miércoles, 12 de junio de 2024

Enheduanna

Hace más de 4200 años.

Una distancia en el tiempo que es difícil de asumir. Si esos 4200 años hubieran sido tan solo uno, cada año duraría dos horas. La vida de una persona se desarrollaría a lo largo de cinco o seis días. Una semana serían ya 84 años. Cada hora representaría seis meses de vida.

Si se quiere ver de otra manera; si cada año es un centímetro, una vida de 100 años sería un metro. De acuerdo con esa escala, 4200 años en el pasado estarían separados de la actualidad por 42 metros.

Hace más de 4200 años en Mesopotamia, en la ciudad de Ur.

Allí vivió algo más de 30 años una mujer que ejerció la función de suma sacerdotisa del dios Nannar. En realidad, no sabemos su nombre; solo el título por el que se la conocía. Ese título era Enheduanna; pero sabemos que existió, que utilizó ese título y que escribió.
Y, además, conservamos al menos parte de sus escritos.

Su nombre debería ser conocido por cualquier escolar; y, sin embargo, incluso entre personas cultas es casi un misterio. Desde hace meses pregunto por ella, a modo de test, en unos y otros círculos y casi siempre la respuesta es un gesto negativo con la cabeza y la pregunta que se me devuelve es la de quién es o, incluso, qué es.

Y, sin embargo, debería ser conocida por todos; debería ser un nombre que se aprendiera en las escuelas.

Porque es el primer autor conocido. Los primeros textos en los que no tenemos que indicar que son obra de "anónimo" son los de Enheduanna; quien escribió poesía; varios himnos dirigidos a la diosa Innana. Hace poco se han presentado en traducción al español en un libro que incluye la presentación del contexto de Enheduanna y su importancia.


En este libro se aborda también la pregunta que me rondaba desde que tuve conocimiento de la existencia de Enheduanna. Una pregunta a la que los autores dan la misma respuesta que yo me daba hace tiempo: si el nombre de Enheduanna resulta casi desconocido es porque era una mujer. Estoy convencido de que si hubiera sido un hombre todos los escolares lo conocerían.
No tiene lógica que sea un dato casi erudito saber cuál es el primer autor conocido; un autor (autora) que, además, traslada a sus creaciones su propia personalidad; lo que es muy claro en la exaltación de Innana, donde leemos, por ejemplo:

"Yo, 
 La Suma Sacerdotisa, 
Yo,
Enheduanna,
allí elevé mi cesto ritual,
allí canté el grito de júbilo,
pero ese hombre me arrojó a la muerte".

Y añade:

"Ya no soy aceptada en mis habitaciones,
la penumbra ensombrece el día,
la luz se torna plomiza,
las sombras se entrecierran,
temibles tormentas del sur embozan al sol".

Y:

"Me echó,
como golondrina barridas
de sus huecos en un muro". 
 

Conocemos a la persona, puesto que conocemos sus sentimientos a través de lo que ha escrito. Y podemos atribuir esos sentimientos a una persona concreta; y esta es la primera persona de la que podemos afirmar lo anterior. Antes de ella, los textos quedan, pero no hay forma de vincularlos a la existencia de un ser humano concreto. Enheduanna marca el comienzo de la individualidad. La primera persona que consiguió fijar en la poesía su corazón para que pudiera llegar hasta nosotros.

¿Cómo es posible que su nombre no sea conocido? Reitero, simplemente, porque era una mujer. No hay otra explicación. Es cierto que nuestra cultura es romana (latina) y, antes de eso, griega; y que para romanos y griegos, Enheduanna era una extranjera, una muestra de la barbarie y que ese alejamiento de lo que fue el centro del origen de nuestra civilización alguna influencia tuvo en el silencio sobre ella; pero que este silencio haya cruzado los siglos XX y XXI hasta la actualidad no puede atribuirse solamente al exotismo de la civilización acadia, a la que pertenecía Enheduanna.

Creo que es necesario recuperar ese nombre, hacer que traspase los límites de los especialistas en Sumeria y llegue al gran público. El libro de Paco Moreno y Laura Rochera, con introducción de Ana Valtierra que acaba de publicarse contribuirá a ello. Hace poco, Irene Vallejo comentaba que Enheduanna era una figura presente en las muchas conferencias que imparte y también aparece en sus libros sobre historia de la escritura.

Espero que más se unan a esta cruzada por recuperar el nombre de la primera persona cuya obra poética ha llegado a nosotros unida a la conciencia de la persona que la escribió. Una persona que se atrevió a utilizar el "yo" en poesía, y lo hizo con una fuerza enorme que podrá constatar cualquiera que se acerque a sus escritos. 

 

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