Leo que la asamblea de indignados ha decidido acampar frente al Parlament de Catalunya para manifestar su oposición a los presupuestos de la Generalitat. Creo que no es una buena idea.
Desde el principio se supo que la dificultad 15M sería el día después. El movimiento refleja una insatisfacción profunda de un número muy alto de ciudadanos que piensan que la clase política no está a la altura de las circunstancias. Las deficiencias de nuestro sistema político (infrarrepresentación de algunos partidos y sobrerrepresentación de otros como consecuencia del sistema electoral, escasísima participación directa de los ciudadanos, disfunciones derivadas de la articulación de las distintas administraciones, etc.), unidas a la devaluación de la política y al monopolio de ésta por los partidos (la partitocracia), se denunciaban desde hace tiempo; pero, como siempre pasa, cuando las cosas van bien todo se tolera mejor que cuando van mal. La crisis económica ha hecho mucho daño a muchas personas, defraudado las expectativas de casi todas y puesto en serio peligro el Estado del Bienestar. Este es el escenario para que el malestar que se venía incubando desde hace años estalle; y a ese estallido responde el 15M.
Así pues el 15M es, ante todo, un grito de protesta (indignación), pero si se quedara solamente en eso no tendría casi ninguna relevancia. Para que tenga algún tipo de efecto han de producirse cambios en el sistema político, cuyas deficiencias están siendo aireadas en asambleas, concentraciones y, sobre todo, en blogs, medios de comunicación tradicionales y redes sociales. Aquí es donde se encuentra la dificultad, en identificar qué hay que cambiar y cómo se ha de cambiar. Lo primero exige reflexión y no son pocos los que en estas semanas han ido sumando su granito de arena para que podamos tener un catálogo de reformas necesarias que pueda ser asumido por una gran mayoría. Lo segundo exige reflexión y acción, y es, desde luego, mucho más difícil de conseguir. Encontrar las vías para que el movimiento 15M se prolongue de una forma eficaz sin descomponerse es realmente complicado, aunque no imposible.
Una de las posibilidades es que se convierta en un partido político. Desde luego es posible; pero creo que no aconsejable. El 15M aglutina mucha gente en torno a problemas muy básicos y generales; un partido político no puede limitarse a tales problemas, sino que tiene que tomar posición en todos los problemas relevantes para la sociedad, desde la forma de Estado hasta la crisis del pepino, pasando por la Ley Sinde y las multas a las prostitutas; es claro que si el 15M se convierte en partido perdería lo que le caracteriza, su carácter transversal.
Yo creo que lo más ajustado a la naturaleza del movimiento es que se convierta en una plataforma que impulse debates sobre los temas esenciales para el sistema político (la reforma electoral, la financiación de los partidos, las dimensiones del Estado de bienestar) y, a la vez, inspire la actuación en los partidos, en los sindicatos y en otras asociaciones; pero sin confundirse con estas otras instituciones.
Esta función de inspiración me parece muy importante. Tenemos reciente el caso de los militantes de base del PSOE que se han lanzado a la carrera de las primarias. Este es un tema interno del PSOE; pero que no se explica sin el 15M, es este movimiento el que, seguramente, ha dado el impulso necesario a estos militantes para dar este paso al frente en busca de una mayor participación ciudadana en la toma de las grandes decisiones. Creo que lo mejor sería que estos ejemplos cundieran y que de mil formas diferentes los ciudadanos penetraran en los partidos y en las instituciones aportando aire fresco a la vieja política. El 15M inspiraría tales actuaciones, pero sin inmiscuirse, dejando libertad a los individuos y grupos en la interpretación de cómo se ha de transformar la realidad.
Es por lo anterior que me parece que la acampada ante el Parlament me parece una mala idea. El debate sobre los presupuestos presentados por el Govern de la Generalitat para el año 2011 es un debate demasiado concreto para los objetivos del 15M, es una cuestión necesitada de demasiados matices como para que pueda aglutinar el amplio consenso social que precisa el movimiento. La crítica a los presupuestos es un tema de política concreta, en la que los partidos y los ciudadanos debemos pronunciarnos; pero cada uno desde su particular perspectiva sin negar legitimidad a quienes sostengan posiciones diferentes a las propias.
Y una acampada ante el Parlament es una actuación que pretende limitar la legitimidad del Parlament. No es lo mismo acampar en la Plaza de Catalunya que ante el Parlament, en el primer caso nos encontramos ante la ocupación de un espacio público dedicado hasta la acampada al asueto, al tránsito... y a los trileros y carteristas. Acampar ante el Parlament supone una medida de presión a quien, ahora mismo, representa a todos los catalanes. El sistema tiene sus limitaciones y ha de ser mejorado; pero de ahí a negar la legitimidad a quines fueron elegidos hace tan solo unos meses por todos los catalanes media un abismo. No, la acampada ante el Parlament es un error o una irresponsabilidad.
Y digo que podría ser un error porque cabe que quienes la han decidido no sean conscientes de las implicaciones que tiene manifestarse ante la sede del Parlament y que he intentado mostrar en el párrafo anterior. Pero también puede ser una irresponsabilidad, porque negar legitimidad al Parlament es técnicamente el inicio de una revolución, y las revoluciones se sabe cómo empiezan, pero no cómo acaban; ni siquiera los que las inician tienen la seguridad de que finalicen según lo planeado. Lo que me temo es que aquí la revolución se pretende iniciar sin tener ningún plan, y en ese caso lo mejor que puede pasar es que fracase; porque si triunfa serán otros, y no sus promotores actuales, quienes se beneficien de ello. Esto es lo que nos enseña la Historia que, de forma tan injustificada, ha sido expulsada del currículum educativo de muchos de los que ahora acampan en la Plaza de Catalunya.
Desde el principio se supo que la dificultad 15M sería el día después. El movimiento refleja una insatisfacción profunda de un número muy alto de ciudadanos que piensan que la clase política no está a la altura de las circunstancias. Las deficiencias de nuestro sistema político (infrarrepresentación de algunos partidos y sobrerrepresentación de otros como consecuencia del sistema electoral, escasísima participación directa de los ciudadanos, disfunciones derivadas de la articulación de las distintas administraciones, etc.), unidas a la devaluación de la política y al monopolio de ésta por los partidos (la partitocracia), se denunciaban desde hace tiempo; pero, como siempre pasa, cuando las cosas van bien todo se tolera mejor que cuando van mal. La crisis económica ha hecho mucho daño a muchas personas, defraudado las expectativas de casi todas y puesto en serio peligro el Estado del Bienestar. Este es el escenario para que el malestar que se venía incubando desde hace años estalle; y a ese estallido responde el 15M.
Así pues el 15M es, ante todo, un grito de protesta (indignación), pero si se quedara solamente en eso no tendría casi ninguna relevancia. Para que tenga algún tipo de efecto han de producirse cambios en el sistema político, cuyas deficiencias están siendo aireadas en asambleas, concentraciones y, sobre todo, en blogs, medios de comunicación tradicionales y redes sociales. Aquí es donde se encuentra la dificultad, en identificar qué hay que cambiar y cómo se ha de cambiar. Lo primero exige reflexión y no son pocos los que en estas semanas han ido sumando su granito de arena para que podamos tener un catálogo de reformas necesarias que pueda ser asumido por una gran mayoría. Lo segundo exige reflexión y acción, y es, desde luego, mucho más difícil de conseguir. Encontrar las vías para que el movimiento 15M se prolongue de una forma eficaz sin descomponerse es realmente complicado, aunque no imposible.
Una de las posibilidades es que se convierta en un partido político. Desde luego es posible; pero creo que no aconsejable. El 15M aglutina mucha gente en torno a problemas muy básicos y generales; un partido político no puede limitarse a tales problemas, sino que tiene que tomar posición en todos los problemas relevantes para la sociedad, desde la forma de Estado hasta la crisis del pepino, pasando por la Ley Sinde y las multas a las prostitutas; es claro que si el 15M se convierte en partido perdería lo que le caracteriza, su carácter transversal.
Yo creo que lo más ajustado a la naturaleza del movimiento es que se convierta en una plataforma que impulse debates sobre los temas esenciales para el sistema político (la reforma electoral, la financiación de los partidos, las dimensiones del Estado de bienestar) y, a la vez, inspire la actuación en los partidos, en los sindicatos y en otras asociaciones; pero sin confundirse con estas otras instituciones.
Esta función de inspiración me parece muy importante. Tenemos reciente el caso de los militantes de base del PSOE que se han lanzado a la carrera de las primarias. Este es un tema interno del PSOE; pero que no se explica sin el 15M, es este movimiento el que, seguramente, ha dado el impulso necesario a estos militantes para dar este paso al frente en busca de una mayor participación ciudadana en la toma de las grandes decisiones. Creo que lo mejor sería que estos ejemplos cundieran y que de mil formas diferentes los ciudadanos penetraran en los partidos y en las instituciones aportando aire fresco a la vieja política. El 15M inspiraría tales actuaciones, pero sin inmiscuirse, dejando libertad a los individuos y grupos en la interpretación de cómo se ha de transformar la realidad.
Es por lo anterior que me parece que la acampada ante el Parlament me parece una mala idea. El debate sobre los presupuestos presentados por el Govern de la Generalitat para el año 2011 es un debate demasiado concreto para los objetivos del 15M, es una cuestión necesitada de demasiados matices como para que pueda aglutinar el amplio consenso social que precisa el movimiento. La crítica a los presupuestos es un tema de política concreta, en la que los partidos y los ciudadanos debemos pronunciarnos; pero cada uno desde su particular perspectiva sin negar legitimidad a quienes sostengan posiciones diferentes a las propias.
Y una acampada ante el Parlament es una actuación que pretende limitar la legitimidad del Parlament. No es lo mismo acampar en la Plaza de Catalunya que ante el Parlament, en el primer caso nos encontramos ante la ocupación de un espacio público dedicado hasta la acampada al asueto, al tránsito... y a los trileros y carteristas. Acampar ante el Parlament supone una medida de presión a quien, ahora mismo, representa a todos los catalanes. El sistema tiene sus limitaciones y ha de ser mejorado; pero de ahí a negar la legitimidad a quines fueron elegidos hace tan solo unos meses por todos los catalanes media un abismo. No, la acampada ante el Parlament es un error o una irresponsabilidad.
Y digo que podría ser un error porque cabe que quienes la han decidido no sean conscientes de las implicaciones que tiene manifestarse ante la sede del Parlament y que he intentado mostrar en el párrafo anterior. Pero también puede ser una irresponsabilidad, porque negar legitimidad al Parlament es técnicamente el inicio de una revolución, y las revoluciones se sabe cómo empiezan, pero no cómo acaban; ni siquiera los que las inician tienen la seguridad de que finalicen según lo planeado. Lo que me temo es que aquí la revolución se pretende iniciar sin tener ningún plan, y en ese caso lo mejor que puede pasar es que fracase; porque si triunfa serán otros, y no sus promotores actuales, quienes se beneficien de ello. Esto es lo que nos enseña la Historia que, de forma tan injustificada, ha sido expulsada del currículum educativo de muchos de los que ahora acampan en la Plaza de Catalunya.
2 comentarios:
Lo que sucede hoy en España, lo vemos repetido en culturas distintas y paìses tan lejanos que hemos pensado quizas por demasiados años que poco tendrìamos en comùn...sin embargo, esta poìtica neoliberal, esta maldita globalizaciòn de la economìa, que ha acabado con el futuro de tantas personas sumièndolos en una crisis que tambièn se ha vuelto global, ha uniformado sentires y pensares, porque cuando el estòmago aprieta se borran la fronteras...y ni que decir de la sed de libertad que tiene el mundo, ansiando desesperadamente ademàs de ello, la paz.
abrazos amigo
Sí, Adelfa, el problema es auténticamente universal y, por tanto, solo entre todos encontraremos la solución. Abrazos
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