lunes, 5 de agosto de 2013

Victus

He aprovechado estos días para leer Victus, la novela que lleva arrasando en ventas unos cuantos meses y sobre la que tanto se comenta.


No hablaré aquí de "Victus" como novela y me limitaré a decir que no me parece que esté a la altura de "La pell freda" (lo primero que leí de Albert Sánchez Piñol). En cualquier caso, como digo, mi propósito no es literario, sino que lo que me mueve a redactar esta entrada es la sorpresa que me produce comprobar que varias personas toman este relato como si en verdad fueran las memorias de un participante en el asedio de Barcelona y que, por tanto, son fiel reflejo del sitio y de la Guerra de Sucesión en Cataluña (para quien no conozca la trama, "Victus" se presenta como las memorias de un catalán educado en Francia como ingeniero militar, que había participado en su juventud en la Guerra de Sucesión, primero en el bando borbónico y luego en el de los partidarios del archiduque Carlos de Austria, hasta el 11 de septiembre de 1714, y que cayó herido en la última carga de los ciudadanos de Barcelona contra las tropas francesas que asediaban la ciudad).
No quiero decir con lo anterior que haya encontrado a nadie que piense que realmente la novela son las memorias de Martí Zuviría, su protagonista; pero sí que me he topado con quien alaba el trabajo de documentación realizado por Sánchez Piñol para acabar concluyendo que lo escrito podría haber salido de la pluma de ese Martí Zuviría y que, por tanto, leer el libro es un equivalente a conocer lo que hacían y pensaban los barceloneses de comienzos del siglo XVIII (de hecho, alguien ha escrito que la novela "dibuja un riguroso análisis histórico y antropológico del sitio de 1714"). La verdad es que no es esa mi opinión, sino casi la contraria. La obra contiene -a mi juicio- un planteamiento anacrónico que la muestra claramente como fruto de la mentalidad de nuestro siglo XXI, muy alejada en algunos aspectos de lo que pensaban las personas del siglo XVIII, y que es más un instrumento de propaganda que otra cosa. Básicamente "Victus"pretende presentar la Guerra de Sucesión como un enfrentamiento entre castellanos y catalanes y justifica la rebelión catalana de 1713 en un pretendido espíritu nacional que supondría un adelanto de cien años respecto al efectivo nacimiento del nacionalismo. Encaja "Victus", por tanto, en la presentación mítica de la Historia de Catalunya que realiza el nacionalismo catalán y que pretende que los últimos trescientos años no han sido más que los de la ocupación militar de Catalunya por España, los que siguieron a una guerra total entre las dos naciones en la que los españoles (castellanos), ayudados por los franceses, consiguieron finalmente imponerse a los catalanes; aunque estos han rechazado tenazmente los intentos de asimilación emprendidos por sus pluriseculares enemigos.
Evidentemente, esto es una pura ficción. Por mucho que se pretenda la Guerra de Sucesión fue una guerra dinástica en la que Felipe y Carlos encontraron partidarios en unos y otros Reinos, habiéndose producido alternancias en los apoyos que estos dieron a ambos candidatos, de tal forma que propiamente nos encontramos con la primera Guerra Civil de España. En realidad, leyendo el libro de Sánchez Piñol, si nos dejamos de las soflamas que se van soltando aquí y allá, y nos quedamos con los hechos que se relatan esta condición de guerra civil y dinástica de la Guerra de Sucesión aparece con bastante claridad. Quizás sea por esto que el autor parece precisar la introducción de unos largos discursos que, contradiciendo lo que narra, intentan reconducir el relato a la mistificación oficial de la Historia Catalana que laboriosamente han ido construyendo los aparatos de propaganda del catalanismo.
Reproduciré aquí uno de estos interludios reflexivos que nos recuerdan el "verdadero" sentido de la Guerra de Sucesión. Está en el capítulo 5 de la segunda parte:

"Siempre igual, los generales extranjeros parecían incapaces de entender nada de nada. No querían darse cuenta de que Cataluña y Castilla estaban en guerra exactamente del mismo modo que Francia e Inglaterra; que España era un nombre bajo el que se ocultaba una realidad que se apoderaba de la política, el comercio y, si me lo permiten, hasta del sentido común. Un campo de batalla entre dos formas opuestas de entender el mundo, la vida, el todo (...) Pero los madrileños jamás tolerarína al Karlangas como rey, jamás, y no porque fuera un rey austriaco, sino porque era el rey de los catalanes". Fin de la cita (como se dice ahora).

Hay más de estas reflexiones a lo largo del libro, tan ajenas a la mentalidad de comienzos del siglo XVIII como puede serlo un tratado de física cuántica a un alquimista medieval. Los hechos, sin embargo, son tozudos, y se cuelan, incluso, por los intecisos que deja la obra de mampostería propagandística que construye Sánchez Piñol. Así, por ejemplo, en el capítulo 11 de esta segunda parte el autor no puede dejar de apuntar que "Las clases populares barcelonesas siempre habían sentido aquella guerra dinástica entre Austrias y Borbones como algo esencialmente ajeno a ellos". Pero ¿no habíamos quedado en que no era una guerra dinástica, sino una guerra entre Cataluña y Castilla? ¿Cómo es posible entonces este alejamiento de las clases populares? ¿No sentían estas clases populares que la guerra que se libraba desde hacía diez años (la cita se corresponde al año 1713) era una guerra que les afectaba como catalanes frente a los castellanos? Más adelante, la novela da cuenta de cómo los "botifleros", los partidarios del Rey Felipe, dejaron Barcelona tras adoptar la Junta de Brazos de las Cortes la decisión de rebelarse contra él; y por lo que parece no eran pocos, lo que no encaja con la idea de un pueblo catalán férreamente identificado con el Rey Carlos (el suyo) frente al Rey de los castellanos. En el libro también se hace referencia aquí y allí a pueblos "botifleros" (Mataró, por ejemplo), lo que casa más con la idea de Guerra Civil que en realidad fue la Guerra de Sucesión que con una pretendida Guerra de Cataluña contra Castilla.
Este divorcio entre lo que se narra y lo que se quiere que interprete el lector se da hasta en un punto clave del relato: si Martí Zuviría es el protagonista de la novela, el héroe de la resistencia de Barcelona es Antonio de Villarroel, presentado como un general dotado de todas las virtudes posibles, tanto militares como humanas, una persona que es imposible que te caiga mal, el padre o abuelo perfecto, digno, valiente, preocupado por sus subordinados, inteligente y con una integridad a toda prueba... y castellano (aunque nacido en Barcelona). En "Victus" Martí Zuviría se pregunta por qué se eligió a "don Antonio" para dirigir la defensa de Barcelona siendo castellano como era. El propio Zuviría se responde diciendo "Vete a saber". Pues hombre, la respuesta es fácil, porque no se trataba de una guerra entre castellanos y catalanes, sino entre partidarios de Felipe V y partidarios de Carlos III, y ahí se juntaban castellanos con catalanes y catalanes con castellanos. Había castellanos partidarios del Austria y catalanes que apoyaban al Borbón. Así de fácil. Otra cosa es que si se pretende convertir la Guerra de Sucesión en lo que no es empiecen a aparecer cosas que no encajan; pero eso es por pretender darle un sentido que no tiene. Y por mucho que se haya repetido (y lo que se repetirá a partir de ahora) que el 11 de septiembre de 1714 fue la derrota de Cataluña lo cierto es que entre los vencedores también había catalanes que no se merecen esta "retirada del carnet" retroactiva.



Así pues, "Victus" se presenta como una obra que se enfrenta al dilema de contar con detalle una guerra dinástica, pero presentándola como lo que no era, una guerra entre Cataluña y Castilla. Hasta ahora hemos visto cómo los hechos se pretenden matizar con discursos que para nada encajan en la mentalidad del siglo XVIII; pero aún hay más, y es que en la obra se aprecia alguna omisión que resulta en este sentido harto sospechosa. Si por lo visto hasta ahora podemos pensar que la manipulación es simplemente consecuencia de una lectura sesgada de la Historia, propia de quien se ha creído la propaganda nacionalista y es ya capaz de reconducir todos los hechos a esta particular perspectiva, las ausencias y sutiles tergiversaciones son ya indicios de una tarea más sibilina de manipulación.
Esta manipulación se manifiesta, sobre todo, en la discreción con que se aborda el tema del cambio de bando de Cataluña durante la guerra. En el libro se llega a decir que Cataluña había sido fiel al Archiduque Carlos desde el comienzo de la guerra (capítulo 10 de la segunda parte). Eso es falso. Lo que no se cuenta en el libro es lo siguiente:
Cuando muere Carlos II, Felipe V (IV en Cataluña), el heredero designado en el testamento del monarca, pasa por Cataluña, jura las Cortes, es reconocido como conde de Barcelona, otorga privilegios y recibe donativos. En los años siguientes, sin embargo, comienza a construirse una oposición austracista en Cataluña que se va extendiendo por distintas partes del Principado. En 1705 se llega a un acuerdo entre algunos autoproclamados representantes de Cataluña e Inglaterra para cooperar en la instauración del Archiduque Carlos como Rey de España. Los sublevados en el interior de Cataluña se unen a las tropas inglesas, holandesas y autriacas desembarcadas y comienza el sitio de Barcelona que se extiende desde agosto hasta octubre de 1705. Los sitiadores (recordemos, los partidarios del Archiduque Carlos) toman el castillo de Montjuic y desde allí comienzan a bombardear la ciudad. Finalmente, ésta capitula.
A partir de ese momento (octubre de 1705) las instituciones catalanas son partidarias del candidato austriaco y opuestas al Borbón; pero, como vemos, esta opción no fue la que se siguió desde el comienzo de la guerra ni parece que la causa del cambio de bando fuera la falta de respeto de Felipe IV por las libertades y constituciones catalanas, que había ratificado en 1701, sino una opción de algunos notables catalanes que consiguieron acabar imponiéndola en una operación militar, política y de propaganda. Todo esto no sale en la novela, y no tiene por qué salir; como obra literaria puede hacer las opciones que tenga por convenientes y en este caso opta por comenzar la acción en 1705 con lo que se ahorra tener que contar las Cortes catalanas reunidas por Felipe IV en 1701 y el sitio de Barcelona de 1705. Como es una obra de ficción también es legítimo (¡faltaría más!) que cuente todas las mentiras y falsedades que tenga por conveniente; pero, por favor, en ese caso que no se tome -como la están tomando algunos- como verísima crónica.
Ya digo que en este punto que comento a la novela se le va la mano porque mantiene que Cataluña fue fiel a Carlos desde el comienzo de la guerra y esto es, directamente, falso. Ahora bien, hay un detalle que podría parecer menor pero que a mí, lo reconozco, me sorprendió negativamene al leerlo, como si el autor quisiera darme gato por liebre; y de una forma tan sutil que casi me provocó una ligera náusea. Me explico.
Tal como acabo de contar, la ciudad de Barcelona sufrió dos sitios durante la Guerra de Sucesión, el que todos conocemos, el de 1713-14 y otro del que casi nadie sabe casi nada, el de 1705. El sitio de 1705 no encaja en la historia oficial del catalanismo porque en él (en el sitio de 1705) la ciudad de Barcelona se mantenía fiel a Felipe IV y los sitiadores eran los teóricamente partidarios de las libertades catalanas. Una Barcelona, capital de Cataluña, resistiendo en favor del Rey Borbón no es acorde con la mistificación de que la Guerra de Sucesión fue una guerra de Cataluña contra España. Pero es que, además, durante el sitio de 1705 se bombardeó por primera vez la ciudad desde Montjuic. Los "catalanes" (asumamos aquí por un momento la perversa dialéctica que convierte a los partidarios del archiduque Carlos en catalanes y a los partidarios de Felipe en castellanos o botifleros) ocuparon el castillo y bombardearon a los pacíficos ciudadanos de Barcelona provocando horrores sin cuento. Evidentemente esto no encaja, y si se relatara perdería fuerza lo que se cuenta en el libro sobre cómo en 1713 el ejército borbónico, rompiendo las reglas de los asedios, dirigió sus cañones contra la ciudad y no contra sus murallas. ¡Diantre! pues en 1705 es lo que ya habían hecho los austracistas contra la misma ciudad de Barcelona. Mejor, por tanto, pasar por alto este sitio y centrarnos en el de 1714, parece que pensó el autor.
Y aquí es donde llega la impostura que más me ha indignado en todo el libro. Resulta que en un momento dado, en concreto en el capítulo 2 de la segunda parte, aparece una bala de cañón oculta en una casa de Barcelona. Lo que se dice en "Victus" es esto literalmente:

"La masa de cera derretida ocultaba una bala de cañón. Vete a saber tú si era del bombardeo de la flota francesa de 1691, del asedio de 1697, de los combates que siguieron al desembarco de los aliados en 1705 o de qué otra batalla".

Bien, curiosamente en esta enumeración se olvida (antes no lo he mencionado por no extenderme) del bombardeo que sufrió la ciudad en 1704 por una flota partidaria del archiduque Carlos (cuando Barcelona se mantenía fiel a Felipe); pero lo que más me irrita es que el sitio de 1705 sea convertido en "los combates que siguieron al desembarco de los aliados en 1705" ¡Pero qué combates! ¡Un sitio con todas las de la ley que duró tres meses y en el que la ciudad, y no solamente sus murallas, fueron bombardeadas por los "defensores de la tierra". Esto no puede ser casualidad ni torpeza. Esta frase me confirma que más allá de la literatura la propaganda es el eje de esta obra y, lo peor, que está consiguiendo lo que se proponía porque muchos se toman en serio este cúmulo de datos trufados con valoraciones y hábiles distorsiones que parece tener solamente un objetivo: mantener que los españoles tenemos que seguir odiándonos, porque, como dice el autor en algún punto "En realidad España no existe; no es un sitio, es un desencuentro".
Pues sí, quizás sea un desencuentro; y en gran parte este desencuentro es causa de no ser rigurosos con nuestra historia y falsearla para que todo sea un cuento de buenos y malos. Lamento profundamente que desde ya todo sean loas a los caídos en 1714 y con tanta facilidad nos olvidemos (porque no interesan) de los caídos en 1705. Y lamento aún más que los argumentos de la política de hoy sea lo que (no) pasó hace trescientos años. Por favor, que dejen de tomarnos el pelo. Gracias.

12 comentarios:

Galderich dijo...

Hace ya mucho tiempo que no leo novelas históricas por razones obvias como las que expones. A pesar de tener un principio como este -"si no le gusta mis principios tenemos otros principios" como dijo el gran Marx, Groucho- me leí la novela para poder opinar.

A nivel literario no me gustó pero este no es el tema de discusión aquí.

A nivel histórico tampoco, el protagonista sufre, como todos los de novela histórica, lo que yo llamo "síndrome del cul del Jaumet", es decir, está y se mueve por todas partes como un hiperactivo en los momentos culminantes sin contar con una motocicleta que le lleve a todas partes.

Sobre la Guerra de Sucesión tomo como referencia siempre el libro de Albareda "La Guerra de Successió i l'Onze de Setembre" editada por Empúries. No pido ni a una novela -y quien lo haga demuestra su incultura- ni a un manual de historia superficial que entre en detalles ya que se ha de simplificar. Buscar matices en historia es como pedir que mitos como el 2 de mayo, la Unidad de España de los Reyes Católicos, la Conquista de América... sean verdades incuestionables.

Si alguna virtud tiene la novela es que muestra a los Diputats de la Generalitat como unos auténticos corruptos -que lo eran pensando en sus negocios y beneficios- y al Pueblo -con la frase que muestras lo dice todo- como ajeno a debates de alta política. El Pueblo siempre ha salido perdiendo de cualquier guerra y lo que se defensaba en Cataluña era el salvaguardar a ultranza los derechos históricos que como ya había sucedido en Valencia y Aragón podían ser derogados y asimiladas las leyes a las de Castilla, más restrictivas de libertades y favorecedoras de una monarquía absolutista como pretendía Felip V.

En Cataluña las clases dirigentes tenían claro que tan mal podía ir una monarquía francesa -se sabía los resultados de las libertades del Rosellón... después de la Paz de los Pirineos y los constantes ataques a finales del s. XVII con la profanación de iglesias- como austracista -la Guerra dels Segadors aun era reciente- y se apostó por el bando equivocado presionados por la Liga internacional que entró, como bien comentas, a saco en 1705.

El Pueblo sigue más o menos unas directrices trazadas por los dirigentes y a veces defienden causas obligados por las circunstancias y la situación geogràfica donde se encuentra.

En fin, es muy largo de comentar el libro de Sánchez-Piñol pero una cosa es clara en las novelas históricas: la visión desde el s. XXI distorsiona cualquier objetividad aunque haya las mejores intenciones. Recuerdo que una amiga me pasó el diario que su padre escribió desde el Frente de la Batalla del Ebro como miembro de la Quinta del Biberón. Cuando lo leí me sorprendió sus reflexiones y se lo comenté. Me dijo que en realidad el diario lo destruyó antes de quedar preso por las tropas franquista -por razones obvias-, y que lo reescribió pasados unos años, con lo que aquel diario que había escrito ya había perdido su esencia... y había acumulado experiencia. ¡Imaginémonos lo que ocurre con tantos siglos de diferencia!

Rafael Arenas García dijo...

Muchas gracias Galderich por tu comentario, tan rico. Está bien visto lo del "síndrome del cul del Jaumet", que en el caso de esta novela alcanza el paroxismo. No quería comentar cuestiones literarias en esta entrada; pero lo de que Martí Zuviría fuera el ingeniero responsable de la defensa de Barcelona y quien diseñó la trinchera de ataque francesa es quizás el ejemplo máximo de ese síndrome que no tenía etiquetado pero que es cierto que está en muchas novelas históricas.
Y sobre la Guerra de Sucesión, pues te agradezco tus comentarios. ¡Son tantos los matices en esta contienda! ¡Tantas las perspectivas! Coincido en que no se puede pedir a las novelas históricas fidelidad y, como apuntas, probablmente es un problema de falta de cultura tomárselas como tratados históricos. Por eso me preocupa que hablando de la Guerra de Sucesión alguno me haya citado como argumento de autoridad "Victus". Fue por eso por lo que me decidí a leerlo completo (una vez lo había hojeado y en la tercera o cuarta página ya había desistido de continuar su lectura)y a escribir una pequeña nota sobre él. Un abrazo.

Carlos dijo...

Me ha gustado leer vuestras opiniones sobre Victus. Disiento. La novela -no hay que olvidar su adscripción genérica- me entretuvo mucho y disfrute leyéndola. No le pedía otra cosa; no le pedía que me enseñara historia; para eso voy a otras fuentes, aunque nunca hay nada neutral.
No creo que Victus olvide el contexto internacional. Quizás yo esté corrompido, pues me documenté un poco antes de leerla, pero recuerdo que la novela contextualiza el 14 de septiembre de 1714 en un conflicto internacional. Que luego degenerará en una polémica nacional, sí; pero Sánchez Piñol empieza con el marco internacional
Uno de los aspectos que más me gustó fue la crítica a los felpudos rojos. No sólo sirve todavía, es una de las claves de vuelta de la situación actual. Así que coincido con Galerich.

Rafael Arenas García dijo...

Hola Carlos, el problema es que más de uno y de dos se lo toman como un libro de historia (una búsqueda rápida en google descubre bastantes artículos en los que se comenta lo útil que es el libro para entender aquella época; de hecho algo así ha comentado el autor al hilo de la noticia de que Rajoy lo leería este mes de agosto). Como novela me parece que es entretenida, aunque demasiado esquemática en el dibujo de los personajes y con una trama exesivamente "bizantina"; pero si se pretende tomar como reflejo de la Guerra de Sucesión (tal como pretenden algunos) tiene, a mi juicio, dos errores básicos: no explica el cambio de bando de Catalunya durante la guerra -obviando o, mejor dicho, ocultando, el sitio de Barcelona de 1705- y plantea la guerra de Sucesión como un enfrentamiento entre Castilla y Cataluña, lo que me parece profundamente equivocado y, puestos a pensar mal, buscado a propósito para que la novela cumpla una función de encuadramiento precisamente en estos momentos en los que tantos están interesados en reescribir la historia y explicarla toda como un permanente enfrentamiento entre Cataluña y Castilla (reciente está la retirada de la placa relativa a la Constitución de 1837 de la Plaza de Sant Jaume).

Unknown dijo...

Carlos: Vostè diu que no va ser una guerra de Castella contra Catalunya. Una obra que no és novel·la històrica: http://montse.quintasoft.net/2ESO/16.cata_borbons/NuevaPlanta1775.pdf . Així que pugui, expliqui'm per què la llengua catalana hi desapareix (¿un text que és sobre com s'ha de regir Catalunya tot en castellà quan al s. XVIII ningú no el parlava a Catalunya?, i de pas justifiqui'm perquè l'única vegada que es parla de llengua és per imposar el castellà --article 5). Ah, i avui (20-08-2013) el que compta no és si els catalans vam ser o no vam ser (no ens posarem d'acord, perquè, com ja ha comentat algú, una mateixa persona pot canviar la manera de veure un mateix fet que fins i tot ha viscut personalment), sinó què volem ser d'ara endavant. Jo, independent d'Espanya. I cada vegada som més. Quan siguem majoria, ¿acceptarà, vostè, la nostra voluntat? Cordialment.--Marcel Banús

Rafael Arenas García dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Rafael Arenas García dijo...

Marcel, ya me he leído el Decreto de Nueva Planta (me lo he leído varias veces en los últimos veinte años)¿qué tiene que ver ese documento con el planteamiento (absurdo) de que la guerra de Sucesión fue una guerra entre Cataluña y Castilla? En aquella época las guerras las libraban los príncipes, no las naciones, que comienzan a ser sujetos del Derecho internacional unos cien años después de la Guerra de Sucesión. Lo que se discutía en la Guerra de Sucesión era quién sería conde de Barcelona y, en su última fase, cómo gobernaría Felipe IV sus territorios. ¿Si fuera una guerra entre Cataluña y Castilla qué sentido tendría la llamada del general Villarroel a luchar por la libertad "de toda España"?
Pero bueno, me imagino que no le convenceré. Pareciera que la opinión que se tenga sobre estos asuntos dependa únicamente de la posición que se adopte sobre el futuro de Cataluña (y la última parte de su comentario así parece indicarlo), y ante eso ¿qué más dan hechos, argumentos o razonamientos?

El administrador de La novela antihistórica dijo...

Una gran enhorabuena por esta magnífica reseña. De verdad, perfectamente escrita y razonada, independiente.
En fin, a cambio dejo un enlace a esta otra que abunda sobre otras cuestiones que ponen aún más en evidencia todo el tinglado que se disimula en "Victus" http://www.lanovelaantihistorica.wordprress.com.
Con manipulaciones de ese calibre no tiene nada de extraño que, como dice el sr. Banús i Banús,cada vez sean más los que quieren independizarse de España. Triste realidad, en cualquier caso, edificar una nueva nación sobre un montón de tergiversaciones, cuando no de mentiras descaradas. Los secesionistas deberían meditar un poco sobre ese mal, muy mal, comienzo.
Un saludo.

Assumpció Cantalozella dijo...

Qualquier catalan tiene claro que fue una guerra monàstica. Pero,llena de otras causas de fondo. Por que sinó al vencer, el rei Borbon anula las constituciones catalanas y los diversos privilegios centenarios? Por què se cierran las universidades catalanas? Por què se procede a imponer la lengua y leyes castellanas como habia deseado ya el estadista conde duque de Olivares? Por què anula el viejo conglomerado político, que Pierre Villar no duda en nombrar confederación?

Rafael Arenas García dijo...

Gracias por el comentario Assumpció. En realidad las cosas son creo, un poco más complicadas y para entenderlas creo que es preciso intentar ponerse en la perspectiva del siglo XVIII, que no es la nuestra.
En cuanto a la abolición de las constituciones, en realidad -y sé que esto que digo sorprenderá- Felipe IV (con ese nombre reinó en la Corona de Aragón, no con el de Felipe V, que era su título castellano) lo que hizo fue restituirlas, aunque reducidas y adaptadas a su propia concepción del Estado. Me explico.
En la concepción medieval (y desde la perspectiva jurídica el siglo XVIII es todavía Antiguo Régimen en el que se aplicaban principios jurídicos y políticos medievales) las constituciones son un pacto entre el Rey y los diferentes estamentos. En cuanto pacto fue roto por las instituciones catalanas cuando, traicionando el juramento que habían hecho en 1702 al rey Felipe, traspasaron su fidelidad al archiduque Carlos (en 1705, después de una revuelta, el pacto con los ingleses y holandeses y tras tomar Barcelona mediante un sitio que no fue menos salvaje que el de 1714). El pacto, por tanto, no fue roto por el rey Felipe, sino por las instituciones catalanas, que habían establecido otro nuevo con el archiduque Carlos, pacto teóricamente garantizado por los ingleses merced a los pactos de Génova de 1705). Perdida la guerra Felipe ocupó Cataluña, pero sin que ya le uniera ningún pacto con los distintos estamentos que fuera fundamento de Cortes o instituciones. Como digo no fue el rey quien las abolió, sino las propias instituciones quienes "se hicieron el harakiri" al renunciar expresamente a mantener su fidelidad al monarca. La tarea de Felipe IV fue restaurarlas, y eso hizo en 1715, pero sobre bases nuevas, más modernas (para la época) y basadas en el mantenimiento de ciertas instituciones propias de Cataluña (el consulado del Mar, la jurisdicción propia -aunque con la posibilidad de un recurso en última instancia al Consejo de Castilla, y el mantenimiento del Derecho propio de Cataluña (hasta la actualidad se ha mantenido el Derecho civil catalán, que fue restaurado por el Decreto de Nueva Planta de 1715). En cuanto a la imposición del castellano en los tribunales, conviene saber que este castellano no sustituía al catalán, sino al latín, en el que todavía se litigaba en el siglo XVIII para gran desesperación de los justificables que no entendían nada de lo que se había resuelto. Con el fin de clarificar se prohibió el latín (que, sin embargo, continuó apareciendo en documentos judiciales décadas después del Decreto de Nueva Planta) y se sustituyó por el castellano, que era una lengua que también era usada en Cataluña entonces, como muestran los documentos de los que disponemos de las últimas décadas del siglo XVII y los primeros años del XVIII (antes incluso de los Decretos de Nueva Planta). De todas formas el catalán se siguió usando en documentos jurídicos y se exigía a los funcionarios que prestaban su servicio en la Audiencia de Barcelona que lo conocieran.

Anónimo dijo...

Excelente la explicación del autor. No sabía que hasta el decreto de Nueva Planta, la lengua usada en los juicios en Cataluña no era el catalán,.. sino el latín.
¿Por qué el gobierno central y la oposición no hacen una labor de educación frente a la propaganda del nazionalismo? El inmovilismo y la inacción de los sucesivos gobiernos centrales acabrán siendo mortales para Cataluña.

Pau Galindo Fuentes dijo...

Com a valencià, reflexione el següent :

És un error entendre el mapa geopolític mundial del Segle XVIII amb ulls del Segle XXI.

Tot i això, als valencians, que em sigut constantment maltractats des de que en 1707 ens varen derogar els nostres Furs com a Regne, les nostres lleis, ens trovàrem amb que Felip V de Castellà ens va cremar Vila-real i Xàtiva entre altres ciutats, les va reanomenar amb noms castellans, va prohibir l'ús del català a l'Antic Regne de València, i arrel d'això va començar una constant castellanització del nostre territori.

Aixina que, per molt que s'haja volgut maquillar les raons que varen provocar l'abolició dels Furs, des de que el centralisme és centralisme, sempre ha sigut per als castellans molt molest que hi hagueren altres realitats polítiques i socials a la Espanya que es va crear posterior als Decrets de Nova Planta, mai, ja des d'ixe punt, s'ha entés que els valencians, catalans, mallorquins, galegos, vascs... en tenim una cultura i una realitat social diferent, i sempre s'ha volgut acabar amb elles.

Com a paradigma d'ixa discriminació, es pot vore com a dia d'avui encara no hi ha AVE Barcelona-València, no es vol potenciar el corredor de la Mediterrània, des d'Andalucia a Catalunya, clarament la zona que més riquesa aporta al conjunt de l'Estat Espanyol, hi ha un dèficit fiscal greu cap al País Valencià o Catalunya, ens discriminen anomenant-nos "Levante", des del Ministeri de Foment ens neguen dia rere dia les inversions que legítimament ens toquen com a 3a ciutat a nivell estatal...

Però tot i això, resistim, i cada volta més, alcem el vol i fem sentir la nostra força.