domingo, 13 de octubre de 2013

Del 12-O al 6-D


Casi sin apoyo institucional, sin la complicidad de los medios de comunicación, con el estigma de ser una manifestación fascista, en una fecha desafortunada que -con razón- es con frecuencia evocada para denunciar la opresión y la rapiña; con todas esas dificultades varias decenas de miles de catalanes salieron (salimos) a la calle para manifestar que no queremos romper con España; que queremos una Cataluña en España y no una Cataluña contra España; que nos sentimos españoles y catalanes y que no hay contradicción entre ambas identidades. Nos manifestamos para que no en nuestro nombre se diga que el pueblo de Cataluña quiere esto o lo otro; para ver si de una vez por todas conseguimos evitar que cuando Artur Mas se pronuncia sobre un tema inmediatamente se piense que todos los catalanes tenemos la misma opinión que el Presidente; para mostrar que en Cataluña hay pareceres que divergen de la ortodoxia oficial.



Y nos manifestamos porque nos han obligado a ello. En un país "normal" con un Estado de Derecho que funciona, como es el nuestro, el debate político se desarrolla en las instituciones y de acuerdo con el marco legal. No es preciso que los ciudadanos salgan a la calle, y cuando salen o bien es para festejar (un éxito deportivo, una efemérides), para mostrar dolor (tantas veces, por desgracia, en España a cuenta del terrorismo; desde aquellas imponentes manifestaciones en 1997 tras la muerte de Miguel Ángel Blanco hasta las que siguieron a los atentados del 11-M) o, excepcionalmente, para incidir en algún debate de especial transcendencia; pero siempre en el marco de la legalidad existente y como un elemento más en el mencionado debate (las protestas en Francia hace poco por la aprobación del matrimonio homosexual, las que en Cataluña se dan contra la privatización de la sanidad pública, la que  se vivió en Baleares a cuenta del TIL, etc.).
En un país "normal" las manifestaciones no marcan el calendario político; pero sí en Cataluña. No es un secreto que han sido tres manifestaciones: la que siguió a la Sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut de Catalunya, la del 11 de septiembre de 2012 y la reciente del 11 de septiembre de 2013; las que explican la situación de tensión y excepcionalidad en la que vivimos. Un Parlamento en el que tan solo 24 diputados (de 135) han alcanzado su escaño desde partidos que incorporaban explícitamente la independencia de Cataluña en su programa, declara el carácter soberano de Catalunya saltándose la regulación vigente, tanto el Estatut de Catalunya como la Constitución; ese mismo Parlamento exige fecha inmediata para un referendum secesionista y reclama derechos históricos de Catalunya sobre Baleares, Valencia, parte de Aragón y el sur de Francia, a la vez que el Presidente de la Generalitat envía cartas a gobiernos extranjeros a fin de recabar apoyos para la secesión de Catalunya. Y todo ello, repito, con un Parlamento en el que tan solo 24 diputados (de 135) alcanzaron su acta de diputado en listas de partidos que explícitamente reclamaban la independencia de Cataluña. Esta absurda situación no se entiende sin considerar la influencia que han tenido las manifestaciones señaladas y la forma en que han sido gestionadas por los medios de comunicación y los partidos catalanistas.
En Cataluña son las movilizaciones populares las que marcan el calendario político, y en esas circunstancias, ante la atonía del Gobierno central y la desorientación de la mayoría de los partidos políticos parece ser que no nos queda más remedio a los ciudadanos que obligarnos a hacer aquello que nunca pensamos que haríamos: participar en manifestaciones. Ante la ausencia de un debate institucional que pueda llamarse tal no nos queda otra que hablar el único lenguaje que parecen entender políticos y medios, el de la calle y las banderas. Me siento incómodo en este escenario, pero si la batalla se tiene que dar a golpe de concentración habrá que darla de esta manera.



Parece ser que la manifestación de hoy ha sido un éxito, ha conseguido transmitir la imagen de que no todos los catalanes son independentistas, tanto en España como en el extranjero. Ahora bien, tras la manifestación ¿qué?
Es difícil saberlo. Viendo cómo había resultado la manifestación pensaba esta mañana que el resultado era el más incómodo. Si la afluencia hubiera sido menor, si no se hubiera logrado llenar la Plaza de Cataluña, el independentismo habría ganado. La llamada a la "mayoría silenciosa" hubiera tenido menos fuerza y la sensación de desánimo entre quienes se oponen a la independencia podría haber cundido, lo que hubiera podido tener consecuencias también en los resultados electorales (esa atracción de votos de la que se beneficia quien es percibido como ganador). Si la participación hubiera sido mayor, si se hubiera conseguido llenar el Paseo de Gracia aunque solo fuera hasta la confluencia con Aragón, el independentismo hubiera sufrido un serio revés. Sería una imagen que se opondría con fuerza a las muchas fotos que circulan con las manifestaciones independentistas de los dos últimos años y que resquebrajaría la imagen de unanimidad en la sociedad catalana que quieren transmitir los secesionistas (y que ha sido elemento importante para ir ampliando la base del independentismo).
No ha sido ni lo uno ni lo otro. Un número suficiente como para que los no independentistas sepan que no están solos; lo que en un contexto dominado por mensajes que apelan sistemáticamente a la unidad de pensamiento en este tema, no es poca cosa; pero insuficiente como para cambiar la dirección del movimiento del péndulo.
Creo que el 12-O ha de ser tomado como una base, un punto de partida para conseguir que muchos no independentistas pierdan el miedo que ya han perdido los independentistas. Hoy un amigo me comentaba que no había ido porque tenía miedo de que lo "ficharan" sus compañeros de trabajo y sus jefes. Bien, no digo que esa sensación subjetiva de mi amigo responda a ninguna realidad; pero lo cierto es que existe y creo que es tarea de todos, incluidos los independentistas, hacer que desaparezca. Para ello ha de dejar de "criminalizarse" a los no independentistas asociándolos sistemáticamente con movimientos de extrema derecha, fascistas o franquistas. Otro amigo (amiga en este caso) me decía que no había ido a la manifestación porque consideraba que era cosa de "fachas". Cuando le dije que no había visto ni una sola bandera con el "aguilucho" en la manifestación lamentó no haber estado porque es una "no independentista" convencida.
Es por todo lo anterior que creo que debemos ir preparando ya otra concentración para el día 6 de diciembre, aniversario de la Constitución, que de continuidad a la que hoy vivimos. El día 6 de diciembre ya no tendremos el problema de la fecha. Como decía antes, el 12 de octubre es una fecha que nos habla también del exterminio de pueblos indígenas, de la opresión sobre muchos de los habitantes del mundo al que llegaron los descubridores españoles y de sufrimiento. Cierto que se podría debatir mucho sobre la historia de América y de la colonización, y que no ha de juzgarse el siglo XVI con la mentalidad del XXI; pero con todo ello entiendo que haya personas a las que les da reparo "celebrar" el 12 de octubre. El día 6 de diciembre nada de esto perturbará una celebración que ha de serlo de la convivencia de la que hemos disfrutado en los últimos 35 años. No se trata de celebrar la Constitución en sí misma y como algo inamovible; sino reconocer que los años que fueron desde finales de los 70 del siglo XX hasta los comienzos del XXI fueron los mejores que ha vivido España en toda su historia; y que gran parte de ese éxito es el resultado del consenso constitucional. Esa fecha, el 6 de diciembre, ha de ser el día en el que reivindiquemos de nuevo una Cataluña en España y una España que sienta auténticamente como propia a Cataluña.
La imagen de hoy espero que convenza a muchos de que es necesario salir a la calle y mostrar públicamente su voluntad de que Cataluña permanezca en España. Como decía, no es lo ideal en una sociedad democrática avanzada que los ciudadanos tengan que exponerse de esta manera; pero me parece que las circunstancias actuales en Cataluña así lo exigen. Confío en que de aquí a diciembre muchos de los que hoy se quedaron en casa se animen a salir y podamos tener esa imagen del Paseo de Gracia que podría conseguir que abandonáramos unos y otros la movilización como argumento político y nos centráramos en debates de ideas y con el respeto a la legalidad y el Estado de Derecho como seña de identidad.



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