domingo, 26 de septiembre de 2010

La prueba del algodón

En este mundo de la Fórmula 1 hay unos pocos circuitos que son como la prueba del algodón. Actualmente el más blanco es Singapur. Este es un circuito en el que las manos de los pilotos cuentan mucho, muchísimo. En todo el fin de semana los comentaristas han destacado que es un circuito en el que se dan diferencias no habituales entre los pilotos del mismo equipo; y como muestra ahí esta el repaso que en calificación le metió Alguersuari a su compañero en Toro Rosso, Sebastián Buemi. Además es un circuito en el que un muy buen piloto puede hacer que su coche suba un peldaño; y ahí está el podio de Alonso el año pasado con Renault.
Ahora mismo acabo de ver la clasificación de las vueltas rápidas en la carrera de Singapur de este años y me he llevado una agradable sorpresa: la primera y la segunda vueltas son de Alonso y Vettel (esto ya lo había visto durante la carrera); la tercera es de Kubica y la cuarta de ¡Schumacher! Bien, parece como si por un momento se iluminara el panel de los mejores pilotos: en los cuatro primeros puestos cuatro pilotos de cuatro escuderías distintas (Ferrari, Red Bull, Renault y Mercedes). En otros circuitos seguramente no es fácil que se de esta sucesión de pilotos de escuderías distintas porque el coche que es rápido lo es y sus dos pilotos están colocados cerca en el ranking de vueltas rápidas. Aquí, en cambio, pareciera que se puede ver, de alguna forma, el verdadero valor del piloto.
Es verdad que no puede darse un valor absoluto a este ranking, no pretendo decir ahora que Schumacher es más rápido que Rosberg, por ejemplo; pero dejadme disfrutar viendo en una clasificación a cuatro pilotos que, con independencia del coche que conduzcan en cada momento, marcan una diferencia. A Alonso no lo voy a descubir ahora; aunque con la cantidad de "antis" indocumentados que pululan por ahí a veces pareciera que es necesario andar justificando permanentemente al que ya se ha colocado como uno de los mejores pilotos de la historia (los datos están ahí, en la wikipedia misma, para el que los quiera ver). Vettel es otra de mis debilidades, ya incluso desde antes de ganar en Monza ¡con un Toro Rosso! hace dos temporadas. Kubica es otro piloto que me gusta mucho, antológico su adelantamiento hoy, que hizo soltar un "que fort!"que salía del alma a alguien que ha visto ya tanto en la Fórmula 1 como es Villadelprat. Y Schumi es Schumi, claro. Te podrá gustar más o menos, este año no está fino; pero el palmarés que tiene no ofrece lugar a dudas. Quizás no sea más rápido que Rosberg; pero en Singapur ha hecho la cuarta vuelta rápida en carrera. Eso no está al alcance de cualquiera, desde luego.
Comenzaba hablando de Alguersuari y su extraordinaria calificación. Luego en la carrera tuvo mala suerte; pero este fin de semana ha sido significativo. El año pasado sufrió lo indecible en Singapur. No podía mantener el ritmo de carrera, iba superlento. Llegué a dudar de sus posibilidades en la Fórmula 1. Un año después, sin embargo, fue capaz de sacarle casi un segundo a su compañero en la calificación. Creo mucho en las tendencias, y si la de Alguersuari se mantiene creo que podremos encontrarnos con un piloto puntero en las próximas temporadas. Ojalá se cumplan los pronósticos y Singapur sea profético.

sábado, 25 de septiembre de 2010

¿A dónde vamos?

Pone los pelos de punta leer el reportaje de El País sobre los (pre)parados. Una generación que ha hecho lo que se suponía que tenía que hacer (estudiar, formarse, aprender idiomas) y que, sin embargo, no recibe de la sociedad lo que se suponía que ésta tenía que darle: muchos no tienen trabajo estable, los sueldos son insuficientes para vivir y la ayuda de las familias sigue siendo imprescindible. ¿Qué es lo que ha pasado? ¿En qué nos hemos equivocado? ¿A dónde nos dirigimos?
Desde luego, es un problema complejo, que tiene muchas facetas y que, sin duda, es difícil no solamente de resolver, sino de diagnosticar y analizar. Lanzo aquí algunas ideas deslabazadas que me preocupan en torno a esta situación.
Lo primero creo que es darnos cuenta de en qué punto se encuentra nuestra sociedad, nuestro país en cuanto a nivel de desarrollo económico. Es un tópico afirmar que la economía española el sector de la construcción y el de la hostelería tienen un peso excesivo. Y seguramente es verdad. Antes justo del estallido de la crisis un albañil podía ganar fácilmente el doble que un ingeniero informático; un escayolista, el triple que un economista; un fontanero el doble que un profesor de universidad. A mi me parece que esta situación no es deseable; algo deberíamos cambiar para que las actividades que potencialmente pueden generar más desarrollo para el país esten más gratificadas. De otra forma lo que conseguiremos es que en la siguiente generación (ya está pasando) nadie quiera formarse, visto que la formación no es vía para el éxito personal. Así llegamos fácilmente a la generación "Ni-ni".
Hasta ahora este desequilibrio entre formación y retribución venía enmascarado por la Administración. En las distintas administraciones seguía funcionando (sigue todavía, no sé por cuánto tiempo) la regla de que a mayor formación mejores salarios, manteniéndose en los niveles superiores de la administración (escalas A y B) unas retribuciones dignas. Mucho me temo que en los próximos años esto cambiará: la depauperación de los títulos alcanzará también, por desgracia, a la Administración y es probable que en unos años los funcionarios de los niveles superiores sean también "mileuristas" (o equivalente).
¿Es esto lo que queremos? Me imagino que no, que la mayoría querrá un país en el que sobre la base de un nivel de vida digno para todos, aquéllos que estén más formados obtengan mayores retribuciones. Ahora bien, ¿qué tendríamos que hacer para conseguirlo?
Es claro que la formación no es suficiente. Ahora mismo tenemos muchos profesionales bien formados; pero la sociedad no es capaz de sacarles todo el partido posible, no es capaz de transformar la formación en dinero. ¿Por qué? Quizás fuera necesario conseguir que, ya que la clase empresarial actual no es capaz de transformar nuestra economía, potenciar una nueva clase de empresarios. Empresarios que estén dispuestos a buscar el beneficio a base de la calidad y no de la pillería. Para eso es fundamental facilitar los trámites para la constitución de empresas; permitir que quien tenga una idea sea capaz de llevarla a cabo sin grandes problemas. Ahora bien, esta facilitación de la normativa tiene que ir acompañada de una exigencia estricta de cumplimiento de las exigencias legales existentes. Esto es, no puede permitirse que quienes operan de forma fraudulenta adquieran una ventaja, porque si se permite eso al final prevalecerán los tramposos y quienes cumplen con lo exigido se ven perjudicados. En definitiva, tenemos que instaurar en España aquello que envidiamos de los países del norte: la cultura del rigor.
En segundo lugar, tenemos que profundizar en la formación. En ese sentido, el pensamiento dominante en la enseñanza no es una gran ayuda. Creo que no debe transmitirse el mensaje de que aprender es fácil, de que cuarenta horas de trabajo a la semana han de ser suficientes para superar un curso universitario y, al contrario, debe potenciarse la competencia como una forma de mejorar.
En tercer lugar, dado que la globalización es una realidad es fundamental que las empresas y los profesionales puedan moverse fácilmente en ese mundo global; para eso es imprescindible un muy buen conocimiento del inglés. Esa es una asignatura pendiente para la educación en nuestro país. No se acaba de conseguir que al llegar a los dieciséis o dieciocho años los españoles dominen el inglés. Sería preciso adoptar las medidas necesarias para que todos los estudiantes tuvieran un muy buen conocimiento del inglés al acabar la educación obligatoria y un nivel alto de conocimiento de otra lengua extranjera antes de empezar sus estudios universitarios. Creo que esto nos daría una tremenda ventaja sobre otros países y nos permitiría competir en igualdad de condiciones con aquellos países en los que sí se da esta buena formación en idiomas (Holanda, Dinamarca, Noruega, Suecia...).
Quizás alguien se pueda extrañar que la receta para conseguir sueldos más dignos pase por mejorar el inglés, la vieja receta desde hace treinta años; pero estoy convencido de que es así. A nivel individual quien tenga un buen nivel de inglés podrá irse al extranjero a trabajar si aquí no encuentra un puesto de trabajo decente y a nivel colectivo la internacionalización real de nuestras empresas no puede traer más que beneficios. Espero.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Sin comentarios

Tomado del libro de Pilar Rahola La máscara del rey Arturo. El enigma Artur Mas, Barcelona, RBA Libros, 2010, pp. 145-146. Una conversación entre P.R. y A.M. en el que éste le cuenta los inicios de la relación con la que es su mujer, a quien conoció en una boda y con la que empezó hablando en castellano (ella "venía de familia murciana y castellana", p. 145):

A.M. "...la dejé en su casa y a partir de ahí, pues nos empezamos a llamar. Yo dejé a la chica que medio salía conmigo en aquel momento y me enrolle con ella. Al cabo de pocos meses le dije, al ver que la cosa iba mucha más seriamente, porque nos veíamos casi a diario, terminé la mili después de pocas semanas, y al final le dije, oye, yo tengo un problema y es que, si esto va de veras, yo a mis hijos no les hablaré en castellano. Yo, a mis hijos, les hablaré en catalán, por lo tanto...

P.R. ¿Y te lo aceptó?

A.M. Sí, le costó un pelín, pero hizo el esfuerzo. Pocos meses duró eso. ¡Y te hablo de treinta años atrás! Desde entonces siempre en catalán. Por lo tanto, el mito aquel, otra coña que han ido divulgando, que Artur habla castellano con su mujer..., es una mentira absoluta. Eso lo han hecho correr Carod y compañía para desacreditarme y causarme daño.

P.R. Sí, es un mito de Esquerra. Lo he oído toda mi vida.

A.M. Para ponerme al mismo nivel que Pascual Maragall, que él sí que habla con Diana en castellano.

P.R. Y con los hijos.

A.M. Y con los hijos. Pero, coño, yo no."

Fin de las comillas. Ahora imaginémonos el siguiente texto (completamente inventado):

Tomado del libro de Pedro Regente La máscara del rey Antonio. El enigma Antonio Martínez, Barcelona, RBA Libros, 2010, pp. 145-146. Una conversación entre P.R. y A.M. en el que éste le cuenta los inicios de la relación con la que es su mujer, a quien conoció en una boda y con la que empezó hablando en catalán (ella "venía de familia de Tarragona y Mallorca", p. 145):

A.M. "...la dejé en su casa y a partir de ahí, pues nos empezamos a llamar. Yo dejé a la chica que medio salía conmigo en aquel momento y me enrolle con ella. Al cabo de pocos meses le dije, al ver que la cosa iba mucha más seriamente, porque nos veíamos casi a diario, terminé la mili después de pocas semanas, y al final le dije, oye, yo tengo un problema y es que, si esto va de veras, yo a mis hijos no les hablaré en catalán. Yo, a mis hijos, les hablaré en castellano, por lo tanto...

P.R. ¿Y te lo aceptó?

A.M. Sí, le costó un pelín, pero hizo el esfuerzo. Pocos meses duró eso. ¡Y te hablo de treinta años atrás! Desde entonces siempre en castellano. Por lo tanto, el mito aquel, otra coña que han ido divulgando, que Antonio habla catalán con su mujer..., es una mentira absoluta. Eso lo han hecho correr Carlos y compañía para desacreditarme y causarme daño.

P.R. Sí, es un mito de "Empuje". Lo he oído toda mi vida.

A.M. Para ponerme al mismo nivel que Pablo Menéndez, que él sí que habla con Dolores en catalán.

P.R. Y con los hijos.

A.M. Y con los hijos. Pero, coño, yo no."

Sin comentarios.

domingo, 12 de septiembre de 2010

¿Federalismo?

Recomiendo el artículo-entrevista de Enric Juliana que se publica hoy en La Vanguardia; pese a que no es muy extenso en él se lanzan tres o cuatro ideas de gran calado. La primera de ella es la de que la independencia de Cataluña puede estar más cerca de lo que se piensa; y la segunda que la única alternativa a la desintegración del Estado sería un replanteamiento en clave federal de su estructura. Esta segunda idea es la que más me interesa. Los que me conocen saben que es una de mis (muchas) obsesiones.
Me parece que, como ya dije en alguna ocasión, no es coherente que habiendo asumido las Comunidades Autónomas el grueso de la gestión de lo público (Sanidad, Educación, Infraestructuras en buena parte) la competencia recaudatoria sea casi exclusivamente estatal. Lo lógico es que las Comunidades Autónomas tengan competencia fiscal para, de esa forma, poder decidir el nivel de recursos que desean para la gestión de las competencias que tienen atribuidas. De esta forma tendríamos impuestos autonómicos e impuestos estatales. Los primeros irían destinados a cubrir las necesidades de gasto que se derivan de las competencias autonómicas y los segundos las cargas que resultan de las competencias estatales. Esto, evidentemente, no es incompatible con la creación de "un fondo de solidaridad" que permitiera dotar de ayudas temporales y limitadas a las Comunidades Autónomas que careciesen de recursos propios para cubrir las necesidades mínimas de su población.
Lo que planteo no es un concierto económico tipo el concierto económico vasco; ya que no parto de que todos los impuestos sean recaudados por las Haciendas de las Comunidades Autónomas, transfiriendo ésta la parte pactada al Estado; sino que la recaudación debe ser tanto de las Comunidades Autónomas (en relación a las competencias que les son propias) como del Estado (para cubrir las necesidades que se derivan de las competencias estatales). Es un sistema que me parece más claro y limpio que el actual. Cada cuál sabría lo que paga a cada uno y el control por el ciudadano de lo que se hace con su dinero sería más fácil. Acabaríamos con las eternas discusiones, que tanto enconan los ánimos, acerca de que Comunidad Autónoma recibe más y qué Comunidad Autónoma recibe menos en términos absolutos o en términos per cápita.
La pregunta siguiente es la de ¿por qué no se hace esto? Yo veo dos dificultades para llevar adelante este planteamiento. La primera es la desconfianza del Estado hacia una mayor descentralización. Me explico. La vida política en España se explica, en gran manera, por la tensión entre los partidos independentistas y los centralistas. Y con partidos independentistas me refiero a todos aquellos que se plantean como una posibilidad real, aunque no inmediata la independencia de alguna parte del territorio español. Evidentemente en esta lista están el PNV, Convergència Democràtica de Catalunya (la "C" de "CiU"), ERC, EA, BNG... Con frecuencia, el reparto de competencias entre el Estado y las Comunidades Autónomas es fruto de los pactos entre unos y otros (las negociaciones actuales entre el Gobierno de España y el PNV para la aprobación de los Presupuestos es buena prueba de ello). De esta forma, la asunción de nuevas competencias por parte de las Comunidades Autónomas es percibida no como una mejor estructuración del Estado, sino como un avance hacia la independencia. Con esto quiero decir que una ampliación de las competencias en materia fiscal por parte de las Comunidades Autónomas sería utilizado por los partidos independentistas como un elemento más en su estrategia desintegradora. Esto hace que soluciones que serían racionales y eficaces vean dificultada su aprobación.
Lo anterior ¿cómo se puede resolver? Pues integrando dichas soluciones en un consenso real y efectivo entre las fuerzas más significativas en lo que se refiere a la estructura definitiva de España. Esto es, si el pacto se alcanza debería ser con el compromiso de quienes lo firmen de que renuncian a la independencia como objetivo. Después de treinta años de cambio constante quizá fuera bueno que se pusiera fin al debate sobre la estructura del Estado. Estamos dedicando una cantidad ingente de esfuerzos, tiempo y bilis a una cuestión que en otros países no se plantea; y sería bueno que nos pudiéramos centrar en otros problemas que también son muy relevantes.
Lo anterior no es la única dificultad con la que nos encontramos. Evidentemente, hay intereses en mantener la situación actual. En cuanto se habla de concierto económico o cosas semejantes siempre hay unos cuantos políticos, de ciertas Comunidades Autónomas, que saltan a la yugular ¿por qué, me pregunto? Cualquiera que viaje se puede dar cuenta de que Comunidades como Andalucía o Asturias están llenas de autopistas, hospitales modernos, colegios públicos modélicos y polígonos industriales activos. Ciertamente motivos de queja siempre habrá. Ahora tenemos en Asturias el tema de la minería, en Catalunya la deslocalización de las fábricas de automóviles, en Madrid la saturación de la sanidad pública y en Andalucía seguro que también hay algún problema; pero quizás fuera bueno que todos asumiéramos que la solución a nuestros problemas está más cerca que lejos, y que las transferencias "porque sí" se tienen que acabar.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Sobre procedimientos de independencia

Perdóneseme la autocomplacencia; pero de una de las entradas de este blog de las que estoy más satisfecho es de la titulada España sí se rompe, publicada hace ya dos años y medio. Mi tesis era la de que vivíamos un proceso estructural de descomposición del Estado que no tenía marcha atrás. Entonces todavía se consideraba esta afirmación como una mera exageración interesada de la Derecha (así, con mayúscula) falta de rigor y propia de alarmistas con escaso conocimiento de la realidad.
Dos años y medio después, y, al menos, desde Cataluña no creo que pueda negarse seriamente que la independencia de Cataluña está mucho más cerca de lo que pensaba la mayoría entonces, hace tan sólo algo más de dos años. Tras las convulsiones de los últimos meses un apretado resumen sería que en relación a este tema la posición del PSC es bastante parecida a la que tenía CiU hace diez años; CiU tiene una posición cercana a la de ERC de hace unos lustros, y ERC está en la fase de poner fecha a la independencia (ya se habla del 2014), acuciada por los grupos que están naciendo y que reclaman ya, directamente, que el Parlamenteo de Catalunya realice una declaración unilateral de independencia estilo Kosovo. En este contexto, la llamada del presidente Montilla a la participación en unas elecciones que, en sus palabras, decidirán el futuro de Catalunya durante al menos una generación, son perfectamente coherentes.
Ciertamente, cuando hablas con unos y con otros y les planteas el tema de la independencia todavía hay quien esbozan una sonrisa escéptica: "eso es imposible", "no sueñes", "eso son ganas de crear crispación", etc. Muchos, en cambio, no se toman el asunto en broma y no descartan que se puedan dar pasos decisivos hacia la independencia en los próximos años o, incluso, en los próximos meses.
Y es que en todo este follón habría que diferenciar varios aspectos: en primer lugar, está el análisis las ventajas e inconvenientes de la independencia desde la perspectiva española y catalana. Será algo en lo que no me detendré ahora. En segundo término, sería preciso estudiar el procedimiento de consecución de la independencia y, finalmente, en tercer lugar, creo que podría ser sano debatir sobre la forma en la que el debate está afectando a Cataluña y a España.
Sobre el primer aspecto ya empiezan a existir análisis; aun insuficientes teniendo en cuenta la transcendencia de la operación; pero, como decía, no me voy a detener en ello. Prefiero ocuparme mínimamente del segundo aspecto, el procedimiento, entre otras cosas porque creo que se le dedica una atención bastante insuficiente. Quizás esta insuficiencia se deba, al menos en parte, a la calculada ambigüedad de algunos independentistas, que parecen querer llegar a la culminación del proceso "como si no hubiera pasado nada". No deja de sorprenderme de que, en ocasiones, basta plantear como hipótesis los problemas que supone el proceso de independencia para ser mirado con animadversión, como si uno fuera un aguafiestas o, peor aún, un fascista, que es el término comodín que se emplea para todos aquellos que no comparten el ideario nacionalista independentista.
Sea por las razones que fuere, es necesario reflexionar sobre las vías por las que podría conseguirse la independencia de Cataluña. No estamos hablando de un tema menor, sino de un cambio en Europa Occidental de gran calado y, por tanto, no es indiferente la forma en que se haga. En este punto existen varias posibilidades.
La menos traumática sería un acuerdo pleno entre España, el resto de países de la UE y Cataluña. Solamente de esta forma podría darse que Cataluña tras su independencia ingresara inmediatamente en la UE. Si previamente a la independencia se negocian las modificaciones precisas en los Tratados Constitutivos de la UE para adaptarlos a la incorporación de Cataluña sería posible que el mismo día en que Cataluña se constituyese en Estado pasase a ser miembro de la UE. No sé si algunas de las propuestas que se hacen sobre el procedimiento de independencia son conscientes de esto. Todos parecen asumir que la Cataluña independiente formaría parte de la UE automáticamente y no se menciona que esto solamente sería posible si existe un previo acuerdo sobre este punto entre Cataluña y todos los Estados miembros actuales de la UE, España incluida, claro.
Es decir, mi planteamiento es que una declaración unilateral de independencia plantea serios problemas; y es por ello que no deja de asustarme que ya se haya propuesto que el Parlamento de Catalunya realice dicha declaración una vez que su composición lo permita. Este escenario, una declaración unilateral de independencia sin el acuerdo previo con los Estados miembros de la UE (incluida España, repito) sería enormemente peligrosa. Para ello no tenemos más que visualizar qué sucedería al día siguiente de dicha declaración.



Imaginémonos, es un suponer, que, pongamos por caso, el 12 de septiembre de 2011 el Parlamento de Cataluña declara unilateralmente la independencia. Yo me imagino que al día siguiente (13 de septiembre, martes) los mercados internacionales no iban a reaccionar de una manera muy favorable. Estos mercados tan sensibles, a los que un mero rumor sobre un crecimiento insuficiente del PIB de algún país hace tambalear ¿cómo reaccionarían ante una hipotética reducción en un 25% del PIB de la octava (o novena o décima, qué mas da) economía del Mundo? ¿Sería fácil colocar deuda española en caso de necesidad? ¿Se inundarían los mercados financieros internacionales con la deuda española de la que todos querrían desprenderse? Me imagino que la crisis a la que se enfrentaría España dejaría chiquita esta última que nos ha obligado a reducir en un 5% el sueldo de los funcionarios y a congelar las pensiones.
Las consecuencias no serían malas únicamente para España sino también para Cataluña porque, declarada la independencia ¿de qué fondos se surtiría la Generalitat y los Ayuntamientos catalanes (al menos los Ayuntamientos que no declararan su voluntad de seguir siendo parte de España; que este sería otro tema)? Si se quiere mantener el euro como moneda está claro que no se puede recurrir a la máquina de imprimir para crear dinero para el nuevo Estado. Si, por el contrario, se pretende sustituir el euro por una moneda propia ¿qué consecuencias tendría ese cambio para la economía catalana? Si se pretende recurrir a la emisión de deuda ¿cómo reaccionarían los mercados? ¿Nos enfrentaríamos, tras la quiebra del Estados español, a la quiebra también de las finanzas catalanas?
En este punto es bueno recordar que Cataluña no es Kosovo. El PIB catalán es del orden de cincuenta veces el de Kosovo, cinco veces el de Lituania, un 50% más que el de Escocia o un 25% más que el de Ucrania; por ejemplo. Y esto que pudiera parecer bueno es, en realidad, un problema en el momento inicial, puesto que es mucho más costoso para una potencia que tutele la independencia asumir ésta. Sostener económicamente a Kosovo está probablmente al alcance de, al menos, media docena de países en el Mundo, garantizar la emisión de deuda pública necesaria para Cataluña supone un esfuerzo significativo para cualquier país (Estados Unidos incluido) y es, probablemente, inasumible por cualquier potencia europea.
Así pues, una declaración unilateral de independencia no pactada previamente con los países integrantes de la UE implicaría, bastante probablemente, un serio temblor en los mercados financieros internacionales que colocaría en una muy mala posición a España y también a Cataluña; pero, probablemente, las consecuencias irían más allá. En los últimos meses hemos visto como la crisis griega puso en serio peligro al euro ¿podría la moneda única soportar la tensión que se derivaría de la crisis ibérica que, tal como hemos visto, seguiría casi inevitablemente a una declaración unilateral de independencia? En caso de que se activara el fondo de rescate del euro ¿dicho fondo beneficiaría únicamente a España o también a Cataluña? Creo que pocas dudas hay sobre la imposibilidad de que Cataluña accediera a dicho fondo de rescate. A partir de ahí ¿cuál sería la situación de Cataluña en las semanas y meses posteriores a la declaración de independencia? ¿cuál sería la situación de un país que carecería de recursos financieros y monetarios? Es obvio que si no se tiene un padrino poderoso que sostenga en esos primeros momentos a Cataluña la independencia implicaría serios trastornos para la vida diaria de los catalanes.
Así pues, una declaración de independencia unilateral, no pactada con España y el resto de países miembros de la UE, supondría, seguramente, serios trastornos en la economía catalana, española y europea. ¿Compensarían? Probablemente algunos piensen que sí compensan. Al fin y al cabo no son pocos los catalanes que se sienten incómodos en España, ninguneados y tratados como ciudadanos de segunda. Cuando los sentimientos entran en juego puede asumirse un daño al bolsillo, sobre todo si se piensa que se trata de una situación coyuntural que se resolvería una vez que Cataluña fuera reconocida internacionalmente, se reorganizase su sistema monetario e, idealmente, fuese admitida como Estado miembro de la UE. Lo que no es de recibo es que se plantee una declaración unilateral de independencia como si fuese una cuestión retórica o un experimento inocuo. Es un tema muy serio y como tal ha de ser tratado.
Sería exigible, por tanto, mucha claridad en los políticos independentistas y planes claros para eventualidades como las que aquí describo. Por desgracia no percibo ni una ni los otros. Me temo (y espero sinceramente equivocarme) que en unos meses o años se producirá esa declaración unilateral de independencia y entonces lamentaré profundamente haber acertado en mis pronósticos.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Enseñar y aprender

Gracias a que soy seguidor de Eduardo Rojo en Twitter he llegado a este artículo que vuelve sobre el tema de las clases "a la boloñesa" y su oposición a la clase magistral. He de confesar que es un tema que me cansa un poco, y ello porque, en general, el debate es tan esquemático y maniqueo que es poco probable que de él puedan sacarse elementos útiles.
Vaya por delante que Bolonia, en su origen muy poco tenía que ver con el debate sobre métodos de enseñanza al que tan hábilmente lo han conducido algunos pedagogos. El planteamiento inicial de Bolonia se vincula al análisis del diferencial de productividad entre Europa y Estados Unidos, diferencial que se había acentuado en los años ochenta del siglo XX, lo que disparó algunas alarmas que tuvieron como resultado un intento de armonizar la estructura de los estudios superiores en Europa con el propósito de conseguir un acortamiento en la duración de los estudios que facilitara un acceso más rápido al mercado laboral. Además se pretendía la creación de un espacio de educación en el que fuera posible competir, asumiendo que dicha competencia conduciría a una mejora en la calidad de la educación. La supresión de la clase magistral no estaba entre los propósitos iniciales de Bolonia, siendo, en todo caso, la competencia entre Universidades la que determinaría cuáles son los mejores métodos de enseñanza y aprendizaje. Es poco compatible con el objetivo de competencia perseguido por Bolonia una rígida orientación en cuanto a los métodos de enseñanza que supondría un límite a la libertad de alumnos, profesores y centros para, en sana rivalidad y en permanente contraste e imitación, ir elevando el nivel de los estudios superiores en Europa.
Pero bueno, ahora todo esto ya es historia pues en España (y en otros países) el proceso de Bolonia ha sido utilizado como pretexto para forzar a las Universidades a zambullirse de lleno en esto de la innovación docente, asumiendo que las formas tradicionales de docencia son antiguallas que han de desaparecer. El artículo que cito en el comienzo de esta entrada es buena prueba de este discurso. Resumiendo lo que ya se presenta muy resumido el argumento sería el siguiente: ¿de qué sirve una clase magistral cuando el alumno ya puede leer lo que el profesor va a explicar en un libro? A partir de aquí la clase ya no podrá ser, como había sido fundamentalmente hasta ahora, un mero discurso del profesor (soliloquio, me parece que se dice en este artículo) sino que tendrá que ser algo distinto. El artículo se queda aquí, pero todos los que nos dedicamos a la enseñanza universitaria podemos fácilmente seguir la historia: la clase será un cúmulo de power points, trabajos en grupo, exposiciones de los alumnos, debates, etc. En fin, lo que estamos viviendo de unos años para esta parte.
Yo soy un tanto escéptico con este acercamiento. Para empezar, la clase en la que el profesor habla, explica, no tiene por qué ser un soliloquio como pretende el autor del artículo. Es cierto que habrá profesores que se limiten a recitar como papagayos, pero buenos y malos profesores los ha habido, los hay y los habrá. Se asume sin argumentarlo que los profesores que defienden la clase magistral son "los malos", los de los apuntes polvorientos; mientras que los modernos del power point son los buenos. Esto es falso, un power point también puede ser muy malo, y no es la primera vez que algún alumno se queja de lo soporífera que resulta una clase de power point. De igual manera, un debate o una exposición por parte de los alumnos puede resultar tan soporífera o inútil como una mala clase magistral.
Sentado lo anterior veamos qué tiene de malo una clase magistral. Para empezar lo del soliloquio es también falso. En una clase el profesor está, o ha de estar, en permanente interacción con los alumnos; y eso incluso aunque los alumnos no hablen. Cualquiera que haya dado una clase o se haya dirigido a un grupo amplio de personas conoce ese sentimiento tan particular que surge cuando los que escuchan conectan con quien habla o, por el contrario, esa angustia que nace de la constatación de que el discurso del orador se está perdiendo en el aire sin que nadie lo recoja. Esta experiencia no puede ser sustituida por la lectura de un libro. Un libro no se da cuenta de si quien está leyendo entiende o no, y mucho menos puede preguntar para saber si lo ha entendido. En una buena clase magistral la interacción entre profesor y alumno debe implicar que se cambie el ritmo de la clase en función de la respuesta, que se interrogue a los alumnos sobre si lo entienden o no, que se planteen casos para comprobar si efectivamente se ha entendido. Y yo me pregunto ¿qué tiene esto de malo? ¿no son estos buenos métodos de enseñanza y de aprendizaje? ¿por qué razón tenemos que mandarlos al baúl de los recuerdos después de habernos servido durante siglos? ¿tan sólo porque se nos diga que son poco modernos, porque se caricaturice lo que es la verdadera clase fijándose únicamente en aquéllas que dan los malos profesores?
Yo, por mi parte, seguiré intentando que mis alumnos aprendan, y que, además, lo hagan de la forma más fácil y divertida posible para ellos. No pienso tratarlos peor que a mi hija de siete años, que cuando me pide que le explique cómo desaparecieron los dinasaurios quiere oír mi relato, no que la mande a buscar un artículo en la wikipedia. Ya llegará el momento de la lectura, de la profundización, de la investigación por parte de quien quiere aprender; pero de momento nadie me ha convencido de que sea preferible que el primer encuentro con el saber, el inicial contacto con una materia o problema, se realice a través de una hoja impresa y no por medio de la palabra, que nos identifica como humanos.