El Departamento de Educación del gobierno de la Generalitat ha presentado un cartel que se repartirá por todos los colegios de Cataluña. El cartel es éste:
Resume perfectamente el conflicto que se vive en Cataluña en relación a la lengua, un conflicto que no se limita a la escuela, pero que también se refleja en ella. Además, dada la importancia de la educación en cualquier sociedad, el enfrentamiento que aquí se produce es especialmente relevante. Conviene, por tanto, fijarse en lo que quiere transmitir la Generalitat en este cartel.
La idea esencial es clara, y coincide con un planteamiento nacionalista que es ya ampliamente conocido: la única lengua común de Cataluña debería ser el catalán. El resto de lenguas habladas en Cataluña serían aptas para la vida familiar, pero la única que debería recibir el máximo reconocimiento institucional sería el catalán, ya que solamente el catalán es la lengua "natural" de Cataluña. El castellano, de acuerdo con este planteamiento, se situaría en el mismo plano que cualquiera otra de las lenguas que se utilizan en Cataluña. El cartel responde a esta idea, pues el paraguas que cubre a todos los niños es el catalán; aquí, específicamente, la escuela en catalán; el catalán sería el idioma que permitiría comunicarse a quienes tienen otras lenguas maternas. Los niños que aparecen bajo el paraguas representarían algunas de estas lenguas. Así puede verse un signo chino (到), una "ñ", que identifica la lengua española; letras griegas, y lo que parece ser letras del punyabí, del árabe e, incluso, un corazón.
La propuesta nacionalista para Cataluña choca, sin embargo, con la realidad y la legalidad. En lo que se refiere a la primera, el caso es que las lenguas de Cataluña son dos (tres si incluimos el aranés): el catalán y el español. Y lo son desde hace siglos. No me detendré aquí en reiterar los múltiples testimonios de presencia del español en Cataluña desde la Edad Moderna y que desmienten que la situación actual sea consecuencia de los movimientos internos de población en España durante la segunda mitad del siglo XX; una tesis especialmente cara a los nacionalistas.
En la actualidad, más de la mitad de la población de Cataluña tiene el castellano como lengua materna, situándose muy por delante del catalán (52,7% de población de más de 15 años que tiene el castellano como lengua materna -inicial en la terminología de la Generalitat- frente a un 31,5% que tienen el catalán; un 2,8% manifiestan que tanto el catalán como el castellano son sus lenguas maternas). Por comparar con otros idiomas hablados en Cataluña, el chino es materno de un 0,4% de la población, y el árabe de un 2,2% de los catalanes.
La propuesta nacionalista choca, por tanto, con la realidad; pero también con la legalidad; puesto que el español, a diferencia de las otras lenguas que salen en el cartel diferentes del catalán, es lengua oficial en Cataluña y, por tanto, no puede recibir el tratamiento de una lengua extranjera. Esta oficialidad genera, además, derechos lingüísticos; entre ellos el de recibir educación EN castellano, y no solamente DE castellano. El español, en tanto que lengua oficial, puede también ser utilizada por los ciudadanos en sus comunicaciones con la administración y tienen también el derecho a que la administración se comunique con él en español. La política nacionalista, sin embargo, pretende reducir ese derecho al mínimo mediante mil argucias, contando incluso con la complicidad del Síndic de Greuges, quien en vez de defender los derechos de los ciudadanos se ocupa de favorecer el mencionado plan nacionalista de exclusión del castellano de la vida pública.
El cartel que comentamos obvia completamente esta posición del castellano como lengua oficial y, por tanto, en una situación equivalente a la del catalán; para asumir sin complejos que el puesto del español en Cataluña se corresponde con el de lenguas extranjeras que son habladas en algunos casos por menos del 1% de la población.
El cartel que comentamos obvia completamente esta posición del castellano como lengua oficial y, por tanto, en una situación equivalente a la del catalán; para asumir sin complejos que el puesto del español en Cataluña se corresponde con el de lenguas extranjeras que son habladas en algunos casos por menos del 1% de la población.
Frente a este planteamiento, la alternativa es mantener sin complejos que el castellano es lengua también propia de Cataluña; esto es, lengua que debe tener reconocimiento institucional y educativo. Por eso, la escuela ha de ser en catalán y en castellano. Esto último no impide que la presencia del catalán sea superior a la del castellano, ni es un obstáculo a las políticas de promoción del catalán, pero siempre que esas políticas no se conviertan en políticas de exclusión del castellano. Desde esta perspectiva, el cartel debe ser rechazado porque no responde ni a la realidad de Cataluña ni a la posición legal del español como lengua oficial en Cataluña. Sería bueno que hubiera un posicionamiento claro de todas las fuerzas políticas porque en este tema no hay posibilidad de equidistancia: o se está de acuerdo con esta campaña que pretende trasladar a los niños la idea de que el castellano no es lengua común de los catalanes o se está en desacuerdo con ella y se recuerda que tanto el español como el catalán y el aranés han de ser consideradas como lenguas propias de Cataluña, sin que sea legítimo extranjerizar ninguna de ellas.
Es por esto que antes decía que el cartel ejemplifica perfectamente el conflicto que vivimos en Cataluña. Una Cataluña en la que la única lengua que tiene el máximo reconocimiento institucional o una Cataluña en la que el catalán y el castellano son consideradas como lenguas propias de los catalanes. Ese es el debate y, como decía, es preciso indicar a qué posición se adscriben las diferentes propuestas políticas para que los ciudadanos puedan optar por una u otra con total claridad.
Existe otra cuestión que ha de ser comentada.
El cartel está muy bien dibujado y los colores y la composición están cuidados. El grupo de niños que aparecen bajo el paraguas está bien estructurado en lo que parecen cuatro columnas (una simbología que probablemente no es casual). Resulta, además, significativo que los niños que se vinculan a los respectivos idiomas no respondan -excepto uno, como veremos- a ningún estereotipo: color de la tez o del pelo, rasgos faciales... se alejan de los tópicos que pudiera haber en relación a los idiomas; lo que es, como digo, digno de elogio. Personalmente rechazo tópicos y estereotipos en estos temas y prefiero siempre insistir en que en la actualidad el mestizaje es cada vez más profundo a todos los niveles; lo que valoro de una forma muy positiva.
La estructura del dibujo parte de tres bloques de niños. En la parte izquierda y derecha hay tres (parte izquierda) y cuatro (parte derecha) niños a los que se les atribuye un idioma o símbolo. Cada grupo forma una especie de columna. En el centro hay otros ocho niños en dos columnas. En la parte baja hay tres niños más pequeños y con ellos otros cinco, que están aguantando el paraguas en el que se lee la palabra "català".
Antes decía que solamente había apreciado una excepción en lo que se refiere a la no correspondencia entre los rasgos físicos tópicos y los idiomas. El niño que se sitúa en la parte de abajo a la derecha y al que parece vincularse un carácter chino tiene rasgos que se relacionan con el estereotipo asiático. A su lado se encuentra una niña de tez oscura y que va en una silla de ruedas. A ésta a quien se atribuye la "ñ" que se identifica de manera inequívoca con la lengua española.
No hay nada de especial en que en el dibujo aparezcan personas con discapacidad. Al revés, lo considero también un acierto. Ahora bien, en este caso que coincida precisamente con la niña que se conecta con la lengua española me parece que no ha sido una buena idea.
Y no lo es, porque no podemos perder de vista que este cartel se inserta en una campaña más amplia en la que la Generalitat de oposición al cumplimiento de la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña que establece la necesidad de que un mínimo de un 25% de la docencia se imparta en castellano en todos los centros educativos de Cataluña. En el marco de esta campaña se ha planteado que las aulas con alumnos que hayan solicitado la enseñanza bilingüe se refuercen con profesores adicionales, dado que la necesidad de dar satisfacción a la petición de la enseñanza en catalán y en castellano se ve como un problema y se pretende afrontarla con las herramientas que se utilizan para atender la diversidad en las aulas. El vídeo que comparto a continuación es muy claro a este respecto.
Como puede apreciarse, la enseñanza bilingüe se presenta de forma explícita como un "mal" al que hay que buscar soluciones, y la vinculación entre la presencia de dos profesores en las aulas en las que la enseñanza se tenga que realizar en parte en castellano se conecta con las técnicas que se utilizan para atender la diversidad. La vinculación entre enseñanza no exclusivamente en catalán y la existencia de algún tipo de problema es clara. Es por esto que la coincidencia que se da en el cartel que comento entre el niño que se conecta con el idioma español y la presencia de algún tipo de discapacidad es especialmente torpe ya que podría ser interpretada como una forma de traer al cartel esta vinculación entre petición de la enseñanza en español y en catalán y existencia de un problema; una vinculación que desde siempre ha intentado el nacionalismo, que pretende que quien se aparta de la dogmática catalanista sufre algún tipo de carencia.
No hago un juicio sobre cuál era la intención del diseñador a la hora de componer el cartel; pero con intención o sin ella esta opción a la hora de representar los distintos idiomas que figuran en el mismo no hace más que profundizar en el carácter marcadamente sectario de un cartel que, como he intentado explicar da voz a un planteamiento político que no solamente choca con la realidad de Cataluña, sino también con la legalidad. Un cartel que pretende ser distribuido en todos los colegios y que, por tanto, pasará a ser parte del material que verán nuestros hijos en el entorno escolar.
No me extraña que ya haya iniciativas orientadas a impedir que con dinero de todos se apoyen planteamientos no solamente partidistas, sino contrarios a la ley y a los derechos lingüísticos de los ciudadanos, incluidos los menores.
Confío en que estas iniciativas den sus frutos. Estamos hartos del supremacismo nacionalista.
Hartos.
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