era acosada por los intolerantes, que impidieron el desarrollo de la tarea informativa que nos habíamos propuesto.



En el vídeo se recogen algunos momentos de la tensión vivida


Al día siguiente la situación fue todavía peor: un cinefórum que pensábamos realizar tuvo que acabar desarrollándose en un aula protegidos por personal de seguridad. En estos vídeos puede verse la situación que se vivió.





Al acabar el acto, todavía un grupo de fascistas autodenominados antifascistas persiguieron a un grupo de integrantes de "Barcelona con la Selección" que habían acudido al cinefórum. El ataque está siendo investigado por la policía.
¿Hay diferencias sustanciales entre lo acaecido en la librería Blanquerna y lo que ha vivido "Barcelona con la Selección" y SCC? Cualquiera que vea las imágenes verá que no. Es por eso que resulta preocupante ya no el ataque, la coacción y el intento de arrinconamiento de quien no piensa de acuerdo con los estándares nacionalistas, sino, sobre todo, que estas actitudes, absolutamente reprobables en democracia, no sean contundentemente condenadas por instituciones y fuerzas políticas. Existe una tolerancia institucional ante los violentos que se alinean con el nacionalismo que no es en absoluto tranquilizadora. El próximo lunes tendremos ocasión de nuevo para comprobarlo. En el Ayuntamiento de Sant Cugat del Vallès se presentará una moción de solidaridad con el ataque sufrido por SCC en la UAB, al lado mismo de Sant Cugat ¿apostamos algo a que esa moción no prospera y que se intentará echar un capote a los violentos?
En Cataluña son demasiados los que están dispuestos a admitir cierto nivel de coacción o violencia si va dirigido contra quienes se oponen al nacionalismo. No se trata de dramatizar; pero en esta semilla de tolerancia anida el árbol de la dictadura, y cuanto antes nos demos cuenta, mejor.

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