Por mi reciente paternidad, no he podido ver con tranquilidad los dos últimos grandes premios de Fórmula 1, y seguramente esto aumenta mi sensación de confusión. Llevamos tan sólo tres carreras y nos enfrentamos a un campeonato completamente diferente a los anteriores. Ecclestone lo ha conseguido: la Fórmula 1 se ha vuelto imprevisible y la estricta jerarquía de los equipos ha desaparecido. Hace dos meses se pensaba que los equipos que estarían arriba serían los de siempre (Ferrari, McLaren, Renault, BMW), hace quince días se pronosticaba una victoria por aplastamiento de un equipo nuevo, Brawn; y hoy acabamos de asistir al primer doblete de Red Bull ¿cuándo fue la última vez que un equipo "privado", esto es, que no tiene mototres propios, consigue un doblete? Seguramente hace mucho tiempo, porque yo no lo recuerdo. Los dobletes de Williams en la época en que llevaba un motor BMW no cuentan, porque entonces BMW fabricaba el motor para ellos en exclusiva.
En fin, el caso es que después de tanta polémica con el tema de los difusores el vencedor en Shangai ha sido un equipo que ni monta el difusor revolucionario ni ha empezado su adaptación al mismo (a diferencia de lo que han hecho McLaren o Renault). Red Bull ha demostrado que tiene un coche impresionante que, siguiendo su propio camino, estará arriba.
Es cierto que las carreras en agua son siempre diferentes. En Malasia, además, el simulacro de carrera y el fiasco final hacen que cualquier tentativa de extrapolación de lo allí sucedido sean poco fiables. La carrera de China, en cambio, nos permite vislumbrar algunas tendencias.
La primera es la solidez de Brawn. Tal como reconoció el propio Brawn, el resto de equipos les acabarán copiando, pero esto no les priva -de momento- de una ventaja que les mantendrá, previsiblemente, en el grupo de cabeza todo el campeonato.
La segunda, la calidad de Red Bull. No se trata solamente de la victoria en el gran premio de China, condicionada por los avatares de toda carrera bajo el agua, sino también de su papel en la clasificación, confirmando lo que ya se había visto en las otras dos carreras del campeonato. Estarán también arriba, sin duda.
La tercera, los avances significativos de los equipos que se han apresurado a copiar a los Brawn. Tanto McLaren como Renault han mejorado. Les ha bastado acercarse a la solución de Brawn para situarse casi a su par. Como son equipos con recursos y experiencia es posible que a partir de Barcelona luchen de tú a tú con los Brawn y los Red Bull.
La cuarta, los otros equipos con el "difusor mágico", Toyota y Williams, parece que pierden fuelle; probablemente en las próximas carreras pasen al pelotón intermedio, veremos.
La quinta, Ferrari no levanta cabeza. En Malasia empezó a hacer cosas raras con aquel cambio extraño de neumáticos de Kimi, poniendo los de lluvia extrema bajo un sol de justicia y este tipo de cosas son muy mala señal. Un equipo que aspira a dominar no cae en semejantes extravagancias. La misma debacle planea sobre la cabeza de BMW. No acaban de encontrar su sitio y empiezo a tener la impresión de que se les ha pasado el arroz.
La sexta, Vettel es un monstruo. Cuando ganó en Monza el año pasado escribí que había nacido una estrella. Esta temporada lo acabará de ratificar. Dominó la clasificación y luego, en condiciones difíciles, condujo como un reloj, apretando cuando debía, obteniendo las rentas que necesitaba sobre su compañero y sobre los Brawn; en fin, perfecto. Ya en Australia, a pesar del accidente final, comenté que me parecía el piloto del futuro, y confío en que tenga nuevas oportunidades de brillar en las siguientes carreras. Quien sabe, a lo mejore en un par de meses ya estamos hablando de él como serio aspirante al título mundial.
Del resto de pilotos creo que hay que destacar a Hamilton, agresivo, como siempre. A nada que el coche mejore algo estará luchando por el campeonato. También a Massa, que parece haberle perdido el miedo al agua e hizo una carrera brillante hasta el fallo (¿eléctrico?, ¿hidráulico?) que puso fin a su carrera. Alonso hizo una carrera meritoria, con el borrón del trompo que el sacó de la zona de puntos; pero aparte de este fallo estuvo siempre peleando en condiciones difíciles. Supongo que debe de dolerte que, después de haber conseguido la primera línea en la parrilla el director de carrera te condene a empezar la carrera el último porque ¿a santo de qué estuvo el coche de seguridad cuatro o cinco vueltas en pista? Ahí se acabó la carrera de Alonso, que contaba con solamente diez vueltas para abrir un huequecillo antes del primer repostaje. Sin esas vueltas no tenía nada que hacer, más que pelear desde atrás, tal como hizo hasta el momento del trompo.
Ahora que la Fórmula 1 está tan igualada ya no hace falta que llueva para dar emoción a las carreras. Probablemente en Bahrein no lloverá, pero ¿con qué nos sorprenderá allí esta temporada tan loca que acaba de empezar?
En fin, el caso es que después de tanta polémica con el tema de los difusores el vencedor en Shangai ha sido un equipo que ni monta el difusor revolucionario ni ha empezado su adaptación al mismo (a diferencia de lo que han hecho McLaren o Renault). Red Bull ha demostrado que tiene un coche impresionante que, siguiendo su propio camino, estará arriba.
Es cierto que las carreras en agua son siempre diferentes. En Malasia, además, el simulacro de carrera y el fiasco final hacen que cualquier tentativa de extrapolación de lo allí sucedido sean poco fiables. La carrera de China, en cambio, nos permite vislumbrar algunas tendencias.
La primera es la solidez de Brawn. Tal como reconoció el propio Brawn, el resto de equipos les acabarán copiando, pero esto no les priva -de momento- de una ventaja que les mantendrá, previsiblemente, en el grupo de cabeza todo el campeonato.
La segunda, la calidad de Red Bull. No se trata solamente de la victoria en el gran premio de China, condicionada por los avatares de toda carrera bajo el agua, sino también de su papel en la clasificación, confirmando lo que ya se había visto en las otras dos carreras del campeonato. Estarán también arriba, sin duda.
La tercera, los avances significativos de los equipos que se han apresurado a copiar a los Brawn. Tanto McLaren como Renault han mejorado. Les ha bastado acercarse a la solución de Brawn para situarse casi a su par. Como son equipos con recursos y experiencia es posible que a partir de Barcelona luchen de tú a tú con los Brawn y los Red Bull.
La cuarta, los otros equipos con el "difusor mágico", Toyota y Williams, parece que pierden fuelle; probablemente en las próximas carreras pasen al pelotón intermedio, veremos.
La quinta, Ferrari no levanta cabeza. En Malasia empezó a hacer cosas raras con aquel cambio extraño de neumáticos de Kimi, poniendo los de lluvia extrema bajo un sol de justicia y este tipo de cosas son muy mala señal. Un equipo que aspira a dominar no cae en semejantes extravagancias. La misma debacle planea sobre la cabeza de BMW. No acaban de encontrar su sitio y empiezo a tener la impresión de que se les ha pasado el arroz.
La sexta, Vettel es un monstruo. Cuando ganó en Monza el año pasado escribí que había nacido una estrella. Esta temporada lo acabará de ratificar. Dominó la clasificación y luego, en condiciones difíciles, condujo como un reloj, apretando cuando debía, obteniendo las rentas que necesitaba sobre su compañero y sobre los Brawn; en fin, perfecto. Ya en Australia, a pesar del accidente final, comenté que me parecía el piloto del futuro, y confío en que tenga nuevas oportunidades de brillar en las siguientes carreras. Quien sabe, a lo mejore en un par de meses ya estamos hablando de él como serio aspirante al título mundial.
Del resto de pilotos creo que hay que destacar a Hamilton, agresivo, como siempre. A nada que el coche mejore algo estará luchando por el campeonato. También a Massa, que parece haberle perdido el miedo al agua e hizo una carrera brillante hasta el fallo (¿eléctrico?, ¿hidráulico?) que puso fin a su carrera. Alonso hizo una carrera meritoria, con el borrón del trompo que el sacó de la zona de puntos; pero aparte de este fallo estuvo siempre peleando en condiciones difíciles. Supongo que debe de dolerte que, después de haber conseguido la primera línea en la parrilla el director de carrera te condene a empezar la carrera el último porque ¿a santo de qué estuvo el coche de seguridad cuatro o cinco vueltas en pista? Ahí se acabó la carrera de Alonso, que contaba con solamente diez vueltas para abrir un huequecillo antes del primer repostaje. Sin esas vueltas no tenía nada que hacer, más que pelear desde atrás, tal como hizo hasta el momento del trompo.
Ahora que la Fórmula 1 está tan igualada ya no hace falta que llueva para dar emoción a las carreras. Probablemente en Bahrein no lloverá, pero ¿con qué nos sorprenderá allí esta temporada tan loca que acaba de empezar?
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