lunes, 29 de marzo de 2010

Caballos

Los caballos cagaban levantando las colas en arco, formando un círculo imperfecto cerca de los árboles. Los alaridos eran insoportables; pero no parecían afectar a los animales, que olisqueaban el aire frío del crepúsculo con indiferencia. Los jinetes hablaban quedamente entre sí, acercándose o alejándose con leves movimientos de las riendas o rozando los costados de sus monturas. Los gorros de piel acentuaban lo oscuro de las pupilas, el brillo de la mirada. Alguno escupía con parsimonia, intentando esquivar las valiosos botas de montar; el arco, el carcaj y el sable repiqueteaban sobre la grupa; metal y cuero curtido en la quietud del bosque y la estepa. Una bandada de gorriones cruzaba el cielo gris; volaban como siempre lo habían hecho las bandadas de gorriones, tal como seguirían haciéndolo cuando todos los que entonces vivían ya hubiesen muerto.
Los alaridos cesaron. Se hizo el silencio en la pradera y en el bosque. Los restos del príncipe ruso teñían de rojo la hierba. La primavera se acercaba, era hora de regresar, de abandonar aquella tierra devastada. Hacía frío y se sentían bien, tan bien como sólo pueden estar los vencedores, los vencedores en todas las batallas.

domingo, 28 de marzo de 2010

Es verdad ¡qué aburrida es la Fórmula 1!

Perogrullada de campeonato lo de que la velocidad es consustancial a la Fórmula 1; pero es que es verdad; y no sólo por lo rápido que van los coches, sino por lo poco que tardan en desaparecer los argumentos. Han bastado quince minutos de carrera hoy para que todo el debate sobre si las nuevas reglas hacían la Fórmula 1 más aburrida desaparecieran como por ensalmo.
Hace quince días decía que me parecía que las nuevas reglas favorecerían los adelantamientos. Durante estas dos últimas semanas casi todo el mundo se quejó de lo contrario, de lo aburridas que resultarían las carreras, y hoy han bastado diez vueltas para que todos nos diéramos cuenta de que de aburrimiento, nada. No sé cuántos adelantamientos, cambios de situación y luchas enconadas a lo largo de la hora y media larga de carrera ¡fantástico!
Bien es verdad que la lluvia siempre ayuda; pero sería un error pretender que solamente la lluvia explica lo que ha pasado. La clave está en la nueva regla que prohibe los repostajes. Al no tener que parar para llenar el depósito las entradas en boxes se limitan a los cambios de neumáticos. Forzosamente, salvo en las carreras de mojado, habrá que hacer uno, ya que es obligatorio usar los dos tipos de gomas que aporta el fabricante; pero, a partir de ahí, se puede jugar con introducir un cambio más y ser agresivo en la conducción o, por el contrario, conducir de una forma "más fina" con el fin de ahorrarse la parada en boxes. Hay que calcular si lo que se pierde en la parada (entre veinte y treinta segundos) se compensa con la mayor velocidad que se puede conseguir con neumáticos menos usados. Hoy pudimos asistir a una prueba extrema de este juego: como la carrera se declaró de lluvia ya no era preciso utilizar los dos tipos de neumático de seco (el blando y el duro). A mayor libertad, mayor espectáculo ya que algunos pilotos (Button y los Ferrari, entre otros) optaron por aguantar con un sólo juego de neumáticos de seco desde que dejó de llover hasta el final de la carrera. Esto hizo que en la parte final los coches más rápidos (los que habían cambiado el neumático entre las vueltas 25 y 35) estuvieran por detrás de los coches más lentos (los que no habían entrada a hacer un segundo cambio y tenían las ruedas mucho más gastadas). Este es el ABC del espectáculo automovilístico: que los rápidos estén detrás y los lentos delante, y esto es lo que se puede conseguir con la nueva normativa.
Creo, por tanto, que se va viendo que el cambio de las reglas no estaba mal pensado, incidir en el neumático para que aumente el espectáculo es una buena idea. Y si se mira bien, es lógico. Las ruedas son el elemento más importante del coche, más que el motor, porque yo ya he visto a un piloto empujar a su coche sin gasolina con el fin de cruzar la meta. Sin motor se puede competir, sin ruedas es imposible. Además, dentro de la sofisticadísima Fórmula 1 los neumáticos son comparativamente baratos en relación a la incidencia que tienen en la velocidad del coche. Cuando hace años había dos suministradores de neumáticos (Michelín y Bridgestone) Montezemolo (Ferrari, Bridgestone) se quejaba de que la Fórmula 1 se había convertido en un campeonato de neumáticos y no de coches. De un neumático a otro podía haber un segundo de diferencia por vuelta. Conseguir una diferencia de un segundo a base de mecánica y aerodinámica es una proeza prácticamente imposible. Si ya no estamos hablando de diferentes marcas de neumáticos sino de duros o blandos, o nuevos y gastados, las diferencias pueden ser de dos, tres, cuatro segundos.
Esto es lo que estamos viendo con las nuevas reglas: las diferencias entre gomas hacen que los adelantamientos sean posibles. Ahora bien, creo que la carrera de Australia nos deja otra lección. Si no hubiera habido lluvia no hubiéramos visto un espectáculo como el que hemos visto, y no por lo que sucedió en las seis o siete vueltas en que llovió. Lo importante es que, como decía hace un momento, al declararse la carrera en agua ya no hubo necesidad de "calzar" el neumático duro y unos cuantos pilotos pudieron arriesgarse a hacer toda la carrera con un sólo juego de neumáticos. Sin la lluvia todas las estrategias hubieran sido muy parecidas, la lluvia permitió que compitieran entre sí quienes optaron por cuidar neumáticos y llegar al final (chapeau aquí para Button, que aguantó ¡52 vueltas! con el neumático blando) y los que optaron por una conducción más agresiva a costa de tener que hacer un cambio adicional de gomas. En vista de lo visto quizás fuera bueno dejar libertad a los pilotos para utilizar los neumáticos que deseen; como si quieren probar a hacer toda la carrera sin cambiar ruedas. Habrá circuitos en los que esto no sea posible, pero visto lo de Australia podríamos encontrarnos con pilotos que optan por escoger el compuesto más duro posible e intentar llegar al final con él ahorrándose así veinticinco segundos de parada en boxes.
En fin, que esta temporada tiene muy buenas perspectivas. A ver qué pasa en Malasia.

domingo, 14 de marzo de 2010

¡Qué pena lo del tubo de escape!

Han vuelto Ferrari y Fernando Alonso. Doblete de Ferrari en la primera victoria de Alonso desde hacía más de un año. El equipo rojo vuelve por donde solía y parece que tendremos un campeonato en el que los grandes serán Ferrari, McLaren y Red Bull, con, quizás, la posibilidad de que Mercedes se una a la fiesta. Se trata de solamente una carrera, es cierto; pero ya existen algunos datos que pueden marcar tendencia.
Lo primero es que el mejor coche en conjunto es el Ferrari. Han dominado al resto de rivales con superioridad aplastante, ni los McLaren ni los Mercedes han podido estar a la altura del equipo de Maranello; y tampoco los Red Bull. A mi me parece que, pese a que la pole fue para Vettel y la victoria es probable que hubiera sido también para él de no tener el problema del tubo de escape, Red Bull están un paso por detrás de Ferrari. ¿En qué me baso? Se ha dicho más de una vez que el valor de un coche lo da su segundo piloto, y, por tanto, el valor del Red Bull nos lo ha de dar el resultado de Webber; y Webber tan sólo pudo ser sexto en la calificación ¡a más de un segundo de Massa! En carrera fue octavo, con la tercera vuelta rápida; aunque también a más de un segundo (1,2 en concreto) de la vuelta rápida de Fernando Alonso.
En definitiva, que Ferrari comienza con ventaja y, sin embargo, Vettel estuvo a punto de ganar la partida ¿cómo puede ser eso? pues porque Vettel es un absoluto fuera de serie (y esta es la segunda constatación relevante); el piloto más rápido ahora mismo (y soy alonsista, que conste). El sábado su vuelta de calificación en la Q3 fue para verla. En televisión la dieron en cámara subjetiva y Marc Gené, que la comentaba para televisión confirmaba que estábamos ante algo extraordinario: una vuelta al límite sin cometer ningún error; un piloto lanzado como un vendaval y tan preciso como un robot quirúrgico; un piloto que con un coche inferior es capaz de mantener a raya a los dos Ferrari; en definitiva, una estrella, tal como se sabía desde, al menos, su victoria en Monza. En algunas ocasiones le han denominado el nuevo Schumacher, por aquello de que también es alemán; pero a mi me recuerda mucho más a Ayrton Senna, un piloto rápido, muy rápido, brillante, que destellaba con una sonrisa de niño malo y bueno a la vez que vuelvo a ver en el perenne buen humor de Sebastian Vettel.
El mundial, por tanto, promete. Vettel enfrentándose a los Ferrari y, quizás, derrotándolos. Si McLaren y Mercedes aprietan y se acercan a los de Maranello podremos tener un campeonato muy divertido. Además las nuevas reglas, con la prohibición del repostaje, favorecerán el espectáculo. La calificación se hace con todos en igualdad de condiciones y la degradación de los neumáticos permitirá, quizás, más adelantamientos que en temporadas anteriores.

jueves, 4 de marzo de 2010

El fin del canibalismo

De siempre he sentido curiosidad por el origen y sentido de los tabúes. Quizás por ello sorprendo a veces a mis amigos preguntándoles si saben la razón de la prohibición del canibalismo. Me suelen mirar como si fuera un salvaje, como si la simple duda sobre un punto semejante me convirtiera en potencial caníbal, o como si fuera indecoroso buscar razones para algo tan "evidente". Es claro que esto no satisface mi curiosidad; pero el otro día se me ocurrió una posible explicación que, supongo, es por casi todos sabida o, de lo contrario, habrá sido ya refutada en mil ocasiones. En cualquier caso, como para estas cosas cree este blog paso a detallar mi hipótesis.
Creo que la explicación de la prohibición del canibalismo se relaciona con el paso de la economía paleolítica a la neolítica. De hecho, existen testimonios de que en el Paleolítico se practicaba el canibalismo y, sin embargo, en las culturas históricas esta práctica está, como todos sabemos, generalmente prohibida y, además, proscrita por las costumbres sociales, la ética y la religión. Quizás este cambio esté vinculado al hecho de que en la economía paleolítica los excedentes que generaba el trabajo de cada concreto individuo eran reducidos. Esto es, cada persona dedicaba la mayor parte del tiempo a buscarse su propio sustento (mediante la recolección y la caza) y los escasos excedentes que podía generar eran difícilmente almacenables y, por tanto, aprovechables para otros. En el Neolítico, en cambio, al desarrollarse la agricultura y la ganadería resultaba que cada individuo podía generar excedentes que podían ser aprovechados por otros, lo que permitió la estratificación de la sociedad, creándose una casta superior que vivía de los excedentes que generaban los campesinos.
¿Qué tiene que ver lo anterior con el canibalismo? Pues que en una cultura paleolítica resulta que lo más eficiente que puede hacerse con un enemigo vencido es comérselo, pues no es rentable mantenerlo como esclavo. En el Neolítico, en cambio, el canibalismo es un desperdicio inasumible, porque es mucho más el alimento que puede generar un enemigo vencido convertido en esclavo que el que resulta de comerse su carne. En este contexto, aquellas sociedades que hubiesen generado la prohibición del canibalismo serían más eficientes que aquellas otras que mantuviesen la costumbre de comerse a los enemigos derrotados. Cuanto más intensa fuera el tabú contra el canibalismo más eficiente sería la sociedad. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que las víctimas más apetecibles como alimento (los más jóvenes) serían, al mismo tiempo, aquellos cuyo rendimiento como mano de obra resultaba menos evidente, por tener que mantenerlos durante unos años hasta que pudieran ser realmente útiles. En estas circunstancias un tabú muy intenso favorecería que no se desperdiciaran esos recursos futuros por una satisfacción presente.
En fin, que a mi me gusta esta hipótesis; pero ¿será cierta?

lunes, 1 de marzo de 2010

Parecidos







¿No hay un extraño parecido entre Julio Cortázar y Ernesto Guevara? Hay que tener en cuenta que en la foto que aquí aparece Cortázar tenía unos 50 años, mientras que la de Ernesto Guevara fue tomada cuando era un joven de 22 años.