domingo, 30 de enero de 2022

La renovación del consenso... catalanista

La Fundación Rafael Campalans, del PSC organizó los días 28 y 29 de enero unas jornadas sobre la renovación del consenso lingüístico en Cataluña (puede consultarse el programa aquí). Asistí a la inauguración el viernes y a las dos primeras mesas. El sábado seguí por youtube la última mesa y la clausura (en el link anterior se encontrarán también los enlaces a los vídeos donde se recoge el contenido de las jornadas).
No dudo de la buena fe de los organizadores de este encuentro. En él hubo elementos interesantes; pero creo que debemos ser honestos y reconocer que más que unas jornadas para recuperar el consenso lingüístico en Cataluña eran más bien unas jornadas para la renovación del consenso catalanista. Lo explicó bien Jesús Rul en su intervención, que comparto un poco más abajo, cuando planteó que todo el acto no podía entenderse más que dentro del marco mental nacionalista y que, por tanto, no podía ser una base para buscar un auténtico consenso en la sociedad catalana.


Desde el principio nos dimos cuenta de que el eje no sería el consenso, sino el catalán. Ya en la intervención inicial de José Montilla quedó claro que de lo que se trataba era de ver cómo el catalán podría seguir siendo el eje de la sociedad catalana pese a la dificultad que planteaba la "judicialización" de la lengua en las escuelas. En la intervención de Montilla, por ejemplo, se insistió -en contra de la posición tremendista de otros sectores nacionalistas- en que el catalán gozaba de buena salud y se valoraron como positivas las cifras de personas que conocen el catalán y lo emplean, así como que cada vez más personas tuvieran el catalán como lengua inicial. En ese punto, significativamente, también se citó el dato de que eran menos las personas que tenían el castellano como lengua materna. No sé si deberíamos entender que ese también era un dato positivo. Dado el contexto, parece que así deberíamos considerarlo.
En las mesas que siguieron (hubo dos que no pude ver y no sé si en ellas me perdí algo que me pudiera hacer cambiar de opinión, me temo que no) no había representación de quienes discrepan directamente de los planteamientos nacionalistas; excepción hecha de la presencia de Fernando Sánchez Costa en la última mesa, donde defendió un planteamiento diferente, aunque sin poder eludir -me imagino que influido por el ambiente- un dato que no se corresponde en absoluto con la realidad: que en muchas escuelas catalanas ya se estaba aplicando el 25% de castellano. A esto se redujo la oposición a los planteamientos catalanistas en las mesas organizadas.
Es verdad que fuimos invitados algunos representantes de la "otra" Cataluña a estar entre el público. Así, Jesús Rul, quien pese a su reconocida competencia en temas escolares, habiendo sido director e inspector durante décadas y habiendo publicado varios libros sobre la materia, no tuvo papel en la mesa dedicada a la escuela, teniendo que limitarse a una pregunta -la que he compartido antes-, sin que, por tanto, se viera realmente reflejada la pluralidad de Cataluña en este tema. Otras personas que han estudiado el tema de la escuela en Cataluña como Jorge Calero o Álvaro Choi no estaban presentes, como tampoco asociaciones como Hablamos Español, Convivencia Cívica o Asociación por la Tolerancia.
Esto explica que los mantras clásicos del nacionalismo sobre el éxito del modelo de escuela catalana, la escuela como elemento de integración, etc. pudieran circular sin problemas. De hecho, había una clara coherencia en casi todos los mensajes. Intentaré explicarme.
Se partía -y no se discutía- en que la lengua escolar debía ser el catalán con carácter primordial, y que lo que había que hacer era tener sensibilidad hacia las lenguas que los niños traían de casa, incluido el castellano, claro. Se ponían ejemplos, por ejemplo, de cómo se podía, desde la lengua familiar, llevar al niño hasta el catalán; pero en ningún momento se planteó que lo que quieren muchos en Cataluña es que el español sea también esa lengua escolar que, junto con el catalán, sea percibida como lengua de encuentro y de referencia, dado el carácter oficial de ambas lenguas. Esta perspectiva estaba completamente ausente de los planteamientos de las mesas que pude seguir.
Esto conecta con otro elemento que me llamó la atención: la insistencia que se ponía en la actitud más que en las competencias. Parecía darse a entender que lo que se pretendía era que la escuela consiguiera inculcar una determinada actitud hacia el catalán (ya digo que el eje de las jornadas era el catalán, no otro, puede percibirse, incluso, en el hashtag usado por Illa para sus tweets sobre el evento "ParlemDelCatalà")

más que unas competencias que -se llegó a decir en algún momento- podían desalentar el uso del idioma. Creo que se entendía: lo fundamental era transmitir que la lengua de Cataluña era el catalán y que lo "normal" era utilizar siempre el catalán. El castellano no recibiría el tratamiento de una lengua extranjera (esta idea se repitió abundantemente); pero tampoco se explicó en qué se traduciría que el castellano no fuera considerado como una lengua más de las que se hablan en Cataluña y que, por tanto, merecía respeto y consideración.
En este buscar actitudes me apunté una frase que se dijo en la primera mesa y sobre la que me parece que deberíamos reflexionar: "Se ha de velar para que uso de la lengua catalana sea espontáneo".
En esta línea creo que no sorprenderá que el castellano estuviera ausente de las intervenciones. En la primera jornada no se usó hasta que yo tomé la palabra (pongo un poco más abajo el vídeo) y en la segunda solamente se lo oí a Fernando Sánchez Costa en una parte de su intervención. Por supuesto, que todo el mundo hable la lengua que quiere; pero deberíamos preguntarnos cómo es posible que en unas jornadas como éstas la lengua que se utiliza se aleje tanto de lo que es la utilización normal de las lenguas oficiales en Cataluña.
Como decía, yo también tuve oportunidad de formular una pregunta tras una mesa dedicada a temas jurídicos. En lo que se refiere al aspecto jurídico del tema, la posición generalizada durante todo lo que vi de las jornadas fue la de criticar la "judicialización" de la lengua en las escuelas y la reiteración de que no había un problema. En ningún momento se reflexionó sobre lo que implicaba que los tribunales hubieran declarado que durante décadas se habían vulnerado los derechos lingüísticos de los ciudadanos en las escuelas ni se hizo referencia a las campañas de acoso a quienes pedían el cumplimiento de la ley en materia escolar. Antoni Bayona, que era el único jurista que había en la mesa de juristas, se dedicó a intentar explicar que subterfugios se podían emplear para eludir la sentencia del 25% y sí que resultó interesante la intervención de Albert Branchadell, quien, pese a no ser jurista, hizo una intervención muy clara y precisa sobre el papel de la Carta Europea de las Lenguas Regionales o Minoritarias en este asunto. En mi intervención me referí a ambas cuestiones.


En definitiva, las jornadas han supuesto un notable esfuerzo para reconstruir el consenso catalanista; pero no pueden ser calificadas como un verdadero intento de construir el consenso lingüístico. Iremos a donde se nos invite, aunque sea de público y para poder hacer una intervención de 3 minutos tras escuchar educadamente un debate sesgado y falto de rigor en muchos casos; pero no llamaremos a eso una auténtica búsqueda del consenso, porque no lo es.

martes, 25 de enero de 2022

The Duke of York

 


Oh, thou, city of York! Wind freezes your walls. Under a grey sky, green fields around. How many deaths have your stones witnessed? How much blood have your land wet? Tell me about your people, about the peasants and craftsmen, about lovers and beggars, about marriages and burials, about children and old women telling sad stories to the priests.

Tell me about your dukes, the lords and their manors. Let me see them calling to war. Let me listen to young voices marching south; let me hear the screams; let me touch the tears of the wounded, smell the fragrance of the death.

Oh, thou, city of York! Open your cathedral's doors, music plays and horses neigh. A new duke has arrived and humble people cheer him on. The duke is a king's son. One day he will call to war and many will die for a crown, for a title, for a throne.

Lo anterior surgió como un comentario a la siguiente observación en Facebook de Jamie Mayerfeld:




sábado, 1 de enero de 2022

El conflicto catalán en una imagen

El Departamento de Educación del gobierno de la Generalitat ha presentado un cartel que se repartirá por todos los colegios de Cataluña. El cartel es éste:


Resume perfectamente el conflicto que se vive en Cataluña en relación a la lengua, un conflicto que no se limita a la escuela, pero que también se refleja en ella. Además, dada la importancia de la educación en cualquier sociedad, el enfrentamiento que aquí se produce es especialmente relevante. Conviene, por tanto, fijarse en lo que quiere transmitir la Generalitat en este cartel.

La idea esencial es clara, y coincide con un planteamiento nacionalista que es ya ampliamente conocido: la única lengua común de Cataluña debería ser el catalán. El resto de lenguas habladas en Cataluña serían aptas para la vida familiar, pero la única que debería recibir el máximo reconocimiento institucional sería el catalán, ya que solamente el catalán es la lengua "natural" de Cataluña. El castellano, de acuerdo con este planteamiento, se situaría en el mismo plano que cualquiera otra de las lenguas que se utilizan en Cataluña. El cartel responde a esta idea, pues el paraguas que cubre a todos los niños es el catalán; aquí, específicamente, la escuela en catalán; el catalán sería el idioma que permitiría comunicarse a quienes tienen otras lenguas maternas. Los niños que aparecen bajo el paraguas representarían algunas de estas lenguas. Así puede verse un signo chino (到), una "ñ", que identifica la lengua española; letras griegas, y lo que parece ser letras del punyabí, del árabe e, incluso, un corazón.

La propuesta nacionalista para Cataluña choca, sin embargo, con la realidad y la legalidad. En lo que se refiere a la primera, el caso es que las lenguas de Cataluña son dos (tres si incluimos el aranés): el catalán y el español. Y lo son desde hace siglos. No me detendré aquí en reiterar los múltiples testimonios de presencia del español en Cataluña desde la Edad Moderna y que desmienten que la situación actual sea consecuencia de los movimientos internos de población en España durante la segunda mitad del siglo XX; una tesis especialmente cara a los nacionalistas.
En la actualidad, más de la mitad de la población de Cataluña tiene el castellano como lengua materna, situándose muy por delante del catalán (52,7% de población de más de 15 años que tiene el castellano como lengua materna -inicial en la terminología de la Generalitat- frente a un 31,5% que tienen el catalán; un 2,8% manifiestan que tanto el catalán como el castellano son sus lenguas maternas). Por comparar con otros idiomas hablados en Cataluña, el chino es materno de un 0,4% de la población, y el árabe de un 2,2% de los catalanes.


De hecho, pocas dudas hay de que el castellano, junto con el catalán, es lengua de comunicación habitual, utilizada también como medio de comunicación entre personas que tienen lenguas maternas diferentes. Esta presencia del castellano incomoda a los nacionalistas, que no ocultan que el objetivo de que el catalán sea la única lengua común en Cataluña pasa porque sea la única que conoce todo el mundo. Es decir, pasa porque no todos los catalanes conozcan el castellano. La escuela monolingüe en catalán sería un elemento importante en este objetivo, al intentar que aquellos que tienen lenguas maternas diferentes del castellano, se escolaricen en catalán y, por tanto, asuman con naturalidad que esa es la única lengua común de los catalanes. Desde esta perspectiva, la presencia del castellano en la escuela como lengua de aprendizaje sería un obstáculo muy serio a ese propósito nacionalista, pues supondría un freno al nada disimulado intento de expulsarlo de la escuela y de la vida pública, reducido al mero papel de una lengua que ha de ser aprendida en las mismas condiciones que el inglés u otra lengua extranjera. El cartel que nos ocupa incide en la misma idea, al colocar al castellano en la misma posición que lenguas como el chino o el árabe, pese a que, como vemos, su presencia y relevancia en Cataluña no puede compararse con la de estos idiomas.

La propuesta nacionalista choca, por tanto, con la realidad; pero también con la legalidad; puesto que el español, a diferencia de las otras lenguas que salen en el cartel diferentes del catalán, es lengua oficial en Cataluña y, por tanto, no puede recibir el tratamiento de una lengua extranjera. Esta oficialidad genera, además, derechos lingüísticos; entre ellos el de recibir educación EN castellano, y no solamente DE castellano. El español, en tanto que lengua oficial, puede también ser utilizada por los ciudadanos en sus comunicaciones con la administración y tienen también el derecho a que la administración se comunique con él en español. La política nacionalista, sin embargo, pretende reducir ese derecho al mínimo mediante mil argucias, contando incluso con la complicidad del Síndic de Greuges, quien en vez de defender los derechos de los ciudadanos se ocupa de favorecer el mencionado plan nacionalista de exclusión del castellano de la vida pública.
El cartel que comentamos obvia completamente esta posición del castellano como lengua oficial y, por tanto, en una situación equivalente a la del catalán; para asumir sin complejos que el puesto del español en Cataluña se corresponde con el de lenguas extranjeras que son habladas en algunos casos por menos del 1% de la población.

Frente a este planteamiento, la alternativa es mantener sin complejos que el castellano es lengua también propia de Cataluña; esto es, lengua que debe tener reconocimiento institucional y educativo. Por eso, la escuela ha de ser en catalán y en castellano. Esto último no impide que la presencia del catalán sea superior a la del castellano, ni es un obstáculo a las políticas de promoción del catalán, pero siempre que esas políticas no se conviertan en políticas de exclusión del castellano. Desde esta perspectiva, el cartel debe ser rechazado porque no responde ni a la realidad de Cataluña ni a la posición legal del español como lengua oficial en Cataluña. Sería bueno que hubiera un posicionamiento claro de todas las fuerzas políticas porque en este tema no hay posibilidad de equidistancia: o se está de acuerdo con esta campaña que pretende trasladar a los niños la idea de que el castellano no es lengua común de los catalanes o se está en desacuerdo con ella y se recuerda que tanto el español como el catalán y el aranés han de ser consideradas como lenguas propias de Cataluña, sin que sea legítimo extranjerizar ninguna de ellas.

Es por esto que antes decía que el cartel ejemplifica perfectamente el conflicto que vivimos en Cataluña. Una Cataluña en la que la única lengua que tiene el máximo reconocimiento institucional o una Cataluña en la que el catalán y el castellano son consideradas como lenguas propias de los catalanes. Ese es el debate y, como decía, es preciso indicar a qué posición se adscriben las diferentes propuestas políticas para que los ciudadanos puedan optar por una u otra con total claridad.

Existe otra cuestión que ha de ser comentada.
El cartel está muy bien dibujado, la estructura y composición están cuidadas. El grupo de niños que aparecen bajo el paraguas está bien estructurado en lo que parecen cuatro columnas (una simbología que probablemente no es casual). Resulta, además, significativo que los niños que se vinculan a los respectivos idiomas no respondan -excepto uno, como veremos- a ningún estereotipo: color de la tez o del pelo, rasgos faciales... se alejan de los tópicos que pudiera haber en relación a los idiomas; lo que es, como digo, digno de elogio. Personalmente rechazo tópicos y estereotipos en estos temas y prefiero siempre insistir en que en la actualidad el mestizaje es cada vez más profundo a todos los niveles; lo que valoro de una forma muy positiva.
La estructura del dibujo parte de tres bloques de niños. En la parte izquierda y derecha hay tres (parte izquierda) y cuatro (parte derecha) niños a los que se les atribuye un idioma o símbolo. Cada grupo forma una especie de columna. En el centro hay otros ocho niños en dos columnas. En la parte baja hay tres niños más pequeños y con ellos otros cinco, que están aguantando el paraguas en el que se lee la palabra "català".
Antes decía que solamente había apreciado una excepción en lo que se refiere a la no correspondencia entre los rasgos físicos tópicos y los idiomas. El niño que se sitúa en la parte de abajo a la derecha y al que parece vincularse un carácter chino tiene rasgos que se relacionan con el estereotipo asiático. A su lado se encuentra una niña de tez oscura y que va en una silla de ruedas. A ésta a quien se atribuye la "ñ" que se identifica de manera inequívoca con la lengua española.
No hay nada de especial en que en el dibujo aparezcan personas con discapacidad. Al revés, lo considero también un acierto. Ahora bien, en este caso que coincida precisamente con la niña que se conecta con la lengua española me parece que no ha sido una buena idea.
Y no lo es, porque no podemos perder de vista que este cartel se inserta en una campaña más amplia en la que la Generalitat de oposición al cumplimiento de la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña que establece la necesidad de que un mínimo de un 25% de la docencia se imparta en castellano en todos los centros educativos de Cataluña. En el marco de esta campaña se ha planteado que las aulas con alumnos que hayan solicitado la enseñanza bilingüe se refuercen con profesores adicionales, dado que la necesidad de dar satisfacción a la petición de la enseñanza en catalán y en castellano se ve como un problema y se pretende afrontarla con las herramientas que se utilizan para atender la diversidad en las aulas. El vídeo que comparto a continuación es muy claro a este respecto.


Como puede apreciarse, la enseñanza bilingüe se presenta de forma explícita como un "mal" al que hay que buscar soluciones, y la vinculación entre la presencia de dos profesores en las aulas en las que la enseñanza se tenga que realizar en parte en castellano se conecta con las técnicas que se utilizan para atender la diversidad. La vinculación entre enseñanza no exclusivamente en catalán y la existencia de algún tipo de problema es clara. Es por esto que la coincidencia que se da en el cartel que comento entre el niño que se conecta con el idioma español y la presencia de algún tipo de discapacidad es especialmente torpe ya que podría ser interpretada como una forma de traer al cartel esta vinculación entre petición de la enseñanza en español y en catalán y existencia de un problema; una vinculación que desde siempre ha intentado el nacionalismo, que pretende que quien se aparta de la dogmática catalanista sufre algún tipo de carencia.
No hago un juicio sobre cuál era la intención del diseñador a la hora de componer el cartel; pero con intención o sin ella esta opción a la hora de representar los distintos idiomas que figuran en el mismo no hace más que profundizar en el carácter marcadamente sectario de un cartel que, como he intentado explicar da voz a un planteamiento político que no solamente choca con la realidad de Cataluña, sino también con la legalidad. Un cartel que pretende ser distribuido en todos los colegios y que, por tanto, pasará a ser parte del material que verán nuestros hijos en el entorno escolar.
No me extraña que ya haya iniciativas orientadas a impedir que con dinero de todos se apoyen planteamientos no solamente partidistas, sino contrarios a la ley y a los derechos lingüísticos de los ciudadanos, incluidos los menores.


Confío en que estas iniciativas den sus frutos. Estamos hartos del supremacismo nacionalista.
Hartos.


Si todo pasara en un año... o en una vida

Último día del año... cuando era niño esperaba al 31 de diciembre para rememorar toda la historia de la Tierra. En algún momento había leído uno de esos artículos en los que explicaba que si el Sistema Solar hubiera nacido el 1 de enero y toda su vida se concentrara en un solo año, los seres humanos apareceríamos el 31 de diciembre ya por la tarde, que nuestra especie no surgiría hasta que faltara media hora para acabar el año y que acontecimientos como en nacimiento de Jesucristo o el descubrimiento de América no se producirían más que unos pocos segundos antes las campanadas (hay que pensar que a esta escala cada segundo es más de un siglo).


El paso del tiempo es otro misterio, y las diferentes magnitudes en que se desenvuelve provocan vértigo. Hace poco le daba vueltas a la cantidad mínima de tiempo, el intervalo de Planck, que es el tiempo en el que un fotón, viajando a la velocidad de la luz, atraviesa una distancia igual a la longitud de Planck (la longitud de Planck es del orden de 10 elevado a -35 metros). Ese tiempo es del orden de 10 elevado a -44 segundos. Es decir, si ese tiempo de Planck fuera una décima de segundo (quizás el intervalo más corto que podemos aún apreciar en nuestra experiencia), un segundo serían... 10 elevado a 43 segundos. Para hacerse una idea, centenares de billones de billones de veces la edad de nuestro Universo. Completamente inimaginable; tan solo podemos intuir que en el Universo ocurren fenómenos que no podemos siquiera concebir a escalas que son completamente diferentes de las que manejamos nosotros.


El tiempo de Planck y lo que implica está creo que definitivamente fuera de las posibilidades que nos ofrece cualquier escala; pero en lo que se refiere a la vida de nuestro Sistema Solar quizás sí es posible intentar hacerse una idea mediante una escala; pero para eso no me quedaré con la que reduce la historia hasta el presente de nuestra estrella a un solo año. Prefiero otra en la que la vida de nuestro sol ocupa 80 años, más o menos como la vida media de una persona.
Esos 80 años han de representas 12.000 millones de años, que es, más o menos, la vida que se supone que tendrá nuestra estrella. En esta escala, por tanto, cada año son 150 millones de años. Cada día, por tanto, unos 400.000 años; cada hora, unos 17.000 años; cada segundo, casi 5 años.


En esa escala el Sol tendría ahora unos 30 años, podemos imaginarnos que mañana, 1 de enero de 2022, cumpliría 31 (nacido el 1 de enero de 1991, por tanto), y aún le quedarían casi otros 50 de vida.
Ahora bien, no en todos ellos la Tierra sería habitable. Lo veremos enseguida; pero antes veamos a esa escala algunos acontecimientos de nuestro pasado.
La vida en la Tierra habría aparecido pronto, hace aproximadamente 4000 millones de años, cuando el Sistema Solar tenía tan solo 3 años, hacia 1994. Sería, sin embargo, una vida sencilla hasta hace relativamente poco. Solamente hace unos 1000 millones de años; o sea, en nuestra escala hace tan solo 7 años, en 2014 aparecerían los primeros organismos pluricelulares. La explosión cámbrica no se daría hasta hace 500 millones de años; esto es, en el años 2017. Los dinosaurios aparecieron hace unos 250 millones de años (en abril de 2020) y se extinguieron (excepto las aves) hace 65 millones de años; es decir, a mediados de julio de 2021.
Los primeros seres humanos (Lucy y los australopitecos) son de hace unos 4 millones de años; o sea, ya de diciembre, y nuestra propia especie, el homo sapiens, habría surgido en África hace 200.000 años; esto es, el 31 de diciembre al mediodía. Tan solo hace 40.000 años (hacia las nueve de la noche), habríamos emigrado fuera de África, las pinturas de Altamira habrían sido realizadas un poco después de las 11 de la noche del 31 de diciembre, el nacimiento de Cristo se habría producido a las 23.53, la llegada de Colón a América después de las 23.58 y la Revolución Francesa ya en el último minuto del año. La Constitución de 1978 habría sido promulgada 8 segundos antes de acabara el año. Y si no nos detenemos aquí, cuando nos levantemos el 1 de enero ya estaremos más de 100.000 años en el futuro. Los madrugadores que se despierten, incluso el primer día del año, a las siete de la mañana estarán en el año 119.000. Quienes esperen hasta las diez ya saldrán de la cama en el 170.000. Para Reyes habrán pasado dos millones de años  y en junio estaremos 65 millones de años en el futuro; el mismo tiempo que ha transcurrido desde la extinción de los dinosaurios. ¿Existirá nuestra especie entonces? ¿Quién lo puede saber?; si así fuera estaríamos viviendo ahora un momento realmente excepcional, pues nos encontraríamos en los primeros 200.000 años de una historia que se extendería por millones más. Esto es, ahora sería el primer 0,4% de la historia de nuestra especie; el equivalente a los dinosaurios que vivieron hace 250 millones de años y que no sospechaban que a su especie aún le quedaban otros 190 millones de años de vida.





Aparte de lo anterior, lo cierto es que la historia que conocemos, desde el Paleolítico hasta la actualidad ocupa un brevísimo espacio en la vida del Sistema Solar; una hora en 30 años; y dentro de esa hora, la historia documentada ocuparía apenas 15 minutos. Ahora, como veíamos, podemos soñar que estamos viviendo un momento excepcional, el del nacimiento de una era humana que se extenderá por millones de años en el futuro (varios años en nuestra escala); pero démonos cuenta que en la historia de la Tierra nuestra especie apenas ha ocupado una fracción mínima de su tiempo (un 0,1% si contamos todas las especies humanas, un 0,005% si contamos nuestra propia especie; y poco más de un 0,0001% si contamos la historia escrita). No existen indicios que nos lleven a pensar que el conjunto de  nuestra historia como especie alcance una magnitud diferente. Siempre estaríamos hablando de unas pocas horas, días a lo sumo. Ahora bien, también es justo reconocer que lo anterior es una especulación, porque no hay manera de saber cuánto se extenderá en el tiempo la presencia de nuestra especie en la Tierra; aunque con el límite que se deriva de la propia finitud de la Tierra, que dejará de ser habitable, como mucho en mil millones de años.
En nuestra escala 1000 millones de años son 6 años; esto es, cuando el Sol tenga 37 años y aún no haya alcanzado la mitad de su vida la Tierra dejará de ser un planeta habitable. Nuestra huella en la Tierra desaparecerá irremediablemente.


De todas formas, el calentamiento del Sol, que llevará a que la Tierra deje de ser habitable, puede hacer que otros planetas que ahora no lo son cambien radicalmente. Quienes existan entonces, en ese futuro lejano (si, cambiando de imagen, suponemos que un año es un milímetro, las pirámides de Egipto están a cuatro metros tras nosotros, mientras que ese futuro en el que la Tierra dejará de ser habitable por el aumento de la energía que emite el Sol sucederá mil kilómetros por delante de nosotros. En esta escala, una vida humana son menos de diez centímetros) podrían, quizás asentarse en Marte o en alguna de las lunas de Júpiter. A medida que pasen los años y el Sol aumente de tamaño tendrían que ir desplazándose a planetas cada vez más externos al Sistema Solar. Cuando el Sol se convierta en una estrella del tipo gigante roja, con un diámetro que llegará a la órbita actual de la Tierra, tan solo los objetos situados más allá de Neptuno pueden tener posibilidades de albergar vida semejante a la nuestra. Eso sucederá en más de 7000 millones de años; esto es, en nuestra escala, dentro de más de 45 años, hacia el año 2067, cuando ya le quede muy poco tiempo al Sol para vivir, apenas unos pocos años.
Hacia el año 2071 (en nuestra escala) el Sol moriría, convirtiéndose en una enana blanca y haciendo que el Sistema Solar colapse.
El Universo existía antes que el Sol (en nuestra escala el Universo habría nacido en 1930, más de 60 años antes que el Sol) y puede extenderse hacia el futuro sin que sepamos cuál podría ser su límite. En medio de esos años, más de un siglo, nuestra especie habría ocupado tan solo un día, un día entre decenas de miles; y la mayor parte de ese tiempo correspondería a los miles de años que precedieron a la historia escrita. Todo aquello que conocemos a través de crónicas, literatura, mitos o historias quedaría reducido a unos minutos en medio de varios siglos.
El tiempo nos rodea como un desierto rodea a un oasis.