lunes, 6 de mayo de 2019

El silencio



Hace algo más de tres años un grupo de estudiantes de la UAB vinculados a Societat Civil Catalana, creaban un colectivo que se inscribía en el directorio de la UAB. Un directorio en el que hay agrupaciones de estudiantes de lo más variado. Algunas con finalidades políticas, otras culturales, deportivos...


El propósito de estos estudiantes era trasladar a la comunidad universitaria el mensaje en el que creían: la secesión no convenía a Cataluña, Cataluña es una tierra diversa y España debe estar orgullosa de su diversidad.



Tenían también un firme compromiso europeo. No en vano la organización a la que pertenecían, Societat Civil Catalana, había recibido el premio "Ciudadano Europeo" que concede el Parlamento Europeo.







Nada de lo anterior fue posible. Desde su primera aparición pública los jóvenes constitucionalistas de la UAB fueron acosados, sus carpas boicoteadas, sus banderas robadas, rajadas y quemadas delante de ellos.
Su voz no podía escucharse porque era acallado por los gritos de quienes a sí mismos se califican, con un cinismo absoluto, de "antifascistas".

No es posible reproducir aquí la crónica de todos los asaltos que sufrieron. He recopilado lo que he escrito sobre ellos y puede encontrarse aquí.







Pero no era solo el acoso y el boicot. Junto a esto encontrábamos el silencio. No importaba la gravedad del acoso que hubieran (hubiéramos) sufrido: ni condenas institucionales ni siquiera solidaridad de los compañeros. Al revés, en ocasiones la acusación velada o franca de que lo que hacíamos era "provocar". ¡Qué poca idea se tiene de lo que es la democracia si se insinúa algo así! ¡qué interiorizado se tiene el fascismo en el que algunos crecieron cuando ante el golpe se mira con reproche al golpeado y no a quien golpea!
Pero se llegó más allá. Los estudiantes que habían sido acosados y boicoteados se encontraron con que la UAB había decidido expulsarlos del directorio de colectivos. Expulsarlos de la comunidad universitaria. La excusa que se puso fue que no habían cumplido con un trámite administrativo. Pacientemente solicitaron el reingreso y éste fue rechazado; entre otras razones por sus críticas al equipo de gobierno de la UAB.
Recurrieron la expulsión ante los tribunales. El año pasado el Juzgado de lo Contencioso Administrativo núm. 7 de Barcelona declaró que la expulsión del colectivo de estudiantes había supuesto la vulneración de varios derechos fundamentales: a no ser discriminado por razón de opinión, libertad ideológica, libertad de expresión y derecho a la educación.


Debería ser piedra de escándalo; pero no lo fue. Pocos días antes de la sentencia el Consejo de Gobierno adoptó un comunicado... de apoyo al equipo de gobierno de la UAB que suponía una recriminación a quienes denunciaban la vulneración de sus derechos fundamentales. En vez de preocuparse porque esa situación fuera enmendada y no se repitiera, el Consejo de Gobierno apoya a quien entonces estaba a punto de ser condenado por vulnerar los derechos fundamentales de los estudiantes.



Tampoco hubo reacción por parte del Gobierno o de la CRUE... Un silencio espeso y nauseabundo que daba cobertura a la exclusión y a la censura (son los términos de la decisión judicial).
La UAB, condenada en costas por el Juzgado de lo Contencioso Administrativo, recurrió la decisión. El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña ha desestimado el recurso, confirmado la Sentencia dictada el año pasado y condenado a la UAB a unas nuevas costas.  No sé yo cuánto dinero público no habrá perdido ya la Universidad para litigar contra unos estudiantes cuyos derechos fundamentales, según la justicia, han sido vulnerados.

Y sigue el silencio. Y sigue en la UAB la pintada a favor de la independencia que encabeza esta entrada; y eso que hace casi un mes la Junta Electoral Provincial ordenó retirar las pintadas partidistas de los edificios públicos de la UAB.
Y este acoso, esta vulneración de derechos fundamentales y este silencio no son algo singular o anecdótico. Es lo que sucede en Cataluña de mil maneras diferentes cada día. Los catalanes sabemos qué es un régimen; y lo único que nos permite tener un asidero para luchar contra él son los tribunales, que aún son capaces de dictar sentencias en las que se declara que el boicot que sufrimos es contrario a Derecho, ilegal, injusto.
Pero no es suficiente. Estamos solos, y el silencio nos lo muestra cada día.
Lo peor es ese silencio.












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