Hace poco leía que Andrés Trapiello publicará una versión de "El Quijote" adaptada al lenguaje moderno. Un comentario de Manuel Arenas en Facebook al hilo de la noticia me hizo recordar un cuento de Borges, "Pierre Menard, autor del Quijote". Y éste me llevó a la pequeña historia, escrita de corrido, que comparto a continuación:
"En el siglo XXI a un escritor -démosle
provisionalmente este título- se le ocurre que reescribir “El Quijote” en
términos familiares para el lector actual sería una buena idea para acercar la obra
de Cervantes a quienes la rechazan por las dificultades de comprensión que
resultan de las muchas palabras y expresiones en desuso que utiliza la novela.
Decidido a emprender la difícil tarea,
lee y relee “El Quijote” hasta asumirlo como propio. Durante meses vuelve al
texto cervantino y se familiariza no solo con la trama y personajes, sino con
cada frase, cada palabra, cada giro. Lectura tras lectura siente cercanas a sí
las peripecias de Don Quijote y Sancho, sus aventuras y emociones. Así hasta
que se cree preparado para la empresa. En la mañana de un día de primavera
enciende el ordenador y con un ejemplar del Quijote cerca comienza a escribir.
Va cambiando aquí y allí una y otra palabra y avanza sin grandes dificultades.
A la noche, cansado, decide tomarse una copa después de la cena y recrear la
satisfacción por el trabajo que ha hecho.
Con un whisky en la mano piensa en “El
Quijote” y en su personal propósito de conseguirle nuevos lectores. Imagina
cómo sería Alonso Quijano si hubiera nacido en el siglo XX y sus aventuras se
desarrollaran en el XXI. La idea surge como un relámpago y vuelve al ordenador.
Lo enciende y comienza a escribir. Una mujer que anda por los sesenta años, recién
jubilada, entusiasta y generosa, decide convertirse en cooperante en una ONG
que ayude a los refugiados en África. Se prepara para su aventura y decide
marchar a un país pobre y desconocido, tan solo acompañada por su amiga de
cartas de los jueves, una mujer práctica que acepta la disparatada propuesta de
la protagonista.
Escribe página y páginas hasta caer
dormido. Guarda su trabajo y se va a la cama. Al día siguiente continúa con la
reescritura del Quijote, pero al llegar la noche retoma la novela de las dos
mujeres que desean ser cooperantes.
Pasan los meses y ambas tareas van
avanzando. El Quijote adaptado ya está casi completado y debe volver a él.
Relee y va cambiando una palabra aquí y otra allí. Es un buen trabajo, pero en
ocasiones le falta naturalidad o no tiene la suficiente capacidad de
sugerencia. La labor de revisión se alarga y le va cansando. Tachaduras,
enmiendas, vueltas atrás. Por fortuna, la noche le da la alegría de continuar
la historia de las dos sesentonas que cada vez tiene más vida. Los personajes
crecen, las situaciones se enredan, el estilo se aclara, el ingenio brota...
Vive dos vidas, la de creación a la noche
y la de recreación a la mañana. El sufrimiento de la tarea tediosa durante el
día se va, sin embargo, atemperando cuando cree finalmente haber encontrado el
estilo adecuado. Las palabras surgen con naturalidad y las frases se cierran
sin aspereza. Siente cómo el trabajo avanza a la vez que la novela de la noche
va llegando a su final.
Finalmente, un día da por concluida la
labor de recreación del Quijote: el libro está perfecto, acabado, natural. Abre
de nuevo, por primera vez en muchos meses, el texto de Cervantes para
compararlo con el suyo. Sigue uno y otro con un ligero estremecimiento. Continúa leyendo hasta que pasa la hora de comer y la de cenar, prosigue su lectura como
hipnotizado durante días. A medida que lee su cabello se va volviendo blanco.
Ha llegado al final. Ni una sola palabra
diferencia el texto original del que él ha escrito. Bueno, una sí. El
"Vale" con el que concluye el texto ha sido sustituido por la palabra
"Fin". Es el único cambio en toda la obra. Después de meses de
trabajo ha conseguido reescribir El Quijote. Pareciera una broma sobrenatural.
Desesperado busca el otro documento, el
de la novela que ha ido escribiendo por las noches, el fruto verdadero de su
esfuerzo. Imposible dar con él. Repasa una por una todas las carpetas del disco
duro. En ninguna de ellas está la historia de las dos sesentonas.
¿Será que el documento solamente aparece
por la noche, cuando fue escrito? Espera irracional a que caiga la noche, se
sirve un whisky, aguarda.
Se queda frente al ordenador esperando la
materialización del documento, mirando la pantalla, ocupada en su
totalidad por el color blanco de un documento nuevo de word.
Nada sucede. Se queda dormido y sueña,
sueña que escribe una novela sobre dos sesentonas que recrean todo lo que es y
ha sido, donde se ven reflejadas todas las personas y donde todos encontrarán
motivos para reír, llorar, reflexionar. Sueña que escribe la novela de su vida,
de la vida de muchas personas. Sueña hasta despertar y darse cuenta que ha
volcado el whisky, que la pantalla blanca continúa impertérrita y que no existe
ninguna gran novela sobre sesentonas. Ante sí, tan solo El Quijote
laboriosamente recreado palabra por palabra, frase por frase.
No le tiembla el pulso cuando da la orden
de borrar el documento y, a continuación, vaciar la papelera.
Con cierta autosatisfacción piensa que no
se requeriría más valor para pegarse un tiro."
1 comentario:
Genial, me ha entretenido sobre manera, muy buen estilo el tuyo.
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