Ayer vi el adelantamiento más emocionante que recuerdo en la Fórmula 1. No digo el mejor, porque los he visto mejores desde una perspectiva técnica; pero para mi el más emocionante es el que vivimos entre Alonso y Vergné a la salida de boxea del primero en la parte final del Gran Premio de Abu Dhabi.
Para empezar ni siquiera sabemos si podemos llamarlo propiamente un adelantamiento. Lo mismo da.
Alonso sale del pit lane. Ese pit lane de Abu Dhabi que se retuerce por debajo del circuito e incluye una subida empinadísima que acaba en la curva 3, una curva de alta velocidad en la que no hay margen más que para apretar y evitar que la fuerza centrífuga te saque por el lado izquierdo de la curva (la curva es de derechas).
Precisamente por ese lado izquierdo es por donde se produce la incorporación a la pista desde el pit lane. Por ahí aparece Fernando Alonso emparejado con Vergné, que viene por la pista más rápido que Alonso porque aquél, Vergné, no sale del pit lane. Vergné viene más rápido, pero Alonso está delante y tiene el exterior de la pista. Y hace lo imposible: pisa a fondo el acelerador.
Alonso dispone solamente de un corto espacio de asfalto, el que queda entre el coche de Vergné y el exterior de la pista. Además sabe que ese espacio se hará más estrecho porque Vergné irá yéndose hacia el exterior al trazar la curva. Es inevitable, o Vergné frena o se irá hacia el exterior de la curva echando a Alonso hacia afuera, hacia el piano, hacia el cartel que indica los cincuenta metros hasta la siguiente curva. Solamente queda un carril estrecho en el que se circula a más de 250 kilómetros por hora, y Alonso sigue con el pie clavado en el acelerador empujando con todo lo que tiene.
Efectivamente, Vergné no cede y Alonso se tiene que ir hacia afuera. El coche llega al piano, salta, chispas desde el fondo, traqueteo sobre el piano y de nuevo en la pista por delante de Vergné. Ha pasado la curva tres y la cuatro y frena en el sitio justo para hacer la curva cinco. Está por delante de Vergné y de Massa.
Han sido diez segundos, tan solo diez segundos; pero ¡qué diez segundos! Es de esas maniobras que diferencian a los pilotos de Fórmula 1 del resto. Todo indicaba que era imposible mantener la posición y sin embargo se mantiene. Parece una locura pero no lo es. El piloto de Fórmula 1 debe ser arrojado y, a la vez, calcular al milímetro los riesgos, llegar justo hasta el borde del abismo y ahí detenerse. Cuentan que Ayrton Senna apostaba con sus mecánicos que partiría con el coche las cerillas que ellos colocaban en los guardarraíles de Mónaco. Ese centímetro escaso que separa la cabeza de la cerilla del guardarraíl es el que mide la capacidad de ser uno de los mejores pilotos del mundo. Un centímetro más allá el coche se estrella, un centímetro más acá y no se va lo suficientemente rápido. En ese centímetro es por donde circulan los campeones. Pocas veces se puede ver ese centímetro ideal en carrera con la claridad con la que lo vimos ayer en Abu Dhabi. Es de esos momentos que justifican que nos tiremos hora y media delante del televisor viendo una carrera de Fórmula 1.
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