miércoles, 14 de agosto de 2019

Cataluña, nuestro relato

Un amigo me pedía hace unas semanas que pusiera por escrito de manera breve y sencilla cuál sería el relato sobre lo que pasa en Cataluña desde la perspectiva de quienes no compartimos los planteamientos nacionalistas.
Este es el resultado. Sin duda, pueden introducirse matices; pero creo que nos hacen falta explicaciones que sean accesibles y que muestren sin complejos una Cataluña diferente de la que se han inventado los nacionalistas.



Hace más de 2000 años los romanos conocían a la Península Ibérica como “Hispania” y con este nombre designaron a las distintas provincias que se crearon sobre el territorio. En aquella época lo que ahora es Cataluña formaba parte de “Hispania” y a sus habitantes se les conocía como hispanos.
Esta división romana se conservó tras la caída del Imperio. Durante el Reino Visigodo (entre los siglos V y VIII) se tenía claro que lo que ahora son España y Portugal formaban todo ello un territorio que se conocía como “Hispania” y en el que se incluía también lo que ahora es Cataluña.
En el siglo VIII los musulmanes invaden la Península Ibérica y la ocupan casi por completo. En las montañas del norte de España quedan algunos reductos que con los siglos se van ampliando hasta formar reinos y condados. De ahí nacen lo que luego serían los reinos de León, Castilla y Navarra. En la parte más oriental de la Península fueron los francos, que reinaban en lo que luego acabó siendo Francia, quienes cruzaron los Pirineos para crear condados en lo que ahora es Aragón y Cataluña. De los condados aragoneses (Aragón, Sobrarbe y Ribagorza) nació el reino de Aragón. En lo que ahora es Cataluña el señor más poderoso era el titular del condado de Barcelona. En el siglo XII el conde de Barcelona se casó con la hija del Rey de Aragón y a partir de entonces un mismo monarca gobernó el Reino de Aragón y el condado de Barcelona. En los siglos posteriores nuevos territorios se incorporaron al Reino de Aragón y ya en el siglo XIII aparece Cataluña como un territorio específico dentro de las posesiones del Rey de Aragón, aunque Cataluña nunca fue independiente.
En los siglos que siguieron los distintos reinos de la Península Ibérica acabaron uniéndose en un solo país, con excepción de Portugal. En 1812 se proclamó la primera Constitución Española, la Constitución de Cádiz, elaborada por representantes de todos los territorios de España, incluida Cataluña. En aquella época nadie dudaba que Cataluña era una parte más de España igual que Andalucía, Castilla o Aragón.


Fue en la segunda mitad del siglo XIX cuando apareció en Cataluña una corriente cultural, literaria y política que pretendía que Cataluña era una entidad diferenciada del resto de España. Para justificarlo reescribieron la historia y falsificaron textos. Esta corriente, que podíamos llamar catalanismo se conectaba con los nacionalismos europeos de aquellos años, y lo que quería era que se reconociera la singularidad de Cataluña y, en su caso, se convirtiera en un Estado independiente separado del resto de España.


Uno de los objetivos de esta corriente política fue el recuperar el catalán como lengua de uso preferente en Cataluña. Desde el final de la Edad Media en Cataluña se venía usando tanto el catalán como el castellano; además del latín en los tribunales y para los documentos más transcendentes. Desde el siglo XVIII el castellano sustituyó al latín en los tribunales y avanzó en su uso popular; pero es importante tener en cuenta que ya antes el castellano era usado con normalidad en Cataluña y que hasta finales del siglo XIX casi toda la producción literaria, científica y culta en Cataluña se hacía en castellano.
Los catalanistas querían construir una Cataluña diferenciada de España y pusieron todos los medios de los que disponían para potenciar el catalán y trasladar la idea de que el castellano era una lengua ajena a Cataluña.
Tras la Guerra Civil muchos de los catalanistas, que eran en buena medida conservadores, apoyaron el régimen de Franco, quien permitió el uso privado del catalán, también su presencia en la televisión pública y se toleró la impresión de obras en catalán, aunque la escuela debía ser oficialmente en castellano.



En los años 50, 60 y 70 del siglo XX se produjeron movimientos de población dentro de España. Muchas personas se trasladaron desde los pueblos a las grandes ciudades, especialmente a Madrid y a Barcelona. A Cataluña llegaron miles de personas procedentes de Andalucía, Galicia, Extremadura y otras partes de España. Se instalaron en una Cataluña en la que el castellano era la única lengua oficial, pero en el que la tradición y cultura catalanas eran reconocidas y en el que el catalán era también lengua de uso habitual. Cataluña era ya un territorio claramente bilingüe y con unos vínculos muy fuertes con el resto de España. Son muchos los catalanes que tienen parientes en otros lugares de España.
Cuando murió Franco y llegó la democracia a España la mayoría de los catalanes, tanto los que tenían sus orígenes en otros lugares, como los que tenían sus raíces en Cataluña desde hacía siglos, se pusieron de acuerdo en pedir un régimen político que permitiera la autonomía política en Cataluña dentro de una España unida. A esta idea responde la Constitución de 1978 y el Estatuto de Autonomía de Cataluña. La idea era la de proteger los elementos culturales y lingüísticos propios de Cataluña dentro la comunidad que formábamos todos los españoles. Ese fue el pacto al que se llegó en la época que se conoce como la Transición (entre 1975 y 1982).



Sucedió, sin embargo, que los nacionalistas catalanes ganaron las elecciones autonómicas y desde 1980 controlan la Generalitat de Cataluña, la administración que gestiona las escuelas, la sanidad, los medios públicos de comunicación, la policía regional (los Mossos d’Esquadra), las prisiones y muchas cosas más. El plan de los nacionalistas, liderados por Jordi Pujol, era el de convertir Cataluña en un territorio que rompiera sus vínculos con el resto de España, en el que el castellano fuera expulsado de la vida pública y fuera perdiendo relevancia en la comunicación entre los catalanes (pese a que es la lengua materna de más de la mitad de los catalanes) y en el que el nacionalismo se convirtiera en la ideología dominante.


Lo anterior no era un plan oculto, sino que se publicó en los periódicos; pero nadie se opuso seriamente y así los nacionalistas, de acuerdo con el plan trazado, fueron ocupando la escuela, los medios de comunicación, penetrando en partidos y sindicatos y también en las organizaciones de la sociedad civil.


De acuerdo con ese plan se redujo la presencia del castellano en la educación al mínimo. Los medios de comunicación públicos de Cataluña emitían solamente en catalán y se construyó una manera de ver la historia y la sociedad según la cual Cataluña había estado oprimida por España, el castellano había sido impuesto en Cataluña -cuando, como se ha dicho, hace siglos que se utiliza en nuestra tierra junto con el catalán- y las guerras civiles que habíamos sufrido (la Guerra de Sucesión en el siglo XVIII y la Guerra Civil de 1936 a 1939) eran presentadas -falsamente- como guerras de España contra Cataluña.
Durante décadas se pretendió silenciar a los que se oponían a esta manera de presentar las cosas tildándolos de “fachas” o de “retrógrados”. La reacción a cualquier intento de cuestionar el plan nacionalista era virulento y se llegó a utilizar la violencia física. En 1981, por ejemplo, se firmó un manifiesto, denominado de los 2300, en defensa del castellano. Uno de los firmantes fue secuestrado y le dispararon un tiro en la pierna. En los años que siguieron, y siguiendo las políticas de catalanización emprendidas por la Generalitat, miles de maestros y profesores tuvieron que abandonar Cataluña por no haber obtenido la titulación necesaria en lengua catalana para seguir enseñando. Eso abrió las puertas a nuevos docentes que en buena medida estaban más en consonancia con el ideario nacionalista que los que se iban.
Poco a poco se fue imponiendo un régimen en el que la discrepancia no era tolerada. Esto se ha incrementado en los últimos años como consecuencia del denominado “proceso”. Cuando a partir de 2012 la Generalitat hace expreso que su propósito es constituir un Estado independiente en Cataluña separándola del resto de España y de la Unión Europea muchos que habían estado callados hasta entonces se movilizan para impedirlo y exigir el respeto de sus derechos.
Así, hay familias que piden que se cumpla la ley en lo que se refiere a la presencia del castellano en la educación. Hay que entender que de acuerdo con la Constitución española, y al ser el castellano oficial en toda España, en ninguna Comunidad Autónoma puede excluirse al castellano de la educación o considerarlo una lengua extranjera. En Cataluña, sin embargo, la única lengua que se utiliza para explicar todas las materias excepto castellano es el catalán, y también es el catalán la única lengua que se utiliza en los centros y en las comunicaciones con las familias. Esto es contrario a la ley, y la Generalitat lo sabe, pero sigue imponiendo el catalán y las familias que desean que se cumpla la ley deben acudir a los tribunales caso a caso. Pero no acaba ahí la cosa: cuando una familia presenta una reclamación para que se cumpla la ley en materia de presencia del castellano los partidos nacionalistas, asociaciones y la propia administración presionan a la familia, que sufre escraches y acosos que en algún caso acabó con los niños abandonando el colegio al que iban (caso de Balaguer). La cosa es tan grave que hasta el Parlamento Europeo ha preguntado por estos casos, preocupado por el incumplimiento de la ley en materia educativa en Cataluña.
Pero no solo eso. Los que se oponen al nacionalismo son acosados por organizaciones diversas que impiden que se expresen con libertad. Es muy claro lo que pasa en la Universidad Autónoma de Barcelona, donde cada intento de realizar un acto por parte de estudiantes constitucionalistas sufre el boicot de los nacionalistas, habiéndose llegado a producir enfrentamientos en los que ha intervenido la policía. Pese a esto, el equipo de gobierno de la Universidad no ha adoptado ninguna medida contra quienes boicoteaban a los estudiantes constitucionalistas. Al contrario, llegó a expulsar al colectivo de estudiantes constitucionalistas del directorio de la UAB, lo que le impediría realizar nuevos actos. Los estudiantes acudieron a los tribunales, que declararon que la Universidad había vulnerado sus derechos fundamentales a no ser discriminados por razón de pensamiento, a la libertad ideológica, a la libertad de expresión y al derecho a la educación.


También se han producido actos de boicot en la UB


En otros casos han sido los ayuntamientos quienes han prohibido actos políticos contrarios al nacionalismo a la vez que estos ayuntamientos ayudaban a los partidos y movimientos nacionalistas. Así, por ejemplo, permitiendo o colocando propaganda nacionalista en edificios públicos incluso en época electoral.
En los últimos años vivimos una situación de constante presión sobre quienes se oponen al nacionalismo. Las instituciones gobernadas por los nacionalistas no respetan los derechos de los constitucionalistas y toleran o promueven el acoso a los mismos con la intención de acallar las voces que se oponen a la secesión o denuncian las vulneraciones de derechos.
Fue especialmente grave la situación vivida en los años 2016 y 2017. En aquellos años la Generalitat, presidida por el ahora prófugo Sr. Puigdemont, comenzó las actuaciones necesarias para separarse unilateralmente del resto de España. Estas actuaciones incluyeron la creación de bases de datos ilegales para poder cobrar los impuestos una vez producida la secesión. Estas bases de datos fueron utilizadas para la realización del referéndum del 1 de octubre, lo que no solamente es una infracción a la normativa sobre protección de datos, sino que podría ser también un delito.
Además, en aquellos años se indicó que se estaban elaborando listas de funcionarios que deberían dejar sus puestos tras la secesión y otras con los nombres de quienes les sustituirían. La idea de que se estaban preparando purgas de aquellos que se hubieran opuesto a la secesión iba calando.
Es fácil imaginarse la situación de angustia de muchos ciudadanos en aquellos meses. Esto explica que cuando en octubre de 2017 se llevó a cabo el referéndum ilegal y se dieron pasos para la independencia cientos de miles de personas salieron a la calle para protestar. Entonces se paró la secesión, pero meses después, en unas nuevas elecciones autonómicas los nacionalistas se volvieron a hacer con el control de la Generalitat, pese a tener menos votos que el resto de partidos y como consecuencia de un sistema electoral en Cataluña que privilegia las zonas en que más votos obtienen los nacionalistas. Tras aquello los nacionalistas siguen amenazando con que incumplirán la ley, con que nos privarán de derechos y, de hecho, siguen sin cumplir con la normativa sobre presencia del castellano en la educación, siguen utilizando los medios de comunicación públicos para difundir la ideología nacionalista y siguen sin respetar los derechos de aquellos que se oponen a la secesión, que continúan siendo acosados cuando pretenden utilizar el espacio público.
La realidad es que en Cataluña hay un profundo déficit democrático como consecuencia de la utilización por parte de los nacionalistas de las instituciones para favorecer su proyecto totalitario: la creación de una Cataluña pura, libre de elementos “españoles”, en la que la única lengua sea el catalán y que haya roto vínculos emocionales con el resto de España.
Somos muchos, sin embargo, los que defenderemos la Cataluña que realmente es: una Cataluña en la que conviven catalán y castellano, una Cataluña que solamente se entiende dentro de España y de la Unión Europea, una Cataluña que no vive del enfrentamiento, sino que busca participar en proyectos comunes con el resto de los españoles y el resto de los europeos. Somos muchos los que queremos recuperar la convivencia, que acabe el odio y el enfrentamiento y que los poderes públicos, la Generalitat y los ayuntamientos, actúen dentro de la ley y garanticen nuestros derechos. Somos muchos los que queremos que cese el régimen totalitario que los nacionalistas han impuesto en Cataluña.

5 comentarios:

XavierPolitikon dijo...

Rafael; agradecido por la pedagogía y plenamente identificado con tu breve relato histórico. Para alguien que ha tenido la oportunidad de vivir en primera persona la transición democrática desde sus inicios, de forma implicada y protagonista, los hechos que describes son tan fieles como ciertos.
La ley del péndulo, a partir de 1980, produjo un silencio cómplice en la mayoría de la izquierda que protagonizó los cambios sociales y políticos en aquel momento.
Los poquísimos que nos opusimos fuimos escorado, pero no callamos.
Hoy, 2 años después "delsl fets d'octubre" de 2017, podemos decir con orgullo que contribuimos a parar el golpe.
Ahora nos toca desalambrar.
Difundiremos tu escrito con fruición. FELICIDADES por el trabajo. Nos será muy útil.

La alondra dijo...

Gran resumen señor catedrático!!! Gracias por el trabajo,por resistir y por el apoyo a los estudiantes!!! Seguimos!!!!!!!!

Unknown dijo...

Muchas gracias por este magnífico resumen de nuestro relato, el de los catalanes libres de nacionalismo.

Solo echo en falta la antinatural connivencia con el nacionalismo en nuestro país.


Y tambien explicar la fuerte inversion en Cataluña, y el proteccionismo español a los productos catalanes desde el siglo XVIII, y continuado por Franco, que posibilitó la creacion de un fuerte tejido industrial. Ese tejido que ahora los nacionalistas cerriles están destruyendo.

Jordi Blanch dijo...

Si bien resumen no es "breve", como se apuntaba al principio, vale la pena invertir unos minutos en su lectura. Gracias por el resumen histórico (que seguro que un nacionalista de pro rebatiría "fil per randa" con sofisticadas, épicas e ilusorias invenciones) y por la claridad de exposición. Creo que el camino de los no-independentistas no debe ser ni el silencio acobardado vigente hasta hace poco, ni el griterio histérico de la bancada indepe, sino el rigor argumental expuesto con contundencia apasionada. A ver si lo conseguimos!

Rafael Arenas García dijo...

Completamente de acuerdo. Me quedo con la expresión "rigor argumental expuesto con contundencia apasionada". Efectivamente, es la vía. Muchas gracias por la lectura y el comentario