Quienes me conocen saben que una de mis obsesiones es la de que el verdadero autor de las obras atribuidas a Shakespeare es Richard Bancroft, quien fue arzobispo de Canterbury, Sobre esto escribí tres entradas en este blog, dos en español (aquí y aquí) y una en inglés (aquí). Nadie, que yo sepa, ha defendido esta tesis, pese a que son muchos los nombres que se han propuesto como verdaderos autores de las obras de Shakespeare; pero por las razones que indico en estas tres entradas creo que alguna base podría haber para sostenerlo.
Si fuera cierta mi hipótesis, el arzobispo de Canterbury (y antes de Londres, y todavía antes, cuando Shakespeare comienza a ser un autor conocido, tesorero de la catedral de San Pablo) habría escrito lo que se atribuye a Shakespeare y sería el actor de Stratford-upon-Avon quien las daría a conocer como propias. Si fuera cierta...
¿Existen elementos en la obra atribuida a Shakesperare que permitan apoyar esta especulación, más allá de lo que ya señalé en las entradas que acabo de citar? Quizás sí. Y uno de los lugares que habría que explorar son los Sonetos, una obra misteriosa por muchas razones que pudieran esconder alguna clave sobre la hipótesis de que Shakespeare no es el autor, sino el destinatario de los Sonetos.
El último sábado hojeaba en el FNAC una edición bilingüe de los Sonetos atribuidos a Shakespeare y me tropecé con el núm. 81. Lo transcribo a continuación en la traducción de J. Talens, publicada por Cátedra (2014, reimpresión 2015, p. 217).
O bien si sobrevivo redacto tu epitafio
O tu me sobrevives cuando me pudra en la tierra,
Por tanto tu recuerdo nunca podrá morir,
Aunque se haya olvidado todo lo que hay en mí.
Desde ahora tu nombre tendrá vida inmortal
Pero yo, cuando parta, moriré para todos;
Sepultado en la tierra de una fosa común,
Tú, mientras, vivirás en los ojos humanos.
Tendrás por mausoleo cuanto digan mis versos
Que unos ojos nonatos un día leerán
Y unas lenguas futuras te mantendrán con vida
Cuando a quienes alientan les alcance la muerte.
Tanto puede mi pluma, que seguirás viviendo
Donde es mayor la vida, en los labios de los hombres.
¿No es cierto que estos son los versos que Bancroft escribiría a Shakespeare (W.H., el destinatario de los sonetos, William Himself, tal como ha defendido D. Barnstorff) sabiendo que sería a través de él (Shakespeare) que sus obras (las de Bancroft) serían inmortales?
En la introducción de la edición que he utilizado R. Waswo comenta este soneto y habla de ironía: "la ironía en este caso resulta inequívoca: no sólo el poeta sigue siendo inmortal cuatrocientos años después, y no sólo el amado-amada continúa sin nombre..." (p. 29).
¿Y si el soneto quisiera decir lo que dice y Bancroft estuviera adelantando lo que finalmente ha pasado, que el autor está olvidado en la fosa común de quienes han tenido un renglón en la historia mientras el destinatario de los versos es citado y leído en lenguas que hace cuatrocientos años eran inimaginables?
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