domingo, 14 de abril de 2024

Votar en conciencia el 12 de mayo

Hace unos días, teníamos en casa una conversación sobre qué votar. No en relación al partido concreto al que apoyar, sino sobre los principios que deberían seguirse a la hora de decidirlo. Planteé que debería votarse al partido cuyos planteamientos coincidían más con los propios. A esto se me replicó que sería preferible votar a quien tuviera más oportunidades de obtener un buen resultado (el "voto útil" de toda la vida, vaya). Rechacé esa aproximación argumentando que como ciudadanos, al votar, teníamos la responsabilidad de configurar un resultado que se acercara lo máximo posible a lo que realmente pensaba el conjunto de la sociedad, y que para hacer eso era necesario votar en conciencia; esto es, votar -como había adelantado- el proyecto que más se acercara a los planteamientos propios y no especular con el resultado que pudieran obtener unos y otros. No lo dije, pero podría añadir que el día de las elecciones, a las nueve de la mañana, todos los partidos tienen los mismos votos: cero; y que el resultado final es consecuencia de lo que hacemos ese día el conjunto de votantes, no de otra cosa. Si todos votamos lo que realmente queremos lo que resulte al final del día reflejara lo que es la sociedad; si cambiamos nuestro voto en función de planteamientos aparentemente estratégicos, distorsionamos el resultado final.
Por esta razón, el próximo 12 de mayo, en las elecciones autonómicas, de nuevo votaré a Cs. De los diferentes partidos que concurren a las elecciones es el que más se acerca a lo que sería mi programa electoral ideal.

¿Por qué?

En primer lugar, por su oposición radical, convencida, continuada y sin fisuras al nacionalismo. Desde mi perspectiva, el daño que el nacionalismo ha hecho a Cataluña y a los catalanes es difícilmente mensurable. Los acontecimientos de 2017 y 2019 son conocidos por todos; pero a esto se añade la sistemática exclusión del español en el sistema educativo y en la administración, la utilización partidista de las instituciones, los incumplimientos legales, el desacato a las sentencias y el ataque a la independencia judicial. El nacionalismo aspira a la transformación de la sociedad catalana realmente existente en otra cuyo centro sería la lengua catalana, en la que los vínculos históricos, culturales y afectivos con el resto de España sean ocultados o minimizados y en la que la libertad de expresión u opinión de los contrarios al nacionalismo se vería reducida. El proyecto nacionalista no es democrático, y esto hay que decirlo alto y claro, sin dudas y rechazando la tentación de agradar a los muchos que han sido captados por el nacionalismo. Otros partidos no tienen una hoja impoluta en la oposición al nacionalismo como tiene Cs.

Además de lo anterior, Cs tuvo siempre claro lo que implica el respeto a los principios esenciales de la democracia representativa. No entró en el mercadeo de cargos en el Consejo General del Poder Judicial y siempre exigió independencia en las instituciones. Me consta que los que fueron nombrados por Cs en unas u otras comisiones no recibieron presiones del partido ni éste pretendió que actuarán como longa manu en este u aquel comité, comisión o junta. De todos los partidos que conozco es el que más claro tiene esos principios esenciales que sería necesario poner en valor a fin de revitalizar un democracia, la española, que en más de cuatro décadas de partitocracia ha ido acumulando demasiada suciedad en los engranajes de la política.

Finalmente, Cs tiene un planteamiento claramente proeuropeo. No percibo en ellos ninguna duda sobre la bondad esencial del proyecto de construcción europea y, además, son conscientes de la necesidad de introducir mejoras para convertirlo en más ambicioso. Actualmente existe un debate entre quienes pretenden una vuelta a la soberanía nacional y quienes apuestan por reforzar la integración europea. Es un debate legítmo, por supuesto, y no descalifico a quienes discrepan de mí en este tema; pero mi posición es otra, y es una que coincide con la que mantiene Cs.

En lo económico, hay cosas de Cs que me gustan bastante; pero, como siempre que llego a este punto cuando comento mi posición respecto a ellos; creo que es necesario subrayar de manera contundente la necesidad de garantizar servicios públicos de calidad. Además, hemos de ser conscientes que en el mundo globalizado el riesgo de exclusión acecha siempre, y que hay que adoptar medidas orientadas a evitar esa exclusión entre nuestros conciudadanos. Precisamente, la lucha por la libertad que ha de presumirse a quien se llama con orgullo liberal, precisa que todos tengan garantizados los medios que conviertan esa libertad en una realidad y no en una entelequia. Más allá de la economía, cualquier intervencionismo ha de ser rechazado, permitiendo que los adultos organicen su vida de la manera que estimen más oportuna. Cs siempre ha defendido esto; pero en estos momentos, en que la libertad se ve amenazada más por la agresividad woke que por lo que tradicionalmente se denominó fascismo, es preciso tener criterio y convicción para no caer en las muchas trampas que tiende lo que parece tener vocación para convertirse en una nueva religión. En este ámbito creo que Cs está en buenas condiciones para defender las posturas racionales, laicas y liberales en las que creo; alejadas de esencialismos históricos, religiosos o culturales.

No sé qué pasará el día 12 de mayo. No soy analista político; sino un ciudadano que intenta en cada momento hacer lo que considera más honesto; y ahora o que me parece más honesto es apoyar aquello en lo que creo; esto es, votar en conciencia; lo que en mi caso implica votar a Cs.





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