miércoles, 7 de agosto de 2013

¿Bajamos los salarios?


Bien. Veamos algunos datos. En este momento, en España las rentas del trabajo suponen un 44,7% del PIB. Es decir, menos de la mitad de lo que se produce va destinado a retribuir a los trabajadores. Como todo, este es un dato que tiene que ser valorado en su contexto, tanto histórico como geográfico. Desde la primera de estas perspectivas tenemos que tener en cuenta que en las últimas décadas el peso de las rentas salariales en el PIB no ha dejado de bajar, al menos en los países desarrollados (puede consultarse un reciente informe de la OIT sobre el tema o cualquiera de los muchos artículos que se encuentran fácilmente por Internet y donde se aportan datos interesantes sobre este significativo descenso de la retribución del trabajo en relación al PIB, como hace éste, por ejemplo).
Si consideramos el contexto geográfico tenemos que considerar que España es uno de los países de la Eurozona donde el peso de las rentas salariales sobre el PIB es menor, tal como puede apreciarse en este gráfico:


Como puede verse, mientras en España el peso de las rentas salariales respecto al PIB es de un 45%, en Alemania (el país en el que, según nos dicen, deberíamos mirarnos) ese peso es de más de un 50% y en Bélgica, Eslovenia y Francia la proporción de las rentas salariales en relación al PIB es todavía mayor. Fijémonos, además, que en Grecia ese porcentaje es de un exiguo 33%. Ante esto creo que es legítimo preguntarse si debemos avanzar en la dirección que nos conduce a Alemania o en la que nos conduce a Grecia.
Otro dato que ha de tenerse en cuenta es que la mayoría de los trabajadores españoles tienen salarios modestos, muy por debajo del salario medio (situado actualmente en unos 23.000 euros anuales). En concreto, el 63% de los asalariados cobre menos de 1200 euros netos al mes. Esto quiere decir que en España existe una profunda desigualdad en los salarios que hace que si consideramos únicamente los salarios que cobra la inmensa mayoría de los trabajadores la proporción de tal salario en el PIB es realmente escandalosa (por abajo). En un cálculo casero y que, por tanto, está sometido a cualquier otro que se haga con una metodología más afinada, me daba que el conjunto de los salarios de todos los trabajadores en España que cobraban el salario mediano o menos que éste (un 68% del total de los asalariados) suponía tan solo un 13% del PIB (aquí está el cálculo).

No cuestiono las propuestas del FMI, de Olli Rehn y de la Comisión Europea; pero me gustaría que se me aclarara si se hacen teniendo en cuenta estos datos. Esto es, si se es consciente de que la propuesta de reducción del 10% del salario puede implicar una disminución todavía más acentuada del peso de las rentas salariales en el PIB alejándonos de la media de la Eurozona y de que en el caso de España más de las dos terceras partes de los trabajadores reciben unos salarios que, en su conjunto, no representan ni siquiera un 15% del PIB.
No creo que ni el FMI ni Olli Rehn ni la Comisión Europea estén locos. Hay un dato macroeconómico en España que sin duda causa espanto aquí y más allá de los Pirineos. Tenemos un índice de paro que es más o menos el mismo que se sufrió en Estados Unidos en la época de la Gran Depresión. Un nivel de paro que está más cerca del 30% que del 25%; y esto son palabras mayores. Desde una perspectiva económica un paro tan alto indica una infrautilización de los recursos de la economía que hace rechinar los dientes a cualquier analista, y desde una perspectiva política todo el mundo parece asumir que estos altos niveles de paro son la gasolina para cualquier desorden, revuelta o, incluso, revolución. Si nos fijamos en la Historia veremos que es este paro elevado el que se encontraba detrás de algunos de los movimientos políticos y sociales más peligrosos del siglo XX.
Quizás por este casi atávico temor al paro se preocupan en Washington (FMI) y en Bruselas por la situación en nuestra pobre España; y quizás por eso se les ocurre recurrir a un remedio que en la ortodoxia económica ha de poner freno al paro: la reducción de salarios; pero, claro, siempre que la reducción se dé en el marco de un amplio acuerdo social que haga que esa disminución de los salarios se convierta en una efectiva contratación de nuevos trabajadores (se insiste en este aspecto en la entrada que Olli Rehn dedica al tema en su blog): pobres ilusos. This is Spain!
Para acabar: ¿se han dado cuenta quienes proponen esto que en la actualidad los nuevos empleos que se generan en España lo hacen con unos salarios que están reducidos ya no en un 10% sino en un 30, 40 o 50% respecto a los emolumentos que se cobraban hace años? Ahí está el problema. No tanto en los salarios de quienes no han (hemos) perdido nuestro empleo como consecuencia de la crisis (que en general se han reducido también); sino en los de quienes han sido despedidos y vueltos a contratar o quienes acceden a un empleo por primera vez, ya que estos, en muchos casos, están cobrando mucho menos que sus equivalentes de hace años. Ingenieros que cobran 1000 euros al mes o médicos que no llegan a los 1.500 euros al mes no son raros en España. ¿Y hay que reducir todavía más los salarios? Me gustaría que quienes hacen esas propuestas se den una vuelta por España; pero no por las oficinas del Ministerio de Economía o del Banco de España, sino por los barrios de cualquier ciudad. Ahora bien, si lo hacen les recomiendo que no vayan diciendo por ahí que son del FMI o de la Comisión Europea, por lo que pudiera pasar.

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