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miércoles, 9 de octubre de 2019

Sobre política y mediocridad

Hace año y medio se dictaba una sentencia (que todavía no es firme) por la que se condenaba al partido en el gobierno como partícipe en una trama corrupta destinada a desviar dinero público a fines ilegítimos. En esa misma sentencia se indicaba que el testimonio del presidente del Gobierno entonces, señor Mariano Rajoy, no era completamente creíble. Un escándalo, sin duda. Todos debemos ser veraces cuando testificamos y que el Tribunal deje caer que el testimonio dado por la  segunda autoridad del país (tan solo tras el Rey) no resulta creíble merece un reproche político de cierta entidad. Si a esto se une que ese mismo presidente del Gobierno es el máximo responsable de un partido condenado por corrupción, no creo que haya muchas vías para eludir un severo reproche político. Un reproche político que se tradujo en una moción de censura que acabó suponiendo el cese de Mariano Rajoy y que Pedro Sánchez alcanzara la presidencia del gobierno.



Pocos días después de conocerse la sentencia que condenaba al Partido Popular, Pedro Sánchez presentaba una moción de censura con el objetivo de destituir a Mariano Rajoy. Todos los partidos coincidían en la gravedad del daño democrático que suponía la condena al PP por corrupción y la implicación de Mariano Rajoy en dicha trama. Una implicación que no merecía reproche penal pero sí, a juicio de todo el arco parlamentario -excepto el propio PP-, una censura política.
Y en este contexto es en el que Pedro Sánchez presenta su moción de censura. El PSOE tiene 85 diputados, tan solo el 24% del hemiciclo, y no cuenta con apoyos suficientes para que la moción de censura salga adelante; pero Pedro Sánchez es el líder del primer partido de la oposición y cree su obligación dar los pasos necesarios para censurar el gobierno de Rajoy.
El resto es conocido.
Año y medio después nos encontramos en Cataluña con una situación difícilmente calificable. El presidente de la Generalitat hace explícito que solamente es un vicario de un pretendido presidente en el exilio, el señor Puigdemont. El Parlamento permanece paralizado, los medios públicos de comunicación realizan propaganda de manera indisimulada, la exigencia constitucional de que el castellano sea lengua vehicular en la enseñanza es incumplida por la Generalitat de manera explítica y arrogante, a la vez que los derechos de quienes se oponen al nacionalismo son sistemáticamente vulnerados.
Ya sé que todo esto es grave; pero aún habrá que es discutible mi valoración. Estoy acostumbrado a que se minimice la importancia de cosas como la vulneración de derechos fundamentales o el incumplimiento de la obligación constitucional de la enseñanza en castellano en Cataluña. En las últimas semanas, sin embargo, a todo lo anterior se ha añadido algo que es nuevo, radicalmente nuevo en España: tras la detención por la Guardia Civil de varios activistas acusados de preparar bombas para la comisión de atentados; el presidente de la Generalitat, señor Torra, en vez de condenar la violencia y desmarcarse de las acciones que pudieran cometer los detenidos (vinculados a unos grupos, los CDR, a los que el señor Torra había mostrado abiertamente su simpatía) critica la acción de la policía y pide la libertad de los detenidos.
Difícilmente puedo imaginar una situación que merezca un reproche político mayor que el apoyo explícito a quienes han sido detenidos por la preparación de atentados terroristas. Se trata de una línea que, por ejemplo, nunca -a mi conocimiento- fue sobrepasada en el País Vasco por los gobiernos nacionalistas. Que en un país como España, que ha sufrido la violencia terrorista interna y también la que tiene su origen en el extrajero, las autoridades públicas muestren su solidaridad con quienes son acusados por policía y tribunales de estar implicados en la preparación de atentados supone una quiebra tan evidente y grave de principios democráticos básicos que a su lado los casos de corrupción parecen poca cosa. Y entíendaseme, la corrupción es grave, muy grave y merece todos nuestros reproches; pero ¿merece menos solidarizarse con quienes han optado por recurrir a la violencia para conseguir sus objetivos políticos? Desafío a nadie que me diga que sí, que merece un reproche político mayor participar en un caso de corrupción que pedir la libertad de quienes han optado por perseguir sus fines políticos mediante el recurso al terrorismo.
Asumiendo lo anterior, resultará que el apoyo del señor Torra a los detenidos por la preparación de explosivos con el fin de preparar atentados merecería un reproche político al menos equivalente al que sufrió el señor Rajoy tras la sentencia en el caso Gürtel.


Pero ¿quién ha de liderar ese reproche político al presidente de la Generalitat. Aplicando el mismo principio que el partido socialista utilizó hace año y medio en relación al señor Rajoy, resultaría que esa respuesta debería ser liderada por el primer partido de la oposión en el Parlamento de Cataluña. Es decir, Cs, que tiene 36 de los 135 escaños del Parlamento catalán, un 26% de los escaños del Parlamento catalán (recordemos que en 2018 el PSOE tenía solamente el 24% de los escaños en el Congreso de los Diputados).
Aplicando, por tanto, la misma lógica utilizada por el partido socialista en la moción de censura a Mariano Rajoy, Cs debería plantear también una moción para destituir al presidente de la Generalitat. Y así lo hizo la líder en Cataluña de Cs, Lorena Roldán.


Ciertamente, esta moción de censura podía articularse de distintas formas; lo mismo que en su momento pudo pasar con la moción presentada por Pedro Sánchez. Si recordamos lo sucedido hace año y medio, veremos que el planteamiento inicial era el de una moción que condujera a un gobierno comprometido a convocar unas elecciones inmediatamente. El debate sobre esto condicionó la posición de Cs sobre la moción, pues este partido no se negaba en redondo a promover esa moción; al contrario, en un principio pareció promoverla, discrepando respecto al PSOE en el nombre del candidato a presidente del gobierno.
Esto mismo podría haber pasado en la moción de censura presentada por Lorena Roldán: podría haber sondeado a otros partidos y ver la receptividad a una moción de censura, pudiendo valorarse que el nombre del candidato fuera uno diferente de la de la líder de Cs con el fin de conseguir más apoyos. Esto, sin embargo, no sucedió, y creo que hay que reprochar a Cs que no hubiera buscado más acuerdos en el Parlamento con el fin de aislar a los que apoyaban la violencia y mostrar la efectiva división entre partidos a favor de la convivencia y partidos comprometidos con la violencia.
Nada de lo anterior se hizo, sin embargo, lo que condujo a que la moción presentada por Cs se presentase prácticamente como un "o lo tomas o lo dejas" hacia los grupos de la oposición. Un "lo tomas o lo dejas" que tan solo aceptó el Partido Popular.
Asi pues, mal Cs por no haber buscado otros acuerdos en la Cámara con el fin de deponer a Torra; pero una vez presentada la moción ¿qué decir de la actitud del resto de partidos?
El PP, como se ha adelantado, apoyó la moción, teniendo, además, su jefe de filas, Alejandro Fernández, una intervención sobresaliente que merecería ser enmarcada para que fuera guía de la política constitucionalista en Cataluña.


El PSC, sin embargo, optó por abstenerse, intentando mostrarse como equidistante tanto de Torra como de Roldán. Creo que esta es una actitud claramente reprobable, porque siendo cierto que, como acabo de indicar, hubiera sido deseable que Cs hubiera buscado complicidades con el PSC; una vez presentada la moción ¿cómo es posible que no se apoye la posibilidad de destituir a un presidente de la Generalitat que ha hecho lo que Torra ha hecho? ¿No asumirán los socialistas que no apoyar la moción es tanto como apoyar a Torra, que pretender que Torra y Roldán son dos caras de la misma moneda no hace más que banalizar las gravísimas quiebras de la democracia protagonizadas por Torra y su gobierno, quiebras que en ningún momento pueden ser atribuidas a Cs? ¿No es verdad que hace año y medio los socialistas planteaban que no apoyar la moción de censura a Rajoy era lo mismo que apoyar a éste, que ligar su suerte política a la del líder del PP? ¿Es que este razonamiento no debería proyectarse también a la situación creada por Torra y por la presentación de la moción de censura orientada a derribarlo?
En su intervención, el líder del PSC, Miquel Iceta, dio por sentado que la moción era inútil porque carecía de los apoyos necesarios. Presuponiendo así que todos los diputados de los grupos nacionalistas votarían en contra de ella. Bien, nada en política es absoluto, como demostró el trifunfo de Sánchez en 2018; pero, más allá de eso ¿es que los políticos solamente han de apuntarse a lo que creen que será ganador? ¿que no han de actuar por convicción incluso aunque esta convicción lleve a una derrota?
Bien, creo recordar que en su intervención en el Parlamento durante la moción de censura Iceta algo dijo de esto, de que él no se apuntaba a causas perdidas (o parecido, no son sus palabras literales) y no pude menos de acordarme de su ausencia en la manifestación del 8 de octubre de 2017. Aquí están la primera y segunda cabecera de la manifestación (recuperadas gracias a una publicación en facebook de Chari Gálvez).


Como puede (no) verse, Iceta no estuvo. Sí que acudió a las del 29 de octubre, cuando ya se había constatado que sería un éxito. ¡Cómo hubiéramos agradecido que hubiera estado en aquellas que prepararon el terreno de ésta, especialmente en la de "Aturem el Cop" del 19 de marzo de 2017!


Pero no, claro, era un riesgo grande y se pensaba que eran manifestaciones que fracasarían. Como decía hace un momento, ¡cuánto ganaríamos en política si las cosas se hicieran por convicción y no por cálculo!
No es el caso, sin embargo, y los socialistas en octubre de 2019 volvieron sobre lo que habían hecho en mayo de 2018. Ante un escándalo político mayúsculo en vez de apoyar o liderar una moción de censura optaron por ponerse de perfil; pero no ante un caso de corrupción política, sino ante la utilización de medios violentos para conseguir fines políticos.
Y repito, no hago más que trasladar a la situación que padecemos en Cataluña el modo de razonar del PSOE hace tan solo año y medio: ante una situación de quiebra democrática ha de haber una responsabilidad política en forma de moción de censura. ¿Por qué esa fue la actitud ante Mariano Rajoy no ante Joaquim Torra? ¿Por qué en el caso de Rajoy se podía ganar y en el de Torra no? Pues lo dicho: para políticos que solamente actúan cuando calculan que ganaran y renuncian a plantear las batallas que pueden perder, mejor poner peritos contables al frente de nuestras instituciones, que al menos han estudiado para eso.



Y del PSC pasamos a los Comunes que, directamente, votaron en contra de la moción de censura; convirtiéndose así en un apoyo claro no solamente a Torra, sino a la comprensión de éste por la utilización de vías violentas para conseguir objetivos políticos.
Creo que sobran los comentarios.
Indecente.
Ante este panorama ya no debería sorprender que ningún diputado independentista se apartara de la disciplina de sus respectivos partidos. La abstención socialista y el voto en contra de los Comunes permitía votar en contra con mucha mayor tranquilidad, porque el blanqueamiento del nauseabundo apoyo a la violencia que había realizado Torra había empezado en otra parte del hemiciclo catalán. Si la línea del resto de partidos hubiera sido de condena clara de lo que es claramente condenable la presión sobre los independentistas hubiera sido mayor; porque esto no solamente se juega en el Parlamento, sino también en la opinión pública, y ante esta la visibilización de que es inadmisible apoyar la violencia es muy importante. Como dijo Alejandro Fernández, puede perderse la votación y ganarse el debate; y esa victoria en el debate adelanta la victoria en la próxima votación. Cuando se hace política a medio plazo es más importante esa batalla por el relato que ésta o aquélla victoria táctica.
Si se hace política a medio plazo...; esto es, necesariamente guiada por la voluntad de que determinadas convicciones acaben calando en la sociedad. Es decir, política de verdad y no simple gestión de elecciones para conseguir puestos que repartir dentro del grupo del que depende tu posición de poder.
Política ficción en España.
O no, fíjense en la foto de la cabecera de la manifestación del 8-O. Sobre una "R" y una "E" aparece un hombre con una camisa gris de manga corta. Es un político que lo había sido todo y que había apoyado a SCC cuando el proyecto estaba empezando. Que rellenó su hoja de colaborador y vino siempre que se le llamó para apoyar actos en los que no reuníamos ni a un centenar de personas. Cuando se le pidió que acudiera a la manifestación del 8-O se lanzó a la piscina sin calcular si aquello sería un éxito o un fracaso.
Ahora está a un paso de asumir una de las posiciones más relevantes en la política mundial: responsable de la política exterior de la UE y vicepresidente de la Comisión Europea.


Política de verdad.

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