lunes, 20 de mayo de 2024

El rey y el siervo

En el muro de facebook de María Dolores Parra Martín me encuentro el siguiente cuento:


Mientras lo leía, me acordaba de un cuento, que creía de Borges y que ahora pienso que puede que sea de Cortázar, en el que lo que parece sueño es, en realidad, vida; y lo que parece vida es, al final, sueño.
Con esta idea, se me ocurrió esta variante de la historia:

Cada mañana, el rey de Chou se despertaba de mal humor. Cuando los cortesanos preguntaban, respondía que todas las noches se repetía el mismo sueño: no era el monarca, sino siervo en la hacienda del clan Yin y se le encargaban todos los trabajos pesados. Los huesos dolían y sentía el desprecio de los capataces.

Llegado el día, volvía a sus quehaceres y a los goces del palacio; pero le era imposible apartar el temor de que la noche trajera de nuevo la reiterada pesadilla.

Buscando remedio a sus males, viajó a las tierras del clan Yin para comprobar si se correspondían con lo que veía en su sueño. Allí recibieron nerviosos al rey y el jefe del clan le agasajó con una fiesta. En ella, el rey le contó al jefe del clan su sueño. Éste palideció y le dijo que en su feudo vivía un siervo ya viejo que explicaba que cada noche soñaba que era rey. Al oír esto, el monarca exigió conocer al siervo.

Se lo llevaron y cuando estuvo en su presencia comprobó que era más o menos de su edad y que, incluso, había cierto parecido entre ellos; aunque los años de trabajo y de gobierno habían moldeado de manera muy diferente los rostros.

El rey interrogó al siervo y éste le explicó que cada día soñaba que era monarca y que, por ello, no consideraba desgraciada us vida; pues la mitad de ella transcurría entre lujos y rodeado de personas que le servían.

El rey sonrió con un gesto de amargura y musitó "al final, no seré yo más dichoso que este siervo".

El siervo escuchó esas palabras y, bajando aún más la cabeza, dijo:

"Creo, señor, que yo soy más feliz, pues durante mi sueño nunca hay un recuerdo para mi vida de siervo; mientras que vos ni siquiera de día podéis olvidar los trabajos de la noche".

El rey quedó impresionado por la sabiduría del siervo y, con el permiso del jefe de su clan, ordenó que le cortaran la cabeza.

Los sueños del rey cesaron desde entonces.

lunes, 6 de mayo de 2024

Votar con el corazón

En contra de lo que a veces se dice, la política tiene mucho que ver con los sueños. Cataluña es un lugar en el que es fácil constatar la afirmación anterior; ya que toda la política desarrollada en la Comunidad Autónoma en los últimos cuarenta y tantos años es ininteligible fuera del marco onírico. Ni las políticas de los partidos de gobierno ni las estrategias de la oposición pueden ser entendidas si no tenemos en cuenta el sueño de crear una nación catalana, inexistente ni siquiera en apariencia en 1980 y conseguir que se convirtiera en un estado independiente de España. Es a ese sueño al que se supeditó:

-la escuela,
-los medios públicos de comunicación,
-la negociación sobre la asunción de competencias,
-el entendimiento de la acción exterior de la Generalitat,
-la política de apoyo a ciertas entidades de la sociedad civil,
-el diseño de la promoción de la cultura y hasta
-la organización territorial,
-la política lingüística o
-la política simbólica.

La potencia de este sueño ha sido tan grande que hasta quienes decían no lo compartían ajustaron su propia forma de hacer política al espacio que les dejaba el planteamiento nacionalista. Desdeñar -como algunos hacen- la utilidad para la política de la imaginación, la ensoñación, la ilusión y la emoción muestra una gran ignorancia de cómo funcionan nuestras sociedades; y teniendo tan cercano el ejemplo de Cataluña, no solamente ignorancia, sino también contrastada voluntad de mantenerse en ella; pues la política catalana de las últimas décadas es un grado, máster y doctorado en cómo convertir esa dimensión emocional en poder concreto en ayuntamientos, escuelas y universidades, contratación de obra pública, comisiones y, en general, gestión de los aspectos más mundanos y sucios de la política.
Para algunos, la construcción de la nación catalana no era más que una engañifa para poder manejar lo último que comentaba, y que algunos asimilan al poder real; el de colocar cargos o cobrar comisiones, sentirse adulado y saber que siempre habrá alguien dispuesto a hacer un favor; pero creo que se equivocan, y con ese análisis tan solo muestran su propia comprensión de la política, vista como un juego rastrero y basado casi exclusivamente en intereses personales; esto es, por decirlo con una sola palabra: fango. Mi impresión es que para muchos políticos catalanes y, desde luego, para aquellos que han tenido un papel más destacado en este largo procés; desde Pujol hasta Puigdemont, pasando por Junqueras, Mas, Rull, Cuixart o Forcadell; el sueño sí importaba e importaba mucho. Un sueño que ha transformado profundamente la política catalana.

El hecho de que se tratara de un sueño compartido también por los que se le oponían explica la reacción que se produjo a la aparición de Ciudadanos hace veinte años. En otro lugar explicaba cómo el falso paraíso catalán había sido puesto en entredicho por primera vez de una manera seria a través de Ciudadanos. Para comprobarlo, basta con un solo dato, pero muy relevante: hasta que Cs no llegó al Parlamento de Cataluña, no se convirtió en normal utilizar el castellano en el pleno de ese Parlamento. Ciudadanos hacía explícito que no compartía la ensoñación nacionalista, ni siquiera para hacer oposición "desde dentro", como de alguna forma habían practicado tanto el PSC como el PPC; sino que ofrecía una alternativa a la sociedad completamente distinta; un sueño diferente.


Ese es un sueño en el que sigo creyendo. Me resisto a pensar que la Cataluña sombríamente nacionalista en la que

-unos y otros miran para otro lado cuando se despide a una enfermera por criticar al gobierno;
-en la que se tolera que se multe a los comerciantes por colocar rótulos en una lengua oficial en vez de en la otra;
-en la que se anima a que los padres cambien la lengua que utilizan con sus hijos,
-en la que se utiliza el poder público para separarnos del resto de españoles,
-en la que todo se supedita a la continuación de esa construcción nacional iniciada hace cuarenta años,
-en la que los medios públicos de comunicación son correas de transmisión del poder,
-en la que se tolera que en las universidades públicas se vulneren los derechos fundamentales de quienes se oponen al nacionalismo,
-en la que se practica diariamente la genuflexión ante el nacionalismo,
-en la que se desprecia a quien se opone a ese nacionalismo,
-en la que se hace alarde de incumplir la ley y de desobedecer a las sentencias,
-en la que se tolera el latrocinio de una familia que ha obtenido ganancias millonarias con el negocio de la catalanidad,
-en la que se ha perdido todo objetivo que vaya más allá de la protesta por el agravio inventado,
-en la que llamar a las cosas por su nombre se tilda de provocación,
-en la que la solidaridad con el discrepante se hace en voz baja para no levantar las iras del poder,
-en la que tantos callan "para no meterse en líos", y
-en la que se ha olvidado toda meta que se sitúe más allá del Ebro.
sea la única alternativa.

Frente a lo anterior creo que hay que reivindicar otra Cataluña, una Cataluña

-en la que lo normal sea utilizar las lenguas de sus ciudadanos; el catalán y también el castellano, y junto con ellas el aranés;
-en la que se vea con naturalidad que las personas utilizan la lengua que tengan por conveniente en sus relaciones privadas
-en la que se renuncie a esa pretensión absurda de "vivir en catalán" (igual de absurda, por cierto, que "vivir en castellano" o en cualquier otra lengua).
Una Cataluña
-en la que estemos hablando de cómo mejorar los resultados de nuestra educación,
-en la que nos ocupa cómo atraer industrias y actividades económicas de alto valor añadido,
-en la que debatamos sobre cómo posicionarnos en esta Europa post brexit en la que hay tantas oportunidades;
-en qué estudiemos la forma en que podemos colaborar con el conjunto de los españoles en la resolución de los conflictos y desafíos que tenemos ante nosotros;
-en la que el debate sobre las energías del futuro se haga con rigor y sin apriorismos;
-en la que abordemos los problemas que se derivan de la forma en que la robotización y la IA afectan al trabajo;
-en la que se mejoremos constantemente el sistema sanitario, estudiando las interacciones entre lo que ofrece la sanidad pública y la sanidad privada de manera que nadie quede privado de la atención que necesita.

Me detengo en esto último por un momento. Por circunstancias que no vienen al caso, he sido muy consciente en los últimos meses de la ayuda que puede ofrecer la sanidad privada y que no se obtiene de la pública en Cataluña. Es desgarrador -y no exagero- pensar en las familias que no pueden acceder a unos servicios que he comprobado que son esenciales y que, ahora mismo, tan solo están al alcance de quienes pueden desembolsar varios miles de euros mensuales. Servicios, por cierto, que en algunos casos están pagando otras Comunidades Autónomas que no disponen de ellos, pero que los sufragan en Cataluña a los ciudadanos de su territorio que los necesitan. Repito. Es desgarrador darse cuenta de lo anterior; pero, claro, hay que pagar TV3, embajadas y un largo etcétera de herramientas para lo que antes era sedición y que son prioritarias frente a cosas que necesita la gente que no es de las doscientas familias y que afecta de manera esencial a su vida.

 Imagino una Cataluña

-libre de nacionalismo,
-más sosegada y tranquila,
-más próspera,
-con mejores servicios públicos,
-más solidaria,
-sin reticencias hacia el resto de los españoles,
-comprometida con el proyecto europeo,
-alejada de conspiraciones internacionales,
-entregada a construir una sociedad mejor de ciudadanos libres, iguales en sus derechos y a los que se les de la oportunidad de perseguir sin trabas su sueños.

Esa Cataluña pasa por decir que el rey está desnudo. por negar legitimidad al nacionalismo y ampliar la base de quienes están dispuestos a decir alto y claro que no comulgan con él.
En las elecciones siempre busco a quién representa esto a lo que yo aspiro y, la verdad, ahora mismo no encuentro que nadie lo haga mejor que Ciudadanos. El PP, con su pretensión de convertirse en único referente de lo que llama "el centro derecha", que es un término con el no simpatizo; porque más parece de contable de la política que de alguien que se sea capaz de encender la llama de un sueño y mantenerla; y con sus constantes guiños al nacionalismo no me parece que sea capaz de ofrecer esa alternativa al nacionalismo; por mucho que en sus filas haya quien -estoy seguro- tiene una visión de Cataluña muy parecida a la mía.
No sé si será la última vez que pueda votar a Ciudadanos. Sé que en estas elecciones podré votar con el corazón y no quiero dejar pasar esta oportunidad.
Espero que todos hagan lo mismo; que voten por sus sueños, se olviden de los contables de la política, del gris del sometimiento, del amargor de la decadencia y apuesten por una sociedad diferente, más libre, más próspera y más feliz.