viernes, 31 de agosto de 2012

Del cine a la palabra

Dejo aquí dos cosas que escribí y que están inspiradas por películas. No sé si será muy fácil o muy difícil adivinar de qué películas se trata:

Otros dioses

Ya son ancianos
quienes fueron engendrados
entre paracaídas,
en noches luminosas,
en tierras lejanas.
Son los dioses humanos;
pero más hermosos, honestos, sanos.
Si mueren, se les recuerda;
ninguna palabra en ellos es vana.
No hay dudas ni errores;
un devenir perfecto, inmaculado.
No son los dioses
espíritus solitarios,
siempre están en el centro
de mil miradas.
La luz restalla en sus rostros hermosos,
sol y lluvia respetan
el momento en que su boca
besa de otro dios sus bellos labios.
Son los dioses crueles y generosos,
su camino no se tuerce,
derriba los obstáculos,
aplasta a quien se opone.
No son misericordiosos los dioses,
matan y mueren,
mueren y matan.
Son dioses de la guerra,
dioses que engendran,
dioses que aman,
dioses que viven,
dioses que matan,
dioses que mueren.
Habitan en el tiempo,
como nosotros.
No son eternos,
como nosotros no somos.
Son como somos,
pero no existen,
como nosotros.

Sangre

Llama la atención
la poca importancia
que tiene.
Un líquido rojo,
fluye poco a poco.
Llevas la mano al vientre
y es como un pequeño
riachuelo
Refresca la mano
y ves el final.
Sientes como te vas.
Miras abajo,
al precipicio
por el que caerás.
Es extraño,
tu estás inmovil
en medio del caos
de piedras y árboles,
nubes y azules.
Tu amor ya no está,
se borra mientras viene
la oscuridad.
Pronto te llegará
el final.


lunes, 20 de agosto de 2012

Todo se va cumpliendo

Una de mis obsesiones es la disminución de los salarios. Desde hace años se viene observando que el peso de las rentas salariales es cada vez menor en el PIB de la mayoría de los países desarrollados (sino en todos) y en España los datos son escalofriantes, porque ya antes de los últimos zarpazos derivados de la reforma laboral y los recortes en las retribuciones de los empleados públicos resultaba que más del 60% de los trabajadores españoles cobraban 1000 euros o menos al mes.
Hace tiempo que preveía que esta disminución de los salarios supondría graves dificultades para la financiación de la administración (muy dependiente de la tributación sobre las rentas del trabajo) y para el mantenimiento de las pensiones. No es posible que con unos salarios decrecientes se mantengan pensiones que en ocasiones superan con bastante lo que cobra actualmente un empleado que realiza un trabajo equivalente al que desempeñaba el ahora jubilado cuando se encontraba en activo.
Así, hemos asistido en los últimos años a una depauperación muy significativa de lo púbico. Se disminuyen las prestaciones sociales, se aumenta la ratio en las escuelas, se introduce el copago en los medicamentos. Además no se han renovado contratos en la administración e incluso se ha comenzado a despedir a empleados públicos; y también se ha producido una rebaja sensible de los salarios de estos empleados, rebaja que en los últimos dos años se acerca al 20% si se suma a la rebaja del nominal la pérdida de poder adquisitivo derivada de la inflación. El último reducto que quedaba por tocar eran las pensiones; pero parece que éstas finalmente también se verán afectadas por los recortes.
Es lógico, tal como planteaba hace año y medio. Si no se producen reformas profundas no son sostenibles pensiones tan desviadas de los salarios como las que tenemos actualmente. Como pese a la gravedad de la crisis no se han introducido reformas estructurales significativas (recortar no es lo mismo que reformar) estamos abocados a una espiral descendente de la que no se intuye todavía el final.

La alternativa es, por una parte, introducir medidas que, pese al enorme paro, intenten mantener un nivel salarial digno de los empleados. Por otra parte, es preciso realizar reformas en el sistema fiscal que eviten la dependencia que actualmente se tiene del IRPF, un impuesto que se ha vuelto profundamente injusto pues solamente grava realmente a los asalariados.
Existe una medida que aúna ambos objetivos: reformular el Impuesto de Sociedades para que tributen más aquellas empresas que peor pagan a sus empleados. Además, se podía hacer disminuir el peso del IRPF aunque fuera a costa de aumentar los impuestos indirectos, el IVA en concreto. El problema que tenemos con el IRPF y con el Impuesto de Sociedades es que existen formas de eludir el pago de tales impuestos a través de ingeniería fiscal internacional (véase, por ejemplo, el caso de los impuestos que paga Apple en España, en materia de Impuesto de Sociedades o el tema de las SICAV en IRPF). Los impuestos indirectos no son tan fáciles de eludir, por lo que suponen una fuente de financiación más fiable para la Administración. Es cierto que no son progresivos (eso nos explicaban a todos en Hacienda Pública y en Derecho Financiero y Tributario), pero también es verdad que el IRPF hoy tampoco es un impuesto excesivamente progresivo como consecuencia de los mecanismos que habilitan para su elusión y el fraude en la declaración en el que incurren bastantes de quienes no cobran por nómina. Creo que hay que encontrar medidas que garanticen que todo el mundo paga en función de lo que realmente gana; pero en tanto no se consiga sería más justo y eficaz disminuir el IRPF en los pocos que aún lo seguimos pagando e incrementar los impuestos indirectos; eso sin olvidar el primero de los objetivos que tendría que tener la política económica de este país: aumentar el nivel de los salarios.
Por otra parte, dado que es tan difícil encontrar trabajo, sería bueno facilitar extraordinariamente el desarrollo de actividades económicas. En España sigue siendo engorroso montar cualquier actividad o negocio. Si se facilitara la creación de empresas y se eliminaran trabas burocráticas todos saldríamos ganando. Quizás muchos de los que ahora están buscando trabajo dejarían de pedir permiso para ganarse la vida. Ojalá.

domingo, 12 de agosto de 2012

Por fin, un plan

Acabo de leer el artículo que aparece hoy en El País y que ha sido escrito conjuntamente por Jurgen Habermas, Peter Bofinger y Julian Nida-Rümelin, inicialmente en el Frankfurter Allgemeiner, y que también ha sido reproducido en otros medios de Europa. Me parece extraordinario.
El análisis de la situación actual es claro: las soluciones que impone Alemania a la crisis actual (recortes y más recortes) no funcionan, y no se buscan alternativas porque éstas exigirían una integración política europea mayor que la que existe actualmente. Ahora bien, de mantenerse la situación actual el desastre es más que evidente, por lo que solamente cabe o bien acabar con el euro y que cada país se enfrente en solitario a los mercados financieros globales o, por el contrario, profundizar en la construcción europea para que un auténtico poder político europeo disponga de los mecanismos para regular el mercado financiero de una manera efectiva. Evidentemente los autores defienden la segunda opción, ya que la primera no supone más que prolongar la agonía de las democracias frente al mercado; una lucha que si cada país emprende de forma separada solamente tiene un vencedor posible.
Urge, por tanto, profundizar (y con rapidez) en la construcción Europea. Solamente Europa puede ser un agente con el suficiente poder como para regular los mercados financieros y devolver la soberanía a los ciudadanos que ahora mismo asisten impotentes al expolio del que son objeto para sostener a los causantes de una crisis que no causaron y que ahora les golpea con dureza.
Aquí hay un diagnóstico, un plan y un proyecto. Hace tiempo que decía que sin una Europa de verdad estábamos perdidos. En el 2009 pronosticaba que en la década siguiente veríamos cómo ya no éramos capaces de incidir en la toma de decisiones que nos afectaban directamente. Ahora ya lo estamos sufriendo: el FMI nos dice que ha de subirse el IVA o bajarse el sueldo de los funcionarios. El BCE, que debería ser un ser un instrumento al servicio de los ciudadanos nos advierte de que los salarios no han bajado suficientemente. La democracia solamente es real si previamente existe un poder público con capacidad de incidir en la realidad, de tomar decisiones que favorezcan a los individuos; si no es así, si la democracia nos permite elegir solamente a gobiernos que carecen de los instrumentos para cambiar nuestras vidas es una pura pantomima. Sabíamos que la globalización podría conducir a esto; y ahora es el momento de ajustar las estructuras políticas a esta nueva situación. Construir una Europa de verdad es el primer paso para ello.

jueves, 2 de agosto de 2012

Sobre fiambreras

Desde hace meses sabemos que un número creciente de niños han abandonado los comedores escolares. La prensa acabó haciéndose eco de un fenómeno que difícilmente puede dejar indiferente a nadie que tenga la más mínima sensibilidad. Hay algo profundamente sórdido en que las dificultades económicas conduzcan a un cambio en los hábitos alimentarios de los niños. No quiero dramatizar excesivamente; no digo que los niños que lleven fiambrera no estén igual o mejor alimentados que los que se quedan en el comedor; pero no estamos ante una opción tomada libremente por los padres, sino forzada por la crisis económica. Familias que antes  dejaban a sus hijos en el comedor escolar deciden dejar de hacerlo con el fin de ahorrarse los cien o ciento cincuenta euros por niño y mes que supone el servicio de comedor. No es posible afrontar ya ese gasto y se han de buscar alternativas. Mandar al hijo al colegio con una fiambrera puede ser una alternativa; pero seguramente no me equivoco si digo que a muchos padres y a muchas madres se les debe de encoger el corazón cada mañana cuando meten la fiambrera en la mochila de su hijo. Se trata de un gesto que implica que el niño tendrá que hacerse responsable de su comida probablemente antes de lo que quisieran sus padres; que no puede disfrutar de aquello que tenía hace unos meses; que no se les puede dar ya todo lo que desearían; que hay una posibilidad de que lo que ellos tendrán será menos de lo que uno tiene.
Creo que una sociedad ha de ser sensible ante problemas como éste, que han de buscarse mecanismos que permitan que los hijos que no pueden comer en sus casas puedan hacerlo en un comedor escolar debidamente atendido y con una calidad suficiente en la alimentación.
Han pasado meses y no tenía noticia de que se estuviesen estudiando mecanismos de ayuda a las familias que se habían visto obligadas a sacar a sus hijos del comedor escolar. Hoy el tema ha vuelto a salir en la prensa; pero la noticia no es la de que se van a intentar dotar más becas de comedor; que se ha intentado llegar a un acuerdo con las empresas que prestan este servicio para que se pueda producir una rebaja en los precios; que se ha intentado que las AMPAS y los departamentos responsables de enseñanza en las Comunidades Autónomas puedan establecer mecanismos de socorro para las familias más necesitadas. No, no se trata de nada de eso, sino de que en Cataluña los niños que acudan al comedor con fiambrera deberán pagar hasta tres euros al día por la utilización de la nevera, de los microondas, la organización de los espacios...
¿Es una broma? ¿Están locos? ¿Se dan cuenta de que la fiambrera se llevaba precisamente para ahorrar? Ahora ¿qué pretenden? ¿que ni fiambrera se lleve? porque habrá familias para las que también será inasumible pagar cincuenta euros por niño y mes por... usar una nevera y un microondas. Las patéticas explicaciones con las que va acompañada la noticia (no sé qué sobre que la calidad de la comida comienza en casa, que se darán indicaciones en una página web sobre cómo tienen que ser las comidas y otras sandeces por el estilo) son el complemento perfecto para una noticia que muestra que "el gobierno de los mejores" carece de la más mínima sensibilidad a la hora de establecer prioridades. Ahí siguen, por ejemplo, costosos organismos de más que dudosa utilidad (tribunal catalán de defensa de la competencia, embajadas, consell de garanties estatutàries...) mientras se deja de pagar a las entidades que se ocupan de atender a ancianos y dependientes; y ahí siguen también los no sé cuántos canales de TV3 y las ayudas millonarias a los periódicos mientras los niños  han de pagar ¡tres euros diarios por poder llevar una fiambrera al colegio!
Lo peor, con todo, no es que carezcan de sensibilidad a la hora de establecer prioridades; sino que parecen no darse cuenta de que en las circunstancias actuales esta noticia es una afrenta, un insulto a todos los que lo están pasando mal ante una situación que nos supera y supera a quienes nos gobiernan. Si no saben hacer algo más que cobrar tres euros por día a cada niño por llevar una fiambrera al colegio, por favor, váyanse ya.