En democracia hay una verdad absoluta: los resultados electorales. La imagen que tenemos tras unas elecciones es un dogma que no puede discutirse y sobre el que hay que partir. Tenemos que asumir que los electores no se equivocan y analizar los resultados en esa clave.
¿Qué es lo que nos dicen los resultados de ayer? Muchas cosas, por supuesto; pero me fijaré en una de las claves que ha sido especialmente relevante durante la campaña: Cataluña. ¿Qué nos dicen estos resultados sobre la evolución de la crisis abierta en Cataluña?
El gran debate de los últimos años ha sido la independencia. En estas elecciones los partidos independentistas han alcanzado un 39,38% (ERC, JXCAT, Front Republicà). Menos del 40% de los votantes han optado por partidos independentistas, un número muy por debajo de lo mínimo exigible para poder legitimar una demanda de secesión.
El otro gran debate es el denominado "derecho a decidir"; esto es, la propuesta de que se realice en Cataluña un referéndum de autodeterminación. Según los nacionalistas, un 80% de los catalanes apoyan esta opción, la celebración del referéndum; pero estas últimas elecciones no arrojan este resultado. Si a los independentistas les sumamos los votos obtenidos por ECP-Guanyem el Canvi, que sí defiende la autodeterminación, el resultado final es que tan solo un 54,27% de los votantes están por la celebración de dicho referéndum. La pretensión de que una amplia mayoría de la sociedad catalana quiere pronunciarse sobre la secesión no se sostiene.
El resultado de lo anterior es que el gran debate del último lustro, la secesión de Cataluña, puede darse por finiquitado. Es seguro que se volverá a plantear en unos años; pero el envite iniciado en 2012 (o, quizás, en 2003) ha concluido. El escenario ahora es otro.
Lo anterior es una buena noticia para quienes nos oponemos a la secesión; pero hay otra dimensión que debería preocuparnos.
La secesión y la autodeterminación no agotan los problemas que se viven en Cataluña. Desde hace años se ha hecho evidente que vivimos un déficit democrático y una quiebra del Estado de Derecho. Aplastamiento de los derechos de las familias que reclaman una mínima presencia del castellano en las escuelas, tolerancia del adoctrinamiento en los centros educativos, incumplimiento de resoluciones judiciales y de la administración electoral, acoso a los constitucionalistas, vulneraciones de derechos como el de no ser discriminados, libertad de expresión y de opinión... En relación a este tema hay dos posturas: quienes denuncian estas vulneraciones y reclaman la recuperación del Estado de Derecho en Cataluña y quienes niegan la existencia de estos déficits democráticos. Es una contraposición que pude comprobar en primera persona cuando presenté en el Congreso de los Diputados el segundo informe sobre déficits democráticos en Cataluña en mayo de 2017
En estas elecciones quienes denuncian estas vulneraciones de derechos fundamentales han sido claramente superados por quienes mantienen que se ha de mirar para otro lado en relación a estos temas. Y eso ha pasado en el conjunto de España y aún con más claridad en Cataluña. Esto no creo que sean buenas noticias, pero es lo que hay. Seguramente ha sido culpa nuestra no haber explicado suficientemente bien a nuestros conciudadanos la gravedad de estas vulneraciones de derechos y la importancia que tiene reconducir la anómala situación que vivimos; pero el caso es que relativamente pocos han mostrado su solidaridad con nosotros en estos momentos difíciles. También es cierto que la pretensión de buscar la alianza de la extrema derecha ha perjudicado a los partidos que denuncian estos déficits haciéndolos, quizás, poco creíbles; pero el caso es que la imagen de la noche electoral del 28 de abril es la que es y ya no puede ser modificada.
Se trata de unos resultados que, por tanto, limitarán la posibilidad de defensa del Estado de Derecho a las actuaciones ante los tribunales, sin que podamos esperar que existan iniciativas políticas que favorezcan poner fin a las vulneraciones democráticas denunciadas. Son unos resultados que favorecerán el llegar a acuerdos con quienes han atentado recientemente contra el marco constitucional, aumentar las competencias autonómicas y que, además, darán legitimidad a los indultos que puedan concederse a quienes sean condenados por el golpe de septiembre y octubre de 2017. En definitiva, son unos resultados que apuestan por pasar página de los hechos recientes y volver a los usos y costumbres que nos han traído hasta aquí.
En fin, así sea. El pueblo nunca se equivoca. Pero somos muchos los que no renunciaremos a nuestros derechos y seguiremos defendiéndolos de la manera que mejor podamos. Estamos solos, y esa es una perspectiva estimulante, leía hace unas horas que escribía alguien citando a Churchill. Pienso lo mismo.
1 comentario:
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J.Amenós
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