Desde hace meses sabemos que un número creciente de niños han abandonado los comedores escolares. La prensa acabó haciéndose eco de un fenómeno que difícilmente puede dejar indiferente a nadie que tenga la más mínima sensibilidad. Hay algo profundamente sórdido en que las dificultades económicas conduzcan a un cambio en los hábitos alimentarios de los niños. No quiero dramatizar excesivamente; no digo que los niños que lleven fiambrera no estén igual o mejor alimentados que los que se quedan en el comedor; pero no estamos ante una opción tomada libremente por los padres, sino forzada por la crisis económica. Familias que antes dejaban a sus hijos en el comedor escolar deciden dejar de hacerlo con el fin de ahorrarse los cien o ciento cincuenta euros por niño y mes que supone el servicio de comedor. No es posible afrontar ya ese gasto y se han de buscar alternativas. Mandar al hijo al colegio con una fiambrera puede ser una alternativa; pero seguramente no me equivoco si digo que a muchos padres y a muchas madres se les debe de encoger el corazón cada mañana cuando meten la fiambrera en la mochila de su hijo. Se trata de un gesto que implica que el niño tendrá que hacerse responsable de su comida probablemente antes de lo que quisieran sus padres; que no puede disfrutar de aquello que tenía hace unos meses; que no se les puede dar ya todo lo que desearían; que hay una posibilidad de que lo que ellos tendrán será menos de lo que uno tiene.
Creo que una sociedad ha de ser sensible ante problemas como éste, que han de buscarse mecanismos que permitan que los hijos que no pueden comer en sus casas puedan hacerlo en un comedor escolar debidamente atendido y con una calidad suficiente en la alimentación.
Han pasado meses y no tenía noticia de que se estuviesen estudiando mecanismos de ayuda a las familias que se habían visto obligadas a sacar a sus hijos del comedor escolar. Hoy el tema ha vuelto a salir en la prensa; pero la noticia no es la de que se van a intentar dotar más becas de comedor; que se ha intentado llegar a un acuerdo con las empresas que prestan este servicio para que se pueda producir una rebaja en los precios; que se ha intentado que las AMPAS y los departamentos responsables de enseñanza en las Comunidades Autónomas puedan establecer mecanismos de socorro para las familias más necesitadas. No, no se trata de nada de eso, sino de que en Cataluña los niños que acudan al comedor con fiambrera deberán pagar hasta tres euros al día por la utilización de la nevera, de los microondas, la organización de los espacios...
¿Es una broma? ¿Están locos? ¿Se dan cuenta de que la fiambrera se llevaba precisamente para ahorrar? Ahora ¿qué pretenden? ¿que ni fiambrera se lleve? porque habrá familias para las que también será inasumible pagar cincuenta euros por niño y mes por... usar una nevera y un microondas. Las patéticas explicaciones con las que va acompañada la noticia (no sé qué sobre que la calidad de la comida comienza en casa, que se darán indicaciones en una página web sobre cómo tienen que ser las comidas y otras sandeces por el estilo) son el complemento perfecto para una noticia que muestra que "el gobierno de los mejores" carece de la más mínima sensibilidad a la hora de establecer prioridades. Ahí siguen, por ejemplo, costosos organismos de más que dudosa utilidad (tribunal catalán de defensa de la competencia, embajadas, consell de garanties estatutàries...) mientras se deja de pagar a las entidades que se ocupan de atender a ancianos y dependientes; y ahí siguen también los no sé cuántos canales de TV3 y las ayudas millonarias a los periódicos mientras los niños han de pagar ¡tres euros diarios por poder llevar una fiambrera al colegio!
Lo peor, con todo, no es que carezcan de sensibilidad a la hora de establecer prioridades; sino que parecen no darse cuenta de que en las circunstancias actuales esta noticia es una afrenta, un insulto a todos los que lo están pasando mal ante una situación que nos supera y supera a quienes nos gobiernan. Si no saben hacer algo más que cobrar tres euros por día a cada niño por llevar una fiambrera al colegio, por favor, váyanse ya.
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