Escribe Joaquim Coll un estupendo artículo sobre los desafíos a los que se enfrenta el PSC. En él advierte que este partido no podrá ser equidistante o ambiguo ante el desafío separatista. Cierto, pero estoy casi seguro que el PSC no hará lo que debería hacer y mantendrá esa equidistancia que se ha convertido en su única seña de identidad en los últimos años, al menos en lo que se refiere al debate territorial.
La equidistancia como elemento elegido para diferenciarse en la política catalana. Un estar siempre en el medio que ha hecho que en alguna ocasión hubiera tenido que variar sus planteamientos al hilo de la evolución política general. "¡Cuidado! ¡Que ya no estamos en el medio! "Pareciera que gritaran algunos en el PSC. E inmediatamente se levantaba el campamento para intentar situarse justamente en la posición que ellos entendían equidistante entre el PP y los nacionalistas.
La equidistancia... un problema
no menor para el PSC desde que comenzó la fase aguda del proceso separatista.
Los socialistas fueron parte fundamental
del consenso que acabó en la Constitución de 1978. Esa Constitución y su
desarrollo, que incluye el Estado de las Autonomías, marca el escenario en el
que se ha de mover la política española hasta que surja un nuevo consenso que
permita introducir cambios; pero sin que se haya de sentir como una obligación
que esos cambios tengan que aparecer. Hay países que llevan siglos con la misma
Constitución y no pasa nada. España podría ser uno de ellos también ¿por qué
no?
En un análisis mínimamente cabal de lo
que interesaría al socialismo (soy conscientemente ambiguo con el término,
todavía no hablo de partidos) debería estar claro que no es conveniente la
destrucción del sistema constitucional actual. A quien sí interesa, y mucho, es
a los nacionalistas/independentistas y en ello están desde hace ya unos cuantos
años.
El PSC, en tanto que socialista, debería
haber mirado con estupor a los nacionalistas que plantearan una reforma del
marco constitucional y, sin embargo, y para asombro de muchos, fue el PSC quien
impulsó una reforma estatutaria que acabó siendo una reforma constitucional
encubierta (no son palabras mías, lo son de Francesc Vallès, entonces diputado
del PSC en el Congreso, tal como explicaba hace unos años).
De aquellos polvos, estos lodos. El PSC,
que nunca había sabido eludir con rotundidad el marco mental nacionalista,
acabó asumiéndolo plenamente durante los tripartitos y terminó siendo el que
diera el pistoletazo de salida al independentismo con la reforma del Estatut
que, como reconocían los propios socialistas, tal como acabamos de ver, en
realidad pretendía ser una reforma constitucional encubierta.
Es lógico que a partir de ahí no supiera
plantar cara de forma decidida al nacionalismo y acabara intentando buscar vías
intermedias entre el independentismo y la defensa del marco constitucional
actual. Ahí está su apuesta por el derecho a decidir -aunque sea para votar que
no a la secesión- la participación en la AMI de varios ayuntamientos con los
votos socialistas y la crítica reciente a algo tan obvio como que un cargo
público que está siendo investigado por la justicia y se niega a declarar sea
conducido por la policía ante el Juez (en relación a la detención de la
alcaldesa de Berga). Creo incluso que la actual apuesta por una reforma federal de la
Constitución tiene más de búsqueda de esa equidistancia que de auténtico
convencimiento en las bondades de un modelo federal para España.
No se trata, sin embargo, tan solo de la
mera pretensión de evitar identificarse con cualquiera de las posiciones en conflicto. El que con tanta ansia se pretenda
estar siempre en el justo punto medio de "dos trincheras" tiene mucho
que ver con la falta de aprecio de algunos socialistas en Cataluña, cuadros
especialmente, por el proyecto común español. Siendo en el fondo nacionalistas
catalanes (tal como mostró, por ejemplo, Montserrat Tura cuando todavía era diputada del PSC en algún discurso en el Parlamento de Cataluña), no es de extrañar que vean con reticencia cualquier posicionamiento
claro y contundente contra el nacionalismo, y no ha de sorprendernos, por
tanto, que busquen esa posición de equidistancia que les permita no romper
vínculos con una ideología con la que en el fondo simpatizan. De esta forma la
equidistancia no es tan solo una estrategia política, sino consecuencia de la
desazón que produce la participación en un proyecto político que no se
considera propio (recordemos que el PSC es un partido únicamente catalán, sin
una propuesta específica para el conjunto de España).
Y esta especial forma de abordar el
problema nacionalista ha acabado contaminando también al PSOE. La entrevista de Pedro Sánchez en "La Sexta" no podría haber sido hecha más que por alguien
que comparte los planteamientos nacionalistas ("nación de naciones",
dijo que era España). La falta de una reflexión rigurosa sobre el papel de la
socialdemocracia en el mundo globalizado se ha sustituido por unos cuantos
eslóganes entre los que el apoyo a los nacionalistas ¡como si esto fuera
progresista! ha encontrado un hueco.
Mucho queda por andar para que el
socialismo se libre en España de su dependencia del nacionalismo. El PSC puede
hacer mucho por ello; pero para ello tiene que atreverse a dar el paso de mirar
a los nacionalistas a la cara y decirles: "no tenemos nada que ver con
vosotros".
Mientras esto no pase muchos votos
socialistas en Cataluña seguirán siendo utilizados para apoyar directa o
indirectamente a los nacionalistas.
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