Páginas

Artículos en "The New York Times"

Artículos en "El País"

Artículos en ABC

Artículos en "El Periódico"

Artículos en "El Mundo"

Artículos en "El Español"

Artículos en "Crónica Global"

Artículos en "Te interesa"

Artículos en "El Universal"

Artículos en "La Razón"

Páginas

domingo, 29 de marzo de 2020

Quince días de confinamiento

Quince días desde que empezó el confinamiento. E intentaré ser sincero con lo que pienso y siento. En primer lugar, lo que pienso.
El confinamiento era necesario, así que lo asumo como un mal inevitable. De hecho, en la semana del 9 de marzo yo era -junto con muchos otros- quien clamaba porque se tomaran medidas. Probablemente en aquellos días no había otra ya más que el confinamiento de todo el país; pero no puedo dejar de pensar en qué muchas cosas podrían ir de otra manera si se hubiera actuado a tiempo y se hubieran aislado inicialmente los focos de la infección. La desigualdad de la incidencia de la enfermedad en las distintas regiones no habla de una situción homogénea, sino de focos.


Y si se desciende a niveles locales será aún más claro que con una actuación diversificada en los primeros momentos se habría podido abordar la enfermedad de otra manera, tal como se hizo en Corea del Sur y en Taiwan, y que no tendríamos que pasar por una experiencia que tan dura va a ser desde el punto de vista económico.
Pero eso ya es pasado. Lo cierto es que a mediados de mes ya no quedaba, seguramente, más opción que confinarse y hemos de asumirlo porque, además, ahora podemos ver cómo esta empezando a dar resultados.
Puede costar verlo cuando tenemos más de ochocientos fallecidos cada día; pero el escepticismo ante las señales de mejoría tan solo pueden deberse a no percibir adecuadamente la gravedad del problema que teníamos encima de la mesa.
Para empezar, tal como está siendo ya asumido de manera generalizada, el número de infectados es muy superior al de casos confirmados. De los datos que se tenían en los primeros días de marzo se derivaba un incremento exponencial de infectados con cifras que se doblaban cada dos días. Probablemente en el momento en el que se decretó el confinamiento habría del orden de 100.000 infectados, que si seguían doblándose sin control cada dos días nos hubiera llevado a varios millones de infectados en menos de dos semanas

14 de marzo: 100.000
16 de marzo: 200.000
18 de marzo: 400.000
20 de marzo: 800.000
22 de marzo: 1.600.000
24 de marzo: 3.200.000
26 de marzo: 6.400.000

Si todos pudieran ser atendidos podría esperarse más de 60.000 fallecidos (un 1%); pero cuando se hubiera colapsado el sistema sanitario la mortalidad subiría, al no poder salvar a pacientes que requieren hospitalización para superar la enfermedad; así que hubiera habido, quizás, centenares de miles de fallecidos.
Este es el escenario que tendríamos sin confinamiento, así que bienvenida la adopción de la medida; porque ahora la situación que tenemos es otra diferente; otra en la que el porcentaje del aumento de fallecidos ha comenzado a disminuir; lo que podría llevar a unos días en una disminución del número diario de fallecidos.


¿Habrá todavía miles de fallecidos más? Sí, pero eso ya lo sabíamos, lo sabíamos cuando veíamos pasar los primeros días de marzo sin adoptar medidas. Lo que ahora esperamos -y hay indicios para pensar que sucederá- es que no subamos de escala a varias decenas de miles de fallecidos o más. Es por eso que el confinamiento ha de ser asumido como un mal necesario.



Y el confinamiento y cómo lo estamos viviendo, lo que se está haciendo y lo que no se está haciendo es una fuente enorme de sentimientos.
En primer lugar un sentimiento muy grande de agradecimiento a todos los que siguen saliendo de casa a trabajar estos días. A los sanitarios, por supuesto, pero también a los empleados de los supermercados y de las farmacias, a los transportistas, a los policías y a los que recogen las basuras y a todos los que hacen posible que podamos seguir comunicándonos y trabajando desde casa.
Ahora sabemos que el coronavirus no es una broma, que nos podemos contagiar y contagiar a otros y que aunque los que sean más jóvenes tienen pocas posibilidades de fallecer como consecuencia de la enfermedad sí se la pueden transmitir a algún ser querido. Además, en estos momentos los hospitales están saturados, y cualquier incidente o percance puede convertirse en un gran problema. Es por eso que quienes ponen su salud y su vida en riesgo para que el país siga funcionando merecen todo nuestro apoyo.
La actitud, además, está siendo de un compromiso grande. Mucha gente se crece ante el desafío y la necesidad. Los sanitarios, pero no solo los sanitarios, tienen que abordar situaciones en que no están suficientemente protegidos y aún así siguen con su trabajo. Se les exige más de lo que figura en su contrato y más de lo que sería exigible en una relación de trabajo normal y lo hacen. Mucha gente está dando lecciones de entrega estos días, y eso ha de valorarse muy positivamente.
Por otro lado, muchos se han adaptado (nos hemos adaptado) al teletrabajo. Estamos utilizando herramientas que hace unas semanas ni sabíamos que existían, y aprecio un compromiso también por intentar llevar a cabo el trabajo de la mejor manera posible en las circunstancias actuales, la voluntad de no dejarse derrotar por la pandemia, que implica también intentar mantener nuestra actividad de la mejor manera posible. Enconrtrar soluciones para los problemas que nos encontramos, dedicar probablemente más horas de las que dedicamos en circunstancias normales a ciertas tareas y trabajar de la manera más dedicada posible. Los profesores mandan tareas, en la escuela de música donde estudian mis hijos se dan clases a través de vídeos u online. Quien puede trabajar desde casa al menos lo intenta.
¿Todo el mundo? Bueno, no; es claro que no; pero no puede esperarse que todo el mundo aprecie la gravedad de la situación, la necesidad de esforzarse y la gratitud que se merecen quienes más se exponen.
Por otra parte, hay también voluntad de ayudar. Conozco casos de personas que desde casa hacen mascarillas o ponen sus impresoras 3D al servicio de hacer respiradores; empresarios que han adaptado sus instalaciones a las exigencias del momento y quienes han hecho donaciones a las buscan. Todo esto también es positivo.
Pero también hay momento de tristeza. Obviamente por los fallecidos y por la situación dramática que se vive en los hospitales, en los tanatiros... Es desolador ver cómo la enfermedad nos ha superado en no pocas batallas. La falta de respiradores, de material sanitario, de pruebas, las circunstancias en las que se encuentran las residencias de ancianos... es muy doloroso.
Y ante esta situación no podemos mirar para otro lado; y aquí hago dos reflexiones:
La primera tiene que ver con la solidaridad. Produce rabia ver que en estos momentos se plantean dudas en relación al apoyo que tenemos que darnos entre todos. La situación en Madrid es dramática (más arriba ponía los fallecidos por millón de habitantes en Madrid y en el resto de Comunidades Atuónomas) y que en estas circunstancias se planteen dudas sobre si hay que prestar respiradores a Madrid o si han de ser trasladados enfermos de Madrid a otras Comunidades Autónomas es desolador.
Veo, por ejemplo, esta noticia de Asturias


Seguramente la intención es buena; pero ¿nos damos cuenta de lo que implica ese "siempre que están garantizados los suministros sanitarios en la región para hacer frente al nuevo coronavirus"? ¿Somos o no somos un país? En una situación como ésta ¿tendrán un derecho mayor a la vida los asturianos frente a los madrileños, los andaluces frente a los gallegos o los valencianos frente a los catalanes?
Porque se trata de eso, de que unos vivan y otros no. No hay respiradores ni posibilidad de atención sanitaria para todos y, por tanto, hay que priorizar recursos ¿los priorizamos como país para todos igual o la priorización es por Comunidades Autónomas? ¿En unos lugares se facilitarán respiradores a quienes se los negarán en otras?
A esto hemos llegado. Pedimos la solidaridad de Europa, pero entre nosotros decimos que ayudaremos con lo que nosotros no necesitamos, cuando estamos en una situción en la que todo es necesario.
Y esto me lleva a la segunda reflexión.
La declaración del estado de alarma y el mando único debería haber servido para que todos los recursos del país se pusieran al servicio de todos los españoles. Y si las mayores dificultades están en Madrid, como sucede ahora, ahí es a donde hay que destinar los recursos. Todos ayudamos a Madrid, a Castilla La Mancha, a Castilla y León, a Cataluña, que es donde hay ahora mayores problemas igual que ayudaremos a cualquier Comunidad o lugar que tenga problemas. Eso es la solidaridad, eso es ser un país.
Y a mí lo que me gustaría es que la solidaridad fuera cada vez más amplia. Que hubiera solidaridad entre todos los españoles y también entre todos los europeos; aunque eso suponga que en un momento dado nos tendremos que sacrificar en Barcelona porque en Milán o en Atenas o en Berlín están en peor situación que nosotros.
Si en una situción como esta nuestras solidaridad depende de que tengamos recursos suficientes para los nuestros, pues dividamos ya el país en 17 trocitos y que cada uno se arregle como pueda.
He puesto el ejemplo de Asturias, pero hay más. En Galicia (17,4 muertos por millón de habitantes) se plantean dudas para ceder respiradores a Madrid (417,7 muertos por millón de habitantes).
No quiero más fronteras que las que ya existen; y si es posible quiero que las que existen no sean tan altas. Especialmente, me gustaría que la integración entre todos los europeos fuera mayor.
Y si hay motivos para rechazar las fronteras lo que estamos viviendo ahora en España nos da más razones para ello. Crear una frontera, aunque sea una frontera "menor", como la que hay entre las distintas Comunidades Autónomas, es crear insolidaridad y hacernos más débiles frente a las amenazas.
Entiendo que haya otros proyectos, pero no son el mío. Y no jugaré a legitimar un sistema que hace que tengamos que dar explicaciones para llevar respiradores a Madrid, un lugar donde ahora mismo están muriendo casi 15 personas a la hora.
Estoy, como digo, triste, porque veo hasta qué punto nos ha perjudicado el haber propiciado enfrentamientos y falsos conflictos. No estoy hablando de Cataluña, estoy hablando ahora de todo el país, dividido ante una crisis que debería servir para unirnos.
Y tras la crisis sanitaria vendrá la crisis económica; y aquí también será preciso estar unidos; estar unidos y encontrar a la gente más capaz que tengamos para afrontar los enormes desafíos que tenemos como país.
¿Sucedrá?

No hay comentarios:

Publicar un comentario