Hubo una época en la que las películas eran indios atacando caravanas, caballeros en feroces luchas a espada, aventureros en selvas, desiertos o montañas, buques de vela que desafiaban las tormentas en mares lejanos, batallas en medio de la nieve...
Cuando leí el resumen que en TP o similar se hacía de esta película seguramente no me entusiasmé. Se hablaba de aventuras, revoluciones y guerras en un país latinoamericano a principios del siglo XX. Lo de aventuras y guerras prometía, pero los comienzos del siglo XX no era de mis épocas preferidas y, además, se insistía mucho en la presencia de dos mujeres que, según parecía, llevarían el peso de la historia, las dos Marías a las que se refiere el título.
La presencia de chicas en las películas era un aditivo innecesario y difícilmente inteligible. Los momentos románticos o de conversación entre hombres y mujeres eran tediosos interludios entre las escenas realmente interesantes. La crónica de la película que se anunciaba para el sábado por la noche amenazaba con que las escenas en las que nos encontraríamos con aquellas dos artistas de cabaret serían mayoría.
No empecé, por tanto, la película con la mejor de las disposiciones. Además, desde el principio quedó claro que, efectivamente, las Marías estarían presentes en casi cada escena.
Algo extraño, sin embargo, comenzó a pasar. Resultaba que no podía apartar la vista de aquellas mujeres, sobre todo de la más rubia y -me parecía- más joven. Pronto estaba cautivado por aquellas presencias y eran las escenas de acción las que casi me molestaban. No sabía bien lo que sucedía, pero me daba cuenta de que comenzaba a ver las cosas de forma diferente. Toda la película fue un crescendo en mi descubrimiento de la belleza femenina, un cambio que se me antojaba sería transcendente.
Era el 15 de diciembre de 1979.
1 comentario:
¡el despertar de la sangre!
¡faltaba mas!
Mis abrazos amigo
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