Esteladas (23 de mayo de 2015)

La campaña electoral que acaba de concluir será para mí, y supongo que para muchos catalanes, la campaña en la que las esteladas comenzaron a desaparecer de los espacios que son de todos. Es cierto que hoy es muy probable que la mayoría, si no todas, hayan vuelto a los lugares que ocupaban; pero el paso que se ha dado es significativo.
La Junta Electoral Central ordenó la retirada de las esteladas durante la campaña para las municipales. La orden no va más allá del fin del período de elecciones, ya que es el único en el que la administración electoral ejerce sus funciones. No era posible, por tanto, que la Junta impusiera una retirada definitiva de las banderas. Ahora bien, los argumentos utilizados para justificar la orden no pierden su valor con la celebración de las elecciones. La Junta Electoral mantiene que las esteladas son un símbolo partidista y que, por tanto, su exhibición por parte de las administraciones no es compatible con el principio de neutralidad de los poderes públicos. Además, su utilización en ayuntamientos u otros edificios no puede justificarse como una manifestación de la libertad de expresión ya que la libertad ideológica y de expresión es un derecho de los ciudadanos, no de las administraciones.
Nos encontramos ante un triunfo del Estado de Derecho. Incluso los independentistas deberían alegrarse de que se reconozca un principio que nos beneficia a todos: el de que las administraciones han de velar por el interés general y no pueden ser apropiadas por una parte de la sociedad. Para quienes veíamos que la democracia había sido secuestrada en Cataluña es un rayo de esperanza.
Ahora queda que los tribunales de justicia confirmen la retirada para que nuestros espacios públicos se libren definitivamente de un símbolo partidista que no debería estar ahí.


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