jueves, 13 de septiembre de 2012

Sobre cómo veo la cosa


Gabriel Matos, me pregunta en facebook cómo veo la cosa tras la manifestación del 11 de septiembre. Intenté meter como comentario en el propio facebook este texto; pero me temo que es demasiado largo; así que lo convierto en entrada del blog para colgar en facebook tan solo el enlace:
Hola Gabriel, lo que preguntas da para mucho. Te contaré tal como lo veo yo; pero antes tengo que aclarar una cosa, porque en este tema el contexto puede ser tan importante como el texto. Yo no nací en Cataluña. Nací en Asturias, de padres asturianos y en Asturias viví hasta los 29 años. En 1996 me vine a Cataluña y aquí sigo. Estoy casado con una catalana y tengo tres hijos que, como ellos dicen, son "del Barça y de España". Cada catalán (entendido catalán, de acuerdo con la definición legal, como todo español que tiene vecindad administrativa en Cataluña) tiene su propia historia y ésta puede condicionar cómo ve el tema que planteas. Mi contexto es el que acabo de explicar.
Dicho esto, la situación que vivimos solamente se entiende si se tienen en cuenta dos perspectivas. La primera es la construcción nacional de Catalunya; la segunda la cuestión fiscal. Están relacionadas, pero conviene tenerlas en cuenta por separado.
Por una parte hay que tener en cuenta que desde hace cuarenta años se vienen utilizando los instrumentos de los que dispone la Comunidad Autónoma para profundizar y extender la identidad catalana. Toda identidad nacional es fruto de una construcción. Lo es en el caso de Francia, de Alemania, de España, de Italia... y también de Catalunya. Se parte de un substrato (en el caso catalán una historia propia, una lengua propia y elementos culturales propios) y se va perfeccionando y embelleciendo a la vez que se depura de los elementos que se consideran extraños. La Historia se explica como un proceso dirigido a un fin: la Nación, los personajes y episodios se embellecen y lo que no encaja (por ejemplo, la tradicional afición a los toros en Cataluña, que es un rasgo común con el resto de España, de la que es preciso diferenciarse en ese proceso de construcción nacional) se eliminan. Esto no es una cuestión que se dé solamente en Cataluña. Casi todos los países europeos pasaron por este proceso. La diferencia es que en la mayoría se vivió entre el siglo XIX y el XX y en el caso de Cataluña lo estamos viviendo en el tránsito del XX al XXI. El idioma es, por supuesto, un elemento clave en esta construcción (y de ahí el rechazo que produce cualquier mínimo aumento de la presencia del castellano en la escuela), la televisión y la prensa también son importantes, así como un importante número de asociaciones y grupos que forman la "sociedad civil catalana". Este proceso de construcción sirve para que muchos catalanes que solamente se han sentido partícipes de una cultura en catalán se reafirmen en sus planteamientos y, a la vez, para atraer a este ideario nacionalista a muchas personas que por tradición, situación personal o lo que fuera se encontraban más alejados de la cultura específicamente catalana (digo específicamente catalana porque yo creo que la cultura catalana no se limita a la cultura en catalán. Serrat es catalán tanto cuando canta en catalán como cuando lo hace en castellano, por ejemplo). En cualquier caso, esta construcción nacional es importante para entender cómo una gran parte de la población, una parte cada vez mayor, se identifica con el ideario nacionalista catalán. De todas formas diría que el porcentaje de catalanes que se sienten "únicamente catalanes" o no llega o apenas supera el 50% de la población. Evidentemente el objetivo de esta laboriosa construcción nacional es que el mayor número posible de catalanes se identifique como únicamente catalanes, y perciban la condición de español como una imposición jurídica sin ninguna consecuencia emocional (de ahí el nulo eco que el catalanismo oficial da a la selección española de fútbol, por ejemplo); pero diría que estamos lejos de esa situación.
Por otro lado está la cuestión fiscal. La situación de los servicios públicos en Catalunya, especialmente en algunos lugares del área metropolitana, no es para echar cohetes. Cuando llegué en el año 96 pude comprobar cómo el hospital comarcal que me tocaba era una auténtica birria comparado con el que había sido mi hospital de referencia en Asturias, que los colegios tenían peores infraestructuras que en Asturias, que casi todas las autopistas eran de peaje, etc. Ciertamente en parte el déficit de estas infraestructuras y servicios públicos se explica por el coste nada desdeñable que tiene el esfuerzo de construcción nacional (300 millones de euros al año TV3, no se cuántos cientos de millones de subvenciones a periódicos o dedicados a la enseñanza o difusión del catalán, etc.). Fuera de Cataluña se insiste mucho en eso; pero, con ser cierto, es insuficiente para dar cuenta del déficit de financiación que tiene Cataluña. Cuando se empezaron a hacer números (y los hizo el Gobierno de España, no el Gobierno catalán) resultó que, efectivamente, era mucho más lo que se recaudaba en Cataluña que lo que luego revertía en Cataluña. De hecho la diferencia era de más de 11.000 millones de euros al año (datos del 2005); para hacerse una idea, más del doble del dinero que ahora se solicita al fondo de rescate autonómico. En contra de lo que en ocasiones se ha dicho, que yo sepa nadie en Cataluña (ni siquiera ERC) ha dicho que está en contra de que Cataluña, como región más rica que es, debe contribuir a un "fondo de solidaridad" que beneficie a las Comunidades con menos recursos por las razones que sean. Todos (repito, incluso los independentistas) han defendido que mientras se forme parte del Estado es preciso contribuir a los gastos comunes y ser solidarios con el resto de España. Ahora bien, se entiende que esta solidaridad debería tener algún límite. Así, por ejemplo, se ha dicho que es poco razonable que al ser solidaria una Comunidad resulte que al final se encuentre en peor situación que otra Comunidad que es receptora de la solidaridad. Por ejemplo, y siempre de acuerdo con los datos del 2005 que pueden consultarse aquí, resulta que cada catalán tiene una carga fiscal de algo más de 6000 euros por habitante. Cada asturiano tiene una carga fiscal de 5200 euros por habitante (pongo el ejemplo de Asturias por ser mi comunidad de origen). Cada catalán recibe una inversión pública de algo menos de 4500 euros anuales, mientras que cada asturiano recibe una inversión pública de más de 7000 euros por habitante. No es lógico que, pese a que la recaudación per cápita es mayor en Cataluña que en Asturias la inversión per cápita en Asturias sea 2500 euros mayor que en Cataluña. No puede ser que el dador de solidaridad esté en peor situación que el receptor de solidaridad. En fin, ya sé que sobre la metodología, los cálculos y la forma y consecuencias de las balanzas fiscales podría discutirse mucho; pero es necesario saber que en Cataluña se tiene la sensación de que año tras año se retrae una cantidad enorme de dinero que no revierte de ninguna forma en Cataluña y que supera lo que sería un porcentaje racional de solidaridad de Cataluña con el resto de Comunidades Autónomas. Mientras que las cosas fueron más o menos bien la protesta no fue a mayores; pero ahora que lo estamos pasando realmente mal pensamos (me incluyo) que el reparto de las cargas fiscales no hace justicia a Catalunya; creemos que debe establecerse un sistema de financiación autonómica que sea claro y justo; en el que haya evidentemente una partida solidaria; pero que esta partida no implique un sacrificio excesivo para ninguna Comunidad Autónoma. A mi me parece que el modelo vasco no es malo: cada Comunidad Autónoma recauda sus impuestos y se cede una parte al Estado para sufragar las competencias de éste (cada vez menos) y para dotar ese fondo de solidaridad. Alternativamente podría establecerse que cada Comunidad Autónoma fijara con libertad sus propios impuestos para sufragar los gastos derivados de sus competencias (sanidad, educación, universidades, infraestructuras autonómicas, servicios sociales...) y el Estado estableciera impuestos estatales para sus propias competencias (Defensa, Asuntos Exteriores, infraestructuras que superan el territorio de una Comunidad Autónoma, etc.).
En fin, que en este momento se han juntado la reivindicación identitaria con el malestar por el tema de los dineros. Si se resolviera este último no creo que fuera a más la situación, aunque desde luego lo ideal sería conseguir un acuerdo que diera satisfacción a todos. Yo estoy radicalmente en contra de la independencia de Cataluña. me parece una aventura peligrosa y que puede conducir a una fractura de la sociedad catalana. Como dice una amiga y compañera: "Puede ser que consigamos (los catalanes) un Estado; pero ya nunca más seremos una nación". Cataluña no es homogénea y una Cataluña independiente podría dar alas a los sectores más nacionalistas y de ahí derivarse problemas, ya que no se puede olvidar que más de la mitad de la población de Catalunya tiene como lengua materna el castellano.
No sé si he respondido a tu pregunta, Gabriel Matos; pero en cualquier caso creo que es un tema sobre el que merece la pena debatir e intercambiar puntos de vista.

2 comentarios:

MARIANO JUAN-R dijo...

Excelente "post", Rafael, que comparto plenamente y muy bien razonado y expuesto. Ayer mismo (soy bloguero de la comunidad de El País), hice algún comentario al respecto de la hipotética independencia catalana en los medios y quiero transcribirlo aquí:

"Un estado de las autonomías como el presente que tanto ha hecho por consentir (ojo, y fomentar, hablo de los partidos mayoritarios nacionales) este "cantonalismo" confederal de facto y, sobre todo, la deslealtad con la España democrática no puede tener otra deriva que la que se va constatando: una especie de "balcanización" de la península ibérica. Ahora bien, confío en que la "sangre" nacionalista-independentista no llegue al río y que cada cual se ande caliente, que diría don Francisco. Pero yo me pregunto: ¿llegado el momento, que llegará, el resto de españoles no tendremos nada que opinar al respecto?, ¿cuál sería la mayoría absoluta cualitativa para reconocer esa factual independencia? ¿no vendrá después la "independencia" del Ampurdán?. En fin, un escenario para mí indeseable, pero que si se diera habría que asumir democráticamente.
Lo malo es que los problemas reales de la vida (la economía, el trabajo, la educación, el respeto al medio ambiente, los derechos humanos, etc.), esos que están encubiertos con la añagaza de la "cuestión nacional" soporífera y recurrente, seguirían esperando al día siguiente de la supuesta independencia, agravados más aún por la desidia, incuria y la estafa de la clase política, catalanista en el caso.
Ya acabo, porque no me quiero alargar y el "asunto" aburre, creo que habría que disponer todos los medios para permitir ejercer el derecho de optar por la independencia a todas aquellas CCAA, regiones, provincias, comarcas, demarcaciones, parroquias, aldeas, distritos y pueblos que no deseen permanecer en una España que se caracterice por defender el principio de absoluta igualdad política de todos los ciudadanos españoles. Aquí es donde quiero yo ver a España (y reconocerme en ella): un estado en donde no haya la más mínima discriminación ni privilegio histórico, económico, social, etc. O sea, y en fin, un auténtico estado federal con estricta igualdad de derechos y obligaciones de los españoles pertenezcan a la CCAA que pertenezcan. Vale.
Saludos cordiales."

En fin materia compleja pero que requiere de mucho matiz, sensibilidad, lealtad constitucional (y cumplimiento de la legalidad vigente) y respeto a las ideas, todas, pero siempre que sean democráticas y, desde luego, respetuosas con el posible discrepante ¿o es que el resto de españoles no tendríamos nada que decir respecto a una supuesta independencia catalana?

Saludos cordiales y enhorabuena por el escrito.

Anónimo dijo...

Hola,
tu comentario está lleno de pablabras con fuerte contenido emotivo, las positivas las utlizas sólo para los que piensan como tu, las negativas para el demonio catalanista. Ni un atisbo de autocrítica... A mi entender, excesivo y muy alejado del lenguaje ponderado de Rafael.
Yo independentista de toda la vida, o intentado parasafrear-te (es sólo un recurso dialéctivo), "rojo separatista desafecto al régimen", sólo espero que el resto de españoles actuen con el espíritu democrático con el que yo he actuado durante los últimos 25 años, y con la capacidad de diálogo que he mantenido con otras personas, por exemplo Rafael, que no piensan igual que yo.
Saludos,
Josep