La imputación (3 de octubre de 2015)

Muchas de las críticas que esta semana he leído en relación a la comparecencia como imputado de Artur Mas el próximo 15 de octubre podrían pasar a la antología del disparate jurídico y, quizás, también del político.
Lo primero que sorprende es la propia sorpresa. Dos circunstancias deberían atemperar la indignación que algunos muestran ante la llamada al señor Mas: la primera, que una vez admitida a trámite la querella presentada en su día resultaba del todo punto inevitable que dicha comparecencia en condición de imputado se produjera. No es posible instruir un procedimiento contra una persona sin que ésta sea oída, y esa audiencia se ha de producir necesariamente en la condición de imputado, que permite precisamente una mejor defensa que la condición de testigo. La segunda circunstancia que convierte en ridícula la ira con la que algunos han recibido la citación es que parece que ha sido precisamente la representación procesal del señor Mas quien solicitó la comparecencia; lo que, por otra parte, es bastante coherente con la estrategia de defensa habitual en una instrucción.
Así pues, desde una perspectiva jurídica la protesta por la imputación de Artur Mas es, como mínimo, extemporánea; pero es que también desde una perspectiva política resultan sorprendentes algunas de las reacciones a dicha imputación. Se insiste, por ejemplo, en culpar al Gobierno de la misma cuando ni es decidida por el Gobierno (la citación la hace el magistrado instructor) ni siquiera solicitada por éste, pues la Abogacía del Estado ni siquiera está personada en el procedimiento. Más allá de esto, es evidente que la imputación está siendo utilizada para intentar forzar el apoyo de la CUP a la investidura de Mas como Presidente de la Generalitat. En esas circunstancias ¿por qué apoyan esta campaña quienes, en principio, no desean esta investidura?


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