miércoles, 14 de abril de 2021

Tratar a los inferiores como si fueran iguales

Una vez me decían que los ingleses te tratan como a un igual si los tratas a ellos como superiores.
No tengo suficiente trato con los británicos (o, específicamente, con los ingleses) como para saber si lo anterior es cierto, pero me he acordado de la frase leyendo este artículo de Ignasi Guardans.


La tesis del artículo es que hay que emplear el castellano en el Parlamento de Cataluña, pero no como lo ha hecho Cs, que utilizaba el español -según el artículo- para intentar destruir las instituciones de autogobierno. A partir de ahí, Guardans identifica como un problema que el castellano no haya sido utilizado en el Parlamento para defender posiciones autonomistas o nacionalistas.

Como puede verse, el cacao del articulista es considerable; pero no por ello deja de ser muy significativo. Vamos a ver de dónde puede venir el lío y qué es lo que implica.
Ignasi Guardans comienza recordando algo que debería ser piedra de escándalo: durante décadas, en el Parlamento de Cataluña no se oyó ni una palabra en castellano. Todos asumían -según Guardans- que las instituciones de autogobierno debían expresarse únicamente en catalán. Podría matizarse a Guardans, porque realmente no eran todos los que compartían ese planteamiento, pues siempre hubo quien denunció la apropación nacionalista de las instituciones y su intento de controlar la sociedad. Ahí está, por ejemplo, el Manifiesto de los 2.300, cuyo 40 aniversario se acaba de recordar; y toda la pléyade de organizaciones y personas que ya en los años 80, y en los 90 y en el comienzo de siglo, antes de Cs, se opusieron al nacionalismo. El libro de Antonio Robles, "Historia de la resistencia al nacionalismo en Cataluña aporta bastante información sobre ello"


Así pues, no es exacto decir que "todos" daban por bueno ese monolingüismo institucional al que se refiere Guardans; pero hay que reconocer que esos que se oponían no solamente eran pocos; sino que, además, no contaban con ningún apoyo político o mediático, entregados todos estos como estaban a la loa del "Oasis catalán".
Daría que pensar cómo es posible que una sociedad admita que se excluya de su Parlamento la lengua materna de más de la mitad de la población, dando (casi) todos por bueno que la que es materna de un 35% de los catalanes se convierta de facto en la única lengua oficial para las instituciones y los medios públicos de comunicación de Cataluña. Me ocupaba de ello hace años, cuando intentaba explicar por qué ese consenso había estallado en la segunda parte de la primera década del siglo XXI.


Ahora, tras leer el artículo de Guardans, creo que podría resumirse el fundamento de ese oasis diciendo que los catalanistas trataban a los catalanes que no compartían sus ideales como iguales, a cambio de que estos, los catalanes no catalanistas, los trataran a ellos como superiores. En el núcleo de este planteamiento había una cuestión de origen, claro; esto es, aquellos que podían remontar sus orígenes catalanes a la Edad Media se sentían superiores, pero aceptaban disimularlo a cambio de que el conjunto de la sociedad reconociera como ciudadanos de primera a quienes comulgaban con el ideario nacionalista. De esta forma, las instituciones de autogobierno serían, propiamente, de los "catalanes auténticos", y una forma de marcar esa propiedad sería que la única lengua que se utilizara fuera el catalán.
Lo anterior, por supuesto, no quería decir que los servicios sociales no estuvieran abiertos a todos, y que los catalanes "de segunda" no tuvieran también sus derechos; pero en el plano político la superioridad del catalanismo debía estar clara. Cualquier planteamiento que se apartara del catalanismo sería expulsado de la centralidad del discurso y tachado inmediatamente de franquista, facha, extravagante o marginal.
Se entiende así el impacato que tuvo que Cs comenzara a utilizar con naturalidad el español en el Parlamento de Cataluña. Suponía una enmienda a la totalidad del planteamientos nacionalista uniformador de la sociedad; implicaba que los catalanes no catalanistas reivindicaban su condición de iguales. Se trataba de rechazar que fuera necesario tratar como superiores a los catalanistas para que estos les tendieran la mano y con una palmadita en la espalda les admitieran en uno de los extremos de la mesa. Se proponía claramente que las instituciones autonómicas catalanas debían estar abiertas a todos los planteamientos, también el de aquellos que consideraban que los mitos catalanistas eran eso, mitos; pero que la organización política de la sociedad moderna no debía ninguna servidumbre a las instituciones medievales; y que tanto los catalanes que hablaban catalán como los que hablaban español estaban en igualdad de condiciones y ninguna legitimidad mayor tenían unos sobre los otros.
El planteamiento era revolucionario entonces, hace quince años, cuando Cs entró en el Parlamento catalán y el gran éxito de dicho planteamiento es que hoy en día ni siquiera Guardans, que probablemente lo criticó entonces, puede negar ahora que carecía de lógica que el español no se usara en el Parlamento catalán.
Bien, ahora parece que ha de admitirse que pueda utilizarse el castellano en el Parlamento catalán, pero, según Guardans, ha de ser con ciertas condiciones.
Así, como ya se ha adelantado, según el autor, el castellano no ha de ser utilizado para dañar las instituciones de autogobierno. De acuerdo con Guardans, esto fue lo que hizo Cs y eso es, a su criterio, un error. Además, esta utilización del castellano ha de ir mezclada con la del catalán. Es por eso que Guardans aconseja a Cs y al PP que utilicen también el catalán. Creo que hay que matizar algunas cosas.
En primer lugar, Cs utilizó tanto el castellano como el catalán. Recuerdo muchas intervenciones de Rivera en catalán en el Parlamento, y el resto de diputados de Cs lo han utilizado también con profusión. Me vienen a la cabeza fácilmente muchas intervenciones de mis amigas Sonia Sierra y Susana Beltrán, pero hay muchos más ejemplos; o sea, que pretender que Cs no utiliza "suficientemente" el catalán no responde a la realidad.
En segundo término, lo de que Cs pretendía dañar o destruir las instituciones de autogobierno es también falso. Cs lo que ha hecho es denunciar sin complejos la utilización de las mismas por el nacionalismo, desnaturalizándolas, vulnerando derechos y dañando seriamente la democracia. Y estos daños y vulneraciones no son nuevos, no surgen de la nada en el último lustro, sino que ya podía apreciarse hace décadas. Otra cosa es que no quisiera verse y que, por tanto, se entendiera que todo ataque a las políticas nacionalistas eran ataques a Cataluña. Aquí Guardans parece resucitar el convergente que fue; y recordemos que los convergentes fácilmente entendían que las críticas a Pujol y a sus políticas eran críticas a Cataluña y a los catalanes (a los catalanes "auténticos" hemos de entender, pues las diatribas se daban siempre o casi siempre entre catalanes).
Ahora bien, incluso suponiendo que lo anterior fuera como dice Guardans -que no lo es- ¿y qué? Es decir, ¿sería ilegítimo que diputados del Parlamento catalán utilizaran el castellano para hacer propuestas políticas que, por ejemplo, defendieran que las competencias autonómicas deberían reducirse en beneficio de las competencias del estado central o de la UE? ¿Existe algo intrínsecamente malévolo en una determinada distribución de competencias entre el estado central y las comunidades autónomas? ¿Por qué debería ser eso ilegítimo y, sobre todo, qué relación tiene eso con el idioma que se utilice?
Guardans alude aquí a que el castellano no ha sido utilizado para defender planteamientos autonomistas o nacionalistas; lo que da a entender que es una anormalidad; pero si así fuera, lo lógico es que quien tendría que corregirla es el nacionalismo, que se niega a utilizar el castellano para defender sus posturas. No es muy coherente que para que un determinada posición ideológica sea defendido en español un partido tenga que cambiar sus postulados políticos. Claro que la cosa se entiende mejor si asumimos que los planteamientos políticos que discrepan del catalanismo son anatema y carecen, por tanto, de legitimidad. Así, la única forma de no ser tachado de extremista o marginal es aceptar ese consenso catalanista; un consenso que ahora, tras cuatro décadas, está abierto también al castellano -al menos en las personas de mente abierta como Guardans- de tal forma que el catalán no ha de ser la única lengua de identificación del catalanismo; aunque es de suponer, por lo que veremos más adelante, que siempre en una posición subordinada al catalán.
Parece que la utilización del castellano ha de buscar el perdón de alguna forma, y ésta podría ser que su uso no fuera para defender el centralismo. Me imagino a Guardans, con su espíritu magnánimo, aguardando a que Cs se lanzara a hacer un discurso catalanista en castellano para así poder decir a sus iguales (los catalanes de verdad): "veis, nada hay de malo en el español; en el fondo, aunque no lo parezca, son como nosotros".
Es un avance no pequeño. Hace 30 años el partido en el que militaba Guardans se rasgaba las vestiduras si una palabra en castellano profanaba la sede de la "soberanía" catalana. Es conocido el caso de diputados de CiU, ERC y el Partido de la Independencia que cuando un diputado del PP utilizó el castellano abandonaron sus escaños indignados al grito de "No, por favor, que hay niños, que hay niños"

Superada esa etapa, se asume que la exclusión del castellano no tiene sentido, siempre que no sea para decir lo que uno quiera, sino aquellas cosas que satisfacen a los catalanistas. Además, y tal como adelantaba, esa admisión ha de hacerse teniendo claro que no estamos en una situación de igualdad (recordemos, te trataré como igual si tú me tratas a mí como superior). ¿De dónde saco esto último? Bueno, hay una indicación significativa en el penúltimo párrafo del artículo.


Fijémonos en que Guardans anima a que el Parlamento sea reflejo de la sociedad catalana y que el castellano se utilice como se hace en las familias, en las fiestas, en los bares, en la calle y... en los patios de las escuelas.
Porque claro, el castellano, la lengua materna de más de la mitad de los catalanes no está presente en las escuelas, sino "en los patios de las escuelas", ya que sabemos que la enseñanza, los rótulos, los papeles oficiales, etc. han de ser obligatoriamente en catalán. Eso sí, en los patios de las escuelas -como no- al igual que en las fiestas o en los bares ¿por qué no vamos a mezclar catalán y castellano? ¿qué hay de malo en ello? Al fin y al cabo no estamos en el siglo XIX y podemos fingir en determinados lugares y situaciones que somos iguales (aunque, en el fondo, no lo seamos); y el Parlamento no tiene que estar excluido de este juego en el que hacemos como si apreciáramos en igual medida las dos lenguas de la mayoría de los catalanes.
El día en el que Guardans se entere de que la demanda no es de que haya un espacio de tolerancia para el castellano dentro de los márgenes que dicta el pretendido consenso catalanista, sino que la demanda es que catalán y castellano sean consideradas ambas como lenguas propias de Cataluña, legítimas y en el mismo plano, lo que implica que ambas han de tener la misma consideración, que ambas han de ser utilizadas en la escuela (y no "en los patios de las escuelas") que la rotulación tendrá que estar en ambas lenguas y que tanto unas como otras se podrán usar para defender lo que uno quiera, incluso ¡oh escándalo! que lo del consenso catalanista es mentira, que el oasis era una mera tapadera para los negocios sucios de unos cuántos, que la pretendida nación milenaria no tiene más años que los Juegos Florales y que mejor nos estaría si en vez de continuar recreando un pasado fantástico miráramos de frente al futuro sabiendo que no somos ni tan diferentes ni tan especiales ni tan europeos ni tan civilizados ni tan listos como nos pensábamos; el día en que Guardans asuma esto... no sé qué pasará.
Y que me perdone el bueno de Ignasi Guardans, que es quien pone firma al artículo, pero que no hace más que reflejar lo que muchos que se creen progresistas piensan en Cataluña; muchos que, efectivamente, tan solo están dispuestos a tratarte como igual si tú los tratas a ellos como superiores.
Pues va a ser que no.

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