domingo, 26 de abril de 2020

Sobre las cifras del coronavirus

Ayer comentaba que según las cifras que facilita el Instituto Carlos III de Madrid sobre exceso de mortalidad o bien el número de fallecidos por coronavirus en España es mayor que el oficial o bien tenemos otra grave problema de salud pública no identificado, porque aún descontando la cifra de fallecidos por coronavirus existe un exceso de mortalidad significativo al que alguna causa habrá que buscar. Al fin y al cabo estamos en el siglo XXI, no en la Edad Media, cuando los gobernantes ante las calamidades se encogían de hombros y señalaban al cielo.





Hay que apuntar, sin embargo, que, según comentaba Pilar Antúnez Jam, las cifras del INE (de las que bebe el Instituto de salud Carlos III) no están actualidas, pues a ella le consta que no se han remitido todavía las cifras de fallecidos en marzo por parte de los registros civiles; pero de momento no haré cuestión de esto y daré por buenas las cifras del Instituto Carlos III.
Sobre esto se pueden comentar varias cosas. Una de ellas, bastante repetida, es que este es un problema que se repite en todos los países. Hasta donde yo sé, en algunos de esos países también se repite el debate que aquí tenemos y se exige que el gobierno aporte las cifras reales de fallecidos y no se limite a las de fallecidos confirmados. A esto se replica que el criterio de la OMS es el de contabilizar solamente a los fallecidos confirmados mediante una prueba diagnóstica. Esto no es completamente cierto. Podríamos decir, en el lenguaje de la instrucción dada por el gobierno a la guardia civil, que es una media verdad.

Aquí pueden encontrarse las instrucciones de la OMS sobre la información que han de facilitar los gobiernos en relación al coronavirus

La obligación que pesa sobre los gobiernos es la de facilitar la información sobre casos confirmados y sobre fallecimientos confirmados; siendo los fallecimientos confirmados los fallecimientos sobre casos confirmados, entendiéndose por caso confirmado la "Persona con infrección por el virus de la COVID-19 confirmada mediante purebas de laboratorio, independientemente de los signos y síntomas clínicos".

Esta es su obligación, ahora bien, obviamente la OMS no impide que se recopilen o difundan otros datos, siempre que no se cree confusión. Esto es, casos confirmados serán siempre (según la OMS) aquellos en los que se ha practicado una prueba de laboratorio y, consecuentemente, fallecidos confirmados aquellos fallecidos en los que también mediante una prueba de laboratorio se ha confirmado la infección por COVID-19. Ahora bien, esto no quita que haya otros casos de COVID-19 que sin ser confirmados son relevantes. En el documento de la OMS se citan, además de los casos confirmados, también los casos sospechos y los casos probables


Nada impide que junto con los casos confirmados se den los casos probables y que, por tanto, también se facilite información sobre los fallecimientos de personas que podrían ser casos probables de COVID. Evidentemente, lo que no se puede hacer es mezclar unos casos con otros, porque el criterio que suelen seguir los países, al menos en los que he visto, es dar el número de fallecidos en casos confirmados y, por tanto, este número debe estar claramente diferenciado de otros datos que se puedan aportar.
Pero, como digo, nada impide que, cumpliendo con las instrucciones de la OMS y facilitando la información pedida por ésta, al mismo tiempo se ofrezca una información más completa que incluya a pacientes probables y fallecidos en este grupo.
¿Por qué?
Bueno, creo que hay varias razones para dar esa información.
1- La primera es que teniendo el gobierno dicha información lo lógico en un sistema democrático es facilitarla. Estamos, además, en un momento especialmente dramático, en el que están recientes las dolorosísimas imágenes de los cadáveres que salían de las residencias de ancianos. Evidentemente se trata de fallecidos que no han pasado por las pruebas del COVID-19 y que, en consecuencia, no contarán en las estadísticas de fallecidos confirmados según los criterios de la OMS; pero la alternativa no puede ser la desaparición del dato. Deben articularse mecanismos de información que permitan que todos tengamos una imagen fiel del alcance de la dramática situación que estamos viviendo.
2- Lo anterior es obligado desde el momento en el que existe un exceso de mortalidad significativo. Lo explicaba un poco más arriba, y las gráficas que pueden encontrarse en el Instituto de Salud Carlos III son suficientemente explícitas.


El exceso de mortalidad (respecto a la media de años anteriores) entre los días 10 y 31 de marzo fue de más de 13.000 personas, de las que tan solo 8416 son fallecidos confirmados por coronavirus. Existe un exceso de defunciones en ese período de casi 5000 personas que supera los fallecidos confirmados. Obviamente, las autoridades tienen que dar una explicación para ese exceso de mortalidad, y esa explicación puede pasar por asumir que se trata en buena medida de fallecidos por COVID-19, pero que no pueden ser considerados -en los términos de la OMS- como fallecidos confirmados por no habérseles practicado prueba de laboratorio alguna.
Pese a lo anterior, en estos casos la causa de la muerte que puede figurar en el certificado de defunción puede ser COVID-19, porque el doctor que elabore el parte puede hacer el diagnóstico sin prueba de laboratorio. Si se tuvieran en cuenta estos certificados de defunción el número de fallecidos por COVID-19 aumentaría significativamente en las cifras oficiales.


La contradicción entre unos datos y otros no es tal si se tiene en cuenta que no todas las personas fallecidas por coronavirus, según consta en el certificado de defunción, son personas a las que se ha practicado el correspondiente test. Ahora bien, no debería haber ningún problema para facilitar ambas cifras: la de fallecidos confirmados (que es la que pide la OMS) y la de personas fallecidas por coronavirus según los partes de defunción emitidos. Algo tan sencillo evitaría todas las suspicacias que se han planteado y permitiría al gobierno explicar un exceso de mortalidad que ahora mismo no tiene ninguna explicación oficial.
3- Lo que no se puede hacer es, en un estudio temporal de la evolución de la enfermedad, mezclar en fechas diferentes datos diversos. Es decir, para analizar la evolución de la pandemia no pueden considerarse en los mismos gráficos datos que en un momento proceden de los fallecidos con COVID-19 confirmado por una prueba de laboratorio y otros que proceden de certificados de defunción en los que no se ha practicado dicha prueba de laboratorio; pero si esto se tiene en cuenta ofrecer datos comparativos de unos y de otros es útil para abordar el diagnóstico de la situción.
En ocasiones se dice que hay que mantener el criterio de las pruebas de laboratorio porque es más útil para identificar la evolución de la pandemia. La verdad es que tengo mis dudas.
En España, y dado que la dimensión ha tenido una incidencia tan grande que, como hemos visto, tiene efectos significativos sobre la mortalidad, si asumiéramos que el exceso de mortalidad producido en marzo y en abril es como consecuencia del coronavirus ¿en cuánto nos equivocaríamos?
Según la noticia de "El Mundo" que acabo de compartir en Castilla-La Mancha se indica que los fallecidos certificados como coronavirus fueron 1921, mientras que los casos de fallecidos certificados con prueba de laboratorio fueron 708. Si los médicos han acertado en su diagnóstico siquiera en un 70% es claro que el utilizar las cifras de los certificados nos dará una imagen mucho más real de la evolución de la enferemdad que las cifras de las pruebas de laboratorio. Tan solo si asumimos que son más las equivocaciones que los aciertos en las certificacioens médicas resultaría preferible, para tener una idea más acertada de la evolución de la enfermedad, analizar a partir de los datos que aportan los fallecidos confirmados por prueba de laboratorio.
Ciertamente, la OMS, que da instrucciones para todo el mundo y, por tanto, para países con infraestructuras sanitarias muy diferentes, tendrá razones para entender que la información que necesita es únicamente la de pruebas confirmadas (sus razones tendrá, repito, con ese criterio la peste negra del siglo XIV tendría que ser borrada de los libros de historia); pero sea cual sea la petición de información que reclama la OMS resulta absurdo que aquí renunciemos a información fiable como es la que se deriva de un certificado de defunción emitido por un facultativo. La clave, como digo, está en ofrecer esa información de manera clara y bien clasificada.
Ésta, además, es una información que el gobierno tiene, puesto que cada día los registros civiles de España le remiten por correo electrónico la información de fallecimientos inscritos. No se entiende por qué no se facilita esta información y se utiliza para los análisis.
4- En ocasiones se dice que la información útil es la de fallecidos con prueba de laboratorio que confirme la infección por COVID-19. No lo tengo claro. Como digo, aquello que esté más cerca de la realidad será siempre más útil, y el número de fallecidos con prueba diagnóstica depende, obviamente de las pruebas realizadas. Mi impresión subjetiva y que carece de fundamento suficiente, es que la discrepancia entre el número de fallecidos certificados y el real tuvo que darse sobre todo en el mes de marzo, mientras que en la actualidad no creo que existan divergencias significativas entre el número de fallecidos a quienes se les ha practicado la prueba y aquellos a quienes no se les ha hecho. Si esto fuera así las curvas sobre evolución de la enfermedad cambiarían radicalmente, porque el descenso en el número de fallecimientos en las últimas semanas permitirían apreciar mejor los efectos del confinamiento, y la determinación de estos efectos es fundamental para tomar decisiones en los próximos días.
Tener información siempre es bueno.
Siempre.

jueves, 16 de abril de 2020

Un mes de confinamiento


Quizás hoy se incorporen a los datos oficiales sobre fallecidos por coronavirus los que hasta ahora no habían sido contados, con lo que gráficas y curvas tendrán que ser reelaboradas.
No creo que cambien las conclusiones, porque los números oficiales no son arbitrarios. Se corresponden con los reales en una determinada proporción, por lo que es útil hacer previsiones a partir de los datos oficiales.
Ahora bien, toda la tarea de reelaborar los datos me supera. Así que no creo que continúe compartiendo estos gráficos a partir de ahora.
Y creo que estamos en una situción delicada.
Este es el gráfico del incremento de fallecidos en España e Italia cada tres días. Una medida más clara que la diaria porque en un día puede haber desajustes que se compensan en los siguientes. De esta manera esta gráfica aporta una información más fiel de la evolución de la enfermedad.
¿Conclusiones?
1) En España el confinamiento fue útil, porque como se ve, a partir del día 25 de marzo, 10 días después de decretar el confinamiento, se aprecia un descenso pronunciado en la gráfica.
2) El cierre decretado para las dos primeras semanas de abril no ha añadido nada significativo al confinamiento que ya teníamos. La gráfica no tiene un descenso equivalente al del 25 de marzo para marcar los efectos del cierre de toda actividad que no fuera esencial. Fue, por tanto, una medida equivocada. Entiéndaseme. No recirmino al gobierno por ello. Era difícil prever qué pasaría y la situación en los hospitales era muy complicada en el momento en el que se dictó, por lo que era un riesgo que había que asumir. No es una crítica al gobierno (como sí merecen otras muchas de sus decisiones y no decisiones), pero tenemos que anotarlo para no cometer más esos errores en el futuro.
Lo peor: que estamos en una situación que no tiene visos de mejorar significativamente en un corto plazo. Me explico.
Tenemos del orden de 500 fallecidos diarios. Es decir, estamos hablando de contagios diarios del orden de 100.000... en confinamiento. Los fallecidos de estos días es claro que ya se infectaron cuando se había decretado el confinamiento. Así que nos encontramos con que el confinamiento implica aún un contagio diario de varias decenas de miles de personas.
En una epidemia en que no se adoptan especiales medidas de control el índice de contagios se reduce a medida que la población se infecta y, por tanto, cada vez quedan menos personas por infectar. El crecimiento se va deteniendo porque es más difícil que cada nuevo contagiado encuentre a alguien que no haya pasado la enfermedad.
Pero, claro, en una situación de confinamiento esto no se producirá. O, mejor dicho se producirá pero dentro de mucho tiempo. Veamos por qué.
Seamos optimistas: pensemos que el número diario de contagios en confinamiento es de 100.000. Eso implica que en el mes de confinamiento se habrán contagiado unos 3 millones de personas; a los que habrá que sumar, probablemente, un número equivalente de contagiados que ya teníamos cuando se decretó el confinamiento (hoy leía a un médico que daba una cifra de 6 millones de personas en España que habían pasado la enfermedad).
A un ritmo de contagio de 100.000 personas diarias en situación de confinamiento necesitaríamos 10 meses para que se contagiaran 30 millones de personas.
Creo que todo el mundo será consciente de que no es pensable tener 10 meses de confinamiento o un año. Por cierto, esto que digo no es original, pueden consultar un artículo publicado hace un par de meses que desarrollaba este planteamiento que ahora estamos viendo que se produce en España y en Italia, que está en una situación similar a la española.
Pensaba que el confinamiento sería más efectivo y que podría reducir los contagios mucho más que lo que ha hecho; pero la realidad es la que es.
En consecuencia:
Hay que hacer un plan de desconfinamiento que permita regresar a la actividad pero mitigando el riesgo de contagio. Para esto no hay muchos secretos, porque es lo que han probado otros países:
1- Pruebas masivas para identificar a quienes se han infectado y aislarlos hasta que pase la enfermedad.
2- Medidas de protección y de higiene: ausencia de contacto físico, mascarillas, guantes, potenciación del teletrabajo.
3- Prohibición de aglomeraciones y eventos multitudinarios.
4- Estudio de las vías de contagio a fin de identificar qué actividades pueden ser permitidas y cuáles han de ser restringidas.
5- Preparación de los servicios sanitarios para atender una afluencia constante durante meses de pacientes de coronavirus.
6- Con una población infectada de 30 millones de personas el número final de fallecimientos quizás ronde los 150.000 (la tasa de mortalidad real sobre infectados es mucho menor de un 1%. Fíjense que si asumimos que la enfermedad ha afectado ya a 6 millones de personas en España la tasa de mortalidad, contando 30.000 fallecidos -los contabilizados y los que se sumarán estos días al contar a los fallecidos en residencias- es del 0,5%). Este número se reduciría si conseguimos preservar del contagio a las personas más vulnerables. Para eso hay que adoptar medidas específicas de aislamiento para los mayores.

jueves, 9 de abril de 2020

Más divididos que nunca

Bueno, pues ya está. Otros quince días de estado de alarma y el país más dividido que nunca.





¿Por qué?
Intentaré trasladar mi impresión personal, que como toda impresión personal no pretende ser objetiva y que seguramente no será compartida, pero es la mía.
Y ya advierto a los más jóvenes (si alguno hay), se remonta a más de 20 años atrás, así que hará referencia no a hechos, sino a percepciones subjetivas que quienes no hayan vivido en edad consciente los últimos años del siglo XX y los primeros del XXI no entenderán.
Todo empezó con Aznar. Aznar llegó a la Moncloa tras 14 años de gobierno socialista (1982-1996) o, para ser más precisos, de gobierno de Felipe González. Recuerdo aquellos 14 años como una época donde se lograron cosas muy importantes: desarrollo tecnológico, entrada en la UE, creación de universidades, internacionalización de nuestra economía, integración plena en la OTAN. Claro que cuando un partido gobierna tanto tiempo seguido acaba teniendo tics de régimen. El partido lo era casi todo y penetraba todos los ámbitos, la derecha estaba como escondida... hasta que empezaron los escándalos: Roldán, Filesa, los GAL... Había un cambio de escenario y tras las Olimpiadas de 1992 y los fastos del Quinto Centenario parecía que el país ya no tenía un objetivo vital que perseguir y todo se empezó a liar. Llegó la alternancia y Aznar fue presidente del gobierno.
Y sus primeros cuatro años en el gobierno (1996-2000), cuando no tenía mayoría absoluta, no fueron malos, excepción hecha de que le dio a Pujol todo lo que quiso y más (reiros de las hipotéticas concesiones de Sánchez, aquello sí que era deshacer el Estado; pero, claro, necesitaba los votos de CiU para gobernar). En otro orden de cosas, sin embargo, se hicieron las cosas bien. Por ejemplo, la situación de los trabajadores mejoró (y ahora diréis que cómo es posible; pero sí, fue así, también como consecuencia de una mejoría económica, claro) y se hizo una Ley de Extranjería que no estaba mal.
Y ahora os preguntaréis que por qué meto aquí la Ley de Extranjería. Bien, porque es una metáfora. La Ley se aprobó en el último pleno de las Cortes antes de las elecciones del año 2000 y en ella la oposición (Aznar no tenía mayoría absoluta) introdujo unas cuántas modificaciones a la propuesta del gobierno que dejó la ley niquelada, muy bien. Aznar sonrió tras su bigote, esperó a las elecciones y tras ganarlas con mayoría absoluta lo primero que hizo fue modificar la Ley de Extranjería para convertirla en una norma inconstitucional (así lo declaró años después el Tribunal Constitucional) que limitaba de manera grave los derechos de los extranjeros.
Una metáfora, como digo. Aznar, que había estado cuatro años sometido a la necesidad de pactarlo todo ahora gobernaba con poder absoluto.
Y pensó que no era solamente necesario mandar, sino dejar claro que él marcaría historia. Así empezó un relato que hacía que su gobierno no fuera un gobierno de alternancia, como es habitual en las democracias, sino el fundador de una nueva transción. Se trataba de instarurar un cambio de régimen y los socialistas, que no se esperaba que recuperaran nunca el poder fueron tratados con desdén cuando no desprecio.
Hago un inciso. Esta es mi percepción de aquellos años y podría introducir detalles para desarrollar cada punto; pero como es una impresión personal no creo que sea necesario justificarlo con digresiones que harían esto todavía más largo. Ademito ya aquí y ahora que haya quien lo vea de manera radicalmente distinta. Así pues, ya concedo que haya quien sostenga hasta con razón que no es cierto que se tratara con desdén o desprecio a los socialistas.
En fin, volviendo al tema. Las cosas iban tan bien que Aznar decidió perpetuarse nombrando un sucesor, que fue Rajoy, quien estaba destinado a ser presidente en 2004 paa que el PP siguiera gobernando otros 4, 8 o los años que fueran.
Pero tuvimos el 11-M.
Y aquello lo cambió todo.
Mi hipótesis es que el resultado de las elecciones no vino condicionado tanto por el atentado en sí como por el burdísimo intento del gobierno de Aznar de echar la culpa a ETA cuando la investigación policial ya apuntaba al terrorismo islámico. Lo que percibimos muchos fue que se intentaba retrasar la noticia de que no había sido ETA hasta después de las elecciones con el fin de favorecer al PP.
Los más jóvenes quizás no entiendan la relación entre una cosa y otra. Muy brevemente les diré que una de las decisiones más discutibles de Aznar en su segunda legislatura fue meter de tapadillo a España en la guerra de Estados Unidos contra Irak. Aquello no nos gustó a la mayoría de los españoles, quienes nos manifestamos en vano para intentar impedirlo. Si el atentado del 11-M había sido terrorismo islámico podría pensarse que eso perjudicaría al PP porque supondría una consecuencia directa de la participación de España en la guerra de Irak.
Mi impresión personal es que Aznar se equivocó al no reconocer desde el primer momento que lo más probable era que el atentado había sido obra del terrorismo islámico, y al no haberse dirigido a la nación como si fuéramos adultos y manteniendo que España, que estaba ya en vías de derrotar al terrorismo de ETA, derrotaría también al terrorismo islamista (o cosa semejante). Creo que si lo hubera hecho así el PP hubiera ganado las elecciones.
Pero no lo sabremos porque lo que hizo el PP fue seguir con la matraca de ETA aprovechando que controlaban TVE y sin contar con que en 2004 ya había móviles, mensajes de texto e Internet, y que era difícil ocultar una cosa así. El tiro les salió por la culata y llegó al poder Zapatero.
Y Zapatero, que había llegado al poder como había llegado, en medio de una división de la sociedad española muy profunda, ayudó a profundizar en dicha división al lanzarse a un discurso de recuperación del espíritu republicano y guerracivilista que a mi me parece que casaba muy poco con el espíritur de la transición.
Había culpas del PP también, por supuesto. Por ejemplo, su rechazo a investigar las fosas comunes que hay todavía por toda España. Y sería largo entrar en los detalles de este debate; pero quedémonos con lo principal: en aquella legislatura (2004-2008) nos encontramos conque parecía que la Guerra Civil había acabado cinco años antes y no 70 años antes y que, además, todos habíamos combatido en ella, pues chavales que no habían perdido completamente el acné juvenil tenían clarísimo en qué bando hubieran estado en 1936.
Este espíritu guerracivilista no nos ha abandonado desde entonces Ahora ya tenemos una generación que no ha conocido otra cosas. Una guerra civil que nunca se acaba y a la que siempre volvemos.
Para acabar de rematar la faena, en el año 2010 nos cayó encima la crisis económica de 2008. La crisis fue brutal -aunque pequeña para la que ahora nos espera- y se salió de ella de la peor manera posible. Zapatero fue sacrificado a las agencias de calificación internacionales y llegó Rajoy a salvarnos.
Y Rajoy se creyó que podía torear al Banco Central Europeo y a la Comisión y retrasó la presentación de los presupuestos del año 2012 con el resultado de que en el mes de junio de aquel año nuestra prima de riesgo estaba en 600 puntos básicos (los más jóvenes quizás no se acuerden del pavor que nos daba entonces mirar cada mañana cómo estaba la prima de riesgo) y a puntito estuvimos de dejar el euro.
Finalmente nos quedamos en el euro; pero desde el punto de vista social la crisis fue un desastre porque al paro, dificultades y recortes se añadió que el gobierno de Rajoy se dedicó a decirnos que toda la culpa la teníamos nosotros por haber vivido por encima de nuestras posibilidades.
¡Acabáramos!
La indignación que surgió de aquello acabó en lo que fue el 15-M y de ahí Podemos y todo su entorno. Un fenómeno político que, además, se agarró como lapa al guerracivilismo que arrastramos desde la época de Zapatero.
Ya no había debate, contraste de opiniones e intercambio de ideas, sino un frentismo cada vez más acendrado en el que nuestros políticos se regodean en chapotear.
Hubo oportunidad de que esto cambiara; pero llegó a la Secretaría General del PSOE Sánchez, quien no creo que tenga grandes planteamientos ideológicos, pero que sí ha descubierto (él o sus asesores) las ventajas de la confrontación y de la división. Para unir a los tuyos di que todos los demás son fachas y todo será más fácil, te ahorrarás la necesidad de elaborar excesivamente propuestas y planteamientos. Quien no está contigo es un facha, lo que implicará también que sea machista, homófobo y... lo que queráis.
Y esa es la política que tenemos en España desde hace unos años. Una reedición de la guerra civil en el sentido de que la autoproclamada izquierda se considera heredera de la República y todos los que no se someten a sus dictados son herederos de Franco o Franco mismo reencarnado.
Con estos mimbres nos enfrentamos al coronavirus.
Hoy Sánchez y, sobre todo Lastra, la portavoz del grupo socialista, se han dedicado a atizar y bien a la oposición; una oposición que ha cometido el pecado -me refiero aquí al PP- de apoyar la prórroga del estado de alarma pedida por Sánchez pero osando criticar la gestión que de ese estado de alarma había hecho el gobierno, así como las medidas (no) adoptadas en los meses y semanas previos al estallido de la pandemia.
A mí me parece que la oposición no esta solamente en el derecho, sino en la obligación de cuestionar al gobierno. Y tanto da que estemos en estado de alarma como que no. El estado de alarma no ha de suponer que se ponga fin al control del gobierno y a la posibilidad de preguntarle y cuestionarle. Si no es así ¿para qué sirve el parlamento?
Desconfío de esos planteamientos que pretenden que no digamos nada de momento hasta que no pase la pandemia... ¿por qué? ¿no será necesario hacer un análsisis riguroso de lo que se ha hecho hasta ahora, reconocer qué cosas se podían haber hecho mejor y a partir de ahí, todos juntos, ver cuáles son las medidas para salir de esto?
Pues no; porque el PSOE está extraordinariamente preocupado en construir un relato exculpatorio, y para eso necesita tiempo. Tiempo para poder montar lo que ya ha empezado a montar: que las culpas de todo vienen de los recortes (recortes que, por cierto, no son patrimonio exclusivo del PP); y tiempo también -es triste decirlo, pero me temo que es así- para que la situación en otros países se ponga tan mal o peor que la situación española, para así consolidar el mensaje de que a todos nos ha pillado esto con el pie cambiado.
¿Y el PP? Bueno, pues el PP apoya, de momento, las medidas orientadas a controlar la epidemia; pero no se le deja meter cuchara en las medidas económicas y, claro, en esas circunstancias pues no las apoya y el PSOE aprovecha para cargar contra él como si fuera el PP el culpable de todo lo que está pasando.
Cuando se está en la oposición hacer oposición al gobierno y cuando se está en el gobierno hacer oposición a la oposición.
Así pues no nos quedan más alternativas: o estamos divididos o habrá que decir que sí a todo lo que plantee el gobierno.
Susto o muerte.

sábado, 4 de abril de 2020

Siendo positivos

Vivimos una situación horrorosa, un drama mayúsculo y no creo que sea aconsejable endulzarlo. No creo que nos ayude excesivamente pretender verlo de una manera menos dura de la que realmente es. Ahora bien, en las situaciones más difíciles también hay destellos brillantes de una enorme humanidad; actitudes generosas, personas que se arriesgan y sacrifican; ejemplos que sería bueno seguir. A continuación me gustaría poner por escrito esas cosas positivas, lo que han aportado unos y otros en esta situación tan dramática; aunque nada más que sea para quc cuando vea las cosas de una manera diferente dentro de unos meses o unos años, tenga forma de volver a cómo lo veo ahora.

1- Sanitarios


El colectivo más reconocido. Desde hace semanas trabajan a destajo, hacen más horas de las que les tocaría, se han adaptado a funciones que no son las suyas propias, también han reestructurado servicios y hospitales, centros de atención primaria y unidades de información; todo ello para intentar salvar a todas las personas posibles.
Han trabajado sin la protección adecuada, teniendo que apartarse de sus familiares al volver a casa para evitar contagiarles la enfermedad que ellos podrían haber contraído sin saberlo. Conociendo de primera mano los peligros del virus han continuado trabajando sin mirar el listado de derechos a los que podrían acogerse. El resultado de ello es un número de contagiados enorme, el país del mundo con más sanitarios contagiados.
Su entrega y dedicación es encomiable y merece todo nuestro agradecimiento. Si hay un colectivo que tiene que ser cuidado una vez que acabe todo esto es el de los sanitarios.

2- Resto de personal esencial



Pero no se trata solamente de los sanitarios. Pienso muchas veces en los trabajadores de los supermercados. Con un grado grande de exposición al contagio, teniendo que trabajar en condiciones difíciles y con un público obviamente tenso y nervioso. No tienen el prestigio social de los sanitarios, no salimos a aplaudirlos; pero sin ellos no podríamos seguir en casa alimentándonos con lo que compramos en los establecimientos en los que trabajan. Lo mismo digo para transportistas, esenciales también en estos momentos y que también asumen un riesgo cierto de contagio. Además tienen que desarrollar su trabajo en condiciones más difíciles que las habituales (¿dónde comen? ¿dónde duermen? ¿dónde se asean?). Pensemos también en los conductores de autobuses o trenes, en los que se ocupan del mantenimiento de las instalaciones necesarias.
Por supuesto, también los policías, protección civil, ejército... asumen riesgos y seguro que pasan por el mismo temor que los sanitarios y el resto del personal en lo que se refiere al contagio a sus seres queridos. De nuevo un ejemplo de entrega.

3- Voluntarios



Quienes llevan la compra a los mayores u organizan las redes sociales para hacer mascarillas o batas. Los que utilizan impresoras 3D para hacer pantallas protectoras o respiradores. Quienes donan u organizan donaciones, quienes han puesto en contacto empresas diferentes para organizar producción de emergencia de aquello que es más necesario. En estas semanas hemos visto muchas iniciativas de este tipo y personas que dedican horas y esfuerzos a intentar ayudar a los demás. Sin figurar, sin esperar reconocimiento, tan solo porque creen que es necesario hacerlo, que es nuestra obligación hacer lo que podamos para salir de esta situación.



4- Trabajadores



Ha habido quienes han tenido que seguir yendo al trabajo, supongo que con la angustia de no saber si se contagiarían y transmitirían la enfermedad a sus seres queridos. Han seguido cumpliendo con sus obligaciones pese a la situación hasta que se deccretó el fin de todas las actividades que no fueran esenciales. Muchos se han pasado al teletrabajo. Es mi caso. En la Universidad hemos convertido la docencia en docencia a distancia. He comprobado cómo todos hacían esfuerzos por adaptarse a las exigencias de la situación sin que se vea perjudicada la formación de los alumnos. Nadie ha echado cuentas de que lo estamos haciendo con nuestros propios económicos, con nuestras conexiones de Internet particulares y dedicando más horas que las que dedicábamos. Ese ha de ser el espíritu y bien poco es comparado con lo que hacen sanitarios, el resto del personal esencial o los voluntarios.

5- Confinados



Estar confinado es siempre duro; pero hay también distintos grados. Hay personas que están solas. Eso es difícil, muy difícil. También hay familias con niños pequeños y en pisos no muy grandes. Eso es también muy complicado. Mantener tranquilos a niños en espacios reducidos por días y días no es fáicil y requiere mucha paciencia. Además, con los niños hay que echarles una mano con las tareas escolares, forzarles a mantener horarios... Luego hay que ayudar a los mayores cercanos. Dejarles la compra, estar preocupado aunque sea en la distancia.
Y luego hay las situaciones dramáticas: quienes caen enfermos y quienes mueren; quienes mueren en estas circunstancias, sin poder reunir a familias y amigos para dar esa despdida final, con esa congoja unida a la congoja. Durísimo pasarlo con dignidad y sobriedad. Durísimo hacer lo que toca pese al dolor, a la rabia, a la indignación.



6- Gobierno


Una vez que el virus se hubo extendido suficientemente nos impidió salir de casa y paralizó la actividad del país. Queda por ver en qué grado las medidas que ha aprobado y aprobará servirán para paliar los devastadores efectos de la terrible crisis económica en que nos ha metido

No se podía saber...

 Publicaciones en facebook del 8 al 15 de marzo de 2020